Cuba en clave dialéctica: una resurrección permanente

Cuba en clave dialéctica: una resurrección permanente
4 febrero, 2019 por Verónica Cabido

Luego de la Revolución Cubana, la sociedad de la isla caribeña experimentó un cambio profundo. Hoy, Cuba transita muchos desafíos y una vida cotidiana siempre en movimiento.

Por Gonzalo Fiore Viani y Verónica Cabido, desde Cuba, para La tinta

Lo público y lo privado

No hay intimidad en La Habana que no se ofrezca generosa desde sus ventanas y puertas abiertas. La Habana es mucho más que ese icónico rostro for export, lejos está de la opacidad estática de una postal. La Habana es transparencia y movimiento. Son casas abiertas de par en par mostrando su alma. Cantándonos la música de su vida interior. Son balcones de los que cuelgan sábanas y vestidos que sacuden con el viento el contraste de sus colores. Son ventanas inhalando la brisa de mar que trae el Malecón y exhalando olor a comida, contándonos lo que cocinan en sus ollas.

No hay experiencia musical individual en La Habana, no hay auriculares. La musicalidad de sus calles se comparte en parlantes. En La Habana, la vida interior se asoma por los balcones y ventanas. Las puertas siempre abiertas relativizan la frontera entre la vida privada y la pública, y las pone a dialogar en cada zaguán. En La Habana, el afuera pasa sin tocar al interior y la vida privada se asoma al afuera en cada balcón. La idea de comunidad, del espacio privado entendido como parte del público, parece mostrar su mayor triunfo en los barrios de la capital cubana.

Poco tiene que ver La Habana con el recorte sincrónico de una fotografía de edificios y autos de época. El Occidente penetra en la cultura local y viste a los jóvenes con los rasgos estéticos de los artistas de trap y reggeaton. Las influencias musicales, culturales y estéticas se hacen cuerpo en jóvenes que se mueven en skate en calles de edificios coloniales, se envuelven en cadenas doradas e improvisan versos sobre una pista de beat repetitivo, en la misma plaza en la que dos hombres de avanzada edad juegan ajedrez, fuman habanos y beben ron. En La Habana, la historia y la tradición dialogan con la novedad y las modas. La estética de los millenials es la misma que en Buenos Aires, Paris, Miami o Los Ángeles. Su música suena incesante de sus enormes parlantes que llevan consigo en todo momento.

Habana Vieja Cuba la-tinta


También se los puede ver sentados en el Malecón o en los paseos con sus celulares, como en un estado de trance. Dispuestos a aprovechar al máximo la única hora del día en la que pueden acceder a internet. Si bien ha habido cambios, el acceso a la web aún se encuentra restringido debido al costo de las tarjetas de datos o al tráfico ilegal de wi-fi. Se genera “contrabando” de casi todo, pero nunca de drogas duras ni tampoco de seres humanos, a diferencia del contrabando capitalista. No hay un diálogo tan directo y fluido entre las dos realidades que Zygmunt Bauman denomina como el mundo online y el mundo offline. Las dificultades en la conexión a internet hacen de la vida online una experiencia esporádica y excepcional, a la que solo se pueda ingresar por algunos momentos del día y en algunos puntos determinados.  


En La Habana, dialoga la admiración por la rebeldía con la disciplina. En las paredes de una esquina llena de escombros, una pintada hecha por sus propios vecinos exige obediencia: “¡Respete!: 1) Al gobierno, 2) A la Ley, 3) A los vecinos. No escombros ni en la acera, ni en la calle”. Es normal ver una gran cantidad de militares en las calles. El servicio militar en Cuba es obligatorio: los jóvenes de provincias son enviados a La Habana, mientras que los capitalinos van al interior. Los oficiales se encuentran custodiando todos los edificios públicos, cuidando que no se pise el césped, y dispuestos a ofrecer indicaciones a la infinidad de turistas y cubanos que pasan diariamente por allí.

La religiosidad popular

Como en gran cantidad de países latinoamericanos y, especialmente, caribeños, también se ven muchas imágenes religiosas. No tanto en las calles, sino, más bien, dentro de las casas, que, como tienen las puertas abiertas la mayor parte del tiempo, vienen a ser, básicamente, lo mismo. Se confunden, muchas veces, las imágenes de Jesucristo, la Virgen María, con las de Fidel o el Che Guevara, quien, a partir de la fotografía de Korda, pero, especialmente, de la captura post-mortem, suele representarse en la iconografía como una especie de santo pagano del siglo XX.

Si bien, al comienzo de la Revolución, la relación con la Iglesia Católica fue conflictiva, los últimos tres papas visitaron Cuba. Se entrevistaron con Fidel Castro -de formación jesuita- y realizaron misas multitudinarias en la Plaza de la Revolución. Aunque la religión mayoritaria es la católica, también es muy practicado un credo proveniente del sincretismo cristiano con lo africano, la yoruba, cuyo árbol sagrado, la ceiba, guarda un lugar predominante en la cultura cubana.

Farmacia La Habana Cuba la-tinta

¿En CUC o en pesos?

Predomina una visión bastante naife respecto de las supuestas bondades del capitalismo que se repiten entre jóvenes y adultos casi por igual. Existe la creencia de que el nuevo sistema económico va a venir a subsanar todos los defectos del actual -burocracia estatal, bajos salarios, dificultad de acceder a bienes de consumo, precios excesivamente caros de algunas comidas, etc.-; sin por ello sacrificar todo lo logrado: analfabetismo y desnutrición cero según datos de la UNESCO, narcotráfico virtualmente inexistente y una tasa de homicidios de 5 cada 100.000 habitantes. Exageradamente menor a la de sus vecinos: Panamá con 10 de cada 100.000 y Guatemala tiene 43.


Nadie parece discutir la dimensión de las figuras de Fidel Castro y los héroes de la revolución. Todos parecen convencidos acerca de que lo hecho en el pasado fue necesario para el momento histórico en que se hizo. Hoy, la palabra más escuchada de la boca de los cubanos es el cambio. Por ejemplo, un joven dueño de una tienda de antigüedades en La Habana Vieja se quejaba de los precios “surrealistas” de los alimentos y de la excesiva burocracia estatal para conceder los permisos a los cuentapropistas. El joven decía abiertamente que era imposible comprar una libra de res con un salario mínimo. Compartía una opinión bastante extendida sobre quienes trabajan en restaurantes o bares de propiedad estatal: “Les pagan lo mismo por hacer que por no hacer, por lo tanto, no hacen”.


Otro desfasaje que se produce es el que tiene que ver con las dos monedas. Al existir una para los turistas, el CUC, o peso cubano convertible -equivalente a 1,10 de euro-, y otra para los cubanos de a pie, el peso cubano, cuyo cambio con el CUC es de 25 a 1, muchos quieren dedicarse al sector turístico, de enorme influencia en la economía de la isla. Esto no debería sorprendernos excesivamente a los argentinos y a las argentinas, con una moneda cada día más débil, cuyo cambio es de 1 a 39 respecto del dólar. Sin embargo, es entendible que sea complejo habituarse al sistema de las dos monedas, ya que las cosas tienen dos valores y, ante todo, siempre se pregunta “¿en CUC o en pesos cubanos?”.

Entre la continuidad y el cambio

En La Habana, entra en diálogo la continuidad con el cambio. En los titulares de los diarios Granma y Juventud Rebelde, puede leerse tanto la ratificación del proceso revolucionario reiterando la idea de “continuidad” como la necesidad de reformas. En una primera plana, se lee, parafraseando a Fidel Castro: “La revolución es cambiar lo que es necesario cambiar”. Sin embargo, seguramente, dada la idiosincrasia cubana, esos cambios serán paulatinos y, si tienen suerte, no traumáticos. El tiempo, en La Habana, asume lógicas distintas. El ritmo vertiginoso que, por inercia, arrastramos desde estas latitudes y la inmediatez a la que estamos acostumbrados se ven obligados a ejercitar la paciencia.

Habitante La Habana Cuba la-tinta

Cuba, igual que cualquier país del mundo, es una tierra de contradicciones, exacerbadas por la lupa que la comunidad internacional ha puesto sobre ella. Pero lo cierto es que, si bien la Revolución tiene sus deudas, que son muchas, tampoco es menos cierto que tanto la cultura política del pueblo cubano como su nivel de participación pública son, en muchos aspectos, envidiables. Los logros de la Revolución en materia humana y social harían palidecer a muchos países capitalistas, especialmente, a los de la región. Todo ello, sobreviviendo a 60 años de bloqueo y sabotaje constante de la potencia hegemónica mundial, Estados Unidos, a solo 90 millas de su territorio. Hacer una Revolución, y sostenerla durante todo ese tiempo en esas condiciones, no es para cualquiera.

El escritor cubano José Lezama Lima escribió que “Heidegger sostiene que el hombre es un ser para la muerte; todo poeta, sin embargo, crea la resurrección, entona ante la muerte un hurra victorioso. Y si alguno piensa que exagero, quedará preso de los desastres del demonio y de los círculos infernales”. Al respecto de ello, Pedro Juan Gutiérrez -el Bukoswki, el Miller, el ¿Barón Biza?- de La Habana, supo decir que “en Cuba no hay instante para el aburrimiento”. Quizás por eso y por su carácter amable, pero sanguíneo, caliente y juguetón, los cubanos sean todos poetas, contradiciendo a Heidegger, en resurrección permanente.

*Por Gonzalo Fiore Viani y Verónica Cabido para La tinta / Fotos: Verónica Cabido

Palabras claves: Cuba, Fidel Castro, revolución

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