Imprenta Chilavert: la histora de una fábrica recuperada

Imprenta Chilavert: la histora de una fábrica recuperada
31 octubre, 2018 por Redacción La tinta

Por Sofía Bensandon y Javiera Naranjo para Oficios Varios

Durante nuestros días en Buenos Aires, nos acercamos a Martín Cossarini, un hombre de 38 años, miembro de la imprenta Chilavert, una de las tantas Fábricas Recuperadas que, hoy en día, funcionan activamente en Argentina.

Teníamos intriga sobre la historia de estas recuperaciones, y es que, desde la famosa crisis del corralito, en el año 2001, son alrededor de trescientas quince las fábricas que han sido libertadas en manos de los trabajadores. Historias poco conocidas que resguardan interesantes relatos sobre la Argentina contemporánea y el trabajo colectivo en torno al oficio.

Como nos explicó Martín, las Fábricas Recuperadas son hijas del desmantelamiento de la industria nacional, privatizaciones y despidos que llegan a un clímax en el año 2001 con un índice de desocupación muy alto y la destrucción de todo el cordón de la pequeña y mediana industria argentina. Fue ese momento donde veíamos en las noticias que en Argentina cambiaban presidentes como quien cambia de zapatos, hubo cinco mandatarios en una semana.

En aquella época, las fábricas que quebraban eran abandonadas por el patrón, ya que muchas estaban en crisis real, algunas hacían procesos fraudulentos de vaciamiento, como la imprenta Chilavert, para reciclarse y abrir de vuelta en otro lado, sacándose de encima a trabajadorxs que tenían antigüedad y las propias deudas.

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En lo práctico, en muchas de las fábricas del país, lxs trabajadorxs se quedarían sin trabajo, sin el pago de sus indemnizaciones y muchos de ellxs con una edad en las que les sería difícil conseguir un nuevo puesto. Situación a la que se sumó una cierta tradición de lucha de la clase obrera argentina que llamó a la ocupación, porque, como explica Martín, no quedaba otra, era eso o morirse de hambre sin saber qué hacer.

De esta forma, la crisis forzó a lxs trabajadorxs a cuestionar cómo estaban siendo organizadas sus vidas y sus lugares de trabajo, es desde lo profundo de la crisis que nacen las Fábricas Recuperadas, comenzaron a surgir de a poco, lxs empleadxs empezaron a ver que era posible y se atrevieron a probar esta nueva posibilidad.

Martín nos explica detalladamente cómo fue el proceso y nos recalca que, en la cuestión de las Fábricas Recuperadas, ningún caso es igual a otro. Cada fábrica tiene su propia historia y, según su punto de vista, todo pudo desarrollarse porque existió el contexto político que lo permitió, ya que, al recuperar las fábricas, se estaba realizando un atentado contra las bases del capitalismo, a la idea misma de la propiedad privada. En ese contexto de crisis, el gobierno tenía que entregar cosas porque era la única manera de frenar el caos que había en el país.

La situación era de mucha tensión, los patrones se iban, lxs trabajadorxs querían trabajar en un contexto que nadie tenía laburo, o sea, no podían impedir que se tomaran las fábricas o los gobernantes quedaban muy mal ante la población en general. Al final, el pensamiento de esa época era: que trabaje el que pueda donde sea. Fue así como se modificó la ley de quiebra, que se vio forzada a contemplar la posición de lxs empleadxs. Hasta la fecha, si un patrón decía que estaba en quiebra, intervenía la justicia, se fijaba un orden de probidad y la fábrica iba a remate. Al ir a remate, con el dinero se pagaban las deudas al fisco, a los servicios y las indemnizaciones quedaban para el final, o sea, la plata nunca llegaba al trabajador.

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Y esto fue, justamente, lo que se logró modificar en aquella época, se consiguió cambiar la ley de quiebras y apareció la figura de la Fábrica Recuperada, se incorporó a la ley que, cuando la fábrica era abandonada por los patrones, lxs trabajadorxs podían sumar su deuda como un capital para gestionar la fábrica. Logrado esto, la gestión de cada fábrica se resolvió de muchas maneras, dependiendo del contexto.

A continuación, en palabras de Martín, profundizaremos en lo que ocurrió con la Imprenta Chilavert, desde su historia personal con la fábrica, nos cuenta cómo ha sido la experiencia hasta la fecha.

—¿Hace cuánto estás trabajando acá?

Yo entré a fines del 2003, o sea, un montón. Después, me fui tres años y medio a Barcelona, conseguí laburo ahí en una imprenta y después volví. Y ahora estoy aquí de corrido desde el 2011, de vuelta.

—¿Y estudiaste algo en la universidad o estuviste siempre relacionado al mundo de la imprenta desde el hacer?

No, ¿O sea, algo en la universidad vinculado al oficio gráfico? No, yo no fui a la universidad. Estudié hasta nivel secundario, acá, cuando tenía la edad de la secundaria, existían unas escuelas del Estado que se llamaban polivalentes. Eran como si fueran escuelas técnicas, pero más vinculadas al arte. Y yo hice Bellas Artes, Grabado, que está, en cierto modo, ligado a la imprenta, pero no lo había hecho con ninguna intención de ser gráfico. Y salí con eso, con un título docente. De hecho, laburé un tiempito. Así que no, no estudié. El oficio lo aprendí acá.

—¿Y cómo llegaste acá?

Llegué acá porque, cuando estaba terminando la secundaria, yo ya militaba en el Centro de Estudiantes de la escuela, tenía una sensibilidad con las luchas. Y en una vuelta, caí en IMPA, que es la primera fábrica recuperada, o sea, en el 98, hicieron una lucha antes de la crisis del 2001. Es una metalúrgica muy grande, que está en Almagro, en el corazón de Almagro, y que es una fábrica que tiene mucha historia, que viene del auge del Peronismo con la Industria Nacional. Son el pico más alto del desarrollo industrial argentino, después esa fábrica cayó en la decadencia total, estaban mal, los tipos hicieron una cooperativa, una ocupación y, bueno, ahí comienza el movimiento de empresas recuperadas.

—¿Y cómo fue la historia específica de esta fábrica. Tú estabas trabajando en ella cuándo ocurrió todo?

No, no, yo llegué después. O sea, llegué a través de esto. Yo fui a IMPA y como que me impactó mucho ver la fábrica laburando, IMPA tenía un Centro Cultural, es como la primer fábrica que destinó parte del espacio ocioso que tenía para devolver a la comunidad. Entonces, había un Centro Cultural y yo me enganché ahí, y lo tomaba como una militancia. Y en ese momento es que estalla todo el país, entonces empieza a ver muchas ocupaciones y ahí se forma el Movimiento de Fábricas Recuperadas y yo me engancho ahí. Estuve en diez millones de tomas, ocupaciones y, entre todas esas, conozco Chilavert y ellos querían abrir un Centro Cultural y me dijeron: che, no nos das una mano. Y me copé y empecé a venir en la parte de arriba con otros compañeros a armar un espacio cultural. En ese recorrido, ellos me dicen: che, mirá, hace falta gente, no sé si te interesa entrar… y entré, y aprendí el oficio acá.

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—¿Y ellos te enseñaron a trabajar en la imprenta?

Sí, estoy en la máquina impresora, aprendí el oficio de maquinista offset, que lo amo, me encantó. Está buenísimo vivir de eso, más allá de que vivimos muy mal, esa es la realidad, porque es muy miserable, porque tenemos que competir, bueno, porque es muy difícil la autogestión, políticamente, pero también económicamente, en un contexto donde hay mucha competencia, te sale carísimo renovar una máquina, pero bueno, me gusta mucho el oficio.

—Y tu experiencia personal, porque nosotras somos muy militantes de esto de aprender el oficio y de no caer en la universidad como única salida posible, entonces, como más vinculado a tu experiencia personal del hacer cotidiano y lo que te da este tipo de trabajo, este tipo de conocimiento, cuéntanos más.

Obviamente que los oficios, digamos, o aquellos procesos productivos que requieren de la participación y de las decisiones humanas te desalienan en comparación con cualquier tarea repetitiva y eso te hace disfrutarlo y, por otro lado, también te da más calificación para el mercado, se valora. En ese sentido, amo el oficio. Aparte, imprimo libros, después puedo leer el libro que yo mismo imprimí, es esa relación no mecánica con las cosas que haces que me hace disfrutar lo que hago.

El oficio gráfico, desde sus inicios, la primer huelga general en Argentina es hecha por el sindicato de los gráficos. Eran como una especie de avanzada dentro del movimiento obrero. Porque antes, todo lo que se imprimía, el trabajador lo tenía que leer, hoy en día, a mí me llega una plancha, una matriz donde está el libro, y yo, si quiero, no lo leo, lo pongo en la máquina, imprimo y miro que no esté mal impreso, pero no leo nada, antes hacer eso significaba que el tipo agarraba el original, el maquinista, tenía que leerlo y escribirlo poniendo letrita por letrita. Entonces, los tipos leían, tenían un desarrollo. Su trabajo los politizaba, tenían una tradición muy combativa, mucha presencia anarquista ese gremio. Todo eso, desde ese momento hasta ahora, se fue destruyendo, porque, claro, ahora está re automatizado, en la computadora se genera una matriz, en gran parte, se transforma en una tarea rutinaria y mecánica. El oficio está muriendo, esa es la realidad también, que el desarrollo tecnológico va eliminando toda esa parte.

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Pero, lo que no se reemplazó todavía, y más acá que no es el futuro, capaz que en un taller muy moderno sí, es que tu presencia, las decisiones que tomas como maquinista para que el laburo salga bien impreso lo tenés que hacer vos, no lo resuelve la máquina, entonces si vos ves que la cara está muy verde, lo tenés que resolver vos. Todo trabajo cambia, no es como una fábrica de ladrillos que vos ponés, le das play y te sentás, y bueno. No, acá hacés un libro que es negro, otro que es azul, otro que es violeta, otro que tiene foto, otro que no, entonces todo el tiempo requiere de que vos intervengas.

—Y la historia de acá particularmente, ¿Funcionaba medio taller más que fábrica industrial?

Era un taller muy famoso, por decirlo de alguna manera, dentro de la industria gráfica, porque el dueño era un editor que tenía su marca que era Edición de Arte Gaglianone y se dedicó, durante mucho tiempo, a hacer libros de arte de artistas nacionales. Entonces, trabajaba con los museos era un taller muy selecto. Era producción más manual. Tenía la fama de que si tú querías imprimir un libro bien, de calidad, Gaglianone era el lugar. Había un vínculo a la impresión de libros de arte. Es una especificidad dentro de la impresión, que los colores, que la pelota, que el papel.

—O sea, que te den bola con esto de que esta foto la necesito más oscura y este papel…


Sí, no es como imprimir un volante de pizza. Acá tenía esa particularidad, trabajaban con el Colón, con el Museo Nacional, etc. Hizo mucha guita el patrón con eso. Pero mucho de ese negocio también estaba vinculado a los contactos que el tipo tenía con el sector del Estado. Cuando cambió políticamente eso, el patrón empezó a perder o agarró también todo el proceso de desindustrialización, no es por justificar al patrón, pero es una realidad económica que también tocó al sector de la burguesía, el tipo se compró una máquina a un precio y después el dólar se disparó y no la podía pagar, y el tipo dijo: cómo resuelvo esto, me cago en todo el mundo.


Entonces, el patrón declaró la quiebra no de manera pública. Los trabajadores no sabían, venían más o menos, antes que se dé la ocupación, dos años que no cobraban los retiros y les iba dando el pago de a poco, y echando gente a cuenta gota. Este fue un taller que, en su momento de más auge, contaba con ochenta personas, chico digamos, y, al momento de la ocupación, quedaban solo ocho trabajadores. Entonces fue achicando, achicando, ellos cuentan que los últimos meses ya no había ni luz, el patrón solo venía y se sentaba…

—Era una farsa…

Claro, tenés un imperio donde no había luz, no había laburo y les decía: bueno, no sé, pasa esto de acá, allá, y bueno, ahora volvelo donde estaba. Y así, en ese recorrido, se fue preparando, declaró la quiebra, pero de manera fraudulenta, tenía un contacto en la justicia entonces, qué pasa, cuando vos declarás la quiebra, viene el síndico, que llaman, que es la figura de la justicia y dice ¿bueno qué tenés? Dos sillas, un pizarrón, lo anota, eso vale tanto, a ver tu deuda, cuánto tenés, cuánto debés.

Lo que más valor tiene acá son las máquinas impresoras, no las pusieron en el inventario, entonces vos tenés papel higiénico, dos boludeces, y eso le permitía al tipo desarmar las máquinas y llevárselas. El patrón tuvo ese proyecto, desarmar las máquinas y llevárselas a otro taller, y esto darlo en la quiebra, el patrón perdía el inmueble si querés, pero con lo otro se sacaba sus deudas y, además, se llevaba la parte productiva, se llevaba las máquinas a otro lado, sin gente con antigüedad ni nada y ves qué onda.

—Claro, no pagaba indemnización, no pagaba nada

Claro, y le salió mal. Porque los trabajadores de Chilavert empezaron a sospechar y pusieron un abogado por su cuenta. El abogado es el que descubre que el patrón declaró la quiebra, accede al inventario y, en el inventario se da cuenta de que no están las máquinas. Y ahí les dice: bueno, muchachos, van a tener que hacer algo porque si no, los van a dormir.

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Cuando viene el mecánico a desarmar las máquinas, ellos ya sabían la jugada y se plantaron ahí. Le dijeron al mecánico: “Mirá, nos debe un montón de guita, nosotros no tenemos problema con vos, pero no te vamos a dejar desarmar la máquina”. Y el mecánico, era re del palo, porque es el vecino, vive aquí al lado (risas). El chabón se copó, se fue a la oficina del patrón y dijo: “Yo las máquinas no te las desarmo hasta que no le pagues a los muchachos”. Y ahí, desde ese día, empieza la ocupación. Ya se empezaron a quedar en la fábrica. Entran en contacto con el Movimiento de Empresas Recuperadas.

Ahí viene la experiencia de los otros compañeros, había abogados, toda la experiencia política y se empieza a planificar todo y se da una ocupación que dura ocho meses. Se denuncia a la justicia que el tipo no había inventariado las máquinas y ahí pierde el patrón, pierde el síndico que estaba, porque también saltó que estaban todos engrampados, pero igual todavía no es ni expropiación ni nada.

La justicia, en principio, lo separa al dueño porque dice: sí, acá hay una cuestión fraudulenta. Les permite a lxs trabajadorxs quedarse para salvaguardar los bienes, con la condición de no poder laburar. Durante esos ocho meses de ocupación, llega un momento en que lxs trabajadorxs se plantean que tenían que laburar, porque si no estamos adentro, nos comen los piojos. Pero tenían una guardia policial todo el tiempo en la puerta, que no les dejaba entrar papeles, nada.

De repente, consiguen un laburo. Entonces dice: qué hacemos, qué hacemos, qué hacemos.

Y el mecánico (que es el vecino), hablando, porque se conocían, les dice: “Yo vivo al lado, podemos hacer un agujero en la pared del fondo y pasan el laburo por ahí”. Así que hacen eso. Le dicen a la policía: Vamos a prender las máquinas porque si no, se van a estropear mucho tiempo apagadas, y ellos no entienden nada de máquinas, no saben si está produciendo o no, los tipos hicieron el laburo y los sacaron por el agujero, y el vecino los sacó a la calle y ya.

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—Qué vecino más hermoso

Sí, increíble. Ahora van a ver que, en el agujero que quedó, le pusimos un marco de un cuadro. ¡Y quedó! Julio se llama el vecino, un genio. Bueno, ahora ya está muy viejito y muy enfermo, pero le dimos un premio, no sé. Siempre estuvo muy cercano.

—Quedó unido a la fábrica

Sí, es tanto lo que hizo Julio, como un montón de gente, es muy importante. Me tocó estar en un montón de ocupaciones donde se veían situaciones en las que la gente sólo las hace por la presión, porque no le quedó otra. Y ahí sale lo peor y sale lo más humano ¿viste? Y pasan estas cosas, como que el vecino te dice: ya hagamos un agujero en la pared de mi casa, y no le importa un carajo si la policía lo agarra. Y esas cosas te desarman, porque alimenta un poco la lucha que también es dura, ¿no?, nada sí, re lindo.

—Y bueno, ahí entonces empezaron a pasar los papeles y comenzó todo

Y bueno, en el medio de eso se iba dando una pelea hacia fuera, contra la justicia, presentando papeles, seguía el quilombo social, entonces muchas movilizaciones a la casa de gobierno exigiendo una política específica para las fábricas que estaban ocupadas, hasta que, finalmente, se consigue primero por dos años la tenencia legal de las fábricas que funcionen como cooperativa, el permiso de laburar. Ahí le dan las llaves a lxs trabajadorxs y empieza a funcionar de manera legal. Y bueno, che, ¿ahora qué hacemos? Hay que laburar, ¿quién sabe hacer esto? ¿Y quién sabe hacer esto otro? ¡Bueno, un quilombo!

Y después se fue renovando el permiso, primero fueron dos años, siempre se sostenía con movilización. Después, al tiempo, cuando la querían dar de baja, otra vez, movilización, se consiguió por cinco años más y después ¡ya está!

—Y cómo fue esa primera organización de cooperativa


Ese es el momento cuando yo llegué en los primeros inicios de laburar. Y, para mí, era alucinante ¡imagínate! yo aparte pensaba: ya está, era la revolución. Porque te interpelaba, la política era algo real, era: bueno, che, cómo mierda hacés para llevar adelante una fábrica sin que estén los patrones, porque aparte barrés con un mito histórico que si no está el patrón, no anda nada. Era interesante. Era la prueba y no sé si la pasamos (risas).


Encima, yo, al principio, entré más en la parte de oficina, que era la parte administrativa, la parte que nunca se queda, se va antes, son los que estaban más cerca del patrón, se fueron todos a la mierda. Quedó sólo Ernesto que era como el che pibe, el que las hacía todas. Entonces lo más complicado de ese momento era cómo hacés un presupuesto, de dónde carajo salen los costos, eso nunca lo había hecho. Y bueno, Ernesto fue el que más o menos le fue encontrando la vuelta.

Después mucha solidaridad, se acercó la Universidad. Me acuerdo cuando llegó un tipo que sabía mucho del oficio, Hernán, un ex imprentero especializado en la parte de gestión y aportó un montón. Era un anarco, sin pedir nada a cambio, armó un programa para cotizar. Al principio, se armaban los presupuestos como en una hoja, ¿viste?, hacían uno por día, era re lento. Después, la parte más de taller funcionaba porque se quedó la gente que estaba al frente de las máquinas, y la gente sabía laburar. Faltaba más la parte de coordinación, pero bueno, eso se fue aprendiendo, y es un paso pa’lante y cinco p’atrás, y es así todo el tiempo.

—¿Y cómo lo hicieron, cómo lo organizaron en cuanto a las jerarquías, había una cabeza, cómo repartían los dineros?

No, casi todas las fábricas recuperadas, en su inicio, adoptaron una forma democrática asamblearia para tomar las decisiones, tenemos una parte más formal en la que elegís un presidente, un secretario, un tesorero, porque es la parte que tenemos que tener sí o sí, para presentar la relación con el fisco. No en todos los casos el que es presidente en los papeles es el que dirige, qué sé yo, pero tenés que tenerlo. Más allá que después tenés siempre compañeros que son más dirigentes, más autoridad y, como cualquier grupo, eso se va ordenando, pero la manera de tomar sobre todo las grandes decisiones, no el día a día, es a través de una asamblea, nos juntamos, discutimos, no hay laburo, hay que vender una máquina, qué hacemos, debemos luz, se debate, se vota y se acabó.

—Ahora están en esto del Bachillerato, ¿nos puedes contar un poco sobre eso?

Claro, el Bachi ya tiene igual bastantes años. En el 2007, arrancó. Ahora hay 60 pibes. Es re interesante lo del bachi. Hay una corriente muy grande de bachilleratos populares en Argentina. Muchos surgen en ese camino de las empresas recuperadas también, entonces muchos están funcionando en fábricas.

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—¿Qué sería la figura de bachillerato popular?

Es una escuela para adolescentes y adultos que levanta la educación popular, parte de la teoría de Paulo Freire, un brasilero, y es como construir sujetos críticos, yo no conozco la teoría, pero bueno, es marxista la posición, la lectura de cómo funciona la sociedad y aplicado a la educación, para liberar a los sujetos, articula una educación crítica. La misma crisis económica genera una crisis en educación muy fuerte, entonces se fueron empalmando las cosas, los primeros bachilleratos arrancan también con un grupo de profesores que tenían esas ideas y hacen una tarea militante. Acá empezó así por ejemplo, venían tres o cuatro profes, ponían un cartelito en puerta: clase de apoyo al barrio. Vos estás terminando la secundaria y te va mal en matemática, entonces vení acá.

Y en ese recorrido, empieza a ver una pelea con el Estado para que los reconozca, para que reconozca esa tarea y poder armar escuelas de educación popular, y entonces se gana eso y empiezan a surgir, el primero es el de IMPA, el de Chilavert debe ser también uno de los primeros que consigue la oficialidad. Esta es una escuela que emite títulos como cualquier escuela del Estado, y los docentes cobran, cobramos, las horas de trabajo por ser docente.

La currícula te la baja el Estado. Hay una parte que sí está institucionalizado, las materias básicas, lengua, matemáticas, literatura, eso como cualquier escuela media. Como bachillerato popular, se negoció la orientación en cooperativismo y la autogestión.

—Y qué pasan en las clases de cooperativa

Primer año es historia del cooperativismo, entender los conceptos, de dónde viene. El segundo año ya es análisis de casos reales, entonces se toma Zanon, se toma esta imprenta como ejemplos concretos, vienen los compañeros y cuentan. Y en tercer año es experiencia concreta, se hace una cooperativa con los pibes de tercero, y hacen algún emprendimiento, generalmente es un libro. La escuela también funciona como una cooperativa, por ejemplo, la limpieza la hacemos de manera colectiva. Los pibes se organizan para limpiarla, para pintarla, arreglamos los bancos, hacemos jornadas, de bueno, hay que poner un clavito, la luz, todo.

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*Por Sofía Bensandon y Javiera Naranjo para Oficios Varios.

Palabras claves: Chilavert, Empresas recuperadas, fabrica recuperada

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