El romper de la ola: Tribunal ético popular feminista a las políticas del G20
Del 26 al 30 de noviembre, cientos de personas de América Latina y el mundo viajaron a Buenos Aires para participar del Foro Feminista contra el G20. Detrás de las vallas que blindaron la cumbre presidencial, mujeres viejas y jóvenes, lesbianas y trans, indígenas y urbanas, se reunieron para compartir experiencias y desafíos de uno de los pocos movimientos sociales que crece y avanza mientras la derecha se impone en los gobiernos de diversos países. Compartimos en esta serie algunas de las voces que estuvieron presentes en ese encuentro. Entrevistamos a Sofía Garzón, representante del Proceso de Comunidades Negras (PCN) de Colombia.
Por Lucía Maina para La tinta
Revolución.
Sustantivo femenino.
Del latín revolutio: acción y efecto de dar vuelta de un lado a otro.
Las comunidades negras y migrantes. Los cuerpos y los territorios. Los patitos feos y las novelas de la infancia. El cuidado de niñxs y ancianxs. Los algoritmos, el trabajo en plataformas y la economía 4.0. Las turbulencias financieras y la deuda externa. La vida y la religión. La justicia y el banquillo de las acusadas. Cada día más, la ola del feminismo parece atravesarlo todo, como una fuerza que se alza desde las profundidades para dar vuelta este mar de época.
“El feminismo es revolución. Este feminismo del desborde, que camina por el Abya Yala, y que revoluciona nuestras vidas, nuestras comunidades, nuestro continente, será plurinacional, soberano, territorial o no será. Porque nos quieren con miedo, sumisas, obedientes, sometidas, precarizadas, explotadas, empobrecidas y en silencio. Pero esta revolución feminista llegó para quedarse y no hay marcha atrás”. Así termina la sentencia del Tribunal Ético Popular Feminista contra las políticas de explotación capitalistas, racistas y patriarcales del G20, que se reunió el pasado 29 de noviembre en Buenos Aires.
Un día antes de que las principales figuras del poder mundial llegaran a la cumbre presidencial realizada en Argentina, feministas de varios países ocuparon una carpa en la Plaza de los Dos Congresos para juzgar las consecuencias que generan las políticas de la “nueva gobernanza global”. El Tribunal, inaugurado por la madre de Plaza de Mayo, Nora Cortiñas, y un Jurado integrado por mujeres dirigentes de diversas organizaciones políticas, académicas y movimientos sociales de América Latina, recibió las denuncias provenientes de distintas comunidades. Tanto este encuentro como el resto de las actividades que se dieron en el marco del Foro Feminista contra el G20 concentraron, en pocos días, la diversidad de temáticas y luchas que abarca este movimiento social y permitieron compartir y seguir construyendo una mirada propia sobre las problemáticas que se viven en el mundo actual.
“El feminismo está cuestionando cómo se ha deshumanizando la vida y está volviendo a colocar la vida como centro, y eso es profundamente radical y revolucionario”, dice la colombiana Sofía Garzón, una de las denunciantes del tribunal que se realizó en Buenos Aires que nos cuenta, en esta entrevista, la situación que se vive en su país y algunos de los debates compartidos durante el foro.
La participación de Sofía en el tribunal ético popular se dio como representante del Proceso de Comunidades Negras (PCN), un espacio nacido en Colombia en la década de los ´90, conformado por más de 140 organizaciones de base, consejos comunitarios e individuos ubicados en diversas regiones del país que trabaja por el reconocimiento de los derechos étnico territoriales del pueblo afrodescendiente. La reafirmación de la identidad cultural de las comunidades negras, el fortalecimiento de su autonomía en la organización y la toma de decisiones, la defensa del ambiente y de sus territorios, la reparación histórica por la trata esclavista, la defensa de los derechos de las mujeres afrodescendientes y la lucha contra el racismo son sus principales líneas de acción.
—¿De qué se trató el Tribunal ético popular antirracista y feminista a las políticas del G20?
—Sabemos que el grupo de los 20 tiene una lógica de coordinar acciones jurídicas, económicas y políticas para profundizar el neoliberalismo. Entonces, colectivas feministas convocaron a mujeres de diferentes partes de Latinoamérica que estamos haciendo resistencias activas a estas políticas y presentamos nuestras denuncias concretas a ese tipo de articulaciones políticas y jurídicas que realizan desde el G20.
—Tu participación en el tribunal fue como denunciante, ¿cuál fue la problemática que plateaste?
—Concretamente, el genocidio del pueblo negro en Colombia. Nosotras estamos siendo, en este momento, atravesadas por diferentes situaciones. En toda la costa pacífica, todavía no hay acueductos ni agua potable, los hospitales y las universidades públicas están desfinanciados, las mujeres están teniendo que salir a trabajar como empleadas domésticas en hogares de las grandes ciudades. Se está perdiendo todo el saber y relacionamiento que tenemos con los elementos de la naturaleza, es una forma de expropiar lo que sabemos y nuestro cuerpo para apropiarnos como empleadas desechables y descartables. Entonces, vinimos a compartir eso, a decir que, en este momento, el sistema de justicia nos está criminalizando por el color de piel, por estar empobrecidas, porque pueden hacerlo. La idea es que el foro feminista también sirve para encontrarnos y pensar cómo vamos a responder a estas situaciones que vienen pasando no solo en Colombia, sino en todo Latinoamérica y en el resto del mundo también.
—¿Qué otras denuncias se plantearon en el tribunal y qué otros temas se debatieron durante el Foro Feminista?
—Las denuncias en el tribunal están articuladas en tres ejes: el ascenso del fascismo, el extractivismo y desplazamiento de los territorios, y los movimientos migratorios, sobre todo, desde los pueblos venezolano y centroamericano. Pero, en otros espacios, como la Red de Género y Comercio, se trató de pensar la economía política feminista. Ha sido muy gratificante ver que hay mujeres que están pensando y planificando la transición, porque estamos pensando estrategias para el cuidado y el auto cuidado, pero también para cambiar la forma en cómo está distribuida la producción y el consumo. Por ejemplo, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, hubo un panel de compañeras que pensaban el feminismo 4.0, algo que nadie había escuchado antes. Compañeras que están pensando qué significa esta cuestión de los algoritmos con sesgos de géneros, que van a evitar que las mujeres podamos tener incluso participación en el mercado de internet; compañeras que hablaban de cómo somos afectadas porque hay un sesgo para el acceso, pero también para la producción de hardware y software. Eso fue muy interesante, porque, además de decir que el avance tecnológico no puede ser de cualquier manera y a cualquier precio, implica sumergirse en el tema, detallarlo y describirlo para poder transformar esos flujos de producción, que están conectados con las industrias extractivas y con el capital transnacional que está financiarizando la vida y produciendo esos cuerpos desechables.
Una compañera indígena de Venezuela nos decía, por ejemplo, que están produciendo una bebida que se llama cocuy y que la están transando en criptomoneda. Entonces, podría parecer que todo este mundo de lo intangible está alejado, pero resulta que hay compañeras que se han ingeniado la manera de volverlo una experiencia de transformación de sus realidades y de sostenimiento de sus economías, y eso nos hace tener que explorar posibilidades. Es esperanzador mirar y compartir ese tipo de experiencias.
—¿Qué está aportando el feminismo, como movimiento social y desde Latinoamérica, en este contexto político y económico particular que se vive hoy?
—Creo que el feminismo está cuestionando y criticando profundamente la forma en cómo se ha deshumanizado la vida en general y que está volviendo a colocar la vida como centro. Y eso es profundamente radical y revolucionario. Siento que nos estamos articulando y, como decían varias compañeras, estamos haciendo lazos, pero nosotras mismas somos lazos. En ese sentido, esta situación de que juntas estamos transformando ya en el cotidiano las realidades es una respuesta concreta a que ya no nos estamos pasando entero el cuento del progreso, el cuento del desarrollo, el cuento del empobrecimiento, que nos aleja de nuestros cuerpos, y que no estamos dispuestas a permitir ni a dejar pasar la violencia autoritarista, fascista, racista, machista. Algunas decimos que se está haciendo más oscura la noche, pero vamos a hacer que amanezca pronto y a darle la vuelta a esta página de miseria, que ahorita es lo que estamos viviendo.
*Por Lucía Maina para La tinta / Foto de tapa: Guadalupe Scotta