En la Argentina de hoy

En la Argentina de hoy
7 diciembre, 2018 por Redacción La tinta

Casi la mitad de los menores de edad en Argentina son pobres. Los datos del estudio de UNICEF indican, además, que 6,3 millones de niñas y niños ven vulnerado el ejercicio efectivo de sus derechos y padecen «privaciones severas». Esto ya no es una brecha, es un exterminio, lento, planeado, sistemático. ¿De qué patria hablamos?

Por Estefanía Pérez de Villa Marietti para La tinta

En la Argentina de hoy, el 48 por ciento de los niños, niñas y adolescentes es “pobre multidimensional”, según un estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). De ese porcentaje, 20 puntos sufren condiciones de “pobreza severa”, vinculadas con cuestiones como vivienda y educación.

En la Argentina de hoy, para muchxs, el valor de tu vida merece ser sopesada rápidamente, con la rapidez de un guiño de ojo, de un pulsar del gatillo, uno fácil, en esta Argentina, tu vida no merece ser amparada por la constitución.

En la Argentina de hoy, tenés muchas empresas de celulares que te ofrecen una rápida comunicación a precios accesibles, como en Europa o Estados Unidos, es genial. Y podés pagar lo mismo por un par de zapatillas en el supermercado o por un pasaje de avión para ver el Obelisco y, de lejos, la Casa Rosada -cada vez más de lejos, metáfora de cómo todo se aleja-.

En la Argentina de hoy, tenés que elegir qué hacer con tu salario mínimo, cuántos litros de leche podés comprar por mes, si es que querés llegar a trabajar pagando el colectivo, y al kilo de pan en el almuerzo familiar lo reservás sólo para los domingos.

En la Argentina de hoy, una final de fútbol genera vergüenza por el qué dirán afuera de nosotrxs, eternxs adolescentes descarriadxs.

En la Argentina de hoy en día, mueren docentes por explosiones de gas en escuelas en mal estado, esas escuelas donde el Estado no está muy seguido, las del conurbano, la periferia, las centenares de Zanjas de Alsina que están en las fronteras internas del país actual. Pero la explosión no causa tanta indignación como sí la provoca que los docentes se quejen y hagan paro, y queriendo hacer un salto lógico -que pronto se vuelve ilógico-, equiparan paro con «los maestros no quieren trabajar».

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Benditos por unos y malditos por otros, esos lugares comunes en los que incurren e incurrimos; lugares que nos persiguen y, haciéndolo, impiden el juicio crítico que como sociedad necesitamos para salir de este eterno retorno a la violencia, violencia que tan bien sirve a la Ministra de Seguridad para aumentar su intención de voto. En lugar del juicio crítico, se anquilosan los prejuicios que ahondan más el determinismo de los destinos posibles en la Argentina de hoy, donde, ante la ausencia de políticas públicas inclusivas, de lo único que depende tu destino, el mío y el de todxs, es de la suerte, del azar que te llevó a nacer en: esta casa, aquel barrio, la misma calle que tus viejos, la pieza del fondo de un conventillo, un rancho en el impenetrable, el Nahuel Hue, una torre de veinticinco pisos o un barrio cerrado con nombre rimbombante.

En la Argentina de hoy en día, para quienes trabajamos en educación, con esos números que arroja UNICEF, a grosso modo, podemos decir que un tercio de nuestra población áulica es pobre y nosotros, los docentes, le pegamos en el poste. Las escasas políticas que buscaron revertir esa desigualdad aún hoy generan malestar en quienes prefieren pensar la pobreza en términos meritocráticos, llegando, incluso, a afirmar que, para esos niños y niñas, no sirven los planes, no hay ESI que se merezcan porque sus familias eligieron tener tantos hijxs y eligieron ser pobres, así como también eligen tener enfermedades o eligen la mugre, la miseria, la mendicidad, la eligen como quien elige qué par de medias ponerse cada mañana.


Y la mirada del miedo los ve caer, finalmente, en la escuela pública, y ésta, en vez de ser agujero, se convierte en lucha y espejo de lo mejor que puede ser cada unx. Para que, conquistando el derecho a la educación, puedan conquistar otros. La escuela se transforma en un arma, es el derecho que otorga derechos, es la institución que les intentará dar un hilo para que narren su trama dentro de la Argentina de hoy, y que ésta no sea mimética, sino que brille por su unicidad.


En la Argentina de hoy, el gobierno de unos pocos determinó que, ante este aumento de los niveles de pobreza en la población infantil, lo mejor que puede hacerse es reducir el presupuesto para el 2019 y no poco, un 36% menos, ¿qué tal? Esto ya no es una brecha, es un exterminio, lento, planeado, sistemático, ejecutándose limpiamente en las sesiones del Senado, en las cometas de los diputados, en los sobresueldos de los que quieren seguir yéndose a Miami a ser alguien y no padecer la vergüenza de ser argentino.

En la Argentina de hoy en día, si un tipo que te está por violar te convida una Cindor, la Justicia dirá que no hubo intención violenta, no importa si te vas a morir, la Cindor bien valió la pena, eso es lo que piensa la justa justicia que pareciera llegar sólo a quienes tuvieron poca suerte en el azar de haber nacido en el lugar incorrecto.

Cuando pongan el himno la próxima vez, no lo cantes, ¿por qué? Porque la Argentina hoy está muerta, ya no tenés patria, ya no hay metáfora de nada, te sacaron todo, hasta la poesía del fútbol y no te diste cuenta, o miraste para otro lado, o estabas cansado, o simplemente te pareció que estaba bien.

Si la patria es, en un sentido amplio, pero literal también, el lugar de la narración común, me pregunto yo quiénes somos argentinxs hoy. No pueden lxs que gobiernan apelar siempre al mito fundacional como único lugar de lo público. El lugar de lo común debe ser un espacio de derechos que, ampliándose diariamente, permita reducir la brecha de quienes quedan fuera de ese país imaginario, incluyéndolos en una trama común. Decía Rilke que la única patria del hombre es la infancia, teniendo la mitad de nuestra población infantil, eso es más de seis millones de niños y niñas, que no están pudiendo serlo, ¿de qué patria estamos hablando?

* Por Estefanía Pérez de Villa Marietti para La tinta. Docente de nivel medio y Lic. Ciencias de la Educación. 

Palabras claves: educación, Pobreza

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