Suicidio, la obsesión por el recuerdo 

Suicidio, la obsesión por el recuerdo 
14 agosto, 2019 por Gilda

Por Manuel Allasino para La tinta

Suicidio es una novela de Édouard Levé, publicada en el año 2008. En el libro, se retrata la historia de un amigo de Levé que decidió quitarse la vida de forma brutal e inesperada. Es imposible no asociar que el escritor también está hablando de sí mismo, ya que, a tan solo días de entregar el manuscrito de Suicidio a su editor, decidió terminar con su vida. 

La forma en que está escrita y todo lo que rodea a la novela hacen que esté destinada a perdurar en el tiempo.  

suicidio-novela“Un sábado del mes de agosto, sales de tu casa vestido para jugar al tenis, con tu mujer. A medio cruzar el jardín, le dices que te olvidaste la raqueta adentro. Vuelves a buscarla, pero en vez de dirigirte al placar de la entrada, donde suele estar, bajas al sótano. Tu mujer no se da cuenta, se quedó afuera, es un lindo día, está disfrutando del sol. Unos segundos después, siente la descarga de un arma de fuego. Entra corriendo a la casa, grita tu nombre, nota que la puerta de la escalera que da al sótano está abierta, baja y te encuentra.  Te pegaste un tiro en la cabeza con el fusil que habías preparado cuidadosamente. Sobre la mesa dejaste una historieta abierta en una doble página.  Por la conmoción, tu mujer se apoya en la mesa, el volumen se mueve y se cierra, antes de que ella comprenda  que ese era tu último mensaje. Nunca he estado en esa casa. De todas formas, conozco el jardín, la planta baja y el sótano. He vuelto a ver esa escena cientos de veces, siempre con la misma decoración, la que me imaginé la primera vez que me contaron cómo te suicidaste. La casa quedaba en una calle, tenía un tejado y una fachada trasera. Pero nada de eso existe. Está el jardín al que sales por última vez y en el que te espera tu mujer. Está la fachada hacia la que ella corre cuando siente la descarga. Está la entrada, donde se encuentra la raqueta, la puerta del sótano y la escalera. Finalmente, está el sótano donde yace tu cuerpo. Está intacto. Tu cráneo no explotó como me dijeron. Pareces un tenista joven descansando en el césped después de un partido. Uno diría que estás durmiendo. Tienes veinticinco años. Ahora sabes más que yo sobre la muerte”.

En una novela anterior, Autorretrato, Levé menciona la muerte de un amigo de su adolescencia que, a los 25 años, decide pegarse un tiro en la cabeza. Suicidio cuenta, a partir de ese episodio, la vida de ese amigo. Se narra ese mundo perdido y vuelto a encontrar a través de la obsesión por los recuerdos. 

“Tu vida fue menos triste de lo que tu suicidio podría hacer creer. Se ha dicho que moriste de sufrimiento. Pero la tristeza no era tanto tuya como de quienes te recuerdan. Moriste porque buscabas la felicidad a riesgo de encontrar el vacío. Tendremos que esperar a morirnos para saber qué descubriste. O para no saber nada más, si lo que nos espera es el silencio y la vacuidad.  Tu manera de abandonar la vida reescribió tu historia en negativo. Quienes te conocieron releen cada uno de tus gestos a la luz del último. La sombra de ese enorme árbol negro impide desde entonces ver el bosque que fue tu vida.  Cuando uno habla de ti, empieza describiendo tu muerte, antes de remontarse en el tiempo para explicarla. ¿No es raro que ese último invierta tu biografía? Desde tu muerte, nunca he oído que nadie contara tu vida empezando por el principio. Tu suicidio ha transformado en el acto fundacional, y tus actos anteriores, a los cuales creías liberar del peso del sentido con ese gesto que te gustaba por lo absurdo, se ven, por el contrario, enajenados. Tu último segundo cambió cómo los demás veían tu vida. Eres como ese actor que, al final de la obra, revela con su última palabra que fue un personaje distinto al que parecía interpretar. No eres de los que terminan enfermos y viejos, con el cuerpo marchito y espectral, parecidos a la muerte antes de haber dejado de vivir. Para ellos morir es consumar su decrepitud. Una ruina que muere ¿no es una liberación, no es la muerte de la muerte? En tu casa, te fuiste en plena vitalidad. Joven, vivaz, sano. Tu muerte fue la muerte de la vida. Sin embargo, me gusta pensar que encarnas todo lo contrario: la vida de la muerte. No me explico cómo has sobrevivido a tu suicidio, pero tu desaparición es tan inadmisible que con ella nace esta locura: creer en tu eternidad”.

Levé, luego de entregar Suicidio, se ahorcó, dejando tras él una obra bastante unitaria y abierta a tres dimensiones: la escritura, la fotografía y la pintura. En la narrativa de Levé, se destacan dos obras: Autorretrato y Suicidio, que forman un díptico existencial. En Suicidio, el relato está concebido en segunda persona y adquiere desde el principio un aire interrogativo y conjetural. Édouard Levé irá enjuiciando el hecho desde diferentes planos del sentimiento y el pensamiento, conformando un retrato muy vivo de su amigo muerto, pero, ya pasada la mitad de la novela, queda claro que se produce una ósmosis entre Levé y el suicida; y que ya es Levé el que está hablando de sí mismo y de su posible muerte.

“Te resultaba tan fácil conocer gente nueva a solas como difícil hacerlo en grupo. Un día te había invitado a almorzar a la casa de mis padres, a unos kilómetros de donde vivías. Se suponía que íbamos a estar solos, pero cerca del mediodía varios amigos me hicieron una visita sorpresa, y les propuse quedarse a comer. Cuando apareciste por una esquina de la casa, mientras tomábamos un aperitivo al sol, te encontraste con la mesa puesta para seis personas en lugar de dos. Se te desencajó la cara en un segundo. Recobraste la compostura cuando viste que yo había notado tu contrariedad. No querías ocultarme tus sentimientos, sino evitar la descortesía de mostrarte arisco con mis amigos. Yo sabía que hubieras preferido dar media vuelta y volver a tu casa, antes que quedarte a conversar con gente que nunca volverías a ver. Ellos se conocían bien. Tenías un don para percibir en un instante la antigüedad de las amistades, por el volumen sonoro de la conversación, por la alegría de las voces, por el juego de las miradas. Hubieras preferido unirte a un grupo de extraños que se estaban conociendo, antes que a esa tribu formada lejos de ti hacía mucho tiempo. Pero hiciste el esfuerzo de quedarte. Hablaste toda la tarde con la misma chica, que lograbas mantener distancia, cerca del castaño, y después debajo del cedro. Sentían una atracción mutua, pero no conseguías disociarla de ese grupo con el que la descubriste. La sombra de los otros planeaba sobre ella. Temías, al verla, no poder olvidar la huella de sus amigos. Te negabas a ser una nueva adquisición. Si ese grupo te incorporaba, siempre serías el rezagado.  Antes que las amistades ya formadas, a las que uno se suma como un extraño, preferías las que se formaban en tu presencia: a esas las veías nacer y crecer, y aunque no pudieras predecir qué vínculos en particular se estrecharían entre unos y otros, sabías que, al haber llegado todos al mismo tiempo, encararían el futuro como iguales.  En ese día que ya llegaba a su fin, te dabas cuenta de que el pasado común de mis amigos siempre impondría su distancia. Preferías no acercarte al círculo, antes que verte condenado a la periferia”.

Suicido de Édouard Levé es una novela que lo convierte en un escritor con todas las letras. La vida y obra del autor conmueve por su simetría, su crueldad y su redondez.  

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Sobre el autor

Édouard Levé nació en París en 1965 y murió en la misma ciudad en 2007. Fue pintor, fotógrafo y escritor. Además de tres libros de fotografía, Angoisse (2002), Reconstitutions (2003) y Fictions (2006), publicó en narrativa Oeuvres (2002), Journal (2004), Autorretrato (2005, publicado por Eterna Cadencia en 2016) y Suicidio (2008), obra que envió a su editor días antes de suicidarse.

*Por Manuel Allasino para La tinta. Foto de portada: Jason Decaires Taylor.

Palabras claves: Édouard Levé, literatura, Novelas para leer, suicidio

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