Ciencia y género: la revolución de las atómicas

Ciencia y género: la revolución de las atómicas
28 marzo, 2019 por Redacción La tinta

Trabajadoras del Centro Atómico Bariloche y el Complejo Tecnológico Pilcaniyeu conformaron un colectivo de lucha contra las violencias de género, en uno de los ámbitos laborales más masculinizados dentro del sistema científico: el de la energía nuclear. Hicieron una encuesta y relevaron que al menos el 66% de las trabajadoras fueron discriminadas por ser mujer.

Por Nadia Luna para TSS-UNSAM

Agencia TSS – “Las mujeres no paran de embarazarse”. “Pobre tu jefe, tu compañera lo denunció por maltrato”. “Eso lo podemos arreglar”. ¿De qué color tenés la tanga hoy?”. Estas frases son algunos de los comentarios machistas con los que conviven las científicas, ingenieras, técnicas y otras trabajadoras del Centro Atómico Bariloche (CAB) y del Complejo Tecnológico Pilcaniyeu (CTP). Ambos son institutos de investigación y desarrollo que pertenecen a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y están situados en la provincia de Río Negro.

Los datos surgen de una encuesta realizada por un colectivo de reciente formación, bautizado “Mujeres Trabajadoras del Centro Atómico Bariloche y el Complejo Tecnológico Pilcaniyeu”. Este colectivo se suma así a otros que se han formado en el ámbito científico en los últimos años, con el objetivo de visibilizar y luchar contra la violencia de género a la que muchas científicas se ven sometidas. La particularidad del colectivo rionegrino es que las trabajadoras se mueven en un ambiente donde priman algunas de las disciplinas más masculinizadas de la ciencia: la física, la ingeniería y la informática.

Por eso, el pasado 8 de marzo, en el marco del tercer Paro Internacional de Mujeres, las trabajadoras del CAB y CTP presentaron los resultados preliminares de la encuesta realizada en ambos institutos. Hasta esa fecha, habían participado 133 personas, de las cuales 111 eran mujeres. Uno de los resultados obtenidos fue que el 66% de las mujeres encuestadas dijeron haber experimentado alguna forma de violencia machista en el ámbito laboral. En tanto, de las 37 mujeres que respondieron de manera negativa, 23 indicaron haber observado o vivido una de las situaciones de violencia listadas en el sondeo.

“Lo que sucede es que muchas compañeras están tan acostumbradas a los comentarios fuera de lugar, o a que no tengan en cuenta su opinión, que hay situaciones de violencia que se terminan naturalizando. En la CNEA, solo el 33% somos mujeres y esa curva decrece con la jerarquía”, le dijo a TSS la doctora en Ciencias de la Computación Sol Pedre, investigadora del CAB, docente del Instituto Balseiro (IB) e integrante del colectivo.

La presentación de la encuesta se hizo en el CAB, en una jornada de paro activo que también contó con otras charlas sobre ciencia y género. “La participación en la encuesta y en la jornada, tanto de mujeres como de hombres, nos sorprendió bastante, no teníamos tantas expectativas”, afirma Pedre.


Entre las situaciones más frecuentes que enfrentan las trabajadoras del CAB y el CTP se cuentan los “comentarios inapropiados o sexuales” (61), “desvalorización de tu aporte profesional” (60), “comentarios sobre tu cuerpo o el de una compañera” (44) y “asignación de tareas menos calificadas” (34).


También hubo quienes fueron discriminadas por estar embarazadas, padecieron abrazos y besos no deseados, o fueron excluidas de mesas de decisión. Entre los aspectos más graves que se evidenciaron en la encuesta, algunas trabajadoras dijeron haber recibido pedidos explícitos de relaciones sexuales con y sin presiones. Además, hubo mujeres que tuvieron que cambiarse de grupo de trabajo a causa de las situaciones padecidas.

Otra forma de violencia constante en el ámbito científico es el techo de cristal, es decir, las dificultades que tienen las mujeres para alcanzar cargos directivos y puestos jerárquicos. “Armamos un cuadro según el nivel salarial y encontramos que, al inicio de la escala, hay un 37% de mujeres, mientras que en los tramos más altos, el porcentaje ronda el 10%. Queda pendiente hacer un estudio de cuántas gerentes de área hay (si es que hay), cuántas jefas de departamento”, dice Pedre. “Otra cosa que aún no llegamos a hacer es extender el relevamiento al personal administrativo. A diferencia de lo que sucede con las ingenieras y físicas, en esa área la mayoría son mujeres”, agrega.

Para elaborar la encuesta, las trabajadoras del CAB y CTP se basaron en la que hicieron sus colegas de Ciencia sin Machismo (CENPAT–CONICET) el año pasado. La diferencia es que decidieron incluir también la opinión de los hombres: “Hubo un debate importante al respecto. En la encuesta los incluimos para saber si habían presenciado algunas de esas situaciones. También decidimos abrir las charlas a la participación masculina porque, al ser un ambiente donde la mayoría son hombres es necesario dar la discusión con ellos. También es necesario tener un espacio donde las mujeres se sientan cómodas para plantear sus problemas. Por eso, las asambleas que tenemos los miércoles, excepto el quinto de cada mes (cuando hay cinco), son solo para mujeres”, explica la investigadora.


El pasado 8 de marzo, en el marco del tercer Paro Internacional de Mujeres, las trabajadoras del CAB y CTP presentaron los resultados preliminares de la encuesta realizada en ambos institutos.


Otra actividad en la que están trabajando es en la elaboración de un Protocolo de Violencia de Género para la CNEA, así como en el armado de una comisión de género que se encargue de implementarlo y de realizar acciones preventivas: campañas gráficas, talleres, monitoreo permanente. También se enfocarán en reivindicaciones como licencias por maternidad y paternidad o por cuidado familiar. Pedre destaca que “pueden parecer reclamos menores pero simplifican la inserción laboral de las mujeres, en quienes recaen las tareas de cuidado en mayor proporción”.

Un aspecto importante que surge luego de visibilizar las situaciones de violencia de género dentro de un ámbito laboral es prestar atención a las posibles represalias. “Hubo casos que tuvimos que discutir bastante sobre cómo hacer para visibilizar estas situaciones sin exponer a la denunciante. Al ser un ambiente tan chico, al leer un testimonio, es sencillo saber si están hablando de vos. Entonces, tratamos de poner las frases sin faltar al espíritu del testimonio pero de forma más genérica. Hubo frases más graves que las que pusimos en las gráficas pero no queríamos exponer a las compañeras”, finaliza.

Fuente: Subcomisión de Género de la Asociación Física Argentina.

Techo de cemento para las físicas

En 2017, poco antes de que comience el Congreso Nacional de Física que se realiza cada año, hubo algo que generó indignación en la comunidad científica: no había mujeres en la lista de oradores. Ante las quejas, se “resolvió” agregando dos. El hecho encendió la alarma y un grupo de físicas y físicos decidió hacer una revisión de los congresos de años anteriores. Encontraron que, entre 2010 y 2014, no había habido ninguna conferencista plenaria mujer. La diferencia fue que esta vez hubo una reacción, que además motivó la creación de una Subcomisión de Género dentro de la Asociación Física Argentina.

“El armado de colectivos de mujeres en distintos lugares es fundamental para empezar a tomar conciencia colectiva de que, aunque no te pase a vos, le puede pasar a la de al lado”, dice la doctora en Física Fabiana Laguna, investigadora del CONICET en el CAB, docente de la Universidad Nacional de Río Negro e integrante de la Subcomisión de Género. El área está integrada por socias y socios de diversas provincias que trabajan en grupos. Uno de ellos se dedica a darle visibilidad a la problemática, otro a atender casos de violencia de género y un tercero a relevar datos y generar estadísticas.

Laguna, que forma parte del último grupo, presentó algunos datos durante la jornada del 8M organizada en el CAB. El trabajo fue realizado junto con sus colegas Sebastián Bustingorry (CONICET/CNEA) y Esteban Moro (Gerencia de Recursos humanos del CONICET). “Encontramos que, mientras en el CONICET las mujeres son el 53%, en el área de Física el número se reduce a un 25%. También observamos que ese porcentaje se mantuvo estable a pesar de que en los últimos 10 años se duplicó la cantidad de científicos en la Carrera de Investigador Científico de CONICET”, explica la investigadora.

Otro punto importante del análisis fue el fenómeno del techo de cristal. Las mujeres que llegan a cargos jerárquicos, además de ser pocas, a veces necesitan cumplir un rol masculinizado para ser aceptadas. “Los datos que analizamos son solo de CONICET, pero hay que tener en cuenta que en el ámbito privado es peor porque en las entrevistas laborales en empresas directamente les preguntan si tienen planeado ser madres”, indica Laguna. En el Estado, si bien las mujeres tienen igual remuneración por igual trabajo, como muchas no llegan a puestos de mayor jerarquía sigue habiendo una desigualdad en el ingreso.

En el CONICET, gracias a la lucha de algunos sectores de la comunidad científica, se fueron consiguiendo ciertos logros, como la licencia por maternidad y la prórroga en la entrega del informe obligatorio el año en que una mujer da a luz. “Sin embargo, todavía estamos lejos de que se tomen políticas activas dentro del CONICET”, apunta la científica. “Otra cosa que analizamos son las promociones de categoría. En Física, del total de personas que la solicitan, hay alrededor de un 30% de mujeres menos que aprueban la promoción. Esto tiene que ver con que su productividad se evalúa sin tener en cuenta la maternidad o el peso de las tareas de cuidado. Hay un sesgo en las comisiones evaluadoras, tanto en hombres como en mujeres, y habrá que trabajar para cambiarlo”, concluye.

*Por Nadia Luna para TSS-UNSAM.

Palabras claves: ciencia, feminismo, Género

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