Tarde para morir joven: pincelazos de cine chileno

Tarde para morir joven: pincelazos de cine chileno
6 diciembre, 2018 por Redacción La tinta

El fin de semana, el Cineclub Municipal proyectó la tercera película de la directora chilena Dominga Sotomayor, un drama nostálgico dirigido con precisión. Una joya joven con una fotografía para no perderse.

Por Redacción La tinta

Sofía es una adolescente que vive en una comunidad chilena alejada de las ciudades, pero no de las problemáticas propias de su edad. El amor, la construcción de la identidad y los deseos de la protagonista van a conducir un relato que se apoya en personajes secundarios, construyendo una densidad de símbolos y metáforas para delicia de quienes aman el cine de festivales.

Es extraño pensar en diciembre como un mes asociado al visionado de películas. El calor y las reuniones de fin de año que se multiplican hacen que sea usual postergar las visitas al cine para el próximo invierno. Por eso, encontrarse con propuestas como «Tarde para morir joven» es a todo o nada: no se puede entrar a ver esta película si estamos pensando dónde nos toca Navidad este año y con cuáles parientes.

Desde un principio, nos queda claro que hay un pulso firme de Dominga Sotomayor, la joven directora que se llevó el premio a su labor en el Festival de Locarno. No hay que confundir ese pulso con lo que pasa en el relato, que divaga. Pero lo hace muy bien, entre momentos musicales acertados donde, incluso, Vilma Palma e vampiros aparece.


Es que la película está ambientada en un Chile de incipiente democracia a principios de los noventa. Con una fotografía maravillosa, se suaviza una dirección de arte que, muchas veces, puede resultarnos exagerada. Y, aunque tal vez la reconstrucción de la memoria en los atuendos y las combinaciones de colores denota un exceso estético (quizás no estaba tan presente en una comunidad como la retratada), la fotografía endulza nuestras miradas haciéndonos disfrutar de tales excesos.


En el film, hay mucha presencia del paisaje y se utilizan planos generales con mucho movimiento interno, dándonos la sensación de estar frente a un director de fotografía amante del impresionismo. Cuadro tras cuadro, vamos teniendo la percepción de estar frente a una pintura. Esa idea se rompe con una magnífica dirección de actores y actrices, que habitan los fotogramas transmitiendo una naturalidad propia de un registro familiar en VHS.

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Hay una pintoresca cuestión: para oídos no entrenados en las dicciones del país vecino, que respetan la identidad cultural y la forma de hablar en Chile, puede llevarnos una energía extra comprender algunos diálogos, un poco más cuando el relato divaga.

Es muy positivo que el cine se despegue de las formas narrativas tradicionales en tanto es un cine de memorias, que se compone de recuerdos de la directora. En ese punto, el cruce notorio es con Lucrecia Martel, a quien le gusta pensar el cine como constructor de sentidos y emociones.

Nuestra propuesta es ver y pensar la película en dos posibles direcciones: o abandonarse al goce estético y disfrutar de la belleza captada por el lente, o (y está dirección nos gusta más) ir a la pesca de los símbolos y metáforas siempre implícitos en muchas escenas. Incluso, salimos diciendo “¿de qué me habló esta película?».

Nada mejor para esta época del año que el ejercicio de abandonar un poco la tupida agenda, mirar Tarde para morir joven y salir en busca de empanadas y un vino, el tercer tiempo de quienes amamos el cine. Y pensar.

* Por Redacción La tinta

➡ Tarde para morir Joven. Drama –  1 hora 50 minutos – Escrita y dirigida por Dominga Sotomayor – Fotografía de Inti Briones – Con Demián Hernandez, Antar Machado y elenco.

Palabras claves: Cine chileno

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