Historias de hazañas
Seguro que las historias que aparecen en El Libro de las Hazañas merecerían otro destino. ¿No debieran conocer todos, por ejemplo, ese partido entre un padre y un hijo que, por dignidad, ninguno perdía y, por amor, ninguno ganaba? Pero tal vez sea correcto que esas historias estén donde estén.
Por Ariel Scher
(Un cuento que no habla del Liverpool y del Tottenham. ¿O sí?)
El Libro de las Hazañas está escondido entre la cuarta piedra y el segundo hueco de un camino que casi nadie encuentra. Ahí, se cuentan algunas de las mayores proezas del fútbol: el caso de un defensor humanista que pateó más de mil tiros libres sin pegarle jamás a la barrera para no lastimar a nadie, la euforia de un tímido que un día inventó un cantito y contagió a toda la tribuna, el empeño de un futbolista virtuoso que, durante un partido completo, no dejó que la pelota tocara el piso para no ensuciarla y el recuerdo de un hincha que, una mañana, se mezcló en un partido con profesionales y le quitó la pelota a Maradona. No cualquiera encuentra el camino donde está escondido El Libro de las Hazañas y no es porque las montañas lo tapen o los ríos lo oculten. Para llegar hasta allí, no se necesitan ni un mapa ni una guía. Pero sí es indispensable otra manera de mirar al mundo.
Un repaso a los contenidos de El Libro de las Hazañas habilita cierta tristeza. Es que resulta injusto que no goce de fama un hombre con los valores de aquel goleador fabuloso que renunció a persistir en los goles porque eligió hacer real su sueño mayor: volverse marcador de punta. Su hazaña, difícil en este tiempo, fue preferir ser leal a su conciencia que responder a los llamados de la notoriedad. Algo parecido sucedió con un joven purista del lenguaje que se transformó en gran jugador no para exhibirse, sino porque, si hacía las cosas mal, podían insultarlo y eso afearía el idioma. Su conducta orientó a un gambeteador excelso que, tras pensarlo y pensarlo, eligió jugar sin gambetear porque consideraba que imponer su destreza le quitaba al fútbol la enorme posibilidad de ser igualitario.
Seguro que las historias que aparecen en El Libro de las Hazañas merecerían otro destino. ¿No debieran conocer todos, por ejemplo, ese partido entre un padre y un hijo que, por dignidad, ninguno perdía y, por amor, ninguno ganaba? Pero, tal vez, sea correcto que esas historias estén donde estén. Acaso, con prudencia, permanezcan escondidas hasta una época distinta, en la que muchas pavadas le dejen, por fin, su sitio a las verdaderas grandezas de la existencia. Mientras eso ocurre, El Libro de las Hazañas puede seguir sumando capítulos. Quién sabe: tal vez un martes, alguien gritará que el Liverpool necesitaba meterle cuatro goles al Barcelona y lo hizo. Y quizás un miércoles, apenas después de ese martes, otro alguien se pellizcará porque el Tottenham dio vuelta en la penúltima pelota del descuento un duelo que parecía condenado al abismo frente al Ajax.
Cuesta asumirlo, pero acaso haya que creer en todo eso. Después de todo, la vida entera es un libro abierto que está lleno de hazañas.
Por Ariel Scher. Publicado originalmente en Deporte y Literatura