Ni permiso ni perdón
Nos gritan Putos. Se ríen. Nos tocan bocina. Es algo recurrente, cotidiano. Me río. Igual, de chico no me reía. Me largaba a llorar. Quería irme corriendo a mi casa, y largarme a llorar.
En algún punto las bardeadas por puto dejaron de hacerme llorar. Me acostumbré y me empecé a reír. Qué triste. No me hice fuerte: me hice indiferente a la pelotudez ajena, y con eso al sufrimiento de los demás.
Los otros días iba por la calle de la mano con mi novio y siento Bang Bang! Me doy vuelta. El chico que está detrás mío me dice: «Sí, a vos, a ustedes, los voy a cagar a tiros». Lo vuelvo a mirar, le pregunto si le pasa algo. Siento una angustia terrible. Es más bajo que yo, más chiquito, pero está todo erguido y me dice que nos va a cagar a piñas. Mi chico con su pelo todo rojo lo mira, con la cara toda roja de la angustia lo miro. Él se adelanta y nos sigue diciendo, los voy a cagar a piñas. Yo sigo preguntándole qué le pasa. Los voy a cagar a piñas. Te voy a denunciar. No vas a llegar. Se ríe. Te voy a cagar a trompadas antes. La gente no hace nada. Siento una angustia, me voy a largar a llorar. ¿Por qué no puedo decirle que el que va a cagarlo a piñas voy a ser yo? Nos siento tan solos. Nadie hace nada. Es un sabor tan amargo sentir esa violencia otra vez.
¿En qué momento me acostumbré a las bardeadas? Todes. Todes indiferentes. Una sola chica, al final de la cuadra nos dice «tranquilos chicos, somos muches más». Eso me sabe a terrible apoyo, terrible sostén.
Estuve sintiendo tan distinto estas violencias. Fue tan distinto cuando nos violentaron. ¿En qué momento me acostumbré?
No quiero llegar sólo a les que sienten/piensan como yo. Quiero que lean les que piensan que ser puto está mal. Ser puto no está mal, pero te tenés que ubicar. No quiero pedir permiso ni perdón por lo que soy. Ni por cómo amo. Ni verme llorando porque un pibe me ve como una amenaza a su masculinidad, a su pose de macho erguido.
No tengo ganas de aprender a ser violento. No nos digan que esto va a pasar. Tenés que bajar un cambio, no darte la mano, no besarte. No sean cómplices. No nos digan qué sentir, cómo reaccionar ante la violencia. Si ven esta violencia, hagan algo.
*Por Franco Cellone / Foto: Colectivo Manifiesto.