Represores de fútbol llevar
La semana pasada detuvieron a Juan Nazareno Risso, ex jugador de Gimnasia de La Plata, acusado de ser integrante del operativo que asesinó en 1976 a un militante Montonero y de la JUP. Tras su retiro del fútbol, trabajó para la Policía Bonaerense de Miguel Etchecolatz. No es el único caso en el que un represor se camufló detrás de la pelota.
Por Redacción La tinta
La pelota siempre cruza la línea de cal y sale del campo de juego. Su lugar no es solo el césped. También lo es la tierra de los potreros, los escombros de los baldíos y el asfalto de la calle. El fútbol es juego, cultura e historia. En su memoria se guardan muchas historias. Están aquellas que hablan de los hinchas desaparecidos que hoy son restituidos como socios en sus clubes. Están aquellas que cuentan los pibes que tuvieron que dejar los botines y los obligaron a partir a Malvinas con botas viejas. Y también están las historias de aquellos que patearon en contra en los tiempos más oscuros del país.
Juan Nazareno Risso fue jugador de Gimnasia y Esgrima de La Plata entre 1960 y 1964. Es más, fue parte de la Selección Argentina que disputó los Juegos Olímpicos de Tokio 64. Juan Nazareno Risso, apresado la semana pasado junto a otros tres policías, está acusado de ser parte del operativo que asesinó Horacio «Chupete» Benavides, referente de la JUP, militante de Montoneros y compañero de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en la facultad de Derecho de la UNLP.
De futbolista a integrante de la policía bonaerense. Ese fue el destino que eligió Risso después de cruzar la línea de cal para siempre. Ya en 1976 era parte de la patota de Miguel Etchecolatz. Junto a Ramón Velasco, Walter Ale y Carlos Bordalonga emboscaron y asesinaron a Benavides el 30 de septiembre de 1976, en pleno centro de La Plata, sobre 12, entre 50 y 51. Ayer, los cuatro fueron ascendidos y condecorados por sus méritos en la «lucha contra la subversión». Hoy, están detenidos en una dependencia del Servicio Penitenciario Federal y ya fueron indagados por el Juez Federal Ernesto Kreplak, luego que se negaran a prestar declaración.
El caso de Risso no es el único. Otros ex-futbolistas fueron integrantes de las fuerzas represivas que se encargaron de secuestrar, torturar y matar durante aquellos años. Entre ellos, se encuentran los casos de Juan de la Cruz Kairuz y Edgardo Andrada.
Kairuz fue policía y futbolista de Atlanta, Newell´s, San Martín de Tucumán y Gimnasia de Jujuy entre 1966 y 1975. Tras su etapa como jugador, se desempeñó como DT de Atlético Ledesma de Jujuy. Allí se encargó de comandar un grupo de tareas que secuestraba personas bajo la tutela de los dueños del ingenio azucarero Ledesma, la familia Blaquier. De día entrenador, de noche represor. Fue policía hasta diciembre de 2004, año en el que se retiró de la fuerza. Ricardo Aredes, el hijo del ex intendente de Ledesma desparecido en 1977 y de Olga Aredes, Madre de Plaza de Mayo, fue quien lo acusó como “un ex represor y comandante del grupo de tareas» que secuestró a su padre «bajo la protección del Ingenio azucarero propiedad de la familia Blaquier”.
El caso de Edgardo Andrada es quizá el más conocido. «El Gato», tal como era conocido, atajó para Rosario Central durante 10 años en la década del 60. También es recordado por ser el arquero que sufrió el gol número 1000 de la carrera de Pelé, mientras defendía el arco de Vasco da Gama en noviembre del 69. Pasó por la Selección Nacional, disputando la Copa América de 1963.
Andrada se retiró en 1982 siendo arquero en Renato Cesarini. Sin embargo, ya se había incorporado como agente de inteligencia del batallón 121 en 1981 (fue parte del mismo hasta el año 2000). El 14 de mayo de 1983, en Rosario fueron secuestrados, torturados y asesinados los militantes montoneros Pereyra Rossi y Osvaldo Cambiaso en un operativo dirigido por Luis Patti. De aquel juicio 30 años más tarde, fueron condenados 4 militares a prisión perpetua y 6 fueron absueltos.
Pese a ser identificado por un ex agente de inteligencia y estar señalado como autor de los secuestros de ambos militantes por numerosos testimonios, Edgardo Andrada fue absuelto en febrero del 2012 por falta de mérito. La sentencia la dictó el juez Villafuerte Ruzo, cuestionado por dilatar las causas en favor de los militares.
Entre las pruebas que certifican su pertenencia a dicho batallón, se expuso un documento de su legajo que de algún modo explica qué buscaban las jerarquías militares de la dictadura en Andrada -o en cualquier deportista- cuando lo alistaban en sus grupos de tarea: «Su figura de ex arquero de Rosario Central, concita adhesiones y confianza especialmente en los barrios de trabajadores lo cual facilita su penetración al objetivo impuesto. Si bien su edad supera el límite establecido, su potencialidad de penetración y capacidades personales, hacen sumamente beneficiosa su integración a esta unidad, viéndose justificada la proposición de su nombramiento».
*Por Redacción La tinta