Nigeria: Las engañadas por los Dioses

Nigeria: Las engañadas por los Dioses
25 junio, 2019 por Tercer Mundo

El país africano, cruzado por el hambre y la desesperación, es un “exportador” de hombres y mujeres a través del tráfico ilegal.

Por Guadi Calvo para La tinta

Miles de mujeres de origen nigeriano se encuentran dispersas en centenares de prostíbulos a lo largo y ancho de toda Europa. Quizás no haya ningún lupanar europeo que no disponga de un par de pupilas de ese país africano, una tendencia que comenzó a principio de la década de 1980.

La mayoría de ellas han llegado a Europa desde el estado de Edo, en el sudoeste de Nigeria, y de Benin, la capital estadual, donde la mixtura entre pobreza y falta de oportunidades ha llevado a miles de jóvenes a buscar mejor suerte fuera del país, fundamentalmente, con la ilusión de poder ayudar económicamente a sus familias. Nigeria es el país donde se concentran las mayores tasas de pobreza extrema del mundo: casi la mitad de sus 180 millones de habitantes están sumergidos en ella.

En 2016, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de las Naciones Unidas registró a más de 11 mil nigerianas solo en Sicilia. De ellas, el 80 por ciento eran víctimas de trata y destinadas para ejercer la prostitución forzada en calles y en burdeles de Italia y el resto de Europa. Según la OIM, entre 2014 y 2016, el crecimiento fue de casi 10 veces el número de nigerianas llegadas a Italia de manera ilegal, en su gran mayoría, cruzando el Mediterráneo desde puertos libios. En total, el número víctimas de tráfico sexual llegadas por mar a Italia ha tenido un aumento cercano al 600 por ciento. A principios de este siglo, ya se estimaba en unas 40 mil las mujeres nigerianas llegadas a Europa para ejercer la prostitución. En Francia, las redes nigerianas superan en números a las de China y Europa del Este.

Nigeria Italia trafico de personas la-tinta

Algunas abandonaron sus aldeas conociendo muy bien cuál era su destino, mientras que otras descubrieron su suerte en el punto final de su viaje, donde habían llegado con promesas falsas de trabajo, casi siempre como empleadas domésticas, camareras, vendedoras de comida africana, baratijas o asistentes de enfermería.

Antes de iniciar el viaje, estas mujeres se comprometen a pagar los gastos desde la obtención del pasaporte al traslado, de lo que se hace cargo el traficante por un acuerdo pactado inicialmente en naira, la moneda nigeriana, y, recién al llegar al lugar de destino, descubren que la deuda es en euros o dólares, y que, en algunos casos, alcanzan las sumas de entre los 55 mil y 75 mil de dólares, lo que, a un promedio de 20 dólares por cliente, las obliga a permanecer en un estado de sumisión absoluto por años. Para cubrir la deuda, las madamas imponen una cuota de trabajo de entre 100 y 120 dólares en jornadas diarias que pueden extenderse entre 10 o 12 horas. De no cumplir, los castigos pueden ser físicos y económicos. También tendrán que hacerse cargo de los gastos de alojamiento, alimentación y cualquier otro “gasto”, como abortos, que surjan en el periodo en que estén bajo el mando de estas mujeres conocidas como madamas, que representan a más de la mitad de los traficantes nigerianos, que, en su mayoría, son antiguas prostitutas que aprovechan sus contactos y conocimientos para beneficio propio.


Los pasaportes de las nuevas cautivas son retenidos por los nuevos patrones y, hasta que no cumpla con las deudas, no se los devuelven. La gran mayoría de ellas saben que no tienen ninguna posibilidad de escapar, ya que, de ser re capturadas por la red, deberán sufrir duros castigos y multas por lo que la deuda se acrecienta. De caer en manos de las autoridades, no denunciarán ni a los tratantes ni a los proxenetas, por temor a que actúen contra sus familias en sus lugares de orígenes, a donde serán deportadas de inmediato debido a las duras leyes migratorias de la Unión Europea (UE).


Aunque existe un tercer motivo por lo que no pueden desertar, todavía más poderoso y cruel que los castigos de los proxenetas o las leyes migratorias: el ritual al que son obligadas a participar antes de iniciar el viaje y se conoce como Juju, una ceremonia por la que juran cumplir con sus deudores y que, de cometer perjurio, ellas mismas o sus seres queridos serán castigados por las fuerzas divinas que se invocaron, como lesiones, locura, diferentes enfermedades, esterilidad y, finalmente, su muerte o la de algún familiar.

Médicos, psiquiatras y psicólogos de todos los hospitales de Sicilia han denunciado una creciente ola de crisis emocionales agudas entre las pacientes nigerianas, después de haber sido convencidas por las autoridades u alguna ONG de abandonar a sus “empleadores”. El Juju representa una fuente permanente de tensión, ya que se sienten bajo amenaza constante, lo que crea dependencia psicológica y adicción. Los expertos explican que el control del Juju sobre la psiquis de estas mujeres hace prácticamente imposible la lucha contra los traficantes.

Nigeria ritual Juju la-tinta

En el hospital Vittorio Emanuele, en Catania, docenas de mujeres debieron ser tratadas por el departamento de psiquiatría, algunas de ellas menores de 12 años, con conductas disruptivas que las llevan a tener alucinaciones, ataques de pánico, insomnio e intentos de suicidio. Según los expertos, no tiene sentido explicarles que el Juju no es real. Sienten que cualquier tratamiento es inútil, ya que existe un muro impenetrable para atacar creencias que son ancestrales. El nivel de control alcanzado por los juramentos es mayor a cualquier otra obsesión que se haya registrado en cualquier otro contexto de tráfico de personas, dicen los psiquiatras.

Por lo general, las mujeres que consiguen cancelar la deuda con los tratantes se quedan en Europa intentando ahorrar para que, al regresar a sus aldeas, puedan comprar una casa o iniciar un negocio con el cual mantener a su familia. Aunque otras ex prostitutas se vuelven a Nigeria reconvertidas en madamas, alardeando con sus riqueza para atraer nuevas víctimas y eternizar el ciclo.


Las historias de vida de las prostitutas nigerianas no se diferencian de las de otras de millones de mujeres que fueron empujadas a practicar “el oficio más antiguo del mundo” a lo largo de la historia en todos los países del mundo, pero, para las prostitutas nigerianas, el Juju representa una carga extra, una extorsión “divina”.


La ceremonia de juramento es dirigida por un “sacerdote” y se realiza frente a un ídolo de madera tallada. El ritual se acompaña con sacrificios de animales y conjuros, donde las participantes ofrecerán una variopinta cantidad de pertenencias, desde trozos de alguna prenda personal, ropa interior, fotografías u objetos queridos hasta trozos de sus uñas, vello púbico, sangre menstrual, una cabra, un gallo, nueces de cola y una calabaza, a los cuales el “sacerdote” atará en un bulto, el que, después de bendecido, quedará clavado en una pared del templo; finalmente, deben comer una nuez de cola y un corazón de pollo, y beber una mezcla de ginebra y sangre, hierbas secretas y jugos de algunos de los elementos aportados por la víctima. Después, se desnudarán para lavarse y envolverse en un gran paño blanco. El sacerdote procederá a la escarificación en algunas zonas del cuerpo, incluso en la frente y los pómulos, una costumbre frecuente en la medicina tradicional africana, que simboliza la entrada en el cuerpo de los espíritus que la acompañarán en su viaje. Además, les recordarán sutilmente el acuerdo al que se han comprometido. Por último, deberá recitar los compromisos asumidos: “trabajar, no hablar de este acuerdo a un tercero, obedecer y pagar”.

Mientras el paquete permanezca en el santuario, la mujer estará atada a su promesa y solo será devuelto a algún familiar cuando su proxeneta o la madama que la controla informen que la cuenta esta saldada.

Nigeria mapa la-tinta

En marzo de 2016, el gobernante tradicional del pueblo Edo, el Oba (emperador) Ewuare II, quien ejerce el poder absoluto sobre las deidades y sacerdotes que practican Juju, convocó a una reunión de más de 500 sacerdotes y practicantes del ritual para maldecir a quien practicase el ritual. Los habitantes de Edo y de otros grupos tribales de África Occidental lo han hecho por más de mil años, persistiendo incluso a la llegada de las tradiciones cristianas y musulmanas.

Para acentuar la gravedad de su condena, el Oba utilizó la talla en madera de una deidad que dada su importancia para el culto, no se había sido mostrada en público los últimos 800 años; anuló cualquier juramento realizado por las víctimas de la trata, tras lo que lanzó una maldición para quienes lo sigan practicando.


A tres años de aquella maldición, si bien el negocio de los santones ha mermado algo, todavía está muy lejos de detenerse por completo, ya que las ganancias que deja el ritual de los “sacerdotes” a los tratantes son todavía atractivas. En un barrio marginal de la ciudad de Uromi, en el estado de Edo, conocido como Little London, entre sus calles llenas de baches y edificios abandonados, y aguas servidas corriendo libremente, aparecen casas modernas y elegantes detrás de amplios jardines y altas rejas de hierro que, según se conoce, son el producto del tráfico de mujeres. En los mercados populares de Uromi, no es extraño encontrar a la venta sacos y guantes de invierno usados, debido a la demanda provocada por los viajeros hacia Europa.


Conseguir una mujer para traficar desde Nigeria a Italia, a través de la ruta libia, cuesta alrededor de 2.000 dólares. Los “sacerdotes” cobran a los traficantes 1.000 dólares por la ceremonia de juramento además de los materiales de sacrificio.

Aunque Nigeria es una de las principales fuentes de víctimas de tráfico sexual en Europa, la The National Agency for the Prohibition of Trafficking in Persons (NAPTIP) solo ha podido procesar a cerca de 350 traficantes de los miles arrestados en los en los últimos 15 años, debido a que la mayoría de las víctimas no se presentan a las citaciones judiciales y se niegan a declarar.

Las maldiciones lanzadas por Ewuare II han conseguido que no pocas madamas, por temor, hayan liberado a sus víctimas. Los traficantes insisten en que los poderes del gran sacerdote no pueden llegar a Europa y los juramentos siguen dependiendo del castigo de la deidad. En cambio, muchos de los “sacerdotes” que realizaban el rito del Juju suplicaron a las familias de las víctimas que fueran al santuario a retirar los bultos de sus hijas, por temor a la maldición del Oba.

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La utilización de los sistemas de creencias religiosos y culturales en Nigeria ha demostrado ser un mecanismo de control poderoso para los traficantes que participan en el reclutamiento de mujeres destinadas al comercio sexual en Europa. Una industria criminal enormemente rentable y bien organizada que opera entre Italia y Nigeria desde hace más de veinte años. Según algunos estudios, la maldición del Oba no ha deteniendo el tráfico de mujeres, sino que están cambiando algunos patrones en el sistema de trata.

Por ejemplo, la NAPTIP ha detectado que, en los últimos ochos años, cerca de 20 mil jóvenes nigerianas fueron enviadas a Mali, donde fueron vendidas a redes de prostitución para trabajar en hoteles y clubes nocturnos; otras fueron colocadas en burdeles en los campamentos mineros en el norte de ese país. La mayoría de ellas declararon que los traficantes de personas les habían prometido llevarlas a Malasia para trabajar en restaurantes de cinco estrellas donde se les pagaría 700 dólares por mes. En 2011, en lo que se conoce como la “Operación Tombuctú”, fueron rescatadas 104 muchachas nigerianas de entre 13 y 25 años de tres burdeles en Bamako.

En mayo de 2018, se inició, en París, lo que se dio a conocer como el “juicio a las Hermanas Auténticas”, tras haberse desmantelado una red de prostitución nigeriana de escala sin precedentes: 15 personas, incluidas 11 mujeres, fueron condenadas por proxenetismo y trata de seres humanos, con sentencias que llegaron desde los 2 a los 11 años de prisión, además de importantes multas.

La trata de personas, tanto de mujeres como de hombres, para cualquier tipo de fin como desde la prostitución hasta servir en bandas armadas de cualquier índole, que tan escandalosamente se ha profundizado en estos últimos años, tiene un único y claro origen en la degradación económica a que son sometidas cientos de naciones en nombre de Dioses mucho más crueles que los del Juju.

*Por Guadi Calvo para La tinta

Palabras claves: Europa, Nigeria, Trata de personas

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