Salvini y el recuerdo de otra Italia

Salvini y el recuerdo de otra Italia
8 agosto, 2019 por Gonzalo Fiore Viani

El vicepresidente italiano redobla sus propuestas políticas para perseguir a los inmigrantes que llegan al país, mientras acapara la aprobación de una parte importante de la sociedad.

Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta

Matteo Salvini logró, finalmente, la aprobación por parte del Senado de su Decreto de Seguridad Bis, una normativa que refuerza fuertemente la política anti-inmigratoria de Italia. Si bien el líder de La Lega encontró algunas oposiciones en dirigentes de su socio en la coalición de gobierno, el Movimento Cincue Stelle (M5S), terminó consiguiendo los votos necesarios para el aval de la normativa. Los enfrentamientos entre el vicepresidente Salvini y Luigi Di Maio, líder del M5S, son cada vez mayores. Si se continúan profundizando, todo parece indicar que se terminarán celebrando nuevas elecciones en septiembre de este año.

Salvini sabe que cuenta con la aprobación mayoritaria de los italianos en caso de convocar a nuevos comicios, por lo cual podría comenzar a prescindir de sus socios. El proyecto de la construcción de una línea de tren que une a Torino con la ciudad francesa de Lyon volvió recientemente a dividir a los ya más que probables ex socios. Tras varias mociones en el Congreso, tanto a favor como en contra, La Lega rechazó el proyecto del M5S, que incluso tenía el apoyo del primer ministro Giuseppe Conte.

La nueva normativa anti-inmigración prevé cuantiosas multas para los barcos de organizaciones no gubernamentales que ingresen a aguas territoriales italianas. A su vez, contempla la posibilidad de secuestrar embarcaciones y duras penas de prisión para quienes comanden las naves. Según la flamante ley italiana, los capitanes de embarcaciones que rescaten migrantes en el Mediterráneo son considerados “traficantes de personas”. El decreto del líder de La Lega aparece luego de la liberación de Carolina Rackete, la capitana alemana de barco que había sido detenida por rescatar migrantes africanos en el mar y dejarlos en tierra firme italiana, a pesar de las advertencias de las autoridades portuarias.

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Curiosamente, la agrupación de Silvio Berlusconi, Forza Italia, se abstuvo en la votación. El ex mandatario, nunca alejado del todo de la política a pesar de varias condenas judiciales en su contra, suele criticar a su ex socio, a quien considera demasiado extremista y “anti-sistema”.


El ex titular del Senado, Pietro Grasso, uno de los opositores más férreos a Salvini, declaró: “Paso a paso, están transformando el templo de la democracia en esa aula sorda y gris, en esa hoguera de manipulaciones evocadas en un periodo del que algunos sienten nostalgia”. La referencia a los tiempos de Benito Mussolini no es casual. Este año, Salvini rompió con una larga tradición de los gobiernos italianos al no celebrar el 5 de abril, día de la liberación de Italia de las fuerzas fascistas. El líder legista ha reivindicado, abiertamente y en numerosas ocasiones, la obra de gobierno del Duce, que, en el último tiempo, ha gozado de cierta reivindicación entre algunos sectores empobrecidos de la sociedad italiana.


El polémico estilo de Salvini, políticamente incorrecto hasta niveles que harían sonrojar al mismo Donald Trump, parece hacerle ganar votos día a día entre los ciudadanos. Su forma de mostrar su vida diaria en las redes sociales, sus vacaciones balnearias, alejadas de la opulencia de Berlusconi, lo muestran como un italiano más. Su popularidad actualmente se encuentra a niveles tan altos que parece prácticamente invencible en las elecciones.

Su máxima oposición proviene curiosamente de un argentino: Jorge Mario Bergoglio, conocido por todos los italianos como el Papa Francisco, que ha criticado duramente las políticas “en base al odio y la exclusión” que, sin nombrarlo, apuntan directamente contra partidos como La Lega. Salvini suele usar un rosario en sus actos, consciente de la fuerte importancia simbólica de la religión católica para los italianos. Sin embargo, no han sido pocas las ocasiones en las que ha rezado en público para que el actual Papa dimita y asuma otro, más cercano a sus posiciones políticas. Sumamente sensible a la cuestión de los migrantes forzados, comúnmente Francisco sube al papamóvil a refugiados o se fotografía con ellos. Tanto su discurso como sus constantes gestos, lo han convertido en el blanco número uno de los ataques de Salvini, quien acostumbra a subir memes a sus redes sociales criticándolo duramente. Otro de los objetivos constantes del italiano es el francés Emmanuel Macron, quien también lo ha criticado por su política inmigratoria. Esto ha llevado a que Salvini incluso apoye a los Chalecos Amarillos.

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El complejo sistema de gobierno italiano hace que sean necesarias las coaliciones, muchas veces de una fragilidad extrema. El país europeo tuvo 57 gobiernos en los últimos 63 años. Dirigentes como el demócrata cristiano Giulio Andreotti o el conservador Silvio Berlusconi fueron curiosas excepciones a la regla de que todos los mandatarios italianos no suelen durar mucho tiempo. Matteo Salvini claramente aspira a convertirse en un líder fuerte y a largo plazo, de esos que tanto le gustan a los italianos. Su discurso contra “las élites”, la sede de la Unión Europea (UE) y la burocracia supranacional de Bruselas tiene fuerte calado en los ciudadanos de a pie. También lo tiene su retórica anti-inmigración, contraria a las minorías y de fuerte rechazo a todas las cuestiones de género. La Lega logró algo que, hace una década, hubiera sido prácticamente un milagro: arrasar no sólo en el rico y poderoso norte, sino también en el empobrecido sur, histórico bastión de la izquierda.

Italia es un país de facciones, internas y contradicciones; Salvini, un hombre sin educación universitaria, fogueado en luchas callejeras anti-globalización durante la década de 1990, ha demostrado saber capearlas muy bien.

*Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta

Palabras claves: Inmigrantes, Italia, Matteo Salvini

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