Nueve meses sin justicia para Yamil

Nueve meses sin justicia para Yamil
13 agosto, 2019 por Redacción La tinta

La noche del 7 de noviembre del 2018, Yamil Alexis Malizzia salió de su casa en moto a ver un partido de fútbol en Río Tercero. Al terminar, fue perseguido por móviles policiales mientras iba en su motocicleta. En esa persecución, Yamil chocó, cayó al suelo y, unos días después, murió. A nueve meses de su fallecimiento, familiares y amigxs exigen justicia.

Por Débora Cerutti para La tinta

Bullir la sangre

“Les tiran la chata encima. Los chocan. Los hostigan.
El gatillo fácil ahora es la persecución fácil,
la inducción, la provocación del accidente.
Si no frenás, sos culpable”.

Claudio Malizzia, padre de Yamil

¿Por qué no frenó? Dirán una y otra vez. Igual que en el caso de San Miguel del Monte, la pregunta es incorrecta. Más bien, hay que preguntarse: ¿Por qué la policía hostiga a los jóvenes?

El 7 de noviembre del 2018, pasó lo que pasó. Llovía. Claudio Malizzia intuyó lo peor cuando su hija y su hijo llegaron a eso de las tres de la mañana a su casa en Colonia Almada. A medianoche, le había enviado un mensaje de texto a Yamil, preguntándole qué andaba haciendo. A ese mensaje su hijo jamás lo vio: “Sé que tuve muchos anuncios y avisos. Me acuesto y lo primero que hago es escribirle y preguntarle dónde está. Pensé que mirando tele, porque le gustaba ver las series de Netflix. Después me dormí. Tenía un presentimiento muy fuerte. A las 3 de la mañana, me avisan”.

Claudio viajó a Río Tercero por la madrugada. Allí se encontró con que Yamil había sido trasladado a Río Cuarto, tras algunas horas en el Hospital Zonal de Río Tercero donde los médicos habían manifestado que el golpe no era grave: traumatismo de cráneo y fractura expuesta en una de sus piernas.

“Cuando ocurre el accidente de mi hijo, a la mañana, la FM Power de Río Tercero informa el parte policial, no es que lo inventan. Es lo que la policía les dice».


«Accidente de tránsito con lesiones, móvil policial que patrullaba el sector divisa la colisión. O sea, la policía dice que visualizó casualmente lo ocurrido mientras pasaba por el lugar”, recuerda Claudio. Y empieza a contarnos un teje de confusiones que fueron creadas en torno al caso para omitir la responsabilidad policial en la muerte de Yamil Alexis Malizzia.


(Imagen: CORREPI)

Inquietar el cuerpo

Yamil había encontrado en el parkour una forma de enfrentar los obstáculos de la ciudad con el movimiento de su cuerpo. Al momento de su muerte, hacía unos meses que se había mudado desde Colonia Almada, donde vivía con su padre, a Río Tercero, donde empezó a vivir con su madre. Yamil también había empezado a entrenar kick boxing. Quería aprender a defenderse y encontrar una manera de descargar la rabia y la impotencia de ser joven y estar estigmatizado por la institución escolar y por la policía:


“Yamil fue inducido y obligado a desertar del colegio, a abandonar su centro de vida, lo alejaron de su pueblo natal , familia y amigos de la infancia”, dice Claudio Malizzia. Se suponía que, lejos de Colonia Almada, los hostigamientos cesarían.


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(Imagen: Archivo Claudio Malizzia)

Dar vueltas

Colonia Almada es un pequeño pueblo que se ubica en medio de la llanura del departamento Tercero Arriba. Alrededor de quinientas personas transitan sus vidas en medio de campos de soja, se reúnen en la plaza por la tarde a mirar la vida pasar y a combatir el aburrimiento. En el pueblo, Yamil no se conformaba con la quietud. Salía a dar vueltas en su moto, a sentir el aire en la cara con la velocidad de las dos ruedas y el motor.

Yamil iba a la escuela. Su cuerpo inquieto hacía que varias docentes y directivos lo marcaran como el peor de la clase. Su papá narró: “Yamil se queda sin colegio. Lo hostigaron tanto, lo cansaron tanto. Yamil iba a terminar la escuela con 17 años. Tenía muy buen promedio, era un bocho”.

Este año, las remeras de egresados de sexto año de Colonia Almada llevan el nombre de Yamil, al igual que el Club de fútbol de barrio Sarmiento, en Río Tercero. Este año, en la fiesta de egresados de Colonia Almada, serán tres jóvenes los que se egresan: falta Yamil.

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(Imagen: Archivo Claudio Malizzia)

Recordar la mirada

Yamil era futbolero y de Talleres. Bailarín de folclore. Le encantaba la música y hacer sonreír a la gente. Dicen que Yamil daba consejos, que terminaba la tarea rápido y que en el auto ponía a todo volumen los temas de Paulo Londra, el trapero cordobés adolescente que tiene miles de seguidores en Instagram. Quería que su viejo escuchara eso que a él le encantaba. Dicen que deseaba crecer para que nadie lo moleste.


El 13 de noviembre del 2018, Yamil muere. El día del funeral en Colonia Almada, cientos de jóvenes amigos y conocidos de Yamil se acercaron desde Río Tercero a despedirlo: “El día de su funeral, me recordó a mi primer Cosquín Rock por la cantidad de pibes con sus mochilas, sentados en el suelo ocupando toda la calle, despidiendo a ese gran amigo que supo ser”, dice Claudio.


A la semana, sus compañeros organizaron, en el Paseo del Riel, un lugar donde se juntan los jóvenes en Río Tercero, una “moteada”. Un encuentro para recordar la vida de Yamil: “Eran 100, quedaron 10, porque empezó a llegar la policía con todo el circo. Yo llegué más tarde y les pedí que dejaran hacer lo que estaba previsto. Eso fue apenas falleció”.

Tiempo después, decidieron hacer la pintada de la estrella amarilla, esa que recuerda a quienes mueren en accidentes de tránsito. Claudio, al principio, no estaba tan de acuerdo, porque siempre estuvo convencido de que no fue un accidente, sino un asesinato sutil, en un contexto de persecución y hostigamiento policial. Pero decidieron hacerlo como intervención para visibilizar el caso. La estrella, hoy, está extrañamente borrada.

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(Imagen: CORREPI)

Tomar la coquita

Las canchitas de fútbol de Barrio Media Luna están cerca del río. Allí, Yamil y sus amigos se juntaban a jugar a la pelota. La noche que pasó lo que pasó, él no iba a salir, pero agarró la moto y fue a ver el partido. Cuando terminó, decidieron ir a tomar una coca a un quiosco donde, a modo de ritual, se reúne la juventud riotercerense. Pero eso nunca sucedió: “Empezaron a aparecerles móviles en todas partes, cuatro eran. Yamil iba en la moto, al lado de su amigo que manejaba el auto. Le preguntó dónde iban a tomar la coca. Luego, vio a la policía que se les acercaba y se asustó. Él se escapó. Tenía terror”, reconstruye Claudio.

Yamil decidió alejarse de las fuerzas policiales. Nunca sabremos qué le pasó por su cuerpo, por su mente: adrenalina, miedo, sensación de que lo peor pasaría si la policía lo alcanzaba. Ante el terror, Yamil aceleró su moto y disparó.


En la esquina donde cae, hay cámaras de Defensa Civil Municipal que registraron los hechos. Un auto invadió el carril para entrar a un garaje y lo embistió en la calle Acuña, en la esquina cerca de las salas velatorias de Lomar. La policía venía atrás, siguiéndolo.


“Las cámaras están, las del municipio y las de Lomar. La policía venía detrás. Los testigos están, hay tres presenciales. Uno de los testigos es el chico que venía con él, que casi lo llevan preso. Los otros dos, son una mujer con su hijo, que estaban en las salas velatorias y escucharon el estruendo al momento del impacto, y vieron a la policía pasar muy rápido», cuenta Claudio. Y continúa: “Se acercó también un hombre, que era bombero y que movió el cuerpo de Yamil”.

Claudio cuenta el hecho con dolor y rabia. Cuenta que los testigos le dijeron que, apenas es el impacto, dos móviles se desvían y dos llegan al lugar. En la reconstrucción que logró hacer en conversaciones con los testigos, pudo escuchar la voz de los policías mintiendo, diciendo que el joven que estaba tirado en el suelo venía de robar: “Los testigos enfrentaron a la policía. El amigo de Yamil dijo que venían de jugar al fútbol. Cuando Yamil fallece, que es el 13, el diario titula: “Muere menor tras huir de la policía”. Qué piensa la gente, viene huyendo por algo, te lo estigmatizan más todavía”.

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(Imagen: CORREPI)

Causar la causa

No hay causa. Apenas un expediente abierto al que ni Claudio ni su abogado han podido acceder. A Claudio no le entregaron el casco de Yamil. Ni su billetera. Ni el chip de su celular. No fue un accidente, aunque la policía así hace la denuncia de los hechos. No hay control de alcoholemia, no hay pintada de dedos, no hay nombres, no hay nada, dice Claudio: “Solamente, tengo una foto que me pasó un amigo del momento del hecho, de la mujer policía. Me han puteado los policías en las redes sociales y la radio, desde perfiles truchos a perfiles oficiales, cuando la subí para identificarla, diciéndome hasta cuándo, qué pruebas tenés, por algo habrá sido, por qué huyó”.

El papá de Yamil insiste en que hubo una emboscada donde es preciso que se conozcan los autores materiales e ideológicos. Contra viento y marea, está tratando de demostrar que se trató de una persecución policial que acabó con la vida de su hijo.


Claudio reconstruye a partir de fragmentos todo lo ocurrido, lo sentido, lo pensado. Cuesta entender por qué pasó lo que pasó, con la claridad de que el caso de Yamil no es aislado, sino parte de un sistema de disciplinamiento hacia los cuerpos jóvenes.


Unirse, denunciar, visibilizar el hostigamiento policial, el abuso de autoridad, es parte del camino para que la muerte de Yamil no quede impune. Dar testimonio de las violencias causadas por las instituciones. Nombrar al Estado como responsable de estas muertes. Pararse en el dolor, seguir nombrando a Yamil y a tantos otros jóvenes, salir a andar con sed de justicia.

*Por Débora Cerutti para La tinta. Imagen de portada: CORREPI

Palabras claves: Abuso policial, gatillo fácil, justicia, Río Tercero

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