Dios y la política latinoamericana

Dios y la política latinoamericana
21 noviembre, 2019 por Gonzalo Fiore Viani

Con el golpe de Estado en Bolivia se reavivaron los debates sobre las religiones y sus relaciones con la política y, en muchos casos, su participación directa en los planes estatales.

Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta

En los últimos años, a partir de hechos políticos puntuales producidos en numerosos países de América Latina, parece que Dios ha retomado los asuntos mundanos y ha vuelto a involucrarse en la política regional como hacía mucho tiempo no lo hacía. Sin ir más lejos, en Argentina se publicó la última encuesta del CONICET sobre creencias y actitudes religiosas en el país. Los datos que arroja muestran un crecimiento de las iglesias evangélicas, pero considerablemente menor al de otros países de la región. En lo que respecta a Argentina, bajó la cantidad de católicos de 76 a 62 por cientos, mientras que subió la de evangélicos de nueve a 15 por ciento. Al mismo tiempo, subió la cantidad de no religiosos de 11 a 18 por ciento. Según una investigación del PEW (Pew Research Center), en América Latina el 69 por ciento se identifica como católico mientras que el 19 por ciento lo hace como protestante (pentecostales, presbiterianos, evangélicos, etc.), y el ocho por ciento se considera ateo o agnóstico.

Paraguay encabeza el ranking de los países más religiosos, con el 89 por ciento de su población identificada como católica y el siete por ciento como protestante. Mientras que el último de la lista es Uruguay, con el 42 por ciento de católicos y el 15 de protestantes. En las últimas elecciones uruguayas por primera vez fue importante el voto evangélico. En el país oriental, históricamente considerado el más laico de la región, Guido Manini Ríos, un ex militar de discurso ultraconservador, ligado a sectores evangélicos, alcanzó el 11 por ciento de los votos en las elecciones del pasado 27 de octubre. Por primera vez, representantes religiosos ocupan cargos en el Parlamento, como el nacionalista Gerardo Amarilla, miembro de la Iglesia Evangélica Bautista, a punto de ser electo titular de la Cámara en 2018. Finalmente su postulación fue rechazada, ya que muchos diputados adujeron “preservar la tradición laica” del Estado. Los evangélicos creen que la laicidad del Estado es un límite a la libertad de culto.

Según el filósofo alemán Jürgen Habermas, existen tres fenómenos que convergen de manera especial para crear la impresión de un “resurgimiento de la religión” a escala mundial: la expansión misionera, una radicalización fundamentalista, y la instrumentalización política del potencial de violencia innata en muchas de las religiones del mundo. Los dos últimos casos claramente visibles en los fenómenos de extremismo islámico, que cobraron un protagonismo inusitado en Occidente desde comienzos del siglo XXI. Estas formas de extremismo tienen la particularidad de luchar o revelarse frente al mundo moderno; según quien escribe, cuanto mayor es la uniformidad pretendida por el proceso de globalización, mayor y más violenta es la reacción a este proceso, y más radical es la reafirmación de los valores propios frente a los “impuestos” desde afuera.

Bolivia Jeanine Añez biblia casa de gobierno la-tinta

Por ejemplo, la Revolución Islámica de 1979 en Irán fue la primera del siglo XX que no se declaraba ni marxista ni socialista, ni de derecha ni de izquierda, sino que buscaba su inspiración y causa en los textos sagrados del Islam para instaurar un régimen teocrático con aceptación en amplios sectores de la población, con un fuerte sentimiento de rechazo a Occidente y a las reformas impulsadas del Shah Mohamad Reza Pahlavi, quien tenía el respaldo norteamericano y británico tras el golpe de Estado contra el primer ministro Mohammad Mosaddeq en 1951.


En el interior profundo del sur de Estados Unidos -lo que se denomina coloquialmente como “Bible belt”: Carolina del Norte, Carolina del Sur, Alabama, Georgia, Misisipi, Tennessee, Kentucky, Arkansas, Texas, Misuri, Oklahoma, Luisiana, Virginia, centro y norte de Florida, Sur y Este de Kansas, y el sur de Illinois, Indiana, Virginia Occidental y Ohio-, se viene produciendo un proceso de radicalización donde, según datos estadísticos, los ciudadanos y las ciudadanas creyentes se han mantenido constantes en las últimas seis décadas. Esto sucede a pesar de la oleada de secularización producida tras el final de la Segunda Guerra Mundial, que nunca llegó a alcanzar el mismo efecto que sí logró en los países europeos, por lo que distintas variantes de la religión en esa región siguen siendo capaces de colocar congresistas, gobernadores e incluso presidentes.


Habermas, ante cierta fragmentación de la sociedad, propone la necesidad de procesos de aprendizaje que se complementen entre las doctrinas religiosas y las imágenes del mundo, es decir, entre ciudadanos religiosos y seculares. El filósofo y sociólogo alemán pone en entredicho muchas veces la concepción de que la modernización y la individualización de la segunda mitad del siglo XX, y lo que llevamos del siglo XXI, nos han conducido a una secularización irreversible de las sociedades. Y en que en la hoy “sociedad postsecular” se debe decir que “esa misma sociedad secularizada es una secularización del cristianismo y judaísmo”. Por lo que en Occidente los sistemas ya establecidos por esas religiones subyacen en las conciencias públicas de las sociedades.

Fue en Argentina, tras la derrota de Juntos por el Cambio, que su candidato a vicepresidente Miguel Ángel Pichetto dijo que al “hambre lo inventó la Iglesia con la oposición”. A nadie le escapa que, más allá de la despenalización del aborto legal, seguro y gratuito que ya prometió Alberto Fernández, la Iglesia Católica desempeñará un rol importante en el próximo gobierno del Frente de Todxs. El futuro Ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, es uno de los tantos probables funcionarios que tienen dialogo fluido con la Iglesia, especialmente con sus sectores más populares. El Programa Argentina contra el Hambre, la primera política de Estado que implementará el gobierno a través de la formación de un consejo multisectorial, tiene una presencia preponderante de la Iglesia.

Si bien parecía que la laicidad había llegado a la política regional para quedarse, mientras que los conflictos por la religión era sólo un fenómeno que afectaba a regiones del mundo siempre convulsionadas como Medio Oriente o a los países africanos, los acontecimientos de los últimos años en América Latina parecen contradecir empíricamente esta tesis. En Bolivia, los golpistas aseguraban estar librando una guerra santa contra los “diabólicos ritos indígenas”, devolviendo la Biblia al Palacio Quemado. Al mismo tiempo, su líder Fernando Camacho aseguraba ser “el enviado de Dios, el mesías”, al igual que su admirado Jair Mesias Bolsonaro. El brasileño se aprovechó del auge de las iglesias evangélicas en Brasil y sus lazos con esa comunidad religiosa para llegar al poder, algo que hubiera sido completamente impensado hace menos de un lustro.

Brasil Bolsonaro seguidores la-tinta

La Iglesia Católica latinoamericana estuvo, históricamente, en permanente tensión entre sus corrientes internas. Al mismo tiempo que la plana mayor de la jerarquía apoyaba los golpes de Estado de la década de 1970, había militantes católicos de base, entre ellos sacerdotes y monjas, perseguidos, torturados, asesinados y desparecidos. El caso paradigmático fue el de Camilo Torres en Colombia quien, influido por los nuevos aires del Concilio Vaticano II, la Teología de la Liberación y la Conferencia de Medellín, decidió tomar las armas y unirse a la guerrilla, para luego caer asesinado. En Argentina fue fundamental a la hora de la conformación de las organizaciones armadas, que los fundadores de Montoneros, por ejemplo, fueran todos militantes católicos. Al mismo tiempo que hombres como el Padre Carlos Mugica, o sacerdotes como el riojano Enrique Angelelli, participaron activamente de las luchas populares de aquellos años.

El chileno Víctor Jara le dedicó una canción a Camilo Torres con unos versos hermosos: “donde cayó Camilo, nació una cruz, pero no de madera, sino de luz, lo clavaron con balas en una cruz, lo llamaron bandido como a Jesús”. Así como cantaba el chileno, que en “la guerrilla cabe un sacristán”, no hay que perder de vista que en los movimientos populares latinoamericanos, llámense peronismo en Argentina, chavismo en Venezuela, sandinismo en Nicaragua, el MAS boliviano, o el Partido de los Trabajadores en Brasil, también caben religiosos. Ya sean sacerdotes, pastores evangelistas, rabinos, o militantes de base de todas las religiones, es imposible desconocer la importancia que éstas tienen para el sentir popular de los latinoamericanos de a pie, especialmente para los más humildes. Por lo pronto, no se puede desconocer que Dios ha vuelto a la política latinoamericana, y allí habrá también un importante campo de disputa.

*Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta

Palabras claves: América Latina, Bolivia, Iglesias evangélicas

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