En el tiempo de las mariposas, el coraje de soñar un mundo mejor

En el tiempo de las mariposas, el coraje de soñar un mundo mejor
28 noviembre, 2018 por Redacción La tinta

Por Manuel Allasino para La tinta

En el tiempo de las mariposas es la segunda novela de la escritora dominicana Julia Álvarez, publicada en 1994. El 25 de noviembre de 1960, se encontraron los cuerpos de tres hermanas en la costa de la República Dominicana. Se da cuenta del hecho en la prensa oficial como un accidente, ocultando que las hermanas Mirabal eran férreas oponentes al régimen dictatorial del general Trujillo. Las historias de Minerva, Patria, María Teresa y Dedé, la hermana sobreviviente, quien se encargó de la casa museo hasta su muerte en el 2014, son relatadas de manera magistral. Álvarez nos sumerge en una época peligrosa del Caribe y nos emociona hasta las lágrimas con las mariposas, que perdieron sus alas, pero nunca el coraje.

A partir de la muerte de las hermanas Mirabal, el 25 de noviembre fue declarado como  Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer . En el año 2001, el texto de Julia Álvarez fue llevado al cine de la mano del director Mariano Barroso.

“Empezó con Patria que quería ser monja. Mamá estaba entusiasmada con tener una religiosa en la familia, pero papá no aprobaba la idea. Más de una vez dijo que Patria monja sería un desperdicio, pues era muy bonita. Sólo lo dijo una vez delante de mamá, pero a mí me lo repitió muchas veces. Por fin, papá cedió. Dijo que Patria podía ir a la escuela religiosa si no era sólo un convento. Mamá estuvo de acuerdo. Así que cuando llegó el momento de que Patria fuera a la Inmaculada Concepción, le pregunté a papá si yo también podía ir. De esa manera podía acompañar y cuidar a mi hermana mayor, que ya era una señorita. (Y me había contado cómo las muchachas se hacen señoritas) Papá se rió, y se le iluminaron los ojos de orgullo. Las otras decían que yo era su favorita. No sé por qué, pues yo era la única que le hacía frente. Me sentó en su falda -¿y quién te cuidará a tí?-me preguntó. -Dedé- dije, para que las tres fuéramos juntas. Él puso la cara larga. -Si todas mis pollitas se van, ¿qué será de mí? Pensé que estaba bromeando, pero estaba serio. -Papá- le informé- es mejor que te acostumbres. En unos cuantos años todas nos casaremos y nos iremos. Durante días citó mis palabras, meneando la cabeza. -una hija es una espina en el corazón.-A mamá no le gustaba que dijera eso. Pensaba que lo decía porque su único hijo había muerto a la semana de nacer. Y hacía sólo tres años había nacido otra niña, María Teresa, y no un varón. De todos modos, mamá no pensaba que era una mala idea enviarnos a las tres a la escuela. – Enrique, estas niñas necesitan educación. Fíjate en nosotros.-Mamá nunca lo había admitido, pero yo sospechaba que no sabía leer. -¿qué hay de malo con nosotros?- con un ademán papá señaló la ventana, a través de la cual se veían los carros que esperaban su carga frente a nuestro depósito. En los últimos años, papá había ganado mucho dinero con su granja. Ahora teníamos clase. Y, argumentaba mamá, necesitábamos una buena educación para acompañar nuestra fortuna. Papá volvió a ceder, pero aclaró que una de nosotras debía quedarse para ayudar con la tienda. Siempre debía agregar algo a lo que decía mamá. Según mamá, lo hacía para que nadie dijera que Enrique Mirabal no era el que llevaba los pantalones en la familia. Yo me di cuenta muy bien de lo que se proponía.  Cuando papá nos preguntó cuál de nosotras se quedaría como su ayudante, me miró directamente a mí. Yo no dije ni una palabra. Seguí estudiando el piso como si las lecciones de la escuela estuvieran escritas en la madera. No necesitaba preocuparme. Dedé siempre se esforzaba por complacer. -Yo me quedaré a ayudar, papá -Papá se mostró sorprendido porque de hecho Dedé era un año mayor que yo. Ella y Patria eran las que debían ir. Pero papá lo pensó mejor y dijo que Dedé también podía ir. Así que quedó arreglado: las tres iríamos a la Inmaculada Concepción. Patria y yo empezaríamos en el otoño, y Dedé se nos reuniría en enero, pues quería que la luz en matemática lo ayudara con los libros durante la atareada estación de la cosecha.  Y así fue como quedé en liberta. No me refiero al hecho de que fui en tren, con un baúl lleno de cosas nuevas, como pupila a una escuela. Quiero decir en mi mente, cuando llegué a la Inmaculada y conocí a Sinita y vi lo que le pasaba a Lina y me di cuenta de que acababa de abandonar una jaula pequeña para entrar en una más grande, del tamaño de nuestro país”.

La novela nos transporta a las vidas de las hermanas Mirabal, nos lleva desde las perspectivas de cada una de ellas. Es así que, desde el relato de Dedé, nos enteramos de que Minerva desató la tragedia de la familia al rechazar en público los avances de Trujillo; cómo Patria se unió al movimiento de oposición al régimen desde la misma iglesia; cómo María Teresa llegó a la revolución por el camino del amor y cómo ella misma se mantuvo fuera de todo el movimiento clandestino y crió los hijos de sus hermanas ausentes. Las mariposas, nombre en clave que usaban para sus mensajes en la resistencia, vuelven a volar y vivir gracias a la imaginación y el arte de Julia Álvarez.

“Sobre la cabeza de la mujer que había ido a entrevistarla, Dedé ve que la chica nueva arroja cáscaras de plátanos junto al cobertizo de la cocina. Le ha dicho que no haga eso. -Tenemos tachos de basura -le ha explicado. La nueva mucama siempre mira el barril que le señala Dedé como si fuera un objeto desconocido cuyo uso está más allá de su comprensión. -¿Entiendes?- le pregunta Dedé. -Sí, señora.- La joven sonríe como si hubiera hecho algo bien. A la edad de Dedé resulta difícil entrenar a una nueva sirvienta. Pero a Tono lo necesitan en el museo, para hacer pasar a los visitantes y atender el teléfono. Tono ha estado con ella desde siempre. Por supuesto, Fela igual, hasta que empezó a portarse de manera absurda cuando murieron las chicas. ¡Poseída por el espíritu de las chicas, se imaginan!  La gente viajaba desde lugares tan distantes como Barahona para hablar con las hermanas Mirabal a través de la sibila de ébano renegrido. Empezó a atribuirse curas a Patria, María Teresa era muy buena para las penas de amor; con respecto a Minerva, ella competía con la Virgencita como patrona de las causas imposibles.  Era un bochorno, en su propia casa. Como si ella, Dedé, diera su consentimiento para todo eso. Y ella no sabía nada. Por fin vino a verla el obispo, y Dedé se enteró. Era un viernes, el día libre de Fela. No bien se fue el obispo, Dedé se encaminó al cobertizo en la parte posterior de la casa. Abrió la puerta, que siempre trababa para que no se cerrara del todo y poder abrirla. ¡Dios mío! Lo que vio la dejó sin aliento. Fela había instalado un altar con las fotos de las chicas cortadas de los cartelones populares que aparecían siempre en noviembre. Había una mesa con velas, el infaltable cigarro y una botella de ron. Pero lo más espantoso era la foto de Trujillo que antes colgaba de la pared de Dedé y Jaimito. Dedé estaba segura de haberla tirado a la basura. ¿Qué diablos hacía allí si, como arguyera después Fela, ella sólo trabajaba con los buenos espíritus? Dedé cerró la puerta. Le daba vueltas la cabeza. Cuando regresó Fela de su salida, Dedé le dio dos alternativas. Terminar con esas tonterías y limpiar el cuarto, o… No podía darla la otra alternativa a la mujer encorvada, de pelo blanco, que había vivido con la familia a través de las malas. No tuvo que hacerlo. A la mañana siguiente, el cuarto había quedado vacío, por cierto. Fela había trasladado su teatro de operaciones camino abajo, probablemente a un lugar mejor: una tienda abandonada en la carretera por donde pasaban los ómnibus para Salcedo. Minou se puso furiosa cuando se enteró de lo que Dedé le había hecho a Fela. Sí, lo expreso de esa manera. -¿Qué le has hecho, mamá Dedé?-Fue una falta de respeto a la memoria de tu madre. Ella era católica, Minou. ¡Católica! Minou no podía aceptarlo. Dedé ya le había contado acerca del alejamiento de su madre de la Iglesia. Hay veces que Dedé se preocupa por no haber ocultado parte de la verdad a los hijos. Pero quiere que sepan cómo fueron sus hermanas. Se enteran de la parte heroica por boca de los demás. Ahora, Minou pasa por lo de Fela cada vez que viene a visitar a su tía. A Dedé se le pone la carne de gallina cuando Minou le dice: -Hoy hablé con mamá en lo de Fela, y ella dice… Dedé sacude la cabeza, pero siempre escucha lo que dice la anciana mujer. La vez más extraña fue cuando Minou vino de lo de Fela preguntando por Virgilio Morales. -Mamá dice que él todavía vive.¿Sabes dónde está mamá Dedé?-¿No te lo dijo tu madre?-le preguntó Dedé, sarcástica-¿No saben los espíritus donde estamos todos? -Pareces molesta, mamá Dedé- observó Minou. -Sabes que no creo en esto de los espíritus. Y me parece una vergüenza que tú, la hija de…Los ojos de Minou centellearon de rabia, y Dedé volvió a ver a Minerva frente a ella. -Soy dueña de mí misma. Estoy cansada de ser la hija de una leyenda. La cara de su hermana se desvaneció como agua. Dedé extendió los brazos a su querida sobrina-hija. Lágrimas negras de rímel corrían por las mejillas de Minou. ¿Acaso ella, Dedé, no conocía la sensación de ser presa de un legado? -Perdóname- susurró. Por supuesto, tienes derecho a hacer lo que quieras. Después, Dedé reconoció que sí sabía dónde vivía Lío Morales. Alguien había señalado su casa la última vez que estuvo en la capital, a unas cuadras del inmenso palacio como torta de bodas del dictador que la muchedumbre había incendiado hacía ya tanto. -¿Cuál es el mensaje que debes darle? Preguntó Dedé con tanta naturalidad como pudo. -¿Mensaje?-Minou levantó la mirada, sorprendida. -Sólo saludarlo, y decirle que mamá siempre se acuerda de él. -Yo también-dijo Dedé- Dile que yo también le mando saludos”.

Al comenzar la novela, sabemos por Dedé que sus tres hermanas, Patria, Minerva y María Teresa, están muertas. Fueron asesinadas por el régimen de Trujillo que, durante 31 años, desde 1930 a 1961, gobernó de manera perversa y dictatorial la República Dominicana.

Pertenecientes a una clase acomodada, las hermanas Mirabal se enfrentaron al tirano. Fueron encarceladas y torturadas hasta que un supuesto “accidente” terminó con sus vidas. La autora Julia Álvarez, respetando el espíritu que movió a las mujeres a luchar contra las atrocidades del régimen, logra una obra tan impresionante como las propias hermanas Mirabal.

“Un día, poco después de que se llevaran a Mate, apareció Peña. Ese hombre me erizaba la piel, la misma sensación que tenía en presencia del diablo en los viejos tiempos, cuando hacía esas cosas de noche con las manos. Los chicos estaban en el patio conmigo. Se mantenían lejos de Peña, rechazando los caramelos que les ofrecía, a menos que yo aceptara uno primero. Ese día, cuando trató de poner a Minou sobre sus rodillas, todos huyeron. -Hermosos chicos- dijo él, para disimular el rechazo-¿son todos suyos? -No, el niño y la niñita son de Minerva, y la bebé es de Mate.- Y dije sus nombres de forma muy clara, para hacerle notar que los estaba convirtiendo en huérfanos.- El bebé y la jovencita son míos. -Don Pedrito debe de querer mucho a esos hijos suyos.- Se me heló la sangre.- ¿Qué le hace decir eso, capitán?- Traté de usar un tono natural. -El SIM le hizo una oferta a su marido, pero él no quiso aceptarla. ¡De modo que está vivo! Dedé, mamá y Jaimito habían ido tres veces al cuartel general, pero siempre les informaron que no tenían ningún registro de nuestros prisioneros. -¿No quiere saber cuál fue la oferta?- Peña parecía disgustado. Yo había notado que le gustaba que yo le suplicara información. -Sí, capitán. Por favor- A su esposo se le ofreció la libertad y sus tierras… ¡Me dio un salto el corazón!-… si demostraba su lealtad a El Jefe divorciándose de su mujer Mirabal.- ¿Si?- El corazón me golpeaba el pecho.  Los penetrantes ojos de cerdo de Peña me observaban. Y luego tuvo que decir algo sucio. – Ustedes las mujeres Mirabal deben de ser algo especial.- se acarició allí abajo- para mantener interesado a un hombre, cuando su hombría sólo le sirve para orinar.  -Tuve que rezar dos Glorias para mis adentros antes de poder hablar en voz alta. Aún así, mi voz echaba chispas. -¡Capitán Peña, no importa lo que le hagan a mi marido, él siempre será diez veces más hombre que ustedes! -El maldito echó la cabeza hacia atrás y rió; luego tomó su gorra y se puso de pie para irse. Vi el bulto que se le había formado diciendo esas cosas. Fui a buscar a los niños para calmarme. Encontré a Minou cavando un pozo en el suelo y enterrando los caramelos que había traído Peña. Cuando le pregunté por qué desperdiciaba los caramelos, me dijo que los estaba enterrando, igual que hicieron con su mamá y su papá con el cajón, porque era malo tocarlo. -esos caramelos son malos- me dijo. -Sí, lo son- le dije yo, y me arrodillé para ayudarla”.

En el tiempo de las mariposas de Julia Álvarez nos emociona de una manera inesperada. Es un libro maravilloso que refleja los hechos terribles que sufrió la República Dominicana y, sin dudas, las mariposas vuelven a ser libres y perfumar la historia latinoamericana.

Sobre la autora

Julia Álvarez tenía diez años cuando sus padres debieron exiliarse en Estado Unidos, procedentes de República Dominicana, poco antes de que el general Trujillo fuera asesinado. Su primera novela, How the García girls lost their accents, publicada en 1991, fue aclamada por la crítica y los lectores, y mereció varias distinciones: Notable Book 1991 del New York Times Books Review, premio PEN Oakland/Josephine Miles de excelencia en literatura y mejor libro del año del Library Journal.

Vive en Vermont con su esposo, donde se desempeña como catedrática de Inglés en el Middlebury Collage.

En el tiempo de las mariposas es su segunda novela y se basa en un hecho real de la historia de República Dominicana bajo el régimen del general Trujillo. Ha sido nominada como mejor libro del año 1994 por el National Book Critics y elegida como Mejor Libro del Año por American Library Association.

*Por Manuel Allasino para La tinta.

Palabras claves: Hermanas Mirabal, Julia Álvarez, literatura, Novelas para leer

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