“Una mujer que puede tener un parto respetado es absolutamente poderosa”

“Una mujer que puede tener un parto respetado es absolutamente poderosa”
23 noviembre, 2018 por Redacción La tinta

Patricia Rosemberg tiene 46 años y desde hace 24 se desempeña como médica generalista. A lo largo de cinco años y hasta 2016 trabajó como directora de la Maternidad Estela de Carlotto, en la provincia de Buenos Aires. Convencida sobre la necesidad de bajar los índices de mortalidad materna y violencia obstétrica. Durante su gestión se modificaron prácticas para garantizar derechos sexuales –reproductivos y no reproductivos–. En ese marco, asumió el compromiso institucional de llevar a la práctica una política de partos respetados, dentro del programa Maternidad Segura y Centrada en la Familia.

Por Irina Morán para Alfilo

Durante la mañana del 2 de noviembre, en el Hospital Municipal Príncipe de Asturias, Patricia Rosemberg brindó la conferencia: “Gestión de Servicios de Salud desde un enfoque de Derechos y de género. La experiencia de la Maternidad de Moreno Estela de Carlotto”. La actividad se desarrolló en el marco de la “Jornada sobre atención respetuosa de procesos de embarazo, parto, nacimiento y posparto”, organizada por este centro de salud, junto a las secretarías de Extensión de Facultad de Filosofía y Humanidades y la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba.

Allí, en una sala amplia del hospital de Villa Libertador, frente a un auditorio colmado de médicos, pediatras, obstetras, personal de enfermería, residentes y personas interesadas en la temática, Patricia brindó detalles significativos sobre el trabajo que demandó, en la maternidad Estela de Carlotto, implementar un atención integral basada en el respeto y las necesidades de las personas gestantes, en el momento de vivir la singularidad de cada embarazo y nacimiento.

De mirada cálida y voz serena, Patricia posee esa templanza y sabiduría que adquieren las personas capaces de atravesar proezas colectivas. No tiene problemas en admitir de manera pública un “no sé”, pero como médica respetuosa trabaja de manera firme para revertir o detener situaciones donde prevalece la violencia.


“Lo que sabemos que daña tenemos la obligación de modificarlo ahora”, expresa convencida. “De lo contrario, estamos hablando de un marco teórico que nunca tiene piel”. Y agrega: “El desafío es cambiar las practicas violentas para garantizar derechos en instituciones públicas. Si decimos que queremos un mundo mejor, hagámoslo”.


Bajo esa convicción, y después de haber respondido cada una de las inquietudes surgidas al calor de un público atento que tomó nota sobre el contenido de su charla, Patricia Rosemberg se dispone a conversar con Alfilo, junto a profesionales de la colectiva Mujeres por un Parto Respetado Córdoba.

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(Imagen: Natalia Roca)

—Si tuvieras que decir en qué consiste un parto respetado, ¿cómo lo explicarías?

—En nuestro país existe una Ley, la 25.929 de Parto Respetado donde se detallan los derechos que tenemos las personas en relación al proceso de parto. Una ley que es muy importante conocerla, porque ¿qué es un parto respetado? Es aquél donde se respeta el proceso fisiológico del parto y el nacimiento. Y respetar el proceso fisiológico del parto y nacimiento significa que la mujer vuelva a ser la protagonista de ese momento. Y esto que suena tan lindo, ¿cómo se hace? La ley establece que un parto que se respeta es aquél donde la mujer es la protagonista. Se debe respetar, por ejemplo, quien la acompaña. Este es un derecho que establece la ley. Estar acompañadas durante todo el proceso de parto. Y cuando digo todo el proceso, es porque muchas veces tenemos esa imagen de asociar el parto únicamente al momento donde la cabecita está asomando y decimos: “Vení, papá, entrá”. Eso es fetichismo, no es acompañamiento. Estar acompañada significa que puedo elegir una persona que va a tener un rol activo en el sostén emocional, psicológico, físico y afectivo durante ese proceso.

—¿Qué otros derechos establece la ley?

—El segundo derecho es el de estar informada sobre todos los procesos que pueden hacerme y que no pueden hacerme en el momento de un embarazo. Significa saber que no debo medicarme innecesariamente. Si no más bien al revés. El parto es un proceso de la naturaleza, de la fisiología de la normalidad. Por ello tenemos derecho a estar acompañadas, tenemos derecho a estar informadas sobre cómo va nuestro proceso de parto, cómo está nuestro bebé intrauterinamente y cómo está por fuera del útero.


Tenemos derecho a elegir la posición de como parir. Elegir la posición tiene que ver en cómo no medicalizar, no patologizar. ¿Por qué es importante? Porque las mujeres somos mamíferos y nuestro canal de parto tiene que ver con la verticalidad. Entonces esos partos que nosotros vemos en las películas, o que muchas veces vivimos, donde nos acuestan, nos ponen con las piernas para arriba, nos atan, rompen con la fisiología y eso genera patología.


Se debe respetar el derecho a deambular en la posición que cada mujer encuentre; de ahí que pueda elegir parir acostada, parada, en cuclillas, con un banquito, en cuatro patas. En la posición que ella sienta que le hace mejor, porque además, como los hijxs son únicos, ese proceso de parto, para esa mujer, es único también.

La hora sagrada

Son pocas las personas que comprenden la importancia y los beneficios de respetar esos primeros sesenta a noventa minutos donde se sella, de manera especialmente sensitiva, ese primer vínculo entre la madre y su hijo o hija recién nacido/a. Durante esa hora sagrada, como la llaman muchas personas, se estabiliza la respiración y la oxigenación del bebé. También sus niveles de glucemia, se estabiliza la presión arterial, se reducen las hormonas del estrés, disminuye el llanto, se incrementa el estado de alerta tranquila y se promueve el inicio precoz de la lactancia materna, además de mantener la temperatura estable, reduciendo los riesgos de hipotermia.

“Es por eso –explica Rosemberg– que ley también habla sobre derecho a no ser separados innecesariamente de nuestro bebé recién nacido/a. No ser separados siquiera para que lo pesen, para que lo midan, que le pongan una vacuna o para que le escuchen el corazón. Todas esas acciones pueden hacerse sobre el pecho de su mamá o sobre el pecho de quien esté acompañando, en ese momento. Tenemos que, como sistema de salud, tanto instituciones públicas como privadas, pensarlo al revés. Acomodarnos a tener las cosas adecuadas para la recepción de un bebé en el lugar se produzca ese nacimiento.

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(Imagen: Natalia Roca)

La Ley de Parto Respetado habla de ambientes que sean seguros. Que tengan las cosas necesarias y que sean cálidas. ¿Qué cosas podemos pedir? Que nos apaguen la luz, porque la luz es un gran interfiriente de la secreción de oxitocina natural, que es una de las hormonas protagonistas durante el proceso de parto. Tenemos que generar un ambiente, que no es precisamente el hospitalario, sino que debe ser un ambiente amoroso, amable. Tener salas de parto”.

—Para todo esto ¿es necesario una gran inversión?

—No. La verdad es que sólo necesitamos de un lugar donde se pueda bajar la luz y donde sea respetada nuestra intimidad. No puedo estar en un pre parto con otra mujer que está en otro pre parto, aunque esté separada por un biombo, cuando además tengo las condiciones para hacerlo. Hay que buscar y hay que encontrar cómo hacerlo. En los hospitales, tenemos que saber cuántas habitaciones se usan para reuniones de residentes, de jefes, subjefes; y cuántas habitaciones se usan para las mujeres. Seguro alguna encontramos para poder trabajar en un proceso de pre parto, parto y recuperación de un nacimiento respetado.

Rosemberg también destaca que “la ley también habla de recibir asesoramiento para la lactancia materna”. “El asesoramiento no es sólo la técnica sino también el apoyo afectivo. Y eso tiene que ver con reasegurarnos cómo mujeres lo que significa la lactancia. Estar informados es el primer paso de todos los derechos. La ley no habla de cosas extraordinarias. Es raro pensar que tenemos que hacer una Ley para que se respeten nuestros derechos en relación al proceso de atención del parto y nacimiento”, señala.

El parto es nuestro

—La Ley de Parto Respetado fue sancionada en el año 2004 y reglamentada en 2015, ¿por qué todavía cuesta tanto su implementación en la mayoría de las maternidades del país?

—Esta enorme demora tiene que ver con muchos procesos. Creo que hay un plano de procesos que tiene que ver con cómo cuestan las leyes que hablan de asegurar derechos de género. Este es el primer punto fundamental. Si el parto fuera un proceso de hombres, la Ley estaba reglamentada desde 1920. Entonces ahí, hay una cuestión de género que tenemos que visualizar. La segunda es por el enorme poder que ejercemos como sistema de salud los médicos, en la medicalización de la vida y esto no es que es sólo un problema de los médicos, es cómo socialmente nos organizamos. La medicalización implica que si me duele la cabeza, inmediatamente me tomo un ibuprofeno, si estoy triste porque tuve una pérdida, voy y pido un antidepresivo o si un niño se mueve más de lo que yo quiero que se mueva, es un niño que puede ser patologizado y diagnosticado.


Entonces ¿por qué cuesta? Porque hay un problema de género. Porque la sociedad está medicalizada y entonces por un lado fuimos aprendiendo que si me cuida el médico es mejor, que todo es un riesgo, vivimos en una situación de riesgo, entonces “más vale prevenir que curar”. Nunca hablamos de más bien esperar, o se previene o se cura. No aprendimos a acompañar.


Su implementación cuesta porque es una situación de género. Cuesta porque es una cuestión de poder, porque además una mujer que puede tener un parto respetado es absolutamente poderosa para ejercer sus derechos sexuales en cualquier otro ámbito de la vida.

Otro paradigma

—Basada en tu experiencia como directora de la maternidad Estela de Carlotto, cuáles son las experiencias positivas que se generan al cumplir la Ley? ¿Qué sucede en las instituciones que implementan este paradigma respetuoso?

—La verdad es que las instituciones de salud generamos violencias hacia los demás, haciendo cosas que sabemos están mal, pero que las hacemos por las dudas. Esta tensión permanente de no saber cuál es nuestro rol, y entonces hacer veinte cosas al mismo tiempo, pero no solamente por una falta de recursos, sino porque no hay una organización del trabajo. Y lo otro, porque no hay una cultura de para qué se trabaja. La realidad de lo que nos pasa a nosotros como trabajadores de la salud, que es lo que somos, es de lo que trabajamos, es que después de respetar, de esta experiencia transformadora, la pasamos muchos mejor, estamos mucho menos enajenados. Encontrarnos con esa mujer, con ese bebé, con ese hombre, con esa familia que seguramente además tenga un montón de otros derechos vulnerados, como los tenemos nosotros, pero lo que sale de ahí es una experiencia fortalecida. Nos fortalece. Mi experiencia personal es: nosotrxs no somxs lxs mismxs. Hay un antes y un después de nuestro trabajo, como trabajadorxs de la Maternidad Estela de Carlotto. Yo no soy la misma mujer, no soy la misma médica, no soy la misma madre, la misma hija, no soy la misma hermana, no soy la misma compañera, ni soy la misma estando acá, siendo mirada.

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(Imagen: Natalia Roca)

En realidad son posibles estas trasformaciones. Entonces ¿qué nos pasa? Hay que bancarse este miedo, esta incertidumbre, este aprender a hacer distinto. Este aprender a esperar, este aprender a equivocarnos, este aprenderé a compartir con el otro la decisión. Bajarnos, esto de la seguridad que da el médico, bajarnos y mostrarnos, estamos inseguros. No sé cuáles de estas cosas están bien y están mal. Esta nueva forma de hacer. La realidad es que claro que te transforma profundamente la vida, pero te transforma tu trabajo. Nos pasamos muchas horas trabajando. Estamos en politrabajos. Entonces, si además la pasamos mal, si además generamos violencia, nos permitimos ser violentados, pierde sentido el para qué elegimos -en mi caso-ser médica. Yo elegí ser médica porque quiero un buen vivir, del concepto de ‘buen vivir’ para una mujer, para un bebé, para un hombre, para mí, para mi comunidad, para la sociedad, y es volver a recuperar. Lo que pasa después de esa transformación es que se está mucho mejor.

La identidad, los símbolos y el nombre

—No debe haber sido aleatorio elegir el nombre de Estela de Carlotto para esta maternidad de Moreno, ¿Qué podés contar de ese proceso?

—Tuvo un proceso largo. Primero es ¿qué simbolizan los nombres? Cada uno de nosotros elige el nombre de sus hijos, de sus perros, de sus gatos, con un símbolo particular. Nosotros teníamos la oportunidad única de elegir el nombre.


Cuando hablamos qué es la separación de la Iglesia del Estado, por lo menos, queremos decir que los hospitales no se llamen Santa Nada, porque entonces quién no crea en ese santo sentirá que ese lugar no lo cuida. Así que este era un primer concepto. Lo segundo, era esa oportunidad única de una institución pública, donde el valor del nombre no tenga que venir de lo privado y de la medicalización y entonces, ¿qué queríamos con esta Maternidad? Queríamos que se garanticen derechos. Quien mejor que esa transformación histórica que ejercieron las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo.


Así que cuando fuimos a decirle, la primera vez a Estela, que queríamos ponerle su nombre y si a ella le parecía bien, nos respondió que no. Que a ella le parecía que las luchas eran colectivas. Que le pongamos “Abuelas”, que le pongamos “Nietos”, y nos volvimos.

Y la verdad es que convencida de que esas luchas son colectivas pero que las maternidades son individuales, ése proceso es único y subjetivo en la colectividad de una comunidad, pero único y subjetivo, volvimos y le dijimos esto: que ella era la madre de sus seis hijos, que yo era la madre de tres y que en realidad el nombre tenía que ver con esa transformación de una situación tan dolorosa en ese momento, como la desaparición, el asesinato de su hija y el secuestro de su nieto, y que esa increíble transformación de ese dolor en una lucha, era algo para nosotrxs ejemplificador. (En esa época, Estela aún no había recuperado a su nieto). Y por otro lado, pensar en un parto respetado, era devolverle el parto a esas mujeres que habían parido secuestradas en la clandestinidad y que además les habían robado sus hijxs. Y entonces ahí Estela aceptó y es por eso que la Maternidad se llama Estela de Carlotto.

Maternidad Estela de Carlotto y sus resultados alentadores

Según el informe, proyectado por Patricia Rosemberg durante su conferencia: “Hospitales ¿garantes de derechos o proveedores de servicios?”, en la Maternidad provincial Estela de Carlotto, hasta el año 2017 se asistieron 1450 nacimientos con pautas imprescindibles para el desarrollo de un parto respetado. De esa cifra, sólo el 11,5 por ciento fueron por cesáreas –por razones de salud–.


El 87 por ciento de las mamás, estuvieron acompañadas en su proceso de parto. El uso de oxitocina artificial fue de apenas 1,6 por ciento. La episotiomía fue necesaria únicamente en alrededor del 10 por ciento de los casos. Se respetó y alentó el tiempo de lactancia y cada embarazada pudo elegir en qué posición parir.


Dentro de esta maternidad pública, de bajo y mediano riesgo, se trabaja de manera sostenida en brindar información sobre sexualidad y derechos reproductivos -y no reproductivos-, para quienes desean ser madres; así como también se respeta y accede a la prevención para aquellas personas que deciden no serlo –o volver a serlo–si no lo desean.

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(Imagen: Natalia Roca)

En este centro de salud se trabaja bajo el programa Maternidad Segura y Centrada en la Familia, logrando reducir considerablemente los índices de violencia obstétrica y mortalidad materna. Sus resultados demuestran que el parto respetado no sólo es necesario a nivel humano, bajo los derechos contemplados en la Ley 25.929, sino que su implementación resulta posible dentro de clínicas y hospitales públicos.

*Por Irina Morán para Alfilo / Foto de portada: Natalia Roca

Palabras claves: Maternidad, Mujeres, parto respetado, salud

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