Sobre un resonar preguntas: danza, cuerpo y escena

Sobre un resonar preguntas: danza, cuerpo y escena
9 octubre, 2019 por Gilda

Por Laura Alazraki para La tinta

«Para evitar el rechazo, algunas de nosotras nos ajustamos a los valores
de la cultura, relegamos las partes inaceptables a las sombras.
Lo que deja solamente un miedo —que seremos descubiertas y que
la Bestia de la Sombra se escapará de su jaula […] Sin embargo,
otras damos otro paso: intentamos despertar a la Bestia de la Sombra
que hay en nuestro interior […] ¿Cómo poner alas a esta particular
serpiente? Pero algunas de nosotras hemos tenido suerte
—en el rostro de la Bestia de la Sombra, no hemos visto lujuria, sino ternura;
en su rostro, hemos desenmascarado la mentira».
Gloria Anzaldúa – Otras inapropiables, feminismo desde las fronteras.

Escribir es una excusa para ponerme a pensar y ese pensar es también una acción de lo corpóreo que permanece en la reflexión inacabada por el cruce entre danza y política; reflexión que construyo con otrxs, en los espacios que creamos para entramar(nos) colectivamente. Esto no es una crítica de danza, seguramente tampoco una nota periodística. Quiere ser, sobre todo, un resonar sobre escenas y preguntas próximas después de ver Extrañxs Cuerpxs, obra de danza popular del grupo Entrelazares.

Escucho el agua que corre, el sonido enlatado se complementa con el sonido que está efectivamente sobre el escenario vuelto paño y vasija. Observo en la complicidad de una intimidad cierta posibilidad de acontecimiento. ¿Cómo construimos un cuerpo colectivo? Si ya no se trata de cánones, figuras fondo, unísonos, duetos y preguntas respuesta, ¿cómo estar juntxs en escena? o ¿cómo preguntarnos sobre este estar juntxs en el mundo dentro de la escena? 

La pregunta sigue hincando en el tímpano de quien se ha atrevido a oír el aullido. Y con el agua que chorrea por el cuerpo que transpira, casi inmutable en la escena, ellas acceden a ser el testimonio de un compartir, de un tejer redes de agua, redes de pieles que estrujan dentro y chorrean fuera. Me devuelven en ese espectar, una vez más, esta pregunta: ¿Qué cuerpo es político en escena? ¿Qué política tiene la danza que bailamos? ¿Qué poética tiene la política que pensamos?  

La musculatura se tensa sobre el escenario que vuelve a dejarme con el deseo de ser otra cosa. Si ya no queremos ser más esta humanidad, pero tampoco queremos volver a crearnos ese dios que ya matamos, volver a pensar en el fuego que transmute, que mude, que nos devenga en alguna otra cosa menos humana, menos miserable, menos asesina. Pero, quizás, sea agua y piel, y ese compartir el gesto de la caricia entre ellas, entre nosotras, la penumbra y la indefinición lo que nos abra mundos en el temblor de perder la forma y el salto hecho palabra, en el sonido ininteligible del grito que se ahoga, el humo y la mirada. Quizás, allí, podamos desenmascarar a la mentira y mirar a la cara a la bestia de las sombras.

Pugna, entonces, la posibilidad de agujerear sentidos, haciendo estallar los marcos, destruyendo para construir, como una filosofía a martillazos, pero una danza de la maza, una danza nietzscheana que se burle del humano demasiado humano y se acerque a crear otra(s) humanidades posibles.

Lo interesante está, digo yo, en el jaquear la posibilidad de discernir, provocar la confusión, el desvío.  Desarmarnos la confianza de la comprobación visual, la distinción observable de los objetos, la acción premeditada en el espacio. Aquí, no hay extravagancia, nada fuera del cotidiano está sobre el escenario, al contrario, el cotidiano se confunde en la sombra de los cuerpos o en los cuerpos en penumbra que traman un colectivo. 

La incitación está tendida y no sabemos si con eso basta, pero, al menos, nos suspendemos por un momento en la pregunta. Posiblemente, no alcance, ni la sombra ni el agua ni la caricia para construirnos ese colectivo, ese estar juntxs en el mundo y en la escena. Pero, en el trazo del intento, se abre siempre una posibilidad, una potencia de lo que permanecemos buscando. Y, quizás, esas extrañas, extrañadas de sus cuerpos construidos como bestias, puedan trazar, en un gesto de extrañeza del mandato, otros cuerpos, desbaratando la mentira. Volviendo a generar otra forma de organización de lo sensible, que nos permita dejar de oponer lo uno y lo otro, lo visible y lo invisible, lo normal y lo anormal, lo posible y lo imposible. Para bailar(nos) siempre, las bestias de las sombras.

*Por Laura Alazraki para La tinta. Fotos: Koky Shroeder.

Palabras claves: danza, Entrelazares, Extrañxs Cuerpxs

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