Los juegos del hambre
Por Alejandro Berrotarán
Hace unos días fui a Sacoa con un chico al que ayudo a estudiar matemáticas. En un momento, dos niños de no más de 12 años, que había visto en la entrada del local vendiendo pañuelitos, se me acercaron. Me preguntaron si les prestaba la tarjeta para usar en una de las máquinas. Se las di para que la usen.
Había juegos de zombies y de carreras de auto, de dinosaurios y de fútbol, con cocodrilos y de pelea. Pero no eligieron ninguno de esos.
Sin dudarlo, agarraron la tarjeta y la deslizaron por una máquina, como de esas para sacar peluches, pero de golosinas. Con mucha concentración y la frente pegada al vidrio, uno de los niños agarró con esas pinzas metálicas un turrón de segunda marca y unas galletitas Polvorita. Tras unos segundos de tensión extrema, logró sacarlos y se unieron en un abrazo de gol con su amiguito.
El niño agarró un trofeo con cada mano, se dio vuelta, me miró a los ojos y me dijo:
-¿Cuál querés: las galletas o el turrón?
Aquel niño, de esos miles que hoy viven en la calle con el estomago vacío, pudiendo elegir cualquier juego, eligió el juego que le daba de comer.
Aquel niño que consiguió dos golosinas, me ofrecía, con sus pequeñas manos, una.
