¿Es la economía?

¿Es la economía?
4 febrero, 2019 por Redacción La tinta

Por Martin Fogliacco para La tinta

¿Por qué los economistas que trabajan al servicio del poder hegemónico hablan como si lo que dicen fuera obvio y, sin embargo, nunca terminamos de entenderlos? Scalabrini Ortiz decía que “estos asuntos de economía y finanzas son tan simples que están al alcance de cualquier niño. Sólo requieren saber sumar y restar. Cuando usted no entiende una cosa, pregunte hasta que la entienda. Si no la entiende es que están tratando de robarlo. Cuando usted entienda eso, ya habrá aprendido a defender la patria en el orden inmaterial de los conceptos económicos y financieros”.

Sin embargo, desde los años de la guerra fría, venimos sufriendo la invasión del marco teórico diseñado en Chicago y difundido en América Latina por voceros del discurso capitalista, discurso que no se acaba de comprender con claridad y que, poco a poco, nos ha acostumbrado a escuchar explicaciones que, si bien tienen una lógica discursiva, no coinciden con los hechos.

No sos vos, es tu marco teórico

A principios de 2018, “expertos” presentaban, con cierta soberbia, la proyección de la inflación y decían que iba a ser del 10% (+-2%) dando toda una serie de enmarañados argumentos que hacían de soporte lógico (¿científico?) de lo que afirmaban. Sin embargo, transcurrido el tiempo, pudimos ver que ninguno de los indicadores que habían previsto se cumplió y, este año, nuevamente, los tenemos explicando los indicadores del año que empieza con la impunidad de quien nunca ha hablado antes, con total soltura y repitiendo argumentos viejos para temas nuevos, con un nivel de certeza que hace parecer obvio lo que afirman.


Habrá que preguntarse, entonces, si es un problema de los economistas o, más bien, de la economía en tanto ciencia siendo que su propia concepción tiene un sentido político específico. Alfredo Zaiat cuenta que “la carrera de Licenciatura en Economía Política fue creada en el año 1958 […] con el objetivo de formar profesionales para reflexionar y participar en la sociedad. Las autoridades universitarias que interrumpieron con el golpe de Estado de 1976 eliminaron la palabra política del título de grado, restringiéndolo a Licenciatura en Economía. Suprimir ‘Política’ tuvo, precisamente, el motivo político de eliminar uno de los aspectos esenciales del encuentro con el saber económico para aprender conocimientos y herramientas para intervenir y transformar la realidad. Se […] dispuso de facto el divorcio de la economía y la política, con la falsa pretensión de neutralidad […]”.


Habrá que preguntarse, entonces, si la incapacidad de la economía para explicar los fenómenos económicos es incapacidad o es intencionalidad. ¿Cuántos economistas hay víctimas de su marco teórico, que se limitan a la repetición y difusión del discurso hegemónico, y cuántos hay que son agentes políticos intencionales?

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Lo obvio es político

La sensación de obviedad en lo que dicen es fundamental para la construcción de la idea de que no hay otro camino posible, que este es el único que tiene sustento científico y que cualquier alternativa es un disparate o un intento populista, en sentido peyorativo, de subvertir las reglas para beneficiar a sus dos o tres políticos de cabecera.

Así nos explican que, por ejemplo, el déficit fiscal –mayor gasto que ingreso– tiene sólo tres vías de financiamiento: (1) endeudamiento (a pagar con impuestos futuros), (2) emisión monetaria (que, según los monetaristas, es la base de la inflación) o (3) venta de activos nacionales (privatizaciones). Todas negativas, todas con consecuencias tales que nos lleva a pensar en la obviedad de reducir el gasto o aumentar los ingresos; entonces, nos ponen en la dualidad discursiva de “o recorte de gastos o aumento de impuestos, o sufrir las consecuencias del endeudamiento, emisión y privatizaciones”. Decir esto es lo mismo que decir hay que ajustar, pero incorporando la sensación de única vía, de imposibilidad de hacer algo diferente.


¿Suena lógico? Suena lógico. Sin embargo, es una aporía. Hay una simplificación de la realidad, necesaria para cerrar el argumento, pero que deja afuera fenómenos clave para que la explicación tenga un correlato en la realidad. Fenómenos como el hecho de que la economía no es una sola, sino que se compone de sectores, que existen las negociaciones internas, las reivindicaciones sindicales específicas de cada sector (y no generalizables), las cámaras empresariales, ricos y pobres, que aumentar los impuestos no es una entelequia, sino que hay que decidir a quién se aumenta y a quién no, y así.


¿Pero es ajuste del gasto público o es transferencia de recursos? Los voceros del poder, hoy en el gobierno, le sacan punta al lápiz y nos ponen a todos a calcular el costo de la salud, de la educación, de las políticas de contención y desarrollo social, de los subsidios al transporte y a los servicios, del financiamiento de la investigación y del financiamiento de la cultura; pero nunca se preguntan cuánto cuesta la quita de las retenciones, cuánto cuesta la rentabilidad dolarizada de los monopolios prestadores de servicios, cuánto cuesta, en intereses, financiar la fuga de capitales a través de endeudamiento, cuánto cuesta la excesiva apropiación de los intermediarios oligopólicos en las cadenas productivas. No es casual, la neutralidad de la economía oculta los intereses políticos de quienes abogan por la neutralidad.

Considerar esto es asumir que lo político es inherente a la economía y que despolitizarla también es un acto político, es dar sostén a un discurso político a través de aporías económicas, es profundizar el discurso de conservación de la estructura que favorece a los agentes del poder.

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*Por Martin Fogliacco para La tinta / Foto de portada: Eitan Abramovich/AFP.

Palabras claves: economia, Inflación

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