Ailén Possamay y los muros de la desobediencia doméstica

Ailén Possamay y los muros de la desobediencia doméstica
11 marzo, 2019 por Julieta Pollo

Por Julieta Pollo para La tinta

Desde las paredes del barrio porteño Constitución las mujeres gritan «Eso que llaman amor es trabajo no pago» sembrando una reflexión incómoda y necesaria que les vecines irán rumiando el resto del día. Ailén Possamay, la artista que creó estos murales, sostiene que modificar la organización de las tareas de cuidado es indispensable para transformar las relaciones sociales.

El primer mural tomó forma en 2017, el 25 de noviembre que es el Día de la No Violencia contra las Mujeres, Lesbianas, Trans y Travestis, y desde entonces Ailén ha retratado a sus mujeres en paredes y portones de Buenos Aires, Junín de Los Andes y Chile. Al tiempo que cocinan, planchan o aspiran, las mujeres de Possamay denuncian una de las tantas formas de desigualdad que sufrimos las mujeres: las tareas de cuidado y domésticas, no remuneradas y no reconocidas, que venimos realizando por años como si fuera nuestra exclusiva obligación y responsabilidad. Ese trabajo diario de las mujeres aceita la economía mundial, pero nadie está dispuesto a reconocerlo, redistribuirlo o pagar por él. 

La artista urbana creó estos murales como parte de su proyecto de tesis de Artes Visuales: unió la poderosísima frase de Silvia Federici con stencil de mujeres haciendo tareas del hogar, y un color vibrante de fondo que grita con ellas atrayendo todas las miradas. La frase desgarrante se equilibra en la postura sumisa de las mujeres, y compone un mensaje claro, directo y de innegable impacto estético.

«Desde el principio la idea fue que esas imágenes estuvieran en la calle como una especie de contra-publicidad a todas las publicidades de ama de casa: licuadoras, productos de limpieza y todo eso», cuenta la artista que no reniega de la Academia, sino que sostiene que la calle y la institución deben unirse porque ambas tienen cosas para aportar.  «Esa es una de las características del feminismo: las luchas se dan en todos los espacios a la vez y los puentes que se tienden entre esos espacios crean otros nuevos.»  

Los murales de mujeres trabajando conforman el primer momento de este proyecto artístico. El segundo momento incluye videos y objetos domésticos intervenidos, como rollos de papel de cocina que en vez de recetas comparten técnicas de defensa personal feminista, guantes para lavar los platos que recuerdan «Ante la duda, mejor viuda», y libros de recetas de Maru Botana o Doña Petrona en clave feminista-guerrillera «jugando con el humor y también con lo conceptual: las consecuencias de estar relegadas al hogar que es donde ocurren el 80% de los femicidios», aclara la artista. El tercer y último momento, son los otros murales que dicen Desobediencia Doméstica, donde las mujeres están dejando las tareas.

A días del Paro Internacional de Mujeres, aún palpitando la calle y la lucha hermanada, La tinta conversó con Ailén Possamay sobre su proyecto de arte urbano feminista, la Asociación de Mujeres Muralistas AMMurA y la reorganización de las tareas de cuidado para el empoderamiento de la mujer.

Militás el feminismo hace muchos años y trabajás por el aborto legal, seguro y gratuito. ¿Por qué para tus murales elegiste abordar, específicamente, el tema del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado? 

—Elegí ese tema porque en ese momento justo venía leyendo a Silvia Federici y siguiendo la página Economía Femini(s)ta. Justo el concepto del Paro de Mujeres anterior era «Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras», entonces ya se estaba instalando el tema de la violencia económica. Este tipo de violencia es una de las bases para otras mucho más violentas y visibles como la física, la sexual, el acoso… y de eso se venía haciendo mucho desde el arte, pero de la violencia económica no tanto.

Es una problemática central:  cómo se organizan las tareas de cuidado es cómo se organiza el sistema capitalista, es sin dudas el núcleo de todo el sistema.  Si transformamos la organización de las tareas de cuidado por cuidados comunitarios es donde se van a empezar a transformar las relaciones sociales. Si las tareas de cuidado sostienen la vida, es eso lo que tenemos que discutir.

—Estas cuestiones suelen estar muy naturalizadas en el seno familiar, ¿lo viviste así en tu casa?

Mi mamá es feminista así que fue todo un poco más fácil. Ella estuvo un tiempo en Católicas por el Derecho a Decidir y siempre hizo talleres para mujeres, entonces la práctica y la dinámica familiar siempre fue feminista o colaborativa si se quiere. En mi casa mi vieja siempre dijo: «Nadie ayuda, todos colaboran para que esta casa esté en pie porque es de todos». 

Mi abuela que tiene 89 años no se si alguna vez pensó o no si es feminista, pero en sus modos de hacer y existir siempre lo fue. Ella siempre cocinó para toda la familia y cuando hice estos murales de viejitas cocinando pensé en ella, en cómo se lo tomaría. Entonces le pregunté qué pensaba de los murales y ella me dijo que estaba completamente de acuerdo, que ella siempre lo había pensado respecto de su propia madre. Me dijo: “Mi mamá le dio once hijos a este país y ella nos crió y educó a todos, y el Estado nunca le reconoció nada a ella, nunca le pudimos conseguir una jubilación”. Sus hijos le daban plata pero la viejita nunca pudo tener esa independencia económica porque el Estado nunca le reconoció lo que le correspondía. Es fuerte la frase “Eso que llaman amor es trabajo no pago” pero es así… son tareas que se pueden hacer con amor, pero cuando eso se convierte en puro sacrificio y no hay ningún reconocimiento ya no tiene que ver con el amor. 

—Trabajar el espacio público permite acercar esta reflexión a gente de todas las edades… tropezar con uno de tus murales de repente despierta curiosidad, hace brotar una pregunta y pone sobre la mesa una problemática que de otro modo tardaría más tiempo en conocerse o discutirse. En este sentido, ¿pensaste en la potencia transformadora que puede tener esta obra en niñes y jóvenes? 

Me parece que es una puerta a debatir estas cosas. Una vez una chica me escribió para que vaya a hacer un mural en su escuela porque cada vez que les preguntaba a sus alumnos si sus mamás trabajaban, ellos le decían que no. Entonces está bueno para empezar a discutir qué es el trabajo, quién trabaja y quién no, cómo se dividen esas tareas. Los murales tienen mucho de pedagógico y al estar en la calle tienen una cuestión educativa. De hecho en Chile, donde estuve participando de Activa tu Presente con Memoria, la propuesta fue llevarlo a las escuelas, hacer una ruta o un circuito de murales y tomar ese lugar para reunirse, discutir con otras vecinas de qué se trata esto, contarles.

Activa tu Presente con Memoria es una propuesta cultural itinerante de educación artística no formal con enfoque de Derechos, que nace en la región chilena del Biobío. Dentro de las activaciones del programa está «Ancestras del Futuro», itinerancia artística cocreativa junto a una joven artista de Latinoamérica que problematiza realidades ininterviniendo el espacio público a través del arte gráfico y el muralismo, abordando temas de vanguardia en las fuerzas y luchas sociales de su tiempo. Este año, Ailén Possamay fue la artista elegida para recorrer los pueblos del Biobío con sus murales.

—¿Cómo fue la experiencia en Chile, en el marco de Activa tu Presente con Memoria?

Chile fue una experiencia muy linda la verdad es que me recibieron muy bien. Íbamos comuna por comuna y estábamos dos días en cada una, donde compartíamos almuerzos, conversatorios con mujeres del barrio y juntas de vecinas, y también donde trabajamos con ellas sobre tareas de cuidado a ver que pensaban sobre eso. Y la verdad es que las señoras una capas totales, con 60 años me llegaron a decir que cumplir con el marido también era parte de un trabajo no remunerado, a ese nivel.

En Chile están muy manijas del feminismo argentino, me preguntaban sobre los Encuentros de Mujeres, por ejemplo. Me contaron que cuando acá se debatió en el Congreso la Legalización del Aborto, allá se juntaron a hacer un pañuelazo por las compañeras argentinas. Estamos como muy hermanadas y descubrir eso fue muy lindo.

—¿Conocés otras experiencias de arte urbano feminista en Argentina?

La verdad no conozco muchas, el stencil es un mundo al que entré hace muy poco así que no es que conozco mucho. Acá en Argentina hay una chica que me encanta lo que hace que es Marian Calle, pero el arte urbano está copado por los chabones. Está bueno ahora que se armó AMMurA que es la Asociación de Mujeres Muralistas de Argentina, y la idea es justamente reunir a todas las muralistas, graffiteras y stencileras para demostrar que en realidad hay muchas mujeres que se dedican al arte urbano, solo que no son visibilizadas como, básicamente, en todos los lugares. Y esta buenísimo porque la verdad es que ni nosotras mismas nos conocemos todas, entonces se trata de generar comunidad. A fines del año pasado hicimos una pintada federal en toda la Argentina visibilizando a todas las mujeres en el arte urbano. También es una forma de empezar a exigir a los concursos públicos que sean transparentes, que haya jurados con 50% mujeres y que las elegidas sean 50% mujeres. 

*Por Julieta Pollo para La tinta.

Palabras claves: 8M, Ailén Possamay, Arte Urbano, Economía Feminista, Muralismo, Stencil

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