Hablan el padre y el hermano de la nieta 129: “Hoy nos toca la alegría personal, pero somos un montón y la lucha sigue”

Hablan el padre y el hermano de la nieta 129: “Hoy nos toca la alegría personal, pero somos un montón y la lucha sigue”
18 junio, 2019 por Redacción La tinta

La nieta 129 recuperada por las Abuelas de Plaza de Mayo sigue siendo públicamente anónima e invisible, y sólo se sabe que vive en España y tiene 42 años. Carlos Solsona, su padre, y Marcos Solsona, su hermano, comparten su historia, lo que significó el arduo proceso de encontrar a su familiar, y la importancia de esta lucha colectiva que días atrás logró también la recuperación del nieto 130.

Por Alexis Oliva para Enredacción

El 24 de marzo de 2012, en el acto en el espacio para la memoria de La Perla, un afiche de la campaña “te estamos buscando”, de Abuelas de Plaza de Mayo, mostraba la foto de Carlos Solsona, su esposa desaparecida Norma Síntora y su bebé Marcos (Solsona). Ella estaba embarazada de la hija que daría a luz después de su secuestro, el 21 de mayo de 1977.

-¡Ese es Carlos! –exclamó Jano Solsona al reconocer a su abuelo.

-Sí… –respondió su padre con cierta incomodidad.

-¿Y los otros quienes son? –preguntó el niño de siete años. Al acercarse, advirtió:

-Ah, esa es tu mamá…

-Sí.

-¿Y a quién tienen en brazos?

-Ese soy yo.

-¿Y por qué? ¿A quién buscan?

Ese día su padre le contó que buscaban a un hermano o hermana, apropiado por los victimarios de su madre. Casi dos meses después de la noticia de su hallazgo, el pasado 9 de abril, Marcos Solsona recuerda la anécdota ante la mirada brillosa de su padre, que sonríe y propone:

-Contale lo de Bastián en la escuela.

-Ellos van a un colegio donde se trabajan estos temas: el compromiso social, la historia… Yo les había dicho: “No cuenten nada. La información que tenemos en casa es privada, tengamos cuidado”. A Jano el director lo invitó a decir algo y él: “No vamos a hablar por ahora”. A Bastián, que está por cumplir 8 años, la directora también lo habló: “Basti, ¿es tu tía?”. “Sí”. Cuando terminó el acto de izar la bandera, la directora anunció que se había encontrado una nieta más, y ahí Bastián remató el acto diciendo: “La 129 es mi tía”. Al rato, en el grupo de whatsapp empezaron a llegar los saludos. Ya estaba todo consumado –dice Marcos, sonriendo–. Después se lo conté a mi hermana y le dio mucha ternura.


A pesar de Bastián, la “129” –en su caso, hija y hermana– recuperada por las Abuelas de Plaza de Mayo sigue siendo públicamente anónima e invisible, y sólo se sabe que vive en España y tiene 42 años. Sin embargo, todos los días habla con su padre o su hermano.


La esperan en Uruguay, donde vive su papá con su compañera y un hijo menor que es su medio hermano. La esperan en Córdoba, donde vive su hermano mayor, su cuñada y sus sobrinos. La esperan también en Cruz del Eje, la ciudad de su madre, tías y tíos, primas y primos, sobrinas y sobrinos. La incógnita ayuda a imaginar el arduo proceso interno que debieron afrontar esos –ahora 130– ya hombres y mujeres para asumir su identidad, que cuanto mayores son, más difícil resulta.

-¿Cómo está ella?

Marcos Solsona: -Ella está bien y estamos en contacto permanente. Es una construcción que va a llevar tiempo y paciencia. Más información sobre ella no podemos dar todavía, porque es el acuerdo que hemos hecho, lo que ella nos ha pedido.

-¿Cómo fue el momento exacto de la noticia para cada uno? Marcos, creo que a vos te llamaron primero…

MS: – …porque él (Carlos) no atendía el teléfono. Era un lunes, yo estaba trabajando y me entra una llamada de Buenos Aires. Me piden su número. Me pareció raro el llamado. A los diez minutos, entra otro llamado y ahí hablo con Estela (De Carlotto). Hay un trabajo que se llama Historietas por la Identidad. Estela me comenta: “Estoy viendo la historieta de tu caso. Te quiero ver, ¿cuándo te podés venir?”. Le digo: “Dame unos días que me acomode”. “No, tiene que ser mañana”. Ahí me di cuenta de que había una noticia contundente, pero no sabía cuál. Lo llamé a él, hablé con Ana, su compañera, y le expliqué que me llame apenas pueda…

Carlos Solsona: -Nosotros estábamos entrando a Santiago de Chile, en una autopista, y cuando vi que llamaba él le digo: “Atendelo”. Él no larga prenda… “Qué pasó”, pensé. Paro donde puedo, lo llamo y “hay que estar mañana en Buenos Aires, llamaron las Abuelas”. “Bueno, vamos a ver qué puedo hacer”. Era cuestión de dejar la familia en algún lugar, buscar un avión e irse. Y fue lo que hice.

-¿En la sede de Abuelas cómo fue?

MS: -Yo me fui en auto con mi tío, que manejó toda la noche y fuimos charlando. Allá paramos en un hotel, casi ni dormí, desayunamos y mi tío se empezó a poner ansioso. Yo no quería caer antes para respetar las indicaciones. Podría haber sucedido que ella estuviera ahí con el equipo de psicólogos, yo caía antes y les arruinaba el trabajo. Así que fuimos a un bar, leímos noticias, tomamos café… y allá fuimos. Nos hicieron pasar a una oficina, estaban Estela y otra abuela, compañeros, hermanos, hijos… Después lo esperamos a él, que tenía que llegar a la una y llegó cómo a las tres y media.

CS: -Cuando entré hubo una explosión de gente, abrazos y saludos. En cada pasillo se abrían puertas y salía gente que me saludaba. Ahí ya me di cuenta que era una buena noticia… y que venga la noticia.

(Imagen: Abuelas de Plaza de Mayo)

-¿Y desde entonces?


CS: -Ahí empezó la etapa de ligar a la familia a una hija que buscábamos, sin saber siquiera si había nacido, si era varón o mujer, si era uno solo o mellizos… Y sobre todo impactados, porque las Abuelas nos informan de un trabajo que llevaba seis o siete años, por su calidad y el respeto hacia las personas. Nosotros, por cuenta de amigos, militancia, otros organismos, cuando había alguna pista salíamos a buscarla.


Había una declaración de hacía quince años, y cuando llegabas al lugar ya no estaban ni los vecinos. Pero siempre hubo cooperación de la gente: “A ver, Fulano o Mengano en esa época vivían por acá…”. Buscando y esperando, pasaron muchos años. Por ahí pasaban cuatro años donde no tenías nada. Era todo en negro y no tenías respaldo, sólo de las Abuelas. Lo demás, eran conversaciones en bares, con compañeros, ex presos y gente que buscaba a familiares. Así hasta 2004 ó 2005, cuando el kirchnerismo empieza a darle el apoyo que se merecía su trabajo y ahí no sólo surgen los resultados, sino que las Abuelas, con más confianza, dicen: “Van a aparecer…”.

-En estos días dijiste que esa esperanza tenía como contracara una coraza de autodefensa.

CS: -Sí, pero…

MS: …pero eso está latente todo el tiempo. Las esperanzas suben y bajan. A mí me agarra esta noticia en un momento en que era absolutamente inesperada.


En otros momentos de la vida, lo he pensado muchísimo, pero ese día no. Nosotros tenemos la ventaja de que toda la vida estuvimos buscando a alguien. Ella no sabía con qué se iba a encontrar.


-Salvando las distancias, épocas y contextos, vos también tuviste tu proceso de ir asumiendo la historia de tus padres. ¿Qué historia te contaron y qué había detrás de esa historia?

MS: -Detrás lo que me contaban había muchas dudas, una historia que no cerraba.

-¿Qué te contaron primero?

MS: -Que mis padres vivían en Carlos Paz. Cuando viajábamos, yo me distraía en el auto y mi abuelo me decía: “Leé los carteles”. Un día leí “Carlos Paz”. “¡Vamos a visitarlos!”. Después de Carlos Paz, era en Europa. Yo recibía cartas de él, pero de mi vieja nada. Lo que uno quiere saldar es la duda: saber si fue abandonado o no. Cuando él volvió al país, resolví eso, porque me sentó en un bar y me preguntó qué sabía. Yo no sabía nada. Me habían hecho un relato de la muerte de mi vieja que me enojó mucho. Un día me plantearon que tuvo un accidente. Yo pensé: “Ya sé cómo sigue esto”. Efectivamente, cuando mi abuela me dijo: “Me llamaron. Murió…”, me di vuelta y seguí jugando, estaba enfurecido.


De todos modos, he saldado esas cuentas con mis abuelos. Ellos hicieron lo que pudieron como les salía, pero yo era un niño al que esas cosas afectaban y mucho. Cuando él me contó los hechos, fue un alivio saber que mi vieja no estaba conmigo porque no pudo, nada más.


-Mientras tanto escuchabas cosas en Cruz del Eje…

MS: -Sí, viste los pueblos… barbaridades. De niño y de grande. Mucha ignorancia, y también producto del miedo y la represión. No sólo amigos míos, sino también los padres de mis amigos, los vecinos, algunos con buena fe, otros con muy mala fe.

-Pensando en los estigmas de aquel tiempo donde había un solo “demonio” y era la izquierda, aquella frase que te dijeron: “A tus padres los fusiló el FBI”.

MS: -Sí, eso me decían en el barrio, una o dos veces me lo dijeron.

-Como Bonnie y Clyde…

MS: -De todos modos, aun siendo un niño, no me cerraba. Con seis o siete años, me daba cuenta que era irreal, pero yo tampoco tenía mejor información (se ríe).

-¿Cómo fue el reencuentro?

CS: -El 12 de julio del ’85. Yo había regresado hacía poco, pero no tenía mi documentación y había dificultades para poder moverme con libertad. Hicimos una cita, unos familiares lo llevaron y charlamos un rato. Charlamos… le saqué un par de monosílabos, pero por lo menos nos vimos la cara. Yo lo tenía incorporado, porque vivió con nosotros hasta los siete meses, pero él a mí no. No tenía ninguna referencia más allá de alguna foto o una carta.


La segunda o tercera vez que nos vimos ya le planteé una parte de la historia que él no conocía. Es más, la tenía reemplazada por una que no era real. Cuando uno conoce la verdad, por dura que sea, le va mejor que con una mentira dulce.


Encima la mentira que le había caído a él no era dulce, no sé si no era más amarga que la verdad. Yo tampoco pienso que fue a propósito, sino con la mejor intención de protegerlo, de que no sufra lo que estaban sufriendo sus abuelos. Sus abuelos perdieron los dos hijos. Entonces, había que impedir a toda costa que algo de ese dolor le llegara a él, porque era un niño y querían que crezca lo más normal posible.

(Imagen: Sebastián Salguero)

El terror y el escarmiento

Norma Síntora y Carlos Solsona se conocieron en 1968, al ingresar a la carrera de Ingeniería Electrónica en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Córdoba (UNC). En 1973, advirtieron por casualidad que ambos militaban en el Partido Revolucionario de los Trabajadores y su Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP). En el ’74 se pusieron de novios, en el ’75 se casaron, en enero del ’76 nació Marcos y en agosto debieron dejarlo con sus abuelos maternos.


Cercados por la represión en Córdoba, a fines del ’76 se fueron a Buenos Aires. Con 24 años de edad y embarazada de ocho meses, Norma fue secuestrada con Isolina Beatriz Rocchi y Rubén Castro en Moreno, el 21 de mayo del 77. Su hermano Daniel, también militante del PRT-ERP, fue desaparecido en Cruz del Eje el 1º de febrero del ’78.


Fue el último de las 18 víctimas del terrorismo de Estado en la ciudad del noroeste cordobés.

-¿Qué se sabe y qué datos nuevos hay de la desaparición de Norma?

CS: – Yo hablé por última vez con ella en marzo del ’77. Un grupo de militantes habíamos salido al exterior para hacer una reunión que no se podía hacer en la Argentina, porque en las últimas que se habían hecho había caído todo el mundo. Cuando me comunican que tenía que salir, ella ya no podía subir a un avión. Tenía un embarazo avanzado y no había forma de disimularlo. Como en Córdoba la represión venía golpeando muy cerca, se resuelve que ella se traslade a Buenos Aires, con una gente de confianza. Incluso, en ese grupo había profesionales de la salud para atender el parto. Después ella se iba a juntar con Marcos y viajarían los tres. Al viaje lo financiaba la organización. Yo me entero varios meses después, porque después de esa reunión algunos tuvimos que hacer otras actividades en el exterior. Cuando me voy, los compañeros se enteran de que en Argentina estaban cayendo todos y no había forma de protegerlos. Entonces, resuelven sacar a todos los que pudieran, pero la gran mayoría no pudo salir… y ese fue el caso de Norma.

-¿Cómo supiste lo que ocurrió?

CS: -Mucho después, en el ’83, empezó a aparecer la información. Yo contacté al único sobreviviente del grupo familiar donde ella había ido a vivir a la casa. Después de mucho preguntar, le mando una foto de ella y él recuerda que el día que cayó toda su familia él se entrevistó con Norma, y ella le contó que su hermano no había llegado esa noche a la casa. Él la llevó a otra casa, donde había otra pareja de compañeros nuestros. Después, la gente del barrio contó: “Antenoche vinieron los del Ejército y se los llevaron a todos, y había una señora embarazada”. Ahí quedó el dato, pero llevó varios años confirmar eso.

(Imagen: Abuelas de Plaza de Mayo)

-De la desaparición de Daniel, el hermano de Norma, ¿qué se sabe?

CS: -Es un caso con varias puntas. Por un lado, hubo un intento de blanquear su situación mediante (Eduardo César) Angeloz y alguna gente más, por relaciones políticas y con (Luciano Benjamín) Menéndez y esta gente, porque todavía se confiaba en alguno. Son errores que ha cometido mucha gente.


Es un caso típico del Terrorismo de Estado, porque a la historia de Daniel la conocen todos en el pueblo y se la van a acordar por los próximos cincuenta años. Es decir, hasta dónde puede llegar la impunidad si en el resto de la sociedad se hacen los distraídos. Esto y toda la lucha posterior de los familiares demuestra que cuando hacés algo, se puede frenar.


-De las 18 víctimas de Cruz del Eje, Daniel Síntora fue el único secuestrado en la propia ciudad, el 1 de febrero del 78, poco antes de la liquidación del taller ferroviario.

CS: -Nada dice que no tenga nada que ver con ese cierre. Como para decir: “Miren muchachos que acá seguimos estando, vamos a cerrar y vamos a hacer lo que queramos”. Las dictaduras fueron cívico-militares, las cabezas de los golpes de Estado fueron siempre civiles…

MS: -…y eclesiásticas también.

CS: -Exactamente. La Iglesia y las Fuerzas Armadas eran el aparato ideológico y militar, y los medios de prensa afines. Por eso, relacionar la fecha del secuestro de Daniel con el cierre de los talleres no es descabellado. “A ver, a quién tenemos acá, qué podemos hacer para que se queden tranquilos, porque vamos a ir por otras cosas, para que a nadie se le ocurra reclamar o luchar”. Era la disputa por la conciencia de la gente.


Lo que demostró la dictadura de Juan Carlos Onganía, que tenía un plan tan retrógrado y pro oligárquico como el de (José Alfredo) Martínez de Hoz, es que se generaba resistencia y se la podía derrotar. La dictadura del ’76 dijo: “A nosotros no se nos encocora nadie”. Arrasaron todo.


No fueron excesos, fue el plan. Es la lucha eterna de la humanidad desde que existen las clases sociales.

Ni demonios ni rambos

Las noticias de un nuevo hallazgo de un niño o niña apropiados por la dictadura, la condena en un juicio de lesa humanidad o la identificación de restos de desaparecidos suelen disparar “comentarios” agresivos en ciertos sitios periodísticos. La teoría de los “dos demonios”, ya refutada por la Justicia y rechazada por el anterior Gobierno nacional, sigue arraigada en una parte de la sociedad argentina y ha vuelto a ser la versión oficial sobre aquellos años. Carlos y Marcos Solsona hablan de las organizaciones político-militares de los 70, el Terrorismo de Estado y sus respectivas herencias.

-¿Qué le deja a la Historia y al pueblo argentino la militancia revolucionaria de los años ’70?


CS: -Aquello fue un intento, quizás de los más serios, formidables y desarrollados, de una parte de la sociedad argentina que quería cambiar las estructuras básicas de la sociedad. Sobre todo, la relación de subordinación de los trabajadores en relación a la oligarquía, que para mantener sus privilegios recurre a cualquier método: el engaño, la mentira, el colonialismo ideológico… y cuando eso no alcanza, la represión.


Y si no alcanza, pasan a otra etapa: el Terrorismo de Estado. Y cometen delitos imprescriptibles, de lesa humanidad. Eso ya se sabía que podía suceder. En los ’60, desde la caída del Che Guevara y la guerra en Vietnam, se reactivó la disputa del poder por todos los medios, y había que convocar a la sociedad. En ninguna de las organizaciones político-militares de esa etapa existía la intención de formar una banda de Rambos. Se trataba de lograr el apoyo. Había un par de consignas que compartían casi todas las organizaciones. Una era “por la segunda independencia”. Partíamos de constatar que la primera independencia…

MS: -…no alcanzaba.

CS: -Claro, nos la dieron vuelta. Para que sea definitiva, había que establecer una nueva estructura de poder basada en los que trabajaban. La otra consigna era que iban a ser peleas muy largas, en las que podíamos salir derrotados y nos podía costar la vida. Hasta los ’70, corría el riesgo el militante. Caías, ibas para adentro, te trataban con poco cariño, pero el riesgo era tuyo. Pero, ¿secuestrar embarazadas? ¿Secuestrar mayores? ¿Robar bebés? ¿Tirar cuerpos desde aviones al mar? Eso no entraba en nuestro cálculo de probabilidades. No porque pensáramos que tenían un límite, pero pensábamos que ya no tomaban más prisioneros.

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-Que los iban a fusilar…

CS: -“El que cae, es boleta”. Pero superó la peor de las previsiones. Cuando nos dimos cuenta, ya había empezado y era imparable. De aquella militancia –yo se lo digo a todo el mundo– el objetivo estratégico sigue siendo válido: la oligarquía todavía existe y el país sigue siendo dependiente. El enfrentamiento sigue porque el modo de ser de la clase dominante es el mismo: la extracción de la plusvalía generada por el trabajo de los de abajo. Aquellas organizaciones no surgieron por tres o cuatro líderes. La realidad lo demandaba. Antes de que surgiera el primer grupo guerrillero, ya el pueblo había puesto unos cuantos muertos, incluso desaparecidos. Lo que lamento es que no pudimos triunfar, porque el precio que se pagó fue muy caro. No sólo para la militancia, fue carísimo para todo el pueblo y se sigue pagando hasta hoy. Cuando se dice “por algo se lo llevaron” y te largan la teoría de los “dos demonios”, eso sigue vigente en mucha gente. Esas barbaridades no son equivocaciones. Es la decisión de la clase dominante, ahora que tiene un acceso más directo al gobierno, de decir: “Somos los mismos y seguimos haciendo lo que queremos”.

MS: -Sí, pero por lo menos no pueden hacerlo deliberada o claramente, tienen que buscar recovecos, porque para esta sociedad ya se han vuelto inadmisibles estas situaciones. Más allá de que hacen un enorme esfuerzo por pintarte que fue una guerra, esto que decías de la teoría de los “dos demonios”, pero en eso creo que Argentina ha avanzado muchísimo. Comparado con el resto de los países vecinos, es inconmensurable el triunfo de la sociedad. Y eso se debe a toda la lucha de los organismos, que han estado 38 años esperando y nunca dejaron de insistir con la cuestión de la justicia, la memoria y la verdad.

-¿Qué implicaba la opción por la lucha armada y la clandestinidad en la vida de esos jóvenes?

CS: -La opción sólo por la lucha armada no existía. No existían organizaciones de combatientes; existían partidos políticos, con su teoría, su análisis de la realidad nacional e internacional, sus relaciones con otras organizaciones a nivel internacional o latinoamericano. Algunos incluían en su estrategia de lucha por el poder la lucha armada, que empieza siendo autodefensa y propaganda armada.


La táctica guerrillera no fue una acción aislada, sino que se hizo en el marco de un proyecto político, que incluía centros barriales, estudiantiles, los gremios clasistas, la disputa ideológica y la prensa partidaria. La prensa era más importante que las armas. Para la teoría de los “dos demonios”, es fácil meter un milico uniformado y un guerrillero barbudo y decir: “La pelea era entre ellos. Esos eran los malos y nosotros los buenos”.


MS: -Además, para los brazos ejecutores de la represión era necesaria una teoría así. Tenían que demonizar al otro, si no, cómo cometían tremendos actos. Tenían que sentirse justificados; si no, no había manera.

La vida y la historia

En honor a su hermana recuperada, el 7 de mayo Marcos fue invitado a colocar la lámpara 129 en el “patio de las luces” del Archivo Provincial de la Memoria. Acompañado por su esposa y sus hijos, se abrazó con la abuela Sonia Torres y los hijos e hijas de militantes víctimas del Terrorismo de Estado. Sobre el vidrio del cuadro dedicado a su familia y la “129”, Marcos escribió: “Gracias Abuelas! Termina cuando aparezcan todos”.

Los Solsona son concientes de que su historia personal está atravesada por la Historia, y que este reencuentro es resultado de una combinación de factores colectivos en los que se inscribe su propia búsqueda, la militancia de los organismos de derechos humanos –en este caso Abuelas– y las políticas de Estado. Ayer jueves 13 a las 13 horas, en otra conferencia de prensa en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo en Buenos Aires, se contó una nueva historia, la del nieto recuperado número 130.

-Marcos, vos has tenido militancia en H.I.J.O.S…

MS: -Un poco, sí. Y también política

-¿Cómo ha sido el proceso de tu militancia, cuánto hay de herencia y cuánto de tu propia historia?

MS: -Supongo que hay mucho de influencia. Después te vas haciendo grande y lo tenés que justificar vos, si realmente te interesa o te apasiona. Ahora, por cuestión de tiempo y trabajo, me he quedado sin tiempo para militar seria y responsablemente. De dónde nace, debe tener mucho que ver con el entorno, pero después vos necesitás darle contenido a eso.

-Podría haber ocurrido que la historia trágica de tus padres disuadiera la militancia.

MS: -Sí, pero más allá de eso en la familia de mi madre había una conducta militante, radical, pero casi todos participaban. Yo crecí en un entorno donde se discutía y se participaba en política.

-En alguna entrevista contaste que a partir de que fuiste padre pudiste ponerte en el lugar de él.

MS: -Ahí cotejé en carne propia la situación de él. Una vez que nació mi hijo –además, al ver el vínculo que él establece con mi hijo–, me di cuenta lo que significa que te falte esa persona. Estar tantos años con la incertidumbre de qué pasó, nació, no nació, dónde está y si está cómo vivió todos estos años, si sufrió mucho… Me imagino que por la cabeza de él han pasado esos pensamientos un montón de veces, y eso debe generar una angustia atroz. Con la falta de respuestas, tenés que lidiar vos con los fantasmas. Necesitás mucha fortaleza mental.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

-¿Qué es Abuelas de Plaza de Mayo para su vida y para la Argentina?


MS: -Creo que Abuelas, Madres, Familiares e H.I.J.O.S. exceden lo personal. Es una cuestión colectiva, es la diferencia que tiene Argentina con el resto de muchos países que han pasado por estas situaciones de violencia desde el Estado hacia la sociedad. Eso se hizo con paciencia, esfuerzo y constancia, y ellas nos marcaron el rumbo y nos contuvieron. Ninguno de nosotros salió a buscar venganza. El camino siempre fue eso: memoria, verdad y justicia.


-Lo que les pasó a ustedes es parte de la Historia y a eso lo tienen claro, pero ¿cómo viven ahora el impacto y el interés público que esto tiene?

CS: -Justamente, la repercusión te causa más alegría todavía. Por ahí te puede apabullar, pero uno responde lo mejor que puede porque faltan muchos y son conquistas de la sociedad. Los Familiares y las Abuelas no fueron hongos que aparecieron después de la dictadura. Forman parte de la historia de lucha de la sociedad argentina desde Rivadavia para acá. El trabajo formidable de Abuelas y Familiares tiene como contracara el respeto que se ganaron. Son la referencia ética de la sociedad argentina, Latinoamericana y más allá. Pero otros sectores las odian profundamente…

MS: -…porque los acusan. Nunca hay que perder de vista que éstos son procesos colectivos. Hoy nos toca la alegría personal a nosotros, pero somos un montón por esta causa y la lucha va a seguir.

*Por Alexis Oliva para Enredacción

Palabras claves: Abuelas de Plaza de Mayo, Derechos Humanos, Dictadura Cívico-Militar, nietos restituidos

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