Palestina Libre: una bandera, una familia y un momento que acelera dos pasiones

Palestina Libre: una bandera, una familia y un momento que acelera dos pasiones
27 febrero, 2019 por Redacción La tinta

Los Yacir son una de las pocas familias de origen palestino que hay en Córdoba. En el partido entre Talleres y el club Palestino de Chile, mostraron una bandera que recorrió los noticieros y las redes. “Palestina libre”, una “T” y un corazón azul y blanco. Un pedazo de lienzo que resume -en una noche de Copa Libertadores- una historia familiar, el reclamo de un pueblo y la pasión futbolera.

Por Gregorio Tatián para La tinta

Imaginemos esto: un hombre llega a unas costas lejanísimas, imposibles. Escapa de la persecución en su tierra natal y ahora su destino queda cruzando todo ese continente que tiene en frente y le es extraño. Pero el barco queda varado por una supuesta infección de peste y amenazan con hacerlo volver. El hombre, que sabe que regresar es morir, acciona: una madrugada, desde un rincón oscuro del barco, salta al río y nada lo que haga falta nadar hasta llegar a tierra, y termina viviendo en algún punto entre ese muelle y su destino original. Setenta años después, sus nietos unen en una bandera esos tres lugares: la tierra madre, abandonada por obligación; aquel destino de su abuelo que no pudo ser; y la ciudad que lo recibió después de saltar y nadar. Imaginemos también que ese momento cumbre, ese exorcismo, se da en un partido de fútbol. Una historia redonda, como una pelota.


Las manos cordobesas de los Yacir –“en realidad es Yaser”, explican- pintan sobre lienzo blanco para que vean las cámaras y ojos chilenos una “T” con un corazoncito azul y blanco, y la siguiente frase: “Palestina libre”. Y, entonces, sucede: una vez terminado el partido de Talleres y Palestino por Copa Libertadores, las cámaras y los ojos que miran la bandera -y los que mirarán la foto de la bandera- son más de los que imaginaron y la consigna logra una visibilidad que la causa palestina pocas veces alcanza en las lejanas tierras, aradas a fútbol y regadas con fernet.


“Todo surge porque, obviamente, somos fanáticos y socios de Talleres. Cuando nos enteramos que jugaba con el Palestino, empezamos a hacer gestiones para juntarnos con la dirigencia. Decidimos hacer la bandera sin pedirle permiso al club ni a nadie”, cuenta Adrián Yacir -Yaser-, nieto de Jorge Yacir –Yaser, todas las veces que haga falta, porque ellos lo aclaran así-, un palestino que saltó de un barco en el puerto de Buenos Aires cuando iba con destino a Chile y terminó viviendo en Córdoba. Era profesor de Historia en la Universidad de Ramallah. Perseguido político, tuvo que emigrar de Palestina en 1950 y llegó a Buenos Aires después de estar un tiempo en las Islas Canarias.

“Mi abuelo fue una persona muy conocida en el ámbito árabe por la causa palestina en Latinoamérica. Fue investigador de la Unesco en dos mandatos y escribió el diccionario etimológico de las palabras árabes al castellano (del que la Legislatura provincial hizo una edición especial a 20 años de su fallecimiento)”, retrata este integrante de una de las pocas familias palestinas que hay en Córdoba y uno de los 7.000 descendientes de palestinos que viven en suelo argentino.

Al enterarse de que Palestino iba a jugar contra Talleres, hicieron gestiones ante las dos instituciones y fueron invitados a la cena de recepción al club chileno llevada a cabo en la casa del presidente albiazul, Andrés Fassi. Adrián confiesa: “Me considero un crítico de la actual dirigencia de Talleres, pero la verdad es que es para destacar lo que han hecho. Yo esperaba una respuesta absolutamente negativa”. Un detalle destaca contradicción: cuando la dirigencia de Talleres fue a esa cena, venía de reunirse con Patricia Bullrich, quizás la funcionaria con contacto más estrecho con el Gobierno sionista de Israel, especialmente, a través de su marido, Guillermo Yanco, a quien se lo vincula al Mossad. Pero los Yacir/Yaser prefieren gambetear la cuestión partidaria nacional.

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Omar, hermano de Adrián, muestra el grupo de Whatsapp de la familia. Ahí, quedaron plasmadas las dudas sobre la conveniencia de la bandera. El contacto agendado como ‘Mamá’ -Adriana, en la vida real- escribía: “Los hinchas de la T no lo van a entender”. Pero resulta que sí entendieron.


Mientras en la cancha terminaba de sellarse el 2 a 2 entre Talleres y Palestino, en la platea baja de la tribuna Ardiles del Estadio Mario Kempes, los Yacir empezaron a mostrar tímidamente su bandera. En los hinchas de Talleres, la sorpresa dio paso a la curiosidad. Los hinchas de Palestino agarraron sus celulares y prendieron la cámara.


“Gente que no conoce la causa puede entender que estás hinchando por el otro club. Pero se masificó la causa palestina y no la rivalidad en el fútbol”, sostiene Adrián. Saludos, cambios de camiseta, foto. Y la foto, sacada por los hinchas chilenos, dio vueltas por varios medios y los Yacir cuentan que recibieron mensajes hasta de la filial de Boca en Kuwait.

El fútbol sirvió como correa de transmisión de una causa que tiene pocas chances frente al poderío del lobby sionista: “Por el hecho de que un equipo de Córdoba está jugando Copa Libertadores, los medios sacan 50 notas por día porque es algo que vende. ¿Cómo podíamos no aprovechar que se iba a mencionar a Palestino y a Palestina durante 15 días en todos los medios?”.

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“T amo” y “Free Palestina”, dicen los únicos dos tatuajes que tiene Adrián. “T amo” también dice hoy la bandera de Palestina que recorrió con él las canchas del Argentino A, cuando Talleres reptaba por los bajofondos de nuestro fútbol. “Carnet de socio por nacer”, dice una tarjeta con el escudo de Talleres y un apellido palestino -“Yacir”, que en realidad es Yaser- que certifica que el hijo de Adrián es socio del club desde la ecografía. El mismo tiempo que lleva siendo descendiente de palestinos. Un mismo fervor acelera las dos pasiones. Dos pasiones que se tocaron un par de veces: Daniel Mustafá, defensor surgido en Talleres, se nacionalizó palestino y juega para la selección de ese país; Juan Cruz Komar, zaguero albiazul y extraño ejemplar de futbolista, se aferró tanto a la causa que viajó en sus vacaciones a Palestina, previo a lo cual se interiorizó en la cuestión con los Yacir; y ahora esta serie ante el club chileno, que quedará simbolizada en la bandera familiar.

“El mensaje que queremos transmitir es el de ‘Palestina libre’ y no un mensaje en contra del sionismo”, subraya Adrián. Sin embargo, las cosas claras: “Hay que reconocer el Holocausto como un genocidio, así como hay que reconocer el genocidio al pueblo palestino”.


“Yo no puedo entrar a Palestina. Y allá están mis parientes, tengo a mis primos. No los puedo visitar. Tampoco puedo ir a visitar el pueblo de mi papá”. Jorge Yacir, el padre de Omar y Adrián, hombre de discurso amable, dice eso y se pone más serio. Más triste. Y acá hay algo. Es eso que sentimos los que sabemos que debimos nacer en otros lados. Melancolía del desterrado: una gotera permanente que nos dice que hay un suelo que nos espera.


Es una nostalgia de lo que no se conoce. Una nostalgia hecha de información genética: la Palestina que añora y extraña Jorge es una Palestina mitocondrial. Una nostalgia que debe estar cerca del filamento de ADN que nos dice de qué equipo seremos hinchas y que una noche cualquiera de Copa Libertadores se puede convertir en una bandera.

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* Por Gregorio Tatián para La tinta / Imágenes: La tinta.

Palabras claves: Club Deportivo Palestinos, Palestina, Talleres

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