José Luis Aguirre: “Sigo buscando la canción más linda”
Algunas palabras con el músico folklórico oriundo del Valle de Traslasierra que se encuentra peregrinando por Argentina para presentar «Chuncano», su último disco. «Todas las historias se repiten en los pequeños pueblos, incluso en las grandes ciudades”, afirma.
Por Santiago Somonte para La Tinta
A un costado de la vorágine porteña de un día cualquiera, de los ruidos internos de lxs miles de anónimxs que apuran el paso por las veredas, por ahí anda el José Luis Aguirre. Emponchado para matizar el frío, incluso dentro del salón-bar de FM La Tribu, se lo ve sonriente y cansado, pero dispuesto a hablar un buen rato, traguito y brindis mediante, antes de participar en un programa de radio —la dinámica habitual para reforzar lo que dice y canta, póngalo en el orden que guste- a un par de días de la presentación de Chuncano, su nuevo disco, en el teatro Margarita Xirgú.
“A las patas de un ñandú, ¿sabes?, se les dice chuncas, por eso es que soy chuncano, de eso no te olvides nunca…”, suele recitar con la sonrisa de punta a punta, como una declaración de principios campechana, explícita, siempre rescatando sus orígenes. Así, fue delineando este camino de casi dos décadas de siembra y cosecha, a paso firme. La creciente popularidad es, entonces, ese raid por redacciones, radios y algunos canales, gajes del oficio que no lo alborotan, pero que quizás preferiría acortar.
Lejos quedó aquel debut con Los nietos de Don Gauna, cuando bajó de Villa Dolores, Valle de Traslasierra, su pago natal y musa inspiradora, a Córdoba. “Fue reflejar mi llegada a la ciudad y reflejar lo que siente un chico de veinte años…”. Plena crisis de 2001, saqueos, pobreza y represión, enmarcaban aquel momento: “Era la absoluta revolución: vamos de nuevo y cambiemos todo de golpe…”.
Por entonces, el Negro Aguirre comenzaba a desandar su camino solista, evocando a esa región hermosa del oeste cordobés, que cristalizó en Pinturas de Pago Chico (2008) y continuó con Gajito i´ luna (2013), en donde celebraba la relación con sus pequeñas hijas con la canción que le da nombre al disco, relataba una cita romántica y pueblerina en «Pisando nubes», y describía los viejos modos de vida chuncana en «Humilde abrigo de los serranos», entre otras gemas musicales, acompañando cada canción con un dibujo de su autoría, al igual que en las siguientes placas. Entre ambas producciones, un pequeño-gran reconocimiento sirvió de impulso: el premio Revelación del Festival de Cosquín, ese que lo vio pulular desde chango debajo del escenario y que, por entonces, destacaba a «La transerrana», cueca que alude a esa región límite entre Cuyo y su terruño natural, aunados por la música.
Entonces, decanta la pregunta sobre el balance y la reflexión de un transcurrir que viaja paralelo a la cadencia de sus canciones: “Es muy positivo… tantos años de tocar, de haber llegado hasta acá, lleno de gente amiga, querida. Todavía faltan muchas cosas por hacer, pero me siento muy feliz de seguir con las mismas ganas de hacer arte, música, dar un servicio, pero, por sobre todo, sentir que la expresión artística me hace mucho bien y también feliz conmigo por haberlo intentado”, afirma con voz pausada, propia de quienes no necesitan enfatizar ni gesticular en exceso. Marcas distintivas del chuncanaje de monte adentro. “Para mí, la utopía es siempre buscar la canción más linda, y todavía no la he encontrado, la sigo buscando…”.
Las canciones de Aguirre tienen una sonoridad particular. Una amplitud diversa como la enorme variedad de ritmos alrededor del país, plasmados en los recientes Amuchado (2016) y Así como es (2018), grabado en el Margarita Xirgú.
En paralelo, la mudanza familiar intervalles, de Traslasierra a Los Aromos, Paravachasca, más cerca de la Docta, fue, nada más y nada menos, que una continuidad del “senderismo musical”, como forma de vida. Las giras por varias provincias del país y las presentaciones en Chile fueron otros hitos en su viaje musical. Hace dos años junto a su amigo y bailarín, Martín Binder visitó México, donde compartió momentos de aprendizaje con las comunidades zapatistas y tocó para lxs docentes en pleno conflicto salarial —cualquier similitud con nuestra realidad no es pura coincidencia-.
De allí, recuerda estos versos, sonriente: «La revolución estalla en las cosas lindas que hay/ y no viene con metrallas, sino en un gesto de paz/. Un hermoso cataclismo, un rayo en la oscuridad/ que hace click en uno mismo y comparte lo demás/ La revolución es bella, una flor del humedal/ es el guiño de la estrella, un abrazo de amistad/ y en la selva, la esperanza, campesina dignidad».
La lista de temas en las noches coscoínas se fueron agrandando. La ovación del público pudo más que la interrupción de los presentadores o alguna publicidad bloqueando la visión de las pantallas de lxs televidentes. De esa admiración manifiesta en mensajes llegados desde cualquier lugar del país, también se nutre Aguirre, aunque el mensaje de sus canciones o el recitado previo, señalando en voz bien alta el impacto del desmonte y el incumplimiento de las leyes que preservan bienes naturales, esté destinado a todxs por igual: “Quien quiera oír, que oiga”, dice.
De mi garganta cantora brota el ahora
Los límites geográficos impuestos por el ser humano, impensados en la ancestral noche de los tiempos, son los que nos limitan y separan en muchas ocasiones. Bien lejos de esas posiciones, se encuentra José Luis: elige romper cualquier frontera ridícula a través de sus canciones o charlando con voz bajita y cálida: “Mis temas están atravesados directamente por la realidad, ahí encuentro la creatividad: en los lugares más impensados, en la gente más simple… los grandes maestros y maestras están en todos lados. Mi búsqueda es tratar de escribir lo universal desde una pequeña región. Todas las historias se repiten en los pequeños pueblos, incluso en las grandes ciudades”, afirma. «¿Cuántas personas conoces en la ciudad? ¿Cuántas casas? Pongo la lupa en las cosas más simples, pero también me doy la posibilidad de ir mutando, de ir buscando mi pensamiento y encontrar la correspondencia con el tiempo que voy viviendo y la música que estoy tocando”.
Chuncanamente hablando
La coyuntura, el frenético ida y vuelta mediático post-elecciones primarias, parecen una tentación impostergable para muchos artistas. Muchxs de ellxs, convencidos de su(s) idea(s), alejadxs casi por unanimidad de la deplorable gestión política que ha afectado al enorme abanico cultural del país, han elegido canciones y discursos desde los escenarios para manifestar su bronca. El público, algo heterogéneo, pero de una composición etaria “vitalmente” compacta, acompañó el descontento más allá de cantitos populares. Aguirre, en tanto, esquivó el vendaval, sin abandonar el sentido crítico en su nueva producción. Melodías simples, arreglos con vuelo propio y el senti-pensar de un artista capaz de interpelar los latidos de la tierra y los tiempos que corren (vuelan) sin demagogias ni clichés: “Me tocó este disco en medio de la crisis argentina y decidí, en vez de ahondar en lo que todos ya sabemos, en lo que estamos luchando para que se cambie, ofrecerle a la gente algo más interior… está fácil el camino de la crítica hoy en día”, asegura sereno sin poner rótulos ni nombres propios. Entonces, el chuncano trota los mundos y decanta en una conclusión que describe cualquiera de sus composiciones: “Siempre estoy atento en defender un pensamiento alternativo que va por fuera de lo de siempre y de las corporaciones. Cuando le canto a un bosque, a un paisaje, defiendo los derechos humanos desde lo más esencial que es el lugar del que venimos, que es la Madre Tierra. Y, después, le sumo todas las otras luchas”.
El sexto disco es, entonces, la continuación de una obra de composiciones sólidas con aires festivos, nostalgias latentes en clave de homenajes peñeros y los reclamos de siempre por la conservación de la tierra por sobre los proyectos extractivistas. Grabado en el estudio Panorámica, a ocho kilómetros de Mina Clavero, Traslasierra, fue un decantar del trabajo con músicos-amigos, una constante en su carrera: “Puse los temas en la mesa y que se vayan armando… algunos se fueron construyendo en los mismos ensayos. Fue un laburo en equipo con la banda, buscando la simpleza de lo criollo. Las letras se fueron armando hasta último momento. De hecho, los primeros dos días, grabamos sólo los instrumentos, luego la guitarra y, al mes, grabé nuevamente la voz… elegí la mejor toma y ahí cantaba entonces. Fue una improvisación constante. Como cada una de las tres tomas la grababa con una letra distinta, trabajé con mis productores artísticos, el Fede Seimandi y Rubén Ordoñez, y así se definieron los temas”.
Córdoba morena
El reconocimiento entre colegas, la reversión de temas, los escenarios y peñas compartidas son marcas distintivas del amplio concepto de folklore en nuestro país. La evocación a algunos de sus viejos coterráneos, como Hedgar Di Fulvio o Doña Jovita (una de sus últimas canciones lleva su nombre), son una constante en sus recitales, trazando puentes generacionales al igual que a la hora de componer y reafirmando la mezcla entre originarixs, inmigrantes y afrocordobesxs que forjó la variopinta identidad musical de la provincia: “Busqué el sonido criollo. La conjunción de lo indio, lo afro y lo europeo en la mano, en los rasguidos, en los acordes, en la rítmica y arriba de eso… la palabra. La melodía y la palabra es lo que a uno le gusta que viaje”.
El comienzo del disco fluye lógicamente con ese concepto; un recitado elocuente: «Córdoba morena/África en las venas/corazón que suena así…/raza del comechingón/sable del conquistador/historia viva y dolor/de esa mezcla vengo yo…/Córdoba Morena/tunga tunga en las venas/Córdoba morena…/afro zambo comechingón, sanavirón/ de madre india que se mezcló/de padre esclavo que refundó/de esa mezcla vengo…/y al fondo, los barrios cercados/los pibes marcados, la gorra, los paisa…/la música al palo, las casas bajitas, feroz patrullero que pasa…/Córdoba morena/Chango Rodríguez en las venas/Carlos Jimenez en las venas/de allá vengo yo».
El reciente viaje por Latinoamérica junto a sus dos hijas y Susy Freisz, compañera de vida y también música, fue otra clara inspiración para esta producción. El Amazonas, pre-incendio, la visita a Cuzco y otros destinos reafirmaron el concepto de que “los países no existen, son sólo límites económico-políticos”, y de que las canciones son un modo simple para encontrarnos: “Escuchaban ‘Córdoba Morena’ en Ecuador o en el mercado de La Paz, y se sentían identificados, funcionaba la música”.
En un pequeño intervalo sobre el final de la nota, llega una chica, una colega, guitarra en mano, y, tras saludarlo, le regala su disco. Aguirre agradece. Charlamos alguito sobre temas citadinos hasta decantar en los tatuajes que luce algún ignoto, o un conocido en común, lo mismo da. “Mi revolución es no tener whatsapp ni tatuajes”, nos dice, mitad en joda, mitad en serio, con inconfundible tonada chuncana. Al toque, cuenta que Bruno Arias, cantante jujeño, “un hermano de la vida”, con quien grabó un tema esa misma tarde, le regaló un celular. Aguirre reniega de la posibilidad de usarlo, al igual que de comprarse ropa (“Me la regalan, nunca compro, si hay tanta ropa en el mundo…”) y vuelve a la cuestión telefónica, esa que encuentra a diario a millones con el cuerpo inclinado y los ojos puestos apuntando a la pantalla: “Entonces, yo dije: voy a tener un solo número, el número de Bruno”, nos cuenta entre risas. Pequeñas definiciones, formas de transitar la vida en tiempos de abrumadora información, ante la distorsión constante de los aspectos más simples y perdurables de nuestra –misteriosa- existencia.
El encuentro con Arias es el mismo que rescata cada vez que puede con todxs lxs changxs con quienes comparte escenarios y amistad desde hace mucho tiempo. La Bruja Salguero, Sofía Viola y Raly Barrionuevo son algunxs de lxs que lo acompañan en este nuevo disco. Cantautorxs de “la nueva canción”, conforman un linaje de artistas a quienes identifica como la renovación de la música popular argentina más allá de los géneros: “Admiro a nuestra generación porque reconocemos nuestras debilidades, bellezas y contradicciones, y las decimos en las canciones. Es un capital y un valor que hemos tenido en estos últimos años. Me parece genuino ese lenguaje y hablar como hablamos: eso rompe con ese folklore tradicional, esa manera de escribir”, comenta sin dejar de destacar el legado de tantos artistas a lo largo de la historia.
Se aproxima el comienzo del programa donde seguramente reafirme estas palabras y toque alguna de sus nuevas-viejas canciones. Unos días después, el itinerario lo llevará a Villa de Las Rosas, pueblo con aires más parecidos a aquellos que nombró hace un rato en comparación con la ciudad enorme que lo cobija en estos días. O tal vez no. En tal caso, da lo mismo si se le permite guitarrear y cantar un buen rato entre gente amiga.
Por lo pronto, pueden llegarse este sábado a escuchar al chuncano entonando la reveladora «Monte es libertad», la acompasada y reflexiva «Sierra embrujada» o «Los pájaros de Mattalía», además de los temas que van transformándose en clásicos de su cosecha personal, siempre colectiva. Una ocasión inmejorable para escuchar los latidos del valle interior.
► José Luis Aguirre. Presentación de «Chuncano» junto a Fede Seimandi (contrabajo voz y coros), Mariano Vélez (piano), Lucas Millicay (percusión y coros), Diego Cortez (flauta traversa, quenas y sikus), y Sonia Lescano y Francisco Sparantino (danza). El 21 se septiembre a las 21 hs. en el Teatro Real (San Jerónimo 66).
*Por Santiago Somonte para La Tinta. Fotos: Magalí Rodríguez.