Derecho a nada

Derecho a nada
17 diciembre, 2019 por Redacción La tinta

Por Claudia Rafael para Agencia Pelota de Trapo

Son apenas la punta de un iceberg. La violencia de las fuerzas de seguridad sobre niñas y niños en la provincia de Buenos Aires aparece retratada por estas horas con tres historias que saltaron a la luz pública, tras una denuncia de la Comisión Provincial por la Memoria. En un triángulo que une las geografías de Ensenada, La Matanza y Lomas de Zamora queda al desnudo una crueldad que no cesa. Que golpea una y otra y otra vez sobre los mismos.


Exactamente una semana antes de que el nuevo gobernador asumiera su cargo un pibe de 17 años era introducido en una espiral de perversidades que marcan definitivamente la vida. “Vos no tenés derecho a nada, acá te podemos hacer lo que nosotros queramos”, le gritaban dentro de la Comisaría 2 de Punta Lara.


Denuncia el organismo que llegaba a la casa de un amigo “justo antes de que irrumpieran en ese inmueble 10 agentes de la Policía bonaerense. Intentó subirse a su bicicleta y regresar a su casa pero fue aprehendido por los efectivos que le colocaron esposas y comenzaron a golpearlo”. Ordenes contrapuestas: abrí las piernas, cerrá las piernas, abrí las piernas, cerrá las piernas, escuchaba en las voces de dos policías. “Ambos le golpeaban los tobillos y las piernas. Una agente policial femenina de apellido Cerdera, al subirlo a la camioneta, lo tomó de la cabeza haciendo golpear su rostro contra el parante del vehículo policial. Alrededor de las 2 de la madrugada lo trasladan a la Comisaría 2 de Punta Lara donde lo obligan a desnudarse, lo golpean y le exigen que hiciera sentadillas y flexiones de brazos. Siempre mediante amenazas de que sería violado”.

En las antípodas, en el caliente conurbano oeste, La Matanza sigue repitiendo historias en una geografía de hostilidades para los pibes. Apenas unos días antes, un pibe de 15 volvía a su casa después de comprar el pan. Cuando –relata la CPM- “repentinamente fue aprehendido, esposado y golpeado por un grupo de entre 8 y 10 gendarmes”. La denuncia penal cuenta que “fue trasladado al puesto de Gendarmería situado en Avenida Crovara donde lo encerraron y golpearon nuevamente”. Mientras lanzaban amenazas de nuevas detenciones.

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Foto: Colectivo Manifiesto

Cuando noviembre iniciaba su rumbo, una chica de 16 volvía de la escuela, en Lomas de Zamora. De un auto sin patente bajó un grupo de policías y –desgrana el organismo- “le exigieron el documento mientras la interrogaban en plena vía pública acerca del lugar al que se dirigía. Luego le pidieron y revisaron su mochila de la escuela hasta que uno de los efectivos le anunció que la requisarían. Fue cuando apareció una persona que pasaba el lugar y que preguntó qué sucedía con la joven, el “procedimiento” terminó”.


Esa es la provincia que acaba de recibir en sus manos Axel Kicillof. La que tiene la fuerza de seguridad más grande del país. La que es capaz de torturar, armar causas, liberar zonas, manejar los negocios más turbios y mafiosos, serpentear entre las crueldades más subterráneas y seguir siempre en pie, soltar las piezas que le puedan hacer mella y deshacerse fácilmente de ellas, levantar o bajar el pulgar a funcionarios de su agrado o desagrado, perseguir a cuanta semilla de rebeldía ose intentar interponerse en su camino.


La maldita. La que crece y se ofrece –ante la tierra arrasada- como una salida laboral segura para los pibes de los márgenes y los rediseña a su imagen y semejanza. La que uniforma ideas. La misma que no merma su poder ni disminuye su veneno, que no es errático sino sistémico.

Y que ahora dependerá directamente de Sergio Berni. El hombre de mirada gélida y mano de hierro. El mismo que recordarán eternamente los trabajadores desobedientes y desesperados que salieron a la Panamericana o a las calles. El que supo ser el funcionario mejor visto en sus días de mano dura más feroz y que representaba ese pensamiento medio de volcar las culpas de todos los males securitarios en la inmigración latinoamericana. La morena. La desarrapada.

Mientras, el rompecabezas que conforman los marginados sigue siempre quebrado en los pliegues de su dolor.

*Por Claudia Rafael para Agencia Pelota de Trapo. Imagen de portada: Eloísa Molina para La tinta.

Palabras claves: Abuso policial, Axel Kicillof, Buenos Aires, violencia institucional

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