«Es un país resultadista, nos van a ver cuando ganemos algo»
El avance del deporte femenino no termina en el fútbol. Más de 5000 mujeres juegan al rugby en el país. Isabel Fontanarrosa es la cuarta en llegar a Europa: «Acá, no entienden que el aborto sea ilegal».
Por Natalia Florio para Tiempo Argentino
No sabía francés. Tampoco que la iban a poner de medioscrum cuando siempre había jugado de wing. Pero igual agarró su bolso, sus nueve años de experiencia en el Seleccionado Femenino de Rugby y los cuatro títulos nacionales al hilo con Cardenales, y se mandó. Se animó.
«Isa, ¿cómo hiciste?», le preguntan hoy otras jugadoras argentinas.
Isabel Fontanarrosa, sobrina segunda del Negro, es una pionera del rugby: la tucumana de 31 años, máxima anotadora en la historia del seleccionado nacional, partió el año pasado rumbo a Francia para jugar en Lons, equipo asociado a Pau y que compite en el Top16, la primera división del rugby femenino francés. Se convirtió así en la cuarta jugadora argentina en jugar en Europa.
La precursora fue Gabriela Ptak en el rugby holandés; la siguió Sofía Vié, quien lleva tres años jugando en Francia y, esta temporada, llegó a las semifinales con Bayonne, y también la marplatense Eugenia Luque Larsen, en España. Además, Vanesa Garnelo está jugando en Nueza Zelanda y Magalí Fazzi, en Australia.
«Veía el nivel de los equipos europeos y de Oceanía, y sentía que quería probarme, que había algo más. En el país, ya había logrado lo máximo, así que busqué nuevos objetivos. El rugby femenino en Lons tiene 41 años de historia. La cultura y el nivel de competencia que hay son muy superiores. También los recursos económicos: acá ninguna jugadora paga una cuota para poder jugar al rugby como pasa en Argentina. Pero va más allá de eso, las finales del Top 16 son televisadas y los clubes profesionales del Top 14 masculino están obligados a tener un equipo femenino o asociarse a uno», cuenta.
–¿Cómo fue la experiencia de jugar en Francia?
–Fue un año de aprendizaje y adaptación. En Argentina, sólo se juega Seven y acá jugué de todo: XV, Ten y Seven. Especialmente, aprendí del XV. Estuve unos meses trabajando con un entrenador de pateadoras para tomar la parte técnica, la recepción aérea y muchas cuestiones del juego. Me volví más completa. Yo me vine después de dos lesiones fuertes (superó dos roturas de ligamentos cruzados) y tenía cierta inseguridad.
–La World Rugby informó que 9,1 millones de chicas juegan al rugby en el mundo, un crecimiento del 28% respecto de 2017. ¿Cómo ves el desarrollo del profesionalismo?
–Inglaterra fue el primer país en profesionalizarlo, primero a nivel Selección. Después, Nueva Zelanda, Australia y Francia. Acá, en Francia, hay rugby femenino desde 1926 y, en Argentina, el primer equipo nacional se formó en 2004 porque las primeras jugadoras mandaban cartas a la UAR para decirles que querían jugar.
–¿Y, hoy, cómo está el desarrollo? La UAR dijo que hay 4430 jugadoras, de M15 en adelante, y otras 761 en edad precompetitiva.
–Lo más importante es la cantidad de juveniles que se sumaron. Para mí, somos más, cerca de 6000 y algo. Y lo que me ilusiona es que se arme un seleccionado de XV para el triangular del próximo año que organizará Sudamérica Rugby para definir un preclasificado para el Mundial femenino 2021 por la región. Me gustaría ponerme la celeste y blanca en XV, y volcar toda la experiencia que sumé en Francia.
–El ingreso del Seven a los JJ OO fue un gran impulso. ¿Qué les falta para seguir creciendo?
–Este es un país resultadista, se habló de Las Leonas cuando ganaron un Mundial, se va hablar del seleccionado cuando consigamos un resultado importante. Ganamos los últimos dos sudamericanos de playa y nadie se enteró. La visibilidad nos la vamos a dar nosotras ganando algo.
–¿Cómo analizás lo que generaron las jugadoras argentinas en el Mundial de fútbol?
–Emocionalmente, movieron algo. Lo que lograron estas chicas hizo que te hagas hincha. Hay una coyuntura político-social que las ayudó, pero, encima, después, ves los partidos y, aunque no jueguen exquisitamente bien, defienden con muchísima garra y le empatan al segundo mejor equipo del mundo, o van perdiendo 3-0 y lo empatan. Por eso, te volvés hincha.
–Decías que la coyuntura ayudó. ¿Sentís que, a veces, se acompaña porque ahora «queda bien»?
–Sin dudas. Lamentablemente, hay un poco de eso con el deporte femenino, pero no importa, hay que aprovecharlo.
–¿Cómo ves desde allá lo que pasa con el movimiento feminista en Argentina?
–En Francia, cuando digo que en mi país el aborto es ilegal, me miran raro, no entienden por qué una mujer no puede elegir abortar. En mi equipo, juega una chica trans, Alexia Cerenys, y yo inocentemente le pregunté al entrenador qué dice el reglamento y me respondió: «Su documento es de mujer». Listo. Desde acá veo lo que pasa en las calles de Argentina y lo apoyo, pero no reniego tanto. Me enveneno un poco menos que cuando estoy allá porque se escucha cada cosa…
Isabel no tuvo casi vínculo con el Negro Fontanarrosa porque su familia se mudó a Tucumán, pero sabe que lleva un apellido muy querido por los argentinos. «A veces, me preguntan y la verdad es que no tuve mucha relación. Sí mi papá de chico porque era su primo. En casa, siempre se habló de sus cuentos, el de «Mamá Susana» estuvo muy presente y mi papá me contaba de personajes que estaban inspirados en familiares», dice. «¿Si me hubiera visto jugar? Supongo que tendría un cuento o un chiste conmigo…». «
*Por Natalia Florio para Tiempo Argentino