Ford, la dictadura y el fútbol

Ford, la dictadura y el fútbol
12 diciembre, 2018 por Redacción La tinta

Luego de más de 40 años de impunidad, el Tribunal Oral Federal de San Martín condenó a exdirectivos de la automotriz Ford por el secuestro de trabajadores de la planta de Pacheco durante la última dictadura militar. La Coordinadora de DDHH del Fútbol Argentino rescató la historia de aquellos obreros que hacían de la pelota un espacio más de organización sindical hasta que la empresa remplazó canchas por cuarteles.

Por la Coordinadora de DDHH del Fútbol Argentino

Después de más de 40 años de impunidad, la pelota voló para el lado de la justicia. Así lo dictaminó el Tribunal Oral Federal de San Martín al condenar al ex jefe de Manufactura de Ford, Pedro Müller, a 10 años de prisión; al ex jefe de Seguridad Héctor Sibilla, a 12; y a Santiago Riveros, ex titular de Institutos Militares del Ejército, a 15 años.

La Coordinadora de DDHH del Fútbol Argentino rescató la historia de aquellos obreros que con su lucha lograron que la empresa construyera canchas y quinchos para garantizar el descanso, la comunión y la discusión entre compañeros de lucha. Ese espacio ganado terminó convirtiéndose en cuarteles con más de 400 efectivos de diferentes fuerzas y un centro clandestino de detención.


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Carlos Propato tarda menos de un segundo en desempolvar ese rincón de su memoria. “Claro que jugábamos al fútbol en la fábrica. La pelota funcionó como un hilo para unir a los distintos compañeros”, explica para corroborar la ineludible, al menos en este rincón del planeta, asociación entre obreros y goles. Enseguida, antes de contar algún pormenor sobre su aceptable rendimiento como volante central, aclara que la posibilidad de patear después de la jornada laboral no les llegó como un regalo del cielo, sino como el fruto de organizarse para exigirle a la empresa mejores condiciones de trabajo. A mediados de 1971 se inauguró el centro recreativo en la inmensa –alrededor de 244.000 metros cuadrados- planta que Ford había instalado en la localidad de General Pacheco diez años antes. La multinacional estadounidense, de posición dominante en el sector automotor, tuvo que hacerse cargo de la construcción de cinco canchas de césped natural y de cuatro quinchos para que los partidos fueran analizados y discutidos con un pedazo de carne de por medio. Cada sección tenía su equipo y una parte importante de los 7.000 obreros participaba de los picados que se armaban a diario para escaparle a una dinámica productiva imparable.

Hasta que el 24 de marzo de 1976 la cotidianeidad se tornó irrespirable.

Los investigadores Victoria Basualdo, Tomás Ojea Quintana y Carolina Varsky, en un artículo publicado en el libro “Cuentas pendientes. Los cómplices económicos de la dictadura”, narran el contexto que permitió la irrupción de los campeonatos en esa porción del norte del conurbano: “Hacia mediados de los años 70, luego de un período de crecimiento de la industria automotriz en el país, en la planta de Pacheco se produjo un proceso de movilización y organización de las bases, que eran representadas por unos doscientos delegados de fábrica”. Propato, que se desempeñaba como primer oficial de pintura en el departamento de montaje desde el 5 de septiembre de 1970, fue protagonista de esa época de entusiasmos como delegado de planta. Y fue además testigo de cómo el fútbol se transformó en un eje clave de socialización: “Hubo una selección de Ford que compitió en el torneo intersindical. Representaba a todo el gremio y salió campeona. Los muchachos practicaban todos los días y habíamos conseguido que la empresa les pagara las horas de entrenamiento. Hacían de locales ahí y muchos nos quedábamos a ver los partidos. Fue lindo el festejo cuando levantaron la copa”.

Hasta que la dictadura instaló un centro clandestino de detención en el corazón de la fábrica.

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(Imagen: Bernardino Avila / Pagina12)

El proceso genocida en la Argentina comenzó antes del golpe de Estado y lo sucedido en Ford sirve como muestra. Cuando todavía los amistosos entre trabajadores eran moneda corriente porque el terror no era amo y señor de las canchas, las Fuerzas de Seguridad pusieron un pie en la planta en el marco de la potente alianza que trazaron con una de las corporaciones económicas que mejor se adaptó, en un escenario de desindustrialización planificada, a lo que algunos especialistas denominan “etapa de la valorización financiera”. Policía, Prefectura, Gendarmería y Ejército. Llegaron y se quedaron. Armaron un cuartel de más o menos 400 hombres. Propato lo sabía. Sus compañeros, también. Aún no los perseguían pero la presencia intimidaba. En su función de oficial de pintura, terminó de preparar varios Falcon verdes sin saber que se utilizarían meses más tarde para desaparecer gente. De a poco, lejos parecía ir quedando el tiempo en que había margen para, por ejemplo, invitar a José Omar Pastoriza, ídolo de Independiente y alguien con ejercicio propio del sindicalismo como secretario general de Futbolistas Argentinos Agremiados, a jugar a General Pacheco. “El Pato vino con Moreira y con un arquero del plantel. Fue todo un acontecimiento. Le pedían fotos y todos querían tenerlo en su equipo. Era lógico: jugaba un fenómeno”, apunta Propato, a quien su afecto por Nueva Chicago no le impedía –ni le impide- disfrutar de los buenos mediocampistas.

Hasta que Ford, a través de algunas de sus principales caras a nivel local, empezó a entregar los nombres, los legajos y las fotos de los trabajadores a los que pretendía arrasar.

Propato fue secuestrado de su lugar de empleo el 13 de abril de 1976. Lo torturaron durante más de 12 de horas en el quincho al que el Ejército había vuelto centro clandestino de detención. No fue el primero. A tres se los habían llevado el 24 de marzo; a cuatro más, el 26. En total, a 24. Por ese entonces las patrullas iban de acá para allá y los pasillos estaban repletos de soldados con armas largas. A Propato lo trasladaron a la comisaría de Tigre, donde estuvo preso ilegalmente durante casi dos meses. De ahí, a la cárcel de Villa Devoto y, después, a Sierra Chica. El Poder Judicial demoró 42 años en sentar a los responsables en el banquillo de los acusados. Su voz no pierde potencia: “Se nos fue escapando la vida. Pero esto es importantísimo para las generaciones que van a venir”. Pedro Muller, máxima autoridad de la planta en ausencia del presidente; Héctor Sibilla, jefe de seguridad de la fábrica; y Santiago Omar Riveros, jefe de la Zona de Defensa de Campo de Mayo, escucharon el veredicto del Tribunal Oral Federal 1 de San Martín este martes 11 de diciembre. Nicolás Courard, ex presidente de la empresa, y Guillermo Galarraga, ex gerente de Relaciones Laborales, murieron sin haber sido investigados.

Hasta que, como afirma el alegato presentado por la querella, el Derecho asome como una posibilidad de construir verdad y de reparar heridas. Hasta que Ford, representante de los grandes ganadores del modelo económico impulsado por el gobierno de Jorge Rafael Videla a través de José Alfredo Martínez de Hoz, también sea alcanzado por la memoria, por la verdad y por la justicia. Y hasta que el fútbol, una vez más, ilumine los picados y los potreros y los goles de quienes, como Propato, siguen apostando por un mundo mejor.

*Por la Coordinadora de DDHH del Fútbol Argentino

Palabras claves: Dictadura Cívico-Militar, Ford

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