38 estrellas, fuga y olvido colectivo

38 estrellas, fuga y olvido colectivo
13 febrero, 2019 por Julieta Pollo

Por Manuel Allasino para La tinta

38 estrellas, la mayor fuga de una cárcel de mujeres de la historia es una obra de la escritora y periodista Josefina Licitra. En ella se relata la fuga llevada a cabo el 30 de julio de 1971 por 38 militantes tupamaras. Una acción conocida internamente como “Operación Estrella”, y que a pesar de haber conformado un hito internacional, fue condenada al olvido.

Licitra a través de una crónica impecable nos sumerge en la historia de esas jóvenes tupamaras que no superaban los veinticinco años de edad, y que a través de la organización política querían patear el tablero para crear un mundo nuevo: en dónde el hombre no sea lobo del hombre.

“Los excavadores terminaron su tarea a las siete de la tarde, y lo hicieron saber. Las reclusas escucharon tres golpes en el suelo -la señal significaba <<estamos abajo>> -y respondieron con tres golpes más: eso era <<estamos arriba>>. De inmediato, desde el túnel se hizo presión con un gato hidráulico y el piso se resquebrajó en cientos de grietas que las presas miraron en silencio. Entre los escombros asomaron las cabezas de los compañeros con luces de minero en la frente y el cuerpo recubierto de polvo. Se veía el destello blanco de los ojos y las dentaduras: parecían alegres. Lo estaban. Hombres y mujeres se tomaron de las manos velozmente -una especie de abrazo- y continuaron con el plan. Ellos se escurrieron por el túnel. Ellas colocaron una tabla y una manta encima, y siguieron como si nada ocurriera. -A ver si esto te gusta más- una interna apoya una carta: truco. Las demás sonríen. Pero siempre sonríen por esa otra cosa. A diez cuadras del penal, cinco tupamaros ultiman los detalles de un plan que viene tramándose desde hace ya cinco meses. Entran y salen de una casa, confirman la nómina de autos que se llevarán a las fugadas conforme vayan saliendo del piso y pasan lista de los lugares donde serán alojadas temporariamente. Se respira un optimismo tenso. Quizás, piensan, la acción logre cumplir su objetivo: recuperar compañeros – en lo posible, sin derramar sangre – y dar un golpe moral que ponga en ridículo a las instituciones de la democracia burguesa.  Una banda de presas políticas vaciando la cárcel de Cabildo es, además de una gesta, una brutal provocación al gobierno de Jorge Pacheco Areco: un presidente que asumió legalmente en 1967 – en reemplazo de otro mandatario que había muerto y que llevó a Pacheco Areco, entonces vicepresidente, a tomar su lugar – y que desde entonces lleva una gestión signada por el ajuste económico, la represión social y la prisión fácil para los militantes.  La instauración intermitente de las Medidas Prontas de Seguridad, un eufemismo del <<estado de sitio>> que permite a la policía detener ciudadanos sin respetar sus garantías constitucionales, viene llevando tras las rejas a cientos de integrantes de partidos y movimientos de izquierda. Y logró que, desde el minuto cero, y antes la certeza de que no tendrán un juicio justo, todos consideren la opción de escapar”.

La historia anclada en Montevideo, Uruguay, describe los pormenores de la mayor fuga de de una cárcel de mujeres: 38 tupamaras escaparon del penal de Cabildo, que funcionaba en una suerte de convento de la congregación del Buen Pastor, corriendo por las cloacas, y habiendo coordinado previamente con militantes de la organización para lograr la liberación.

La escritora Josefina Licitra, a través de una larga documentación que incluyó también varias entrevistas, entre ellas, la de Lucía Tapolansky, compañera de José “Pepe” Mujica y actual vicepresidenta de Uruguay, reconstruye uno de los hechos políticos y carcelarios más importantes de Latinoamérica.

“La cárcel de Cabildo estaba en un edificio antiguo que tomaba toda una manzana en el barrio montevideano de Tres Cruces, en el centro de la ciudad.  Desde hacía años estaba regenteada por una congregación de monjas del Buen Pastor que vivían ajenas a las corrientes progresistas que afloraban en la iglesia a fines de los 60. Dentro de un país laico como Uruguay, donde a principios del siglo XX habían quitado los crucifijos hasta de los hospitales públicos, esa cárcel era uno de los enlaces más arcaicos entre la religión y el Estado.  Aunque el contacto era cada vez más cosmético. Como en marzo de 1970 se había dado una fuga de trece presas políticas –conocida como Operación Paloma- , el control real había pasado a depender de la seguridad penitenciaria y las monjas solo se encargaban de la recepción y la administración. Graciela llegó a esa cárcel a los veintidós años. Décadas después, cuando escribiera 13 palomas y 38 estrellas, el único libro sobre las fugas de presas políticas uruguayas en los 70, haría un esfuerzo por describir ese espacio y se centraría en el grosor de las paredes: recordaría que nada del mundo exterior se filtraba hacia adentro. No llegaban las risas de los nenes que iban a la escuela, ni el repiqueteo de los autos sobre el empedrado, ni el siseo de las escobas en la vereda, ni las charlas ordinarias de un barrio que reproducía sus dimensiones mínimas en cada esquina. Graciela sólo rescataba una chispa de belleza en las columnas retorcidas del portal de la capilla neocolonial de la cárcel y en el campanario de cúpula azulejada. Pero todo lo demás era oscuro, vicarialmente silencioso. Las monjas la recibieron con murmullos y la llevaron al pabellón de militantes. Era el área más flexible del penal. Consistía en una suerte de casa con las puertas internas abiertas – había circulación libre entre los dormitorios, la cocina, los baños y la sala principal- y cubierta por la luz desganada de un depósito”.

La gesta heroica de la fuga de las militantes tupamaras fue rescatada del olvido por Josefina Licitra. Por eso, el libro es también una denuncia a la línea histórica del Uruguay y sobretodo, al revisionismo de izquierda, porque por cuestión de género, no tuvo el mismo lugar que otras fugas, como por ejemplo la de Punta Carretas realizada a dos meses de la Operación Estrella.

A su vez, Licitra, describe los lazos que la izquierda tenía en los diferentes países de la región, había un diálogo permanente entre Uruguay y Argentina. Entre Tupamaros y Montoneros. La fuga de mujeres en el penal de Cabildo tuvo su réplica en la cárcel del Buen Pastor en la ciudad de Córdoba con asesoramiento de militantes que habían participado en la Operación Estrella.

“Fue en ese contexto histórico que Lucía Topolansky apareció en los medios uruguayos por primera vez. Se dijo que había sido la entregadora de la financiera y que estaba requerida por la justicia.  Así que tuvo que pasar a la clandestinidad. Durante dos años, con un primer nombre de guerra -Ana- y con un apodo que aparentemente aludía a su cabeza imperturbable -Tronca-, hizo tareas diversas dentro de la 15: una columna mítica por ser estricta y militarizada, que en el auge del MLN llegó a estar a cargo de hasta cinco acciones diarias. En la 15, Lucía confeccionaba documentos falsos -era buena dibujando y le hizo uno a quien décadas después sería su pareja: Pepe Mujica-, y participaba de robos a bancos y demás acciones militares.  Una de las más grandilocuentes habría sido a poco de haber entrado al movimiento. En junio de 1969, se cree que formó parte de un operativo en la General Motors pensado para darle la <<bienvenida>> a Nelson Rockefeller, entonces gobernador del estado de Nueva York y considerado el <<banquero del Imperio>>. Rockefeller estaba de gira por el sur, enviado por Richard Nixon, y recibió una especie de mensaje transversal. Cinco tuparamos lograron entrar a la General Motors –tres se disfrazaron de militares, dos treparon un alambrado-, bañaron con combustible la administración y ocho autos de la empresa, encendieron el fuego y huyeron en un auto que los esperaba afuera. Lucía jamás lo admitiría, pero se cree que era una de las dos personas que aguardaban en el coche”.

38 estrellas, la mayor fuga de una cárcel de mujeres de la historia de Josefina Licitra es una obra brillante, potente y lúcida. Un relato político y policial extraordinario, que viene hacer justicia con la lucha de las mujeres en esta parte del mundo.

Sobre la autora

Josefina Licitra (La Plata, 1975) es periodista y escritora. Publicó los libros Los imprudentes. Historias de la adolescencia gay lésbica Argentina (Tusquets), Los otros. Una historia del conurbano bonaerense (Debate) y El agua mala. Crónica de Epecuén y las casas hundidas (Aguilar).

Sus crónicas figuran en varias antologías del género. Escribe para medios nacionales y extranjeros, entre ellos el New York Times en Español, la revista Piauí (Brasil) y el diario El Mercurio (Chile). Está a cargo de la edición de la revista de narrativa Orsai. En el año 2004 ganó el premio a mejor texto de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, dirigida entonces por Gabriel García Márquez.

*Por Manuel Allasino para La tinta. Imagen de portada: Julieta Pollo.

Palabras claves: 38 estrellas, Josefina Licitra, literatura, Novelas para leer

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