Desenterrar la arena: sobre los Chalecos Amarillos y la cultura política francesa

Desenterrar la arena: sobre los Chalecos Amarillos y la cultura política francesa
12 diciembre, 2018 por Gonzalo Fiore Viani

Las masivas protestas que estremecen a Francia tienen razones actuales y urgentes, pero también están ancladas en la historia del país.

Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta

Decía el revolucionario y médico francés asesinado en 1793, Jean-Paul Marat, que era necesario “organizar el despotismo de la libertad contra el despotismo de los reyes”. Marat, hombre clave de la Revolución Francesa, luego identificado como la cara visible de los excesos revolucionarios tras el fin de la llamada etapa del terror y la caída de la República, no podría haber supuesto nunca que, más de 200 años después, en la Francia de 2018 -y el mundo-, los reyes serían las finanzas internacionales sin rostro, las élites globalistas y un importante sector de la clase política tradicional, mientras que el pueblo oprimido seguiría siendo el mismo.

Charles De Gaulle, quien fue héroe de la resistencia contra los nazis, fundador de la V República y mandatario francés por poco más de diez años, supo decir que tanto el deseo de privilegio como el gusto por la igualdad son “pasiones dominantes y contradictorias de los franceses de toda época”. Lo cierto es que, en Francia, históricamente, se ha exigido garantizar servicios sociales, como la educación y la salud, a la vez que pedir la reducción de impuestos, considerados extremadamente altos por la amplia mayoría de los franceses, siempre reticentes a la acción recaudadora del Estado, quizás, en parte, herencia de la revolución de 1789, en una manera similar a los norteamericanos.

No es un dato menor que la chispa que comenzó el incendio de las últimas semanas fue el aumento en los precios de los combustibles y que una de las mayores exigencias del movimiento sea la de reducir los impuestos.

Francia manifestante chaleco amarillo la-tinta

Otra de las famosas máximas gaullistas puede servir hoy para entender qué moviliza a los seguidores del Frente Nacional –de Marine Le Pen-, la que tiene grandes posibilidades de convertirse en la fuerza política mayoritaria de Francia, encabezando todas las encuestas para los comicios a celebrarse en 2019 para el Parlamento Europeo: “No hay que engañarse. Está muy bien que haya franceses amarillos, franceses negros y franceses morenos. Eso enseña al mundo que Francia está abierta a todas las razas y que tiene una vocación universal. Pero con la condición de que sean una pequeña minoría. Si no fuera así, Francia no sería Francia. Somos todos, ante todo, un pueblo europeo de raza blanca, de cultura griega y latina, y de religión cristiana. Basta de cuentos”. Por ahora, junto a Jean-Luc Melenchon, del frente de izquierda Francia Insumisa, la líder de extrema derecha parece ser la única dirigente política capaz de encarnar el descontento popular, con un discurso que interpela tanto a los sectores trabajadores empobrecidos como a las capas medias descontentas con la inmigración, especialmente proveniente de países árabes y africanos.


Finalmente, Emmanuel Macron se vio obligado a anunciar una buena batería de medidas, entre ellas, un aumento de 100 euros del salario mínimo para 2019; cancelar el aumento de CGS (Contribución Social) para jubilaciones menores a 2.000 euros; la exención impositiva para horas extras desde el año que viene. Además, reunirá a los empresarios y les pedirá que paguen un bono de fin de año. Sin embargo, el movimiento de protestas contra el presidente ya ha dejado en claro que este tipo de medidas solo benefician a las grandes compañías. Por ejemplo, al no ser parte del régimen fiscal, las horas extras solo significan menos cargas sociales para el empleador. A su vez, el presidente sigue sin dar respuesta a los reclamos que exigen la eliminación del impuesto a la riqueza.


Desde su elección en 2017, Macron fue visto como la gran esperanza de la élite liberal mundial globalista. Sin embargo, la realidad comienza a llevarse por delante el paradigma del multilateralismo y de la globalización como ente supremo que viene a solucionar todos los problemas. Mientras que el presidente no logre resolver los conflictos estructurales de la sociedad francesa, siembra un terreno extremadamente fértil para el crecimiento del Frente Nacional de Le Pen. Nadie imaginó, hace unos años, que iba a surgir Donald Trump y que se le iban a sumar Matteo Salvini, Rodrigo Duterte, Jair Bolsonaro, o que Vladimir Putin iba a revalorizarse de esta forma, rodeado de líderes que lo admiran o se ven como semejantes. A veces, la historia no va por donde debería ir y los futuros posibles se incendian, como los Campos Eliseos en las últimas semanas.

Francia Campos Eliseos protestas la-tinta

Los estudiantes universitarios, que ya habían protagonizado revueltas contra el gobierno, bloqueando facultades en abril de este año, también se han sumado a las marchas. Los Chalecos Amarillos (Gilets Jaunes) vienen demostrando, en consonancia con la historia política francesa, que las reivindicaciones se conquistan a través de la lucha organizada, exigiendo y demandando. No está de más recordar que Francia no solo dio al mundo la primera de las llamadas revoluciones burguesas, sino que también, en París, se produjo la primera experiencia socialista de la historia, la Comuna de 1871; además de las sonadas protestas que se dieron en mayo de 1968, donde los estudiantes escribían que abajo de los adoquines estaba la playa. Por lo pronto, los Chalecos Amarillos parecen haber comenzado a desenterrar la arena.

*Por Gonzalo Fiore Viani para La tinta

Palabras claves: Chalecos Amarillos, Emmanuel Macron, Francia

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