El péndulo argentino

El péndulo argentino
26 noviembre, 2018 por Redacción La tinta

Por Pablo Díaz

En el año 1983, Marcelo Diamand escribe un texto clásico, El péndulo argentino, ¿hasta cuándo?, donde trabaja con lo que él llamaba “estructura productiva desequilibrada” y aplica para el caso de Argentina. El péndulo argentino se da “entre dos corrientes antagónicas: la expansionista o popular y la ortodoxia o liberal”.

La corriente popular en su intento de distribuir el ingreso y propiciar el pleno empleo utiliza políticas como el aumento de salarios nominales, el control de precios, la fijación del tipo de cambio y de tarifas de servicios públicos, y el sostenimiento del nivel de demanda agregada con el gasto público. Ese auge no dura mucho, se termina al reaparecer la histórica restricción externa o crisis de balanza de pagos. La propia estructura productiva de argentina (con un sector primario exportador tecnológicamente avanzado y un sector industrial tecnológicamente más atrasado y que necesita de importaciones para producir) hace que el crecimiento económico desemboque en un problema de falta de divisas y el ciclo de acumulación no pueda continuar.

La caída de la corriente popular provoca un vuelco a la ortodoxia donde se pone el acento en el orden de las cuentas públicas, la disciplina, la eficiencia, el ahorro, la confianza, la atracción de capitales del exterior y las virtudes del sacrificio popular. Las políticas incluyen devaluación, aumento de ingresos agropecuarios, caída del salario real, drástica restricción monetaria, recesión y un deliberado esfuerzo de atraer capitales (tasa de interés en dólares). Si bien es cierto que en un principio pueden ingresar capitales extranjeros (con la ayuda del préstamo internacional y el FMI), cuando la crisis de confianza aparece, los capitales se fugan, se agudiza la crisis de falta de divisas y se cae en una recesión más profunda que incluye caída del salario real, más devaluación y más inflación. Una vez que la devaluación y la caída de los salarios reales fueron suficientes para restablecer la ganancia capitalista, comienza un nuevo ciclo con la corriente popular y un nuevo periodo de acumulación.

En mi opinión, este vuelco a la ortodoxia no empieza en diciembre de 2015. Diría que en esa fecha la ortodoxia se agudiza y se hace evidente. Pero la caída del salario real, la recesión y la devaluación son anteriores, con el caso paradigmático de 2014 con fuerte devaluación y ajuste monetario. Y recordemos que la entonces presidenta CFK al comienzo de su segundo mandato dejó de hablar de “modelo de acumulación y distribución” para hablar de “sintonía fina” que incluía, entre otras cosas, el evidente y constante deterioro del salario real.

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La presencia del FMI como actor político y sus exigencias

Los planes de estabilización y el endeudamiento externo acumulativo que lleva a cabo la corriente ortodoxa ponen en el escenario político al FMI como un actor fundamental, digitando la política económica del país. Para Diamand, el FMI exige que se mantenga la iliquidez de la economía por tres motivos: 1) para mantener la necesaria recesión, ya que un crecimiento de la economía haría crecer las importaciones y el país utilizaría las divisas para importar y no para pagar deudas; 2) para mantener un tipo de cambio alto que motive al sector primario exportador (precios altos en relación a los precios internos industriales y a los salarios), ya que es el sector que genera las divisas necesarias para pagar deudas en dólares; 3) como un mecanismo de atracción de los capitales del exterior, para generar divisas por la vía financiera.

La obsesión por la reducción del déficit fiscal financiado con emisión monetaria se debe al “temor al efecto reactivante que anularía los mecanismos recesivos necesarios para equilibrar el sector externo”. Es decir que, la política de contracción fiscal, reducción del poder de compra y restricción monetaria no provoca una recesión por error. Se trata de un paquete de políticas decisivas, y por eso controladas por el FMI, incluso desde una oficina propia en el Banco Central.

¿Cuáles son los antagonismos?

Diamand describe el péndulo argentino como un ir y venir entre dos corrientes o modelos antagónicos. Pero cuando se analiza el sistema capitalista (sea en Argentina o cualquier otro país), con Marx uno descubre que, más allá de muchas cosas que se nos presentan en la superficie y que nos brindan una apariencia de cómo son las cosas, en el fondo el antagonismo es de clase.


Tanto si la política argentina es manejada por la corriente popular o por la ortodoxa, el devenir histórico, y más allá de los ciclos, encuentra a una clase dominante siempre más beneficiada y que tiene las instituciones, regulaciones y marcos legales que le permiten avanzar en su proceso de acumulación. Sin importar el régimen de acumulación, y las características particulares que pueda tener ese proceso en los diferentes momentos históricos, siempre esa acumulación se produce a costa de la explotación de la clase trabajadora.


Claro es que, para la clase trabajadora, no es lo mismo un proceso popular donde la acumulación se produce en un contexto de crecimiento del salario real y del poder de compra, que un proceso de ajuste. Pero si las condiciones estructurales y políticas del país determinan estos ciclos, a la larga la clase trabajadora se encuentra cada vez más explotada, incluida la intensificación de la jornada laboral y la precarización.

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El capital va más allá

No sólo el capital, al decir de Suzanne de Brunhoff, cuenta con un sistema financiero cada vez más fortalecido que le permite llevar a cabo la sobreexplotación de la fuerza laboral, sino que además podemos destacar tres tipos adicionales de explotación: como el sistema capitalista en Argentina se desarrolla bajo un modelo productivo donde el sector generador de divisas se basa en el agronegocio y el extractivismo, aparece la consecuente sobreexplotación ecológica, la concentración de la tenencia de la tierra y el desplazamiento de migrantes al interior de las fronteras del país.

Como el sistema capitalista en Argentina ni si quiera en los periodos de mayor acumulación logra incorporar al sistema formal de trabajo a una gran masa de personas laburantes, aparece la consecuente sobreexplotación de las trabajadoras y trabajadores de la llamada economía popular que con las distintas labores que realizan sostienen y subsidian la acumulación capitalista.

Como el sistema capitalista en Argentina (como en el mundo) es intrínsecamente patriarcal, las mujeres y personas de identidad sexodiversa no sólo son más explotadas y discriminadas en el mercado laboral sino que además llevan a cabo la mayor carga de los trabajos de cuidados no remunerados que sirven de subsidio a la acumulación capitalista.

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Sobre la formación de economistas

Muchas veces a las personas que analizamos la economía se nos pregunta ¿cuál es la solución a la crisis? ¿Cómo se sale de esta? Nuestra formación nos hace pensar en políticas públicas pensadas desde un marco teórico de referencia. No está mal. Pero creo es insuficiente.

Quiero dejar en claro que las diferentes formas de explotación del capital que describo no lo hago porque sea un especialista académico en cada uno de esos temas. ¡Ni por asomo! (las especialistas podrán dar cuenta de eso) Incluso quedarán algunas formas de explotación que no escribo aquí.

Es que una formación meramente académica nos impondrá un serio límite para comprender verdaderamente las realidades sociales. Sabemos que para aprender e investigar necesitamos leer las experiencias de otras personas pero también es sumamente necesaria la experiencia propia, y no me refiero a tomar datos y calcular parámetros e indicadores, me refiero a compartir y palpar esas realidades diversas que llevan a la gente a organizarse en sindicatos, asambleas campesinas, trabajadoras de la economía popular, organizaciones feministas y de sexualidades diversas.

Parafraseando a Marx, quisiera que las personas que estudiamos la economía no nos cerremos en interpretar la realidad social únicamente, porque de lo que se trata es de cambiarla. Nacho Levy, director de la revista villera La Garganta Poderosa, dijo en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) que un periodista que le tiene miedo al pueblo, a la gente, no puede ser periodista. Con él yo manifiesto, también, que una persona economista que le tiene miedo a la gente no puede ser economista.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

*Por Pablo Díaz.

*Integrante del Colectivo de Pensamiento Crítico en Economía.

Palabras claves: economia, Economía de bolsillo, FMI

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