El miedo que te venden también es patriarcal

El miedo que te venden también es patriarcal
4 abril, 2019 por Redacción La tinta

Ante el proyecto de ley para reformar el Régimen Penal Juvenil, bajando la edad de imputabilidad a 15 años, aquí un esbozo de las relaciones entre la configuración social patriarcal y la profundización de las medidas represivas punitivas. Construir comunidad es justamente lo opuesto a generar una sociedad quebrada por el miedo, el odio y el racismo. Pensar en clave comunitaria es profundamente feminista y, por ejemplo, #CórdobaNoBaja es la expresión de ese, nuestro deseo, hecho acción.

Por Redacción La tinta

El ejecutivo nacional presentó, el pasado 19 de febrero, un proyecto de ley para reformar el Régimen Penal juvenil. La medida más discutida por la sociedad es la de bajar la edad de imputabilidad a 15 años, que, según las palabras de Mauricio Macri, pretende darle “una respuesta del Estado a muchos chicos que van camino de convertirse en delincuentes”. Según sus dichos, este proyecto, que busca una norma homogénea a nivel nacional, es una política para contener a los chicos y favorecer su responsabilidad sobre sus actos. La baja de edad de imputabilidad es una de las tantas patas del pulpo represivo actual, que tiene garantizada la obediencia del poder judicial, la complicidad de los medios masivos de comunicación y un crecimiento brutal del presupuesto para las áreas de Defensa (29,9%) y Seguridad Interior (14,9%).

Escribimos esto y miles de imágenes se agolpan en las cabezas. Rostros, juegos, talleres, salones comunitarios, comedores, aulas. Y las broncas primeras, las obvias: ¿de verdad la única respuesta para la situación que atraviesan los y las pibas es una política represiva punitiva? ¿dónde está el Estado cuando el pibe pasa hambre, cuando la escuela cierra por falta de agua, cuando se enferma y en el dispensario no hay ni bajalengua, cuando la casa es chica, la tierra de otro y los servicios no existen; cuando el miedo que desde el Estado y los medios venden genera una brecha social que sólo algunes, les más pobres, sufren en sus cuerpos cotidianamente? Cierre de ministerios indispensables, reducción de presupuesto para las urgencias sociales, cifras oficiales dando cuenta de la extrema pobreza que sufren nuestres niñes, pibes y pibas padeciendo condenas de hecho con políticas como la de gatillo fácil, niñas violadas obligadas a parir.

Resuenan las palabras de Fernando Cáceres, un ex futbolista baleado por un chico en 2009, y que, ante una de las arremetidas de Cambiemos en 2017 para bajar la edad de imputabilidad, se opuso radicalmente. En una nota para la La Garganta Poderosa, Fernando decía que no iban a contar con él para esa medida, porque “si realmente queremos vivir en una sociedad más tranquila, debemos vivir primero en una sociedad más justa, donde los mayores nos volvamos los padres de todos esos pibes que hoy están en peligro, asumiendo que nos corresponde. Sí, nos corresponde, porque nosotros también somos culpables de esa exclusión”.

Releo estos pocos párrafos. Aparecen palabras que se presentan como claves: cuidado, miedo, comunidad, cuerpos, niñes, Estado, racismo, colonialismo. Ese miedo que venden los medios, que la sociedad compra a diario, lo pagan los y las pibas, siempre las más pobres, y ese miedo es profundamente patriarcal.


Cuidar, para los gobiernos neoliberales que apuestan por la mano dura como política de Estado, es sólo una palabra de seis letras. O, tal vez, el cuidado es uno muy otro, que preserva la propiedad privada en detrimento de la muerte y exclusión al finisterre cotidiano de quien la atente o de quien se cree que podría atentarla. Un gobierno promoviendo que la solución es que más chicos sean condenados es un gobierno desplegando lo que Rita Segato llama una “pedagogía de la crueldad”, herramienta que sostiene un proyecto de mundo donde somos consumidores y consumidoras, donde los valores son la productividad, la competitividad, el cálculo de costo-beneficio, la acumulación y la concentración. Una mirada de mundo absolutamente configurada sobre las lógicas masculinas de ordenamiento.


Hay cuerpos, el de los niños o adolescentes pobres, por ejemplo, que son soporte privilegiado para escribir y emitir el mensaje violento y aleccionador sobre el adentro y el afuera. Sobre esos soportes, se limita qué está de este lado y qué amenaza a este lado. Civilización y barbarie, las dicotomías que nunca dejan de actualizarse en esta re-colonización. Los medios de comunicación operan como “el brazo ideológico de la estrategia de la crueldad”, construyendo sentidos comunes miedosos de ese otro. Los Estados, aunque no sólo estos, son los garantes de cazar al distinto amenazante.

Las políticas punitivistas, atentando contra el cuerpo de los más chicos y con enormes dosis de racismo, son parte de la masculinidad hegemónica. Ésta no es sólo una normativa de prácticas sociales para los varones, es un paradigma, en tanto tiene poder configurador sobre todes nosotres y sobre nuestras estructuras de sentir, de significar, de pensar, de vincular. Castigo, normalización, control, dominio, verticalidad.


El Estado, construido sobre los escombros del atropello y el genocidio, la homogeneización y la persecución, es masculino por definición. Estructurado sobre la potencia del dominio, prescribe y organiza la violencia y el terrorismo legitimado. En esa dominación, construye los elementos que lo conservan: uno de estos es EL OTRO. Y aquí, la pedagogía de la crueldad funciona en tanto disminuimos la empatía y la sensibilidad hacia el sufrimiento de los otros y las otras. Se acrecientan los miedos y la necesidad de levantar muros para cuidar “lo mío”, pues ese es el objeto de cuidado. ¿Les niñes y adolescentes pobres? Delincuentes en potencia. Otros amenazantes.


La investigadora chilena María Emilia Tijoux explica que el miedo se activa ante un otro que nunca podría estar conmigo, un otro distante, desconocido, que los Estados aprovechan para racializar, miedos construidos históricamente, colocado en diversos objetos culturales que construyen sentidos comunes racistas. “El miedo del racista común y corriente, ese que anda por la calle, hay que ir a buscarlo en el Estado”, explica Tijoux, “en la construcción política que el Estado ha hecho del miedo para poder gobernar. Y, luego, en la manera en que se funda ese miedo desde los medios de comunicación, a partir de las imágenes que se colocan en primera plana, dando nombres y exhibiendo a las personas”.

Así, lo concentrado en la pedagogía de la crueldad funciona como antídoto contra la posibilidad de comunidad. Pensar en clave comunitaria es profundamente feminista. La palabra comunidad toma fuerza justamente en esa construcción de otros mundos posibles y, por eso, es la bandera de los movimientos sociales actuales de pretensión revolucionaria, que, por eso mismo y a pesar de todo, elijen edificar el hoy.

Raquel Gutiérrez Aguilar explica, en un texto que se lee como una proclama que enamora, que las mujeres resistimos y luchamos “contra una razón capitalista que privilegia el ámbito de lo masculino en tanto niega los múltiples mundos de la vida y la reproducción social: los aplasta para sujetarlos a la explotación o los vacía a través del despojo”. El cuidado hecho añicos, la individualidad como bandera. En otra nota, decíamos: “Si enunciamos los valores que se oponen a ésta de manera más frontal, es preciso gritar: ¡autonomías individuales y colectivas, reciprocidad en la afectación y los cuidados, defensa de los territorios, so-li-da-ri-dad!”.

correpi-cordoba-gatillo-facil
(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Construir comunidad es justamente lo opuesto a generar una sociedad quebrada por el miedo, el odio y el racismo. Una sociedad que condena a los y las pibas. A sus propies niñes.

#CórdobaNoBaja es la expresión de nuestro deseo hecho acción, poniendo todas nuestras fuerzas en esa frase junto con los miles que lo repiten de provincia a provincia desde hace años. Decimos NO porque nunca una solución es el encierro y la condena, y acá nos queda lo que nos queda, caminar los debate referentes al punitivismo en todas las direcciones posibles. Decimos NO porque está comprobado de sobra que es una política mentirosa que no atiende a un problema real, que construye chivos expiatorios que funcionan en el sentido común actual. Porque sabemos que en ningún país bajó la violencia social aumentando la violencia institucional, que esto sólo genera más conflictividad y vidas mucho más precarias. Pero, por sobre todas las cosas, porque estamos convencidas de que las medidas que tienen sentido son las construcciones sólidas de espacios de cuidado y resistencia amorosos, que abracen ante tanto estigma sobre los cuerpos, que brinden ante tanto despojo.

Marcha-gatillo-facil-cordoba-colectivo-manifiesto-01
(Imagen: Colectivo Manifiesto)

*Por Redacción La tinta / Foto de portada: Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: Baja de la edad de imputabilidad, Patriarcado, violencia institucional

Compartir: