Derecho a decidir y Salud Mental

Derecho a decidir y Salud Mental
19 octubre, 2018 por Redacción La tinta

En el marco de la semana de la 5ta Marcha por el Derecho a la Salud Mental, creemos necesaria la tarea de pensar la temática del aborto desde una perspectiva de salud integral.

Por Macarena Herrera y Ernesto Trejo para La tinta

Este interrogante nos surge a raíz del debate suscitado en el Congreso respecto al proyecto de ley IVE (Interrupción Voluntaria del Embarazo) y su tratamiento irresponsable, tanto en los medios de comunicación hegemónicos como en las voces de lxs diputadxs y senadorxs a favor del aborto clandestino.

«Lo podés dar en adopción, ver qué te pasa en el embarazo, trabajar con psicólogo, no sé», afirmaba Gabriela Michetti, vicepresidenta de la Nación y presidenta de la cámara de Senadorxs, con total desconocimiento de la problemática social e histórica que implica el aborto, sus causales y la necesidad de que este sea legislado.

Entendemos que la Salud Mental es tener techo, trabajo, comida, educación, contención, en otras palabras, condiciones de vida dignas para todxs. ¿No les parece, entonces, que la libertad de decidir sobre nuestrxs cuerpxs, nuestras vidas, sin ser juzgadas bajo miradas patriarcales y eclesiásticas, construye la Salud Mental de cada unx?

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(Imagen: Cobertura Colaborativa 8A)

Sexualidad y poder

Tomamos a Foucault en La Historia de la Sexualidad para pensar la construcción de nuestras sexualidades en la cultura occidental actual, la cual se sigue rigiendo por estereotipos religiosos, tal y como la sociedad que supo leer el autor. Hubo un período (la burguesía victoriana) caracterizado por el encierro y la reducción de la sexualidad, pasando a ser legítimo y “normal” solo en los casos de matrimonios heterosexuales y con fines reproductivos.

De esta manera, se impuso, dentro del mundo de la sexualidad, un único modelo reconocido, el de fines utilitaristas, es decir, relaciones sexuales entre mamá y papá para tener hijxs. A su vez, se instaló un espacio ilegítimo -el trabajo sexual, las relaciones prematrimoniales, los encuentros casuales- en donde sí se podía pensar el placer (y sentirlo).

Entendiendo todo este recorrido, no es sorprendente que muchxs señorxs (como Albino) sigan pensando en la sexualidad en clave tan retrógrada para sugerir la castidad como un método de educación sexual. “Virtudes, conductas dignas, fomento del dominio y señorío sobre el propio cuerpo, castidad (…) la mujer debe esforzarse por ofrecer al hombre su virginidad tanto física como moral”, sugirió.

Para Foucault, es la mujer la que históricamente estuvo bajo estricta vigilancia y su cuerpo fue analizado, calificado y descalificado como un cuerpo saturado de sexualidad. Así, con la conveniencia de un discurso patologizante propio de las ciencias médicas, se aseguraba la fecundidad y el rol de la mujer relegado a lo privado, la casa y la familia. A través del dispositivo de la sexualidad, Foucault explica que aparece la imagen de “la Madre, la mujer nerviosa, la histérica, relegada a lo doméstico y a la maternidad, la esposa frígida, la madre indiferente”.

A raíz de esto, podemos entender y repudiar los modos reduccionistas que tiene el patriarcado de contemplar nuestra “peligrosa” sexualidad, la necesidad de controlar y exigirnos las tareas reproductivas y de cuidado. Además, si se quiere salir de esa “maternidad obligatoria”, se las relega a la clandestinidad e ilegalidad, forzándonos a abortar en un ambiente hostil, insalubre, lleno de tabúes y prejuicios sociales.

Estas representaciones sociales que construyen el imaginario colectivo sobre los riesgos físicos y psíquicos que sufren las mujeres luego de haberse practicado un aborto, van desde argumentos del tipo: “Nos volvemos locas, que vamos a quedar traumadas para toda la vida, que no vamos a poder tener hijas/os, que vamos a soñar con el feto” hasta comentarios como que “somos asesinas o malas personas, que nos volvemos malas madres, que nos vamos a arrepentir, que tendríamos que haber hecho otra cosa, que es lo mismo abortar que tener un hijo y darlo en adopción”¹.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Clandestinidad e ilegalidad

El aborto es clandestino porque el Estado, el sistema jurídico y político así lo establecen. Las condiciones inhumanas sobre las que descansa esta práctica, el mercado negro generado, las violencias médicas y sociales, y la justicia patriarcal atraviesan a las personas gestantes que, por distintos motivos, necesitan acceder a una interrupción de su embarazo.

Estas situaciones de abandono estatal y profesional hacen de la temática del aborto algo que excede a cuestiones éticas, morales y religiosas, y para analizarla desde su aspecto más abarcativo, como lo es la Salud Pública y la necesidad de que sea legislado como tal.

Teniendo en cuenta los registros oficiales y no oficiales de muertes por aborto, sumado a los centros clandestinos donde se los realizan, y al factor económico (que divide a la población entre quienes pueden tener acceso a una práctica segura y quienes corren el riesgo de perder su vida), nos seguimos preguntando: ¿por qué el Estado no legisla una problemática histórica y que es transversal a toda la sociedad?

Ante la falta de respuestas institucionales frente a esta situación, lo que se genera es una práctica clandestina, fortaleciendo no solo la persecución y la muerte, sino también la enorme brecha que existe entre las clases socioeconómicas. Estigmatización, persecución y vulnerabilidad que impactan negativamente en la Salud Mental de las personas que deciden atravesar situaciones de interrupción de embarazo.

Creemos que un análisis en el que la realidad esté puesta en discusión y la Salud Mental se entienda de manera integral debe reconocer al aborto como una problemática de Salud Pública, debe contemplar que toda la sociedad está atravesada por esta práctica, visualizando la heterogeneidad social a partir del hecho de que cada persona gestante vive su propia experiencia.

El aborto, entonces, puede concebirse de diferente manera, es decir: “Distinto para mujeres jóvenes, adultas, lesbianas, bisexuales, transexuales, travestis, heterosexuales, negras, indígenas, mestizas, blancas, VIH positivas, con discapacidad, pobres, sirvientas, niñeras, obreras, dependientas, putas, presas, de diferentes religiones, de diferentes países, de diferentes provincias, lejos o cerca de la ciudad”².

Porque las personas gestantes abortaron, abortan y abortarán, sostenemos que el derecho a decidir constituye un acto de Salud Mental.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

*Por Macarena Herrera y Ernesto Trejo para La tinta.

Palabras claves: legalización del aborto, Salud Mental

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