Alberto Fernández y el peronismo cordobés

Alberto Fernández y el peronismo cordobés
24 septiembre, 2019 por Redacción La tinta

Por Daniela Piccone y Juan Martín Marchioni para La tinta

El 15 de septiembre de 2018, fallecía en un accidente automovilístico el ex gobernador cordobés, José Manuel de la Sota. Su deceso trajo consigo al menos dos consecuencias obvias, pero necesarias de considerar. Primero, la partida de un dirigente peronista que, a nivel nacional, no ocultaba sus aspiraciones presidenciales construyendo un perfil consensualista que aspiraba a “cerrar la grieta”. Segundo, produjo un reordenamiento en el peronismo cordobés signado por su inquebrantable liderazgo, construido en base a una trayectoria política compuesta por duras derrotas, pero, también, una innegable perseverancia que le valió grandes victorias.

El año 1999 marcó el inicio de la preminencia del peronismo en la provincia mediterránea. Una provincia que, en los cuatro períodos previos al triunfo de De La Sota, estuvo caracterizada por ser de cepa radical. De hecho, cabe recordar que fue su entonces gobernador, Eduardo César Angeloz, quien, en 1989, asumió la responsabilidad de ser el candidato a Presidente de la Nación por la Unión Cívica Radical, en un contexto de profunda crisis social, consecuencia de la hiperinflación desatada previamente.

El liderazgo de José Manuel de la Sota en el peronismo cordobés fue un distintivo de los últimos veinte años de la política local. En ese período, se consolidó la hegemonía local de su coalición electoral, Unión por Córdoba, que ganó las elecciones de 2003, 2007, 2011 y 2015; tuvo mayoría en el poder legislativo, más aún luego de la reforma constitucional de 2001 y el paso a la Unicameralidad legislativa; y contó con el acompañamiento de la mayoría de las intendencias, construyendo una maquinaria territorial que aún perdura en ciudades como Villa María o San Francisco.

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En ese trayecto, De la Sota convirtió al contador Juan Schiaretti en su socio político, con quien había rivalizado durante los años noventa, puntualmente en las elecciones internas partidarias de 1993 que ungieron a Schiaretti como candidato a Diputado Nacional. Sin embargo, a diferencia de Luis Juez, que decidió romper con el PJ luego de sus denuncias desde la fiscalía anticorrupción, Schiaretti se mantuvo fiel a la estructura partidaria, a pesar de perder las elecciones internas para la intendencia de Córdoba en manos del candidato delasotista, el ucedeista Germán Kammerath.

En ese marco, De la Sota designó a Schiaretti como su Ministro de Producción, cargo que detentó hasta diciembre de 2001, cuando fue electo Diputado Nacional. Sin embargo, ante la crisis social, política y económica que imperaba en Argentina, Schiaretti retornó al Gobierno de la Provincia de Córdoba, en 2002, para hacerse cargo del Ministerio de Producción y Finanzas. Luego de una destacada gestión en dicha cartera, De la Sota decidió que Schiaretti lo acompañe como compañero de fórmula para las elecciones de 2003, en la cual el binomio se impuso holgadamente con un 51% ante un 31% del candidato UCR, Oscar Aguad. Posteriormente, en 2007, ante la imposibilidad de De la Sota de renovar el ejecutivo provincial, Schiaretti encabezó la fórmula de UPC que derrotó, por estrecho margen de 1 punto porcentual de diferencia, al candidato del Frente Cívico, Luis Juez.


Durante este trayecto, ambos dirigentes forjaron liderazgos que, con matices, terminaron por constituir una de las alianzas políticas más exitosas y duraderas en la Argentina contemporánea. La relación simbiótica entre De la Sota y Schiaretti permitió al peronismo cordobés encontrar la formula para sortear con éxito el impedimento constitucional de la re-reelección, manteniendo cohesionada la estructura partidaria durante todo ese tiempo y evitando grandes fugas hacia otros espacios, como, por ejemplo, el Frente Para la Victoria (FPV) que, en 2009, irrumpió llevando a Eduardo Accastello como candidato a Senador Nacional por fuera de la estructura partidaria.


De La Sota retornó como candidato en 2011 y obtuvo el 46% de los votos, sin embargo, en las elecciones primarias nacionales que se realizaron apenas una semana después, la “lista corta” (presentaron candidatos sólo para el tramo legislativo) de la coalición Unión Por Córdoba no superó los 7% y el gobernador electo decidió retirar el partido de la contienda electoral. Si bien a partir del conflicto con el campo, en 2008, había habido rispideces entre el peronismo local y el nacional, durante 2011, comenzaron a agudizarse. Fue durante este año que emergió el “Cordobesismo” como significante que articuló diferentes demandas que se le hacían, por aquel entonces, al gobierno nacional de Cristina Fernández de Kirchner, tales como la situación de la caja de jubilaciones provincial. La idea de la provincianía cordobesa en tensión con lo nacional ya había sido utilizada durante el gobierno de Angeloz cuando se aludía a que Córdoba era una isla dentro del país.

Otro ejemplo que ilustra el estado de situación de aquel momento fue una de las frases que se utilizaron durante la campaña de 2013 (donde Schiaretti era candidato a diputado nacional) y encontró curso posteriormente, a saber: “No peleamos por pelear, peleamos por Córdoba”. Lo que estaba claro era que estaban peleando. De la Sota ya había peleado junto a Antonio Cafiero en las internas nacionales del peronismo que se dio durante el último tramo de la década de 1980 y que se había dado a llamar la “Renovación Peronista”.

Durante dicha interna, Antonio Cafiero y José Manuel De La Sota lanzaron un libro llamado “La renovación fundacional”. Esta publicación tenía como intención promocionar y profundizar las ideas que este sector proponía. La historia es caprichosa, el libro estaba escrito en formato de entrevista, uno de los que coordinaba estos diálogos es el actual candidato a presidente, Alberto Fernández, con quien José Manuel De La Sota tuvo un vínculo político y personal.

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Corría agosto de 2015, bajo la alianza UNA, se presentaron (en las primarias abiertas, obligatorias y simultáneas) a internas los precandidatos José Manuel De La Sota, por un lado, y Sergio Massa, por el otro. José Manuel De La Sota ganó en 23 de los 26 departamentos cordobeses. Inclusive, durante la primera vuelta llevada a cabo en octubre, el candidato Sergio Massa, con explícito apoyo de De La Sota, salió segundo a nivel provincial. Es conocido el resultado local del ballotage en el que Mauricio Macri obtuvo más del 70% de los votos en Córdoba. La provincia se había teñido de amarillo, pero José Manuel De La Sota había logrado gran visibilidad a nivel nacional. En 2017, de hecho, cuando le preguntaron en una entrevista si sería candidato en las elecciones legislativas, respondió negativamente porque a él sólo le faltaba ser presidente.

A partir de allí, el exgobernador trabajó en un perfil consensualista, en tejer una alternativa que una a quienes pensaban distinto, tuvo acercamientos con dirigentes del núcleo duro del kirchnerismo e, inclusive, había comenzado a filmar un programa que saldría por el canal porteño Crónica que se llamaba, causalmente, “PUENTES”. Es contrafáctico y queda en el terreno de la mera especulación sin sentido preguntarse qué hubiese hecho José Manuel De La Sota en el presente panorama político. Es más productivo pensar en lo que efectivamente está sucediendo con el peronismo cordobés.

Unión por Córdoba dejó de llamarse así y, actualmente, se llama Hacemos por Córdoba, Juan Schiaretti renovó el cargo de gobernador con 57% y decidió presentar otra vez lista corta, una decisión que muchos supusieron arriesgada debido a los antecedentes de 2011. Sin embargo, la lista encabezada por Carlos Gutiérrez sacó más de 17 puntos en las PASO. El slogan de la campaña fue “El presidente que vos quieras y los diputados de Juan”. El sector del delasotismo no apoyó este slogan y, tanto el senador Alberto Caserio como la actual legisladora Natalia De La Sota, apostaron a nivel nacional por la propuesta del Frente de Todos, encabezada por Alberto Fernández y acompañada por la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.


En términos simbólicos, se puede presumir que, en el último tiempo, De la Sota legó un peronismo consensualista, dispuesto a alcanzar los acuerdos y consensos necesarios para articular las distintas corrientes del peronismo que permitiese ser una alternativa amplia de cara a la puja electoral de 2019. La imagen de De La Sota hoy aglutina y reordena a gran parte del peronismo cordobés, inclusive, en su ausencia física. Alberto Fernández, por su parte, sabe retomar el ideario federalista del que «El Gallego» se hizo eco en diferentes ocasiones.


En este punto, el delasotismo tensiona con la estrategia diseñada por Schiaretti: el de la prescindencia a nivel nacional. Tiene sentido: Juan abogó por el fortalecimiento de Alternativa Federal, una fuerza política por fuera de los polos de la grieta. Sin embargo, y paradójicamente, la grieta terminó por devorar ese armado, puntualmente, cuando Cristina declinó su candidatura a la presidencia en favor de Alberto Fernández. Este gesto generó una reacción de dirigentes y gobernadores que, si bien, en un primer momento, abonaban la estrategia de la tercera vía, terminaron por mostrarse favorables ante la irrupción del Frente de Todos, entre ellos, el ex compañero de coalición, Sergio Massa. La candidatura a vicepresidente de Miguel Pichetto terminó por sepultar la opción. El contundente triunfo de Alberto Fernández demostró que la estrategia del peronismo estuvo acertada.

A un año de su fallecimiento, la misa en su homenaje otorgó una amplia fotografía política. Estaban el gobernador Juan Schiaretti, dirigentes kirchneristas como Wado de Pedro y Gabriela Estévez, se encontraba también Sergio Massa, Olga Ruitort, Martín Gill, Eduardo Acastello, en fin, esa foto da cuenta de quiénes han pasado por la vida de De La Sota y, por lo tanto, del peronismo cordobés. Pero, como dijimos previamente, la historia es caprichosa, se encontraban allí Natalia De La Sota, hija de José Manuel De La Sota, y Santiago Cafiero, el nieto de Antonio Cafiero, el compañero de fórmula en el proceso de la Renovación Peronista; y ahí también estaba quien había escrito los diálogos entre el padre y el abuelo, escribiendo nuevos diálogos y caminando los puentes que una buena parte de los peronistas han sabido tender: Alberto Fernández.

Ernesto Laclau y Chantal Mouffe dicen que las identidades se configuran en torno a sus bordes, es decir, por alguna diferencia que las constituye al menos en primera instancia y que les permite articular aquellos elementos que se identifican con dicha diferencia. El Frente de Todos, en el actual escenario de polarización, invita a identificarse en oposición a Macri, pero parece que eso aún no le ha bastado a Schiaretti, quien ha sido partícipe de otra configuración identitaria en torno al cordobesismo. Sin embargo, si la propuesta de identificación es la oposición al macrismo y uno de los elementos más importantes de dicha diferencia se construye en torno a las políticas económicas de ajuste, lo esperable sería que el cordobesismo, que cuenta con 13 meses consecutivos de pérdidas en recaudación debido a la crisis económica, teja una alianza con el Frente.

El café que tomaron Fernández y Schiaretti luego de la Misa se constituyó como el misterio mejor guardado por ambos actores en la última semana. Pero, como en política todo puede leerse entre líneas, habrá que ver cuál será el papel del bloque que conduce Schiaretti en el Congreso Nacional en torno a la Ley de Presupuesto, que seguramente sea tratada post 27 de octubre, el «Día D» que se aproxima.

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(Imagen: CEDOC PERFIL)

*Por Daniela Piccone y Juan Martín Marchioni para La tinta.

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