Voces que retumban por los siete pibes asesinados en Pergamino

Voces que retumban por los siete pibes asesinados en Pergamino
4 septiembre, 2018 por Leandro Albani

A 18 meses de la Masacre de Pergamino, se realizó una nueva movilización para reclamar justicia por los siete pibes asesinados en la Comisaría Primera.

Por Leandro Albani para La tinta

Las calles

Una tarde casi primaveral en Pergamino, si no fuera porque el frío todavía se niega a retirarse. En la plaza 9 de Julio, en el centro de la ciudad, la gente pasea, toma mates, cruza la Avenida de Mayo en autos y camionetas. Son las cinco y media, y el día se diluye, como el sol que ya empieza a bajar hacia el horizonte. En la plaza, al lado del monumento que recuerda a los desaparecidos pergaminenses durante la dictadura cívico-militar, comienzan a reunirse madres, hermanas y novias, amigos, militantes y vecinos que, desde hace 18 meses consecutivos, se movilizan para reclamar justicia por los siete pibes asesinados en la Comisaría Primera el 2 de marzo de 2017.

Aunque la ciudad se mueve al compás relajado de una tarde perfecta, este domingo, unas cien personas preparan todo para marchar hacia el edificio nuevo de la Comisaría Primera. Hoy, los siete pibes están menos solos. Junto a ellos, se encuentran Alberto Santillán, padre de Darío –militante asesinado junto a Maximiliano Kosteki en 2002- y varios familiares de víctimas de gatillo fácil.

Las voces

«Lo que pasó en la Comisaría Primera no es un hecho aislado. El Estado ya se cobró muchas víctimas, el Estado es el que se encarga de matar a nuestros hijos porque son pobres, porque están fuera de lo que ellos pretenden. Pero le vamos a decir basta, basta de impunidad. Vamos a seguir peleando porque esta es nuestra lucha y por la sangre derramada de nuestros hijos. ¡No nos van a callar, se los digo en la cara, ninguna bala de ustedes me va a amedrentar ni va a amedrentar a ninguna de las madres que estamos acá! Vamos a seguir luchando hasta terminar con la impunidad. Llueva o truene, nos van a encontrar en las calles pidiendo justicia por nuestros hijos. Los policías tienen licencia para matar y les decimos basta de esa licencia. Se ha naturalizado que, como portan armas, tienen que salir a matar y ese no es su trabajo. Ellos nos quieren disciplinar de esa forma. Estar en la calles significa que nadie nos va a callar». (Cristina Gramajo, madre de Sergio Filiberto).

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(Imagen: Micaela Minigo)

Las calles

En las banderas, remeras y pañuelos, se multiplican los rostros de Sergio Filiberto, Fernando Latorre, Alan Córdoba, Franco Pizarro, Noni Cabrera, Jhon Claros y Federico Perrota. Ellos son los siete pibes que la policía bonaerense dejó que se incendiaran. Ese 2 de marzo, los policías imputados -y que esperan en la cárcel o en arresto domiciliario el juicio que comienza en 2019-, miraron para otro lado mientras las llamas consumían las vidas de los pibes durante casi una hora.

En la vieja casona en la que funcionó durante más de ochenta años la Comisaría Primera, ahora, la Municipalidad quiere trasladar algunas oficinas administrativas. Y poner una placa con los nombres de los pibes. En tiempos de cinismo, parece que algunos funcionarios compiten por el primer puesto en el podio de los cínicos.

Las voces

«Las familias de Justicia x los 7 vamos a estar más unidos que nunca. No vamos a compartir ningún espacio de memoria con aquellos que tienen algún tipo de responsabilidad política sobre la masacre de nuestros hijos y la tortura que han sufrido cientos de jóvenes en Pergamino. Vamos a mantener el espacio de la memoria para nuestros hijos porque lo pagaron con su sangre. ¡Ningún pibe menos, ninguna piba menos, ninguna bala más porque este Estado es responsable!» (Silvia Rosito, madre de Fernando Latorre)

Las calles

La marcha arranca ante las miradas de asombro de muchos vecinos y vecinas que disfrutan la tarde en la plaza. Los cantos, los gritos y los nombres de los siete pibes retumban en una ciudad que todavía se niega a ver qué sucedió ese 2 de marzo. Desde Boulevar Rocha hasta Boulevar Alsina, los pasos son firmes, aguerridos, pero también duelen. Ahora, la movilización se desplaza en paralelo al parque España y al viejo ferrocarril. Las banderas no paran de agitarse. La comisaría queda a unas pocas cuadras. La vieja seccional, a apenas cien metros de la Municipalidad, está cerrada a cal y canto. Las instalaciones de la nueva comisaría son prolijas, con árboles y un parque. Adentro, aseguran los familiares de los siete pibes, quienes la habitan siguen torturando a los más pobres.

Las voces

«Lo primero que quiero hacer es abrazarlos, abrazarlos con el corazón y desde las entrañas. Porque lo que pasó en Pergamino no hace más que repetirse una y otra vez en tantos pibes. Hay que estar, saber pararse y, sobre todo nosotros, los familiares, tenemos que entender que no nos tenemos que correr. Tenemos que estar y pelear, así nos persigan y nos repriman. Tenemos que defender a nuestros hijos, porque los amamos y los honramos. Nosotros somos los dueños de las calles, porque desde las calles hemos conseguido cosas que, si no hubiésemos estado, la justicia no iba a hacer justicia. Nosotros sabemos lo mucho que falta con respecto a la justicia, pero también hay que resaltar las cosas que hemos conseguido, porque en las cosas que se consiguen dejamos sangre, llantos, dolor.

Hoy, tenemos un espacio como el de Luciano Arruga, tenemos la estación Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en Avellaneda y acá también tiene que existir un lugar que tenga el nombre de los pibes y que sea únicamente de las familias, porque las familias son las que aman a sus hijos. Soy un padre parido por un hijo y acá somos muchos los padres y las madres paridas por sus hijos. Más allá de las diferencias que tengamos, y que las tiene que haber, tenemos que saber que el enemigo es el Estado. La Federal, la Bonaerese, la Prefectura y la Gendarmería, ellos son los que nos reprimen. Nosotros tenemos que estar siempre al lado del que más necesita, por eso mismo, hemos venido para que sepan que no va a ser la única vez, sino que todas las veces que ustedes nos precisen acá estaremos. ¡Justicia por los pibes! ¡Justicia, justicia, justicia y a la mierda con toda esta clase de policía asesina! ¡Aguante los pibes, aguante la lucha y, sobre todo, aguante los padres y las madres! ¡Hay que estar en las calles, pelear en las calles y no nos van a correr!» (Alberto Santillán, padre de Darío Santillán, asesinado el 16 de junio de 2002 en la Masacre de Avellaneda)

(Imagen: Micaela Minigo)

Las calles

La acción es rápida y participan casi todos y todas. Engrudo, afiches con las caras de los policías responsables de las muertes, stencils, aerosol, carteles pintados a manos. El escrache ya está en marcha y, en apenas unos minutos, el frente de la comisaría queda empapelado con la cara de los uniformados. Un afiche dice: “Estos son los asesinos”. Sobre un cartel de chapa azul en el que se lee “PRIMERA”, un stencil aclara la situación: “Ni motín ni pelea. Fue una masacre”.

Antes de que el frente de la comisaría quede totalmente escrachado, en la casa del fondo, se abre la puerta. Salen cinco o seis policías que se acercan a la reja principal. Todos les gritan “asesinos”, “cobardes”, “cómplices”. Uno de los policías, casi en un susurro, deja escapar: “Yo no soy como ellos”. Los gritos y los llantos se acrecientan. La furia que genera la injusticia en Pergamino está más viva que nunca, aunque la mayoría de las personas sigan disfrutando de un sol cálido de domingo en la ciudad.

Las voces

«Somos mamás, papás y amigos que decimos que la lucha es una sola y estamos todos juntos. Venimos a denunciar a todos los asesinos de los pibes. Recién, uno de estos perros del Estado decía ‘yo no soy igual’, pero todos responden a lo mismo, al Estado, no hay ninguno que sea bueno. Sabemos que el único policía bueno es el que está muerto, como ellos desean la muerte de nuestros hijos. Venimos a apoyar a las madres y familiares de Pergamino para que ese espacio de memoria sea de ellos. Ese espacio de memoria no va a ser compartido con ninguno que tenga responsabilidad sobre la muerte de los pibes. Ese espacio de memoria es de los pibes. La sangre de los pibes fue derramada ahí y su sangre no se negocia. Basta de gatillo fácil, basta de torturas y muertes en lugares de detención, basta de causas armadas, basta de femicidios. El 80 por ciento de los femicidios son cometidos por agentes de las fuerzas en actividad o por ex agentes. La responsabilidad tiene que caer sobre el Estado y sobre todas las instituciones que le pertenecen. Nos tenemos que unir en la lucha, porque si no nos unimos, ellos festejan, se nos ríen en la cara. Para ellos, esta marcha es un día más, porque dicen que ese 2 de marzo no estaban. Pero no importa, porque otro día pueden estar y otros pibes van a ser torturados y asesinados. El que hoy mira para otro lado, el día de mañana, le puede pasar también.

Por eso, la lucha es colectiva, no es individual, el que lucha solo por justicia está equivocado, porque la justicia no nos devuelve a los hijos. Luchemos para que no puedan volver a apretar un gatillo o cerrar un calabozo y no dejar salir a los pibes. El narcotráfico, la trata de personas, las desapariciones forzadas, todo eso lo maneja el Estado con la complicidad del poder judicial y policial. Tengamos bien clara la responsabilidad del Estado frente al asesinato de todos nuestros hijos. Que la lucha sea una sola y por todos. El gatillo fácil y las muertes en contexto de encierro ocurren a lo largo y a lo ancho del país, y en todo el mundo. La represión existe a nivel mundial, mientras vivamos en un mundo capitalista, en una sociedad dividida en clases. Donde haya ricos y pobres, esto va seguir sucediendo. No peleemos pobres contra pobres, peleemos contra los verdaderos asesinos de nuestros hijos. (Emilia Vassallo, madre de Pablo “Paly” Alcorta, asesinado por la policía bonaerense en 2013)

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(Imagen: Micaela Minigo)

Las calles

Hay muchos pibitos y pibitas. Cantan en contra de la Policía. Se trepan a las rejas de la comisaría y pegan los carteles. Agitan, gritan, algunos lloran, pero después se reponen y siguen firmes, con los carteles de los rostros de los chicos asesinados en sus manos. Los policías siguen mirando lo que pasa en las calles. No hablan, no se inmutan. De la comisaría, salen dos más, uno hablando en celular. Desde lejos, también miran. Vuelven adentro. El acto llega a su fin, cargado de tensión y rabia. Hay muchos abrazos, apretones en el cuerpo, palabras de solidaridad, de no bajar los brazos, de seguir la lucha. Poco a poco, el aire se descomprime. Los pibitos y las pibitas andan por ahí, como también anda, incansable, Lolo, la abuela de Fernado Latorre, que, con sus años a cuestas, nunca deja de marchar y llorar y gritar por su nieto, al que se lo ve siempre reflejado en sus ojos.

* Por Leandro Albani para La tinta / Imágenes: Micaela Minigo

Palabras claves: gatillo fácil, Masacre de Pergamino

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