Una Rosa para la primavera por venir #6: La de la mirada nítida

Una Rosa para la primavera por venir #6: La de la mirada nítida
27 junio, 2019 por Redacción La tinta

“No hay insulto más grosero o calumnia más infame contra la clase obrera que la afirmación de que las controversias teóricas son sólo una cuestión para ‘ácadémicos´’. (…) Únicamente, cuando las amplias masas trabajadoras empuñen el arma afilada y eficaz del socialismo científico, habrán naufragado todas las inclinaciones pequeñoburguesas. (…) Entonces, será cuando el movimiento se asiente sobre bases firmes”.
Reforma o revolución, 1900, Rosa Luxemburgo.

“Una Rosa para la primavera por venir” es nuestro pequeño aporte para que el canto de Rosa Luxemburgo no se deje de escuchar e incomode a quienes queremos pensar y construir mundos nuevos hoy, como ella lo hubiera querido. Este canto está plasmado en su tumba con la firma de un “Zwi-zwi”, haciendo referencia al sonido de un pájaro que anuncia la primavera por venir.

Rosa Luxemburgo (1871-1919) fue una mujer que combinó pensamiento y militancia de una manera admirable, fue marxista, feminista, ecologista, internacionalista y una llama que encendía (y enciende) grandes debates en todos los movimientos revolucionarios, sociales y sindicatos a los que concurría o con quienes establecía una relación.

En el aniversario número 100 de su femicidio, desde La tinta, agradecemos a quienes nos brindaron sus conocimientos en los temas que decidimos desarrollar en este dossier. En el mismo, debatiremos sobre su importancia para la historia del socialismo; formación política y pedagógica; debates para las luchas actuales en Argentina; los aportes a los feminismos; la crítica de la economía política para entender el desenvolvimiento del capitalismo; y las formas organizativas de la clase trabajadora.

Con esto, no esperamos más que promover una serie de debates necesarios que ayuden a recolocar a Rosa y su legado en el lugar que siempre le ha correspondido: al lado de las inagotables y variadas luchas de los oprimidos y oprimidas del mundo para la primavera por venir.


Una Rosa para la primavera por venir #6: La de la mirada nítida

Por Lisa Buhl para La tinta

“Escribiendo, sí,
pero cómo,
bajo este sol radiante de la razón,
en este campo rigurosamente cultivado,
encerrado en catastros y descifrado,
privadas de nuestros bienes,
entre ellos nuestras palabras
que podrían conjurar.
También esta una pregunta
a la que solamente nos podemos acercar
si seguimos preguntando”.
Christa Wolf. Kassandra

Un mundo de hombres

Rosa Luxemburgo fue una mujer de acción y actuación política en un mundo de hombres.

Mucho se ha discutido sobre la posibilidad de reconocerla feminista. Mucho se ha dicho sobre su lenguaje “masculino”, sobre su modo de hacer política, la necesidad de adoptar modos masculinos para valer y permanecer. Un día, enojada con los grandes hombres de su partido, la socialdemocracia alemana, cuenta uno de sus biógrafos que dijo sobre sí misma y su amiga, compañera, cómplice, Clara Zetkin: “Somos los últimos dos hombres de la Socialdemocracia alemana”. Curiosa afirmación. ¿Qué significa la reinvención de la categoría de hombre¹ -masculino- por mujeres, en un momento en que ideas como la de fortaleza, acción, acceso a la palabra están casi ineludiblemente atadas a ella? ¿Será que la dialéctica no se detuvo ante el género, de modo que Rosa se apropia de la masculinidad por momentos y la rechaza por otros?

Revisando sus cartas publicadas en seis tomos, llama la atención que, hasta el tomo III, o dicho de otro modo, hasta el 1900, su correspondencia íntima se limitaba casi exclusivamente a Leo Jogiches, su pareja y mentor de ese momento, que, además, la apoyaba económicamente. Ese mismo año, en 1900, ella le escribe que «tus cartas ya no contienen nada más que sprawa robotnicza, críticas de lo que he hecho y consejos de lo que debería hacer. (…) Ya solamente nos une la causa y la tradición de sentimientos pasados. (…) Recuerdo particularmente los últimos años contigo en Zúrich tan nítidamente, porque me sentía terriblemente sola”.

Poco a poco, se va desprendiendo de esa figura totalizante que le desaconsejaba, incluso, el contacto con su familia, y va emergiendo una Rosa segura de sí misma, convencida de que su capacidad de análisis crítico de la realidad, sus trabajos periodísticos, traducciones, conferencias y agitaciones públicas hacían (y nos hacen) falta.


La confianza en las compañeras-amigas se vuelve, en la medida en que avanzan los años, una certeza, un lugar seguro. “Nada de lo humano y nada de lo femenino es para mí ajeno o indiferente”, le escribe en 1917 a su amiga Sophie Liebknecht, la esposa de Karl Liebknecht, quien fuera asesinado junto a Rosa apenas dos años después.


A su Soniushka, también le confiesa: «A veces, me da la sensación de que, en el fondo, no soy un ser humano, sino algún tipo de pájaro u otro animal en forma humana malograda; en mis adentros, siento mucho más como mi hogar y patria un pedacito de jardín como este acá o un campo entre abejorros y pasto que… un congreso del Partido. A usted, seguramente, le puedo contar todo esto: No sospechará enseguida una traición al Socialismo. Usted sabe, a pesar de todo, espero morirme en el puesto: en una lucha callejera o en la cárcel. Pero mi yo más íntimo es más de mis pájaros carboneros que de los ‘camaradas’”.

El lugar de acción, el espacio donde hay que estar, es, sin duda, la lucha cotidiana, la calle y las movilizaciones; la enseñanza en la escuela del partido; la casa con las horas de lectura y escritura dedicadas al análisis concreto de la situación concreta; la imprenta y las gestiones de difusión, en ocasiones, (semi) clandestina. Pero el refugio, el espacio de contención y posible sanación que encontró, en esos últimos años, fue el intercambio íntimo epistolar, los paseos y las conversaciones, la literatura, las andanzas entre flora y fauna, el amor por los animales y las plantas.

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La palabra precisa

Los años en Berlín la convirtieron, poco a poco, en otra persona. En sus cartas a amigas/os compañeros/as amantes, como también en sus artículos, discursos y trabajos analíticos, aparece la palabra precisa. Con metáforas de la vida cotidiana, descripciones atinadas del contexto social y político, Rosa propone rumbos posibles, invita a leer la realidad, a indignarse, a resistir y a soñar socialismo. Arcaísmos, metáforas, ironías, pasajes tomados de la literatura, referencias a teóricos de diversas ciencias caracterizan sus textos. Llama la atención su poliglotía: escribe sus artículos y, sobre todo, las cartas en polaco, ruso, francés, alemán, italiano, según la ocasión y el/ la destinario/a. Para sus labores periodísticos y para sus discursos, traduce y contextualiza debates internacionales sobre el trasfondo del suelo local.

Su caballito de batalla es, desde su infancia trilingüe en la Polonia ocupada, la palabra. Palabras justas contra las tendencias de domesticación del horizonte socialista –la meta a largo plazo que no había que perder de vista– en la Socialdemocracia alemana mediante políticas reformistas; necesarias, deseables, pero nunca como fin en sí mismo, nunca para acallar las ganas masivas de transformación social estructural. Palabras justas contra el militarismo y el nacionalismo funcional a los intereses imperialistas; palabras, muchas palabras escritas y pronunciadas ante multitudes para movilizar a las masas, no con promesas demagógicas, no como ficha en el tablero del ajedrez geopolítico internacional: como clase organizada que se reconoce sujeto político.

En defensa de la vida – contra todas las opresiones

Al margen de su obra principal, se encuentra, en el tomo cuatro de las obras completas –trabajos entre agosto de 1914 y enero de 1919–, un brevísimo artículo del 5 de marzo de 1914, titulado “La proletaria”. Allí, Rosa identifica -con precisión conceptual y sin tener a disposición todavía las conceptualizaciones que hoy nombramos opresión patriarcal u opresión racial- la articulación sistemática de las opresiones. Solamente si luchamos simultáneamente contra todas ellas, habrá un horizonte posible de emancipación y, por eso mismo, desconfía de las sufragistas burguesas, porque pelean por derechos para su propia clase. “El ejemplo de Finlandia, de los Estados Americanos, de distintas comunidades demuestran que la igualdad de derechos de las mujeres no derriba el Estado, no toca el poder del capital”. Las mujeres burguesas se pueden dar el lujo de luchar solamente por el voto femenino, porque también ellas “sacan provecho de los frutos de la explotación”.

Y sigue explicando: “Para la mujer burguesa acomodada, su casa es el mundo. Para la proletaria, todo el mundo es su casa, el mundo con sus penas y sus glorias, con toda su crueldad y su grandeza ruda. La proletaria camina con los trabajadores subterráneos de Italia a Suiza, acampa en barracas y seca cantando la ropa de bebé al lado de las rocas que la dinamita hace estallar por los aires. Como trabajadora golondrina, en primavera, se sienta sobre su humilde fardo entre los ruidos de las estaciones de tren, con un pañuelo sobre la sencilla raya al medio en la cabeza y espera paciente, para ser transportada de este a oeste. En la entrecubierta de los barcos transatlánticos, camina, con cada ola que empuja la miseria de la crisis europea hacia América, con la multitud colorida políglota de proletarios hambrientos, para volverse, ante las espumas de una ola regresiva de la crisis americana, a la miseria conocida de Europa, a nuevas esperanzas y nuevas desilusiones, a una nueva caza de pan y trabajo”.

Vemos aquí una descripción de la mujer proletaria que puede parecer, a primera vista, más una pelota de pin pon entre las paletas del capital transnacional que un sujeto político de emancipación.

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Sin embargo, Frigga Haug, socióloga feminista alemana, propone, en su libro Rosa Luxemburg und die Kunst der Politik [Rosa Luxemburgo y el arte de la política], una lectura crítica en cuanto a la concepción de sujeto. La mujer proletaria aparece separada de la familia, de una patria, de una lengua, para definirse, en primer lugar, a través del trabajo asalariado y habitar, en busca de ese trabajo para la subsistencia, muchos países, diversas lenguas, diversas culturas: todo el mundo se vuelve su casa, todas las lenguas podrían ser suyas porque lo que separa no son límites nacionales, es la división de clase. De este modo, la mujer proletaria se reconoce, en primera (y última) instancia, en la otra trabajadora. Entonces, del yo soy tú, tú eres yo maya -la convicción de que podemos ser porque hay otrxs que son, luchan, y hacen camino; de que la liberación tiene que ser, necesariamente, comunitaria- hay solo un paso.

La utilización de categorías singulares como “la proletaria”, “la mujer”, nos pueden sonar anticuadas y parecer encerrarnos en un solo sentido. Pero, tal vez, sea solamente un gesto de volver a ser una, de concentrar fuerzas y coordinar acciones posibles de emancipación a partir de una identificación común. Si leemos con atención, podremos descubrir el señalamiento de opresiones que van más allá de la clase y una concepción de sujeto político, social, histórico que va más allá de la clase obrera.

“El taller del futuro necesita de muchas manos y ardiente aliento. Un mundo de miseria femenina espera su liberación. Allí, suspira la mujer del pequeño campesino que casi se quiebra bajo el peso de la vida. Allí, en la África alemana² en el desierto de Kalahari se empalidecen los huesos de mujeres herero indefensas a las que la soldadesca alemana empujó a la muerte terrible por desnutrición y falta de agua. Más allá del océano, en las montañas altas del Putumayo, se pierden, desoídos los gritos de muerte de mujeres indias mortificadas en las plantaciones de caucho de capitalistas internacionales. Proletaria, más pobre de los pobres, más despojada de los derechos, sumate a la lucha por la liberación del género femenino y del género humano de los espantos del gobierno del capital”.

Es esta palabra, proletaria, la que engloba a todas: migrantes, campesinas, indígenas, mujeres afro y negras; trabajadoras todas ellas, que entienden de maneras muy diversas las formas de trabajo y de vida; atravesadas no solamente por la opresión de clase, sino también por el patriarcado, por la matriz colonial que jerarquiza los cuerpos y organiza el trabajo global en función de las políticas imperialistas de acumulación del capital.

La necesidad de la organización

Rosa-Luxemburgo-04La confianza de Rosa Luxemburgo en la capacidad de emancipación del “género femenino y del género humano” es enorme y también su convicción de que no se trata de un puñado de personas selectas que tengan las capacidades intelectuales de definir el rumbo necesario de la lucha, sino que, por el contrario, tiene que haber un movimiento colectivo que piense, camine, luche, se forme y decida en cada momento cuál es el paso a seguir.

En un artículo sobre la relación entre la comité central y las masa, del 29 de agosto de 1911, escribe: “Cada paso adelante en la lucha de la emancipación de la clase obrera tiene que implicar, a la vez, una creciente independización de su masa, su creciente autoafirmación, autodeterminación e iniciativa”. No hace una defensa ciega del espontaneísmo y las acciones desarticuladas, apuesta a la construcción colectiva, a la idea de luchar hasta que todxs seamos libres, y que sea para todxs todo. Ni la libertad, ni las decisiones políticas para unos pocos.

Hace falta organización, hace falta movimiento.

“Pero la disciplina, en sentido socialdemócrata, se distingue de la disciplina del militar burgués. (…) La disciplina socialdemócrata no puede ser jamás que ocho cientos mil miembros organizados del partido tengan que subordinarse a la voluntad y las decisiones de una autoridad central o del comité central de un partido, sino viceversa, que todos los órganos centrales del partido deban cumplir la voluntad de los ocho cientos mil socialdemócratas organizados”.

Aquí encontramos el fundamento de su realpolitik revolucionaria: comprender las contradicciones y bogar, en todo momento, por una política dialéctica eficaz. Porque las reformas son, simultáneamente, para el pueblo y en contra del pueblo, no se enmarcan mansamente en una idea de avance y retroceso. Se trata de habitar la contradicción, de caminar sobre esa cuerda floja y evaluar dónde sigue habiendo camino hacia otro orden social, más allá del capitalismo, y dónde las políticas se vuelven funcionales, reproducen y consolidan las lógicas del capital.

Mientras tanto, sabemos a Rosa Luxemburgo en su puesto, enfrentando todas las opresiones y luchando por una vida digna; a través de sus textos, hasta el día de hoy, toca nuestro presente.

Y, desde allí, en las cartas y en la intimidad, vemos a una mujer íntegra que agradece las lecciones que le da su gata Mimi para ser una buena persona, que se indigna porque la gente de las ciudades ya no conoce los nombres de los árboles, que cultiva, desde el encierro, las amistades con las amigas por escrito y, en persona, con los pájaros que se asomaban, efectivamente, por más cursi que suene, a su ventana. De modo que ya no nos extrañará que, un día, desde cárcel, le haya pedido a Sophie Liebknecht: “¿No me puedes mandar semillas de girasol para el pueblo?”.

Si ella se sentía más pájaro que persona, es justo pedir girasoles.

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*Por Lisa Buhl para La tinta.

1. En alemán, existe un término que hace referencia al género humano: Mensch. Aunque etimológicamente esté ligada al género masculino, en su uso actual, ya perdió esa acepción. En cambio, la palabra Mann, hombre, que usa Rosa Luxemburgo en esta y otras ocaciones, es marcadamente masculina, ya que se refiere a una “persona adulta de género masculino”. (dwds.de)

2. Las colonias alemanas en el este, oeste y sur africano fueron tomadas hacia fines del siglo XIX. En el año 1914, fueron, en superficie, el imperio colonial más grande después del británico y francés. Tras la primera guerra mundial, como parte del contrato de Versalles, todos los colonizadores alemanes fueron obligados a abandonar las colonias, con excepción de una en el suroeste (hoy Namibia). Hasta el día de hoy, no ha habido prácticamente un gesto crítico y una reflexión oficial sobre las responsabilidades de Alemania en los genocidios, ecocidios, epistemicidios del colonialismo.


Compiladores del Dossier

Pablo Díaz Almada. Docente FCE UNC. Integrante Colectivo de Pensamiento Crítico en Economía (CoPenCE).

Gonzalo Ávila. Estudiante de Lic. En Economía, integrante del Encuentro de Organizaciones (EO) y del Colectivo de Pensamiento Crítico en Economía (CoPenCE).

Palabras claves: Dossier Rosa Luxemburgo, Rosa Luxemburgo

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