Cartas y paredes mundiales II: un devenir de guantes y penales

Cartas y paredes mundiales II: un devenir de guantes y penales
17 junio, 2019 por Redacción La tinta

En esta segunda entrega, la correspondencia entre Argentina y Francia gira sobre un nombre: Vanina Correa. Para Delfina, Fontanarrosa escribió sobre la 1 argentina en Los Nombres. El relato y el amor por Rosario Central se chocan como la palma de La Flaca y el penal de Parris. Anuka calcula tres segundos entre la ejecución y la magistral atajada: ¿Cuántas historias caben en tres segundos?, se pregunta.

*Por Analía Fernández Fuks y Delfina Corti para La tinta

Buenos Aires, 14 de junio 2019

Anuka:

Acá faltan quince para las doce de la noche y hace un rato terminé de releer a Fontanarrosa. Durante todo el partido, me acordé de él con cada atajada de Vanina: “Se la queda Correa. Salvó Correa, otra vez. Fenomenal, Correa. Correa es notable, hoy”. Y no me refiero, solamente, a lo espectacular de sus atajadas.

(Aunque acá, hago un paréntesis para preguntarte: ¿vos, viste cómo se estira para atajar esa pelota en el penal?).

Cuando te digo que me acordé del Negro es porque en cada atajada se me vino encima aquello que escribió en Los Nombres: “Porque también la cosa está en los nombres, en cómo suenan. Porque se puede estar transmitiendo agarrado al micrófono con las dos manos, casi pegado el fierro a la boca, y la camisa abierta, transpirada y abierta, y ahí valen los nombres, tienen que venir de abajo, carraspeados, desde el fondo mismo del esternón, tienen que llegar como un jadeo, lastimarte, tienen que ser llenos, digamos macizos, nutridos”. Nutridos, Anuka. Y yo creo que Correa es un nombre nutrido. Probablemente, sea su doble r. Esa fuerza que recae en esas dos letras cuando uno pronuncia su apellido. Esa fuerza de su nombre que acompañó la fuerza de sus atajadas.


Por eso, cuando llegué, quise releer aquel cuento mientras pensaba en la Flaca, como le dicen. Me puse a pensar en aquella jugadora que estuvo seis años sin jugar a la pelota, madre de dos mellizos; en aquella jugadora que todas las mañanas se come alguna puteada en el trabajo porque cobra impuestos en la Municipalidad de Villa Gobernador Gálvez; en aquella jugadora que ataja en una liga no profesional y provincial, que no pertenece a la AFA; en aquella jugadora que participó de todos los mundiales oficiales que jugó nuestra Selección y atajó aquel día que perdimos 11-0 contra las alemanas en el 2007.


Y, mientras releía, también me puse a pensar “¿qué hubiera escrito Fontanarrosa si hubiera visto a Vanina Correa, arquera de Central, de su querido Central, ser la figura del partido?”. Y resulta que sin saberlo, descubrí que el Negro escribió sobre ella tiempo atrás, escribió sobre la Flaca y sobre el partidazo que jugó hoy frente a Inglaterra. Lo hizo en algunos fragmentos de sus cuentos. Como, por ejemplo, en uno que decide bautizarla la Pichona de Cristo y dice así: “Y bueno, te la hago corta. ¿Sabés quién nos salvó de que nos cagaran, pero que nos cagaran a goles? (La) “Pichón(a) de Cristo”. ¡Dios mío lo que sacó es(a) animal!”. También, lo hizo en otros cuentos donde decidió no ponerle un nuevo apodo y retomó la Flaca, como todos la conocen: “¿Viste que hay partidos en que por ahí te agarran mal parado y los primeros diez, quince minutos, te cagan a pelotazos?… Acá no. No. Fue así todo el partido…Decí que estaba (la) Flac(a)”.

Rosarina y canalla. Como Fontanarrosa. Quizá por eso, hoy los asocié a los dos. Quizá por eso, se me vino Fontanarrosa durante el partido. Y, quizá por eso, en cada atajada de la santafesina, cada vez que el relator repetía una y otra vez su apellido, entendí aquello a lo que se refería el Negro: “¿Cómo puede haber un arquero García por ejemplo, García, qué se va a decir? Volóoo García, si queda en la boca esa sensación desierta y adormecida de cuando uno come pastillas de menta, volóoo García, qué mierda va a volar. Que se quede parado para eso”.

El viernes, volóoo Correa. Ahora sí. Voló con esa misma fuerza que genera la doble r de su apellido. La cosa, también, está en los nombres.

Delfina.

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Deauville, 14 de junio 2019

Delfi:

El frío costero se cuela por la ventana del hotel de ruta donde me alojo en esta madrugada de un pueblo de 3700 habitantes, al norte de Francia, en la región de Normandía a cuarenta y cinco minutos del estadio de Stade Océane donde Vanina Correa acaba de atajarle un penal a Parris a los 27 minutos del primer tiempo. Lo intuyo: nuestro intercambio será un devenir de guantes, travesaños y penales. ¿La FIFA le dará el premio a mejor jugadora a una integrante del equipo que perdió? Eso nos habíamos preguntado con las compañeras periodistas cuando terminó el partido, después, claro de haber festejado cada una de sus atajadas. Y sí, eso sucede por primera vez en esta edición. El reconocimiento es para la arquera argentina que mete en el bolso el segundo premio del equipo en este Mundial.

Y yo garabateo reflexiones para compartirte:

1) Alex Greenwood le gana las espaldas a Adriana Sachs en el área, Ruth Bravo llega a ayudarla en la marca y en su afán de quitarle la pelota, la toca de atrás. Quin Liand cobra penal, sin dudar. Nikita Parris, la número siete inglesa se para frente a Vanina Correa, a doce pasos exactamente. El estadio, que por momentos, suena a cantos tímidos y prolijos de la hinchada rival y a eufóricos gritos argentinos, está en silencio. La arquera de Rosario Central mira fijo a la la delantera del Olympique de Lyon que mira la pelota. Quin Liang da la orden. Entre que Nikita patea y Vanina ataja la pelota pasan exactamente tres segundos. ¿Cuántas cosas caben en tres segundos? Quizás quepa una historia entera. Una historia que las cruza a ellas en la cancha y que también las precede. En las tribunas, entre las 20294 personas, dos pioneras del fútbol femenino inglés y siete del argentino miran la escena y recuerdan ese partido del 21 de agosto de 1971 donde se enfrentaron en el estadio Azteca. Quizás cabe la historia de esas futbolistas, las inglesas y las argentinas, que llegaron hasta México sin apoyo de sus federaciones. Quizás quepa la historia de Leah Caleb y Gill Sayell, que al volver de ese Mundial les prohibieron seguir jugando en el fútbol inglés. Quizás quepa la historia de Elba Selva, Marta Soler, Eva Lembesis, Blanca Brucoli, Teresa Suárez, Angélica Cardozo y Betty García que tuvieron que coser su propia indumentaria para jugar ese Mundial. Quizás en esos tres segundo quepa la historia de las que fueron durante años invisibilizadas.

2) La escucho a Vanina después del partido decir que está triste, que pese a su desempeño y al reconocimiento que le dieron está triste. Las compañeras pasan detrás de ella en zona mixta y le palmean la espalda y la abrazan. Dicen: “Sin ella, otro hubiera sido el resultado”. Pero Vanina no sonríe ahí frente a los celulares y micrófonos que la graban. Qué puesto tan complejo, pienso. Me acuerdo de Débora, amiga psicóloga del deporte y cordobesa que me contó alguna vez que cuando trabajaba en un club los que más llegaban al consultorio eran los arqueros. Y recuerdo a mis compañeras de fútbol que cada sábado ocupan ese lugar en la cancha, de su responsabilidad de ser la última de la manada. De esa soledad en la medialuna del juego.

3) En el arco propio, los festejos son del otro lado de la cancha y la rabia siempre cae en casa. Pero no, esta vez la arquera, figura destacada. La arquera, protagonista de la jornada.

4) La arquera, que a pesar de que el equipo haya perdido, nos invitó a una fiesta.

5) Hoy es 14 de junio, dos días después de que en Argentina se conmemora el día del arquero por Amadeo Carrizo. Hace dos años un 12 de junio, el movimiento feminista consiguió la libertad de Higui. En aquel entonces pedimos que sea conmemorado como el día de lxs arquerxs que luchan. Quizás así celebre la lucha Vanina Correa.

Anuka

*Por Analía Fernández Fuks y Delfina Corti para La tinta

Palabras claves: Fútbol Femenino, Mundial Francia 2019, Selección Argentina de Fútbol Femenino

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