Animate a dejar de ser un machirulo
El MeToo mexicano es arrasador: las denuncias con nombre y apellido contra cientos de músicos, escritores y periodistas -entre otros- se viralizaron en apenas unas semanas. Como en nuestro “No nos callamos más”, las mujeres dijeron basta. Es irreversible. Pero también lo es para los varones. ¿Qué harán ellos con este nuevo paradigma? ¿Cómo desandarán ese camino de privilegios y violencias?
Por Cosecha Roja
En México, el silencio se rompió hace unas semanas con la proliferación de denuncias que se visibilizaron a través de distintas cuentas en redes sociales como Periodistas Unidas Mexicanas, MeTooEscritoresMexicanos y MeTooMúsicosMexicanos. Cientos de mujeres encontraron en el MeToo la vía para decir basta, para detener las situaciones que van desde el abuso de poder en un espacio laboral, el maltrato y la denigración, hasta violaciones concretas. Pusieron en palabras padecimientos que, en muchos casos, datan de años. Donde la Justicia les da la espalda, ellas encontraron una mano, un abrazo, una red de contención que, con tan sólo creerles, ya está haciendo mucho.
#Comunicado Actualización de las denuncias publicadas en @PeriodistasPUM hasta el 1 de abril de 2019.#MeTooPeriodistasMexicanos #MeTooMx #YoLesCreoAEllas #NoEstamosSolas pic.twitter.com/NOhSXdPgYb
— Periodistas Unidas Mexicanas (@PeriodistasPUM) 2 de abril de 2019
El destape mexicano fue brutal: rápidamente, comenzaron a viralizarse listas con nombres y apellidos de cientos de músicos, periodistas, escritores y abogados, entre otros rubros, acusados de cometer distintos tipos de abuso y acoso.
Pero, en México, el MeToo no sólo tuvo las mismas causas que su precursor estadounidense y los movimientos similares -y anteriores- de otros países (como el “No nos callamos más” argentino), sino también idénticas reacciones de sus detractores: poner el ojo en la víctima y no en el victimario. Que por qué ahora, que si tienen pruebas, que mejor hagan la denuncia, que qué estarán buscando. Las mexicanas no sólo tuvieron que soportar que las acusen de mentirosas, sino que hasta se las intentó cargar con el suicidio de Armando Vega Gil, integrante de la banda Botellita de Jerez, acusado del acoso a una menor de 13 años. Sus propios compañeros salieron luego a exculpar a los movimientos feministas.
A pesar de esta intentona de frenarlxs, para las mujeres y disidencias nucleadxs en los distintos movimientos que responden al MeToo no hay vuelta atrás. ¿Y para los varones? Tampoco. La pregunta que asoma es, al margen del rol que deberá asumir la Justicia y sin ánimo de reemplazarla, ¿cómo deben desandar los varones ese camino de privilegios y violencias? ¿Cómo romper con los mandatos de masculinidad y traicionar la complicidad machista?
“Estas denuncias no son algo aislado, en América Latina, se inscriben dentro de las luchas de las mujeres en cada país”, dijo a Cosecha Roja el psiquiatra Enrique Stola. Según explicó, estas denuncias tienen un doble impacto en los varones. Por un lado, aquellos que se sienten amenazados ante el avance del reconocimiento de derechos de las mujeres “refuerzan su contraofensiva”. Por otro, “a los varones de buena fe, inevitablemente, los hace pensar, reflexionar sobre lo que hacen ellos mismos y sus congéneres”.
El primer efecto en los varones, explicó el docente e investigador Ariel Sánchez, integrante del Instituto de Masculinidades y Cambio Social, es el escudo del miedo: la idea de que ‘ahora ya no podemos hacer más nada porque nos van a denunciar’. “Es un miedo totalizador”, explicó Sánchez.
“En ese sentido, este tipo de denuncias pueden ser pedagógicas si se tiene en cuenta qué se está denunciado. Hay algo que genera violencia, malestar y vulnera, entonces, hay que repensar esa práctica”, dijo el docente e investigador.
Cortarse el mambo entre varones
Cada vez que la voz de las mujeres comienza a circular, explica Stola, los varones comienzan a reflexionar sobre ellos, sus comportamientos y formas de relacionarse. Pero también a “observar más cuidadosamente cómo se dan las conductas de los varones (heterosexuales) en relación a las mujeres y las personas del colectivo LGTBIQ en la sociedad”. “Esas conductas antes no se veían, estaban naturalizadas. Es como si se hiciera un zoom, se ampliara la imagen y permitiera reconocerlas”, dice.
En Argentina, hay cada vez más espacios para que los varones puedan discutir, reflexionar sobre ese tipo de prácticas, comportamientos y formas de relacionarse. Pero no alcanza con identificar esa violencia. Hay que dejar de ejercerla.
“Hay que renunciar a los privilegios y bancarse los efectos que eso tiene”, dijo Sánchez. “Lo que más genera resistencia es romper con esa complejidad que tienen estas prácticas de violencia y desigualdad, romper con el modelo con el que nos criamos: nos hacemos varones en el reconocimiento de otros varones y es muy duro romper con esa estructura primaria”.
El proceso no es fácil. ¿Cómo se rompe con los mandatos? ¿Cómo se destruye ese cúmulo de creencias y costumbres que se arrastran por décadas? ¿Cómo se cambia la idea de lo que se supone es un hombre y de lo que significa la masculinidad? ¿Cómo se desnaturaliza la violencia? ¿Cómo se renuncia a los privilegios?
Rechazar un cargo en el trabajo cuando es evidente que una mujer está más capacitada para ejercerlo, pero no se lo ofrecen por su condición de mujer; negarse a participar de un panel conformado íntegramente por varones; cuestionar comentarios y actitudes machistas en grupos de amigos; señalar actos de violencia simbólica en un espacio laboral o en una reunión familiar; dejar de explicarles todo a las mujeres. Todas esas acciones cotidianas son parte de esa renuncia.
“Los varones pueden decidir cambiar o mantener esa situación de asimetría social. A través de medios informáticos, tenemos acceso a bibliografía y artículos sobre feminismos y masculinidades que deberíamos leer. Si no, caemos en lo que tanto machista cae: en la ignorancia deliberada”, planteó Stola.
*Por Cosecha Roja.