Corea para quien quiera

Corea para quien quiera
6 noviembre, 2018 por Gilda

Durante noviembre, el Cineclub Municipal Hugo Del Carril trae un curso para conocer y disfrutar del cine coreano. Cuatro encuentros y cuatro películas como un viaje hacia el ancestral país oriental.

Por Redacción La tinta

“Vamos a los coreanos” es, probablemente, una de las frases que más escuchamos si estamos de compras por el centro de Córdoba y necesitamos vestirnos, al mismo tiempo que ahorrar unos pesos. Muchas de las veces, hablamos desde lugares que reducen nuestra capacidad de explorar y admirar una cultura como la coreana, tan diferente y lejana a la nuestra, con las complejidades -y riquezas- que cualquier entramado cultural tiene.

Cuando no se puede viajar, hay panoramas que el cine nos acerca y de los que (como en los viajes), una vez experienciados, se sale diferente. No vamos a ponerlo en términos valorativos de mejor o peor, sólo a pensarnos diferentes. En un mundo donde la homogeneidad de una mayoría pareciera organizarse en contra de cualquier discurso de diversidad, nos parece fundamental atrevernos a seguir convidando espacios que nos rompen nuestra aparente normalidad. Vamos a los coreanos, pero vamos en serio.

Quienes hemos explorado la filmografía de Corea del Sur, tenemos varios títulos inolvidables que, en los últimos veinte años, pusieron a esta partecita de Asia en nuestro mapa de intereses. La más reciente es la fábula sobre zombies Train to Busan, a la cual le fue muy bien en la taquilla argentina, superando los cien mil espectadores.

Desde La tinta, hablamos con Sofía Ferrero Cárrega, comunicadora, docente y crítica de cine, quien coordina “Diez Mil Espíritus: un recorrido por el cine coreano”, un espacio de formación que estará en grilla en el Cineclub de nuestra ciudad, para detenernos a contemplar este fenómeno que hace tiempo llegó a disputar pantalla en nuestro país.

—¿A quiénes va dirigido el seminario?

Es un seminario sobre cine coreano contemporáneo. A través de cuatro encuentros de cuatro horas, aproximadamente, cada uno, vamos a abordar diferentes aspectos de la cultura coreana y de la historia, y, al mismo tiempo, vamos a ver una película por encuentro de directores (en este caso, no hay ninguna mujer) fundamentales.

Por ejemplo, en el primer encuentro, vamos a hablar de un director que corresponde al cine clásico, Kim Ki-young, y eso nos sirve para hablar de la Corea de posguerra, de 1960 y el nacimiento de la clase media, la inmigración, la entrada del capitalismo a través de diferentes políticas de los gobiernos posteriores a la guerra coreana que es la que divide a Corea en dos países, Corea del Sur y Corea del Norte.  El seminario va dirigido a todo aquel que quiera. Está planeado en función a personas que tengan conocimientos y quieran profundizar, yo voy a habilitar algunas lecturas ampliatorias para quien quiera y está pensado para quienes no tengan idea.  Hay muchos fans del k-pop, que, entiendo, van a asistir porque, más allá de la música, no conocen mucho, entonces, quieren aprender un poco más de la historia y aprender a ver cine coreano.

—Estuviste viviendo en Corea del Sur: ¿hay similitudes con la sociedad cordobesa? ¿Qué temas se abordan en la actualidad en el cine?

—Estuve viviendo allá entre 2012 y 2015, y, antes, estuve cinco años viviendo en Barcelona donde hice una diplomatura en teoría y crítica cinematográfica, y empecé a especializarme en cine asiático hasta que todo me fue llevando al cine de Corea.

Somos culturas totalmente diferentes, tenemos formas de relacionarnos distintas. La cultura coreana, como todas las culturas de Asia Oriental (es decir, Corea, China y Japón), son culturas confucionistas, con jerarquías muy marcadas. Tienen modos y registros del hablar, por ejemplo. Para contarte algo en el coreano y en el japonés, si yo recién te conozco, te voy a hablar con un registro que va a ser formal. Después, tenés un formal medio y, después, un informal. Si vos rompés algunos de esos códigos, se toma como mala educación, es como si, acá, alguien que no te conoce te saludara con mucha confianza en una reunión laboral, por ejemplo.

Y eso, en el momento de comunicarse, influye mucho, de hecho, lo aprendés a la par que aprendés el idioma. La lengua es, muchas veces, lo que estructura la cultura y viceversa. El japonés y el coreano tienen el verbo al final de la frase. Esto significa que yo no te puedo interrumpir cuando hablás porque, literalmente, no voy a entender qué estás diciendo. Si yo digo, por ejemplo, «Yo mañana con mi madre ceno», si yo te interrumpo y no escuchás «ceno», no tenés idea de lo que voy a hacer mañana con mi madre. Y eso te va dando una jerarquía en la comunicación y unas pausas y un orden en relación a quién habla primero y a quién continúa, que ya es totalmente diferente a la manera en que nos comunicamos nosotros.

El cine coreano está, actualmente, en manos de jóvenes recibidos de Universidades de Cine que se meten en una industria que está muy relacionada al capitalismo. Muchas empresas son las que financian las escuelas y después tienen conglomerados de cine. Entonces, aquellos que terminan haciendo películas que tienen consonancia con lo que la empresa, en definitiva, busca van a ser los exitosos y quienes pueden estrenar sus películas en cadenas de cines como Hoyts o Showcase.  Se está hablando mucho de una generación que nació en un hipercapitalismo, una sociedad consumista, que se está encontrando con que el mundo ingresa a Corea. Que también tiene que ver con políticas de difusión de la cultura. Políticas muy claras que tiene el gobierno para difusión de K-pop y esta especie de inundación de cultura coreana, desde finales de los 90 hacia acá, por supuesto, de una alta calidad en general. Tanto en cine como música y todo lo que nos llega, tiene políticas clarísimas por detrás para que eso funcione. 

—¿Y, en el modo de producción de las películas, cuáles son las diferencias más notorias?

—La diferencia más notoria es que hay políticas estatales súper fuertes, que están en relación directa con lo que se hace y con cómo se hace. Hay mucho cine independiente también, mucho cine universitario, pero la idiosincrasia coreana es muy competitiva. Son mucha gente y, en general, muy talentosos, y no hay mucha salida más que tu obra resuene a nivel internacional, en festivales.

—¿Y en la distribución?

—La distribución es través de la empresa Samsung, que tiene muchas sub empresas que están produciendo películas, series y música, entonces termina estando todo en las mismas manos.

—¿Qué películas son ideales para comenzar con el cine coreano para un público no formado en cine?

—Hay una película que está en Netflix que se llama Oldboy, es espectacular. Es de 2001 y la dirigió Chan Wook Park. Tiene bastante de tragedia griega y de cuestiones que nos resuenan mucho a los occidentales, y, al mismo tiempo, tiene una estética absolutamente exacerbada. Es como que todo excede los límites.  

Y tanto Chan Whook Park como Bonh Joon-ho filmaron fuera de Corea, el primero, una película con Nicole Kidman que se llamó Stoker, que visualmente es bellísima, y el segundo hizo Okja para Netflix, y también Snowpiercer, basado en un cómic de Europa del Este.  

Y si tenés un enganche más con lo zen, con lo asiático en ese sentido, podés ver alguna de Kim ki duk, tremendo y descarnado, tiene una peli que está muy bien que se llama Primavera, Verano, Otoño, Invierno y otra vez Primavera.

*Por Redacción La tinta.

Palabras claves: Cineclub Municipal Hugo del Carril, Corea

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