César González presentó «Lluvia de Jaulas» en Córdoba

César González presentó «Lluvia de Jaulas» en Córdoba
7 septiembre, 2018 por Gilda

El poeta y cineasta César González conversó en Radio Zumba La Turba acerca de su película «Lluvia de Jaulas», las villas como prisiones a cielo abierto y la creatividad ante la violencia institucionalizada en Argentina.

Por Guadalupe Scotta y Fran Acosta para La tinta

Es sábado por la noche en la ciudad de Córdoba, buscamos una pizza y eso es fácil con el billete del Yaguareté. Tomamos un taxi a Radio Zumba La Turba: agarra por Av. Olmos y llegamos al puente, lxs que vivimos acá sabemos que hay control policial: —¿A dónde se dirigen? —mi colega responde con una intersección: una calle correcta y, en la otra, se confunde, tal vez fue a propósito.

César González eligió el MAC (Mercado de Arte Contemporáneo) para realizar una función extraordinaria de su película “Lluvia de Jaulas”: «Las villas de Argentina son cárceles a cielo abierto, sin altos alambrados ni macizos muros, pero donde las poblaciones viven sometidas a una rigurosa vigilancia y omnipresente control. Un basural de cicatrices, ausencias y necesidades a la vista de todos, pero que se simula no conocer“.** El director optó por realizar la proyección en Córdoba. Señaló que la represión aquí no es extraordinaria frente a todo el territorio, pero que conoce cómo las resistencias se mueven en la ciudad sin mar.

Las prácticas de César González son un embate a la derecha, una embestida: “Justicia del arte” que va al hueso. Los ensayos interpelan también a la militancia o a aquella parte que repite la oda de la “cultura del trabajo”.
Se proyectó “Lluvia de Jaulas” y el micrófono comenzó a circular, algunas preguntas se convertían en retratos de esa Córdoba “bien”, esas “buenas intenciones” que incluyen a los progresismos y, mientras los vomitábamos, crecía el murmullo. César remató, señalando que el arte por esencia no es burgués, es universal, una clase se la apropia, pero no le pertenece.

“No me pregunten quién soy, ni me piden que siga siendo el mismo”

En el estudio de la radio comunitaria, alternativa y popular, comenzamos nuestra conversación, indagando en “Lluvia de jaulas”: «Es una peli con un formato en el que no se puede definir a priori si se encuadra dentro de un documental o una ficción (…). Hay algo que dice Chris Marker, quien me inspiró mucho para esta película (…). Lluvia tiene mucho de registro, de los hechos tal cual son, eso puede ser más de lo genuino del documental, esconderse con la cámara tranquila y registrar. En un espacio como es el de la villa, donde transcurre la película, atento a ciertas situaciones que se repiten: la presencia y la violencia policial. ¿Cómo es vivir todos los días así?Quizás quiero filmar otra cosa, pero aparece un operativo policial».

—Hablabas hoy de la instauración del modelo carcelario recorriendo todos los aspectos de la vida, más allá de las paredes de la cárcel.

—Sí,  el control sobre el espacio villero y la distribución de ese control en ese espacio, es muy parecido al control del espacio en las cárceles. Hay una reglamentación y un control de los tiempos.  En qué momento podés salir de tu casa y en cuál no. Es como en la cárcel, tenés horas para salir de tu celda y tenés horas obligadas para volver. No suele pensarse como cárcel. Son cárceles sin garita, sin alambrados (no es necesario), pueden estar al aire libre, sin necesidad de un muro.

Las villas son archipiélagos que brotaron en medio de las urbes. La película trata de reflejar eso, con un enfoque en las poblaciones juveniles-infantiles: ¿Por qué me enfoqué en esas figuras? Quizás porque fui papá y que mi hija está creciendo ahí, mis hermanos son chicos… ¿Qué pasa cuando de chiquitx naturalizas tanta violencia? (…) Son imágenes naturalizadas, son parte de la vida, ya no son extraordinarias.

—¿Cuánto te llevó aprender las técnicas de lo cinematográfico?

—Mirá, siempre recuerdo una cosa que dijo Orson Welles, en una entrevista que encontré en el viejo Canal Encuentro (hace 5 o 6 años). Él decía que la técnica cinematográfica, sea la rama que sea (fotografía, edición, decorado, vestuario), son cosas que se aprenden en 2 o 3 horas. La sustancia importante es la imagen, eso se logra con una cámara. Después, está la cuestión de la calidad, pixeles, textura y lo que tenía el fílmico que no tiene lo digital. El estatuto de imagen está, esa es la esencia del cine, no la determina la calidad de la máquina con la que registrás, sino que la máquina esté ahí para registrar es lo importante, es la materia prima.

Yo salí a filmar con los medios no ideales, era esa o quedarse a esperar los ideales. Te podés morir esperando. Yo no podía entender eso como un freno para este sentimiento que tengo de filmar con la gente de la villa, con quienes me crié, que conozco. No solo desde ahí, sino también las ganas de activar y de crear cosas en el cine.
Y es lo que hay, no quiere decir que el resultado vaya a ser precario, dentro de esas limitaciones, hay que exprimirlas para alcanzar la máxima calidad posible que esa limitación puede dar.

—¿Cuándo fue el rodaje de la peli?

—La película se empezó a filmar cuando el macrismo ya había asumido, después de la elección de octubre, fue en ese momento. Abarca tres años de rodaje, sin querer queriendo se transformó en un registro y aparecen imágenes que han surgido a partir del macrismo.

—¿Como cuáles?

—Estábamos filmando en la ciudad y aparece un acampe en apoyo a Milagro Sala, una marcha contra el FMI y una marcha a favor del aborto. Eso sucedió ahora, no lo busqué, lo encontré. Muestra el recrudecimiento de la represión (que ya estaba) y es una reflexión del por qué está pasando (…) ¿Cómo lo toma la gente que la sufre? ¿Qué interpretación nace de eso? A partir de allí, nace la rebeldía y la resistencia o todo lo contrario… Nace una reproducción de eso mismo que nos está reprimiendo y asfixiando. (…)  Aunque cueste admitirlo, un gobierno reaccionario, ha potenciado la creatividad. Hay algo claro a qué resistir, hay algo obsceno que te despierta una fibra particular. Esa fibra, al arte le ha sido beneficiosa, le hace recordar al artista que puede tener otras funciones. Le recuerda que también se puede salir afuera. Donde hay poder, hay resistencia. Mientras más absurdo y violento es, la resistencia se torna más encantadora.  Hace poco, leí una frase que decía: «quién quiere ganar la batalla si resistir es todo». Antes, no se lo veía al gobierno nacional como un enemigo a combatir, había una contradicción ahí. Era otro el problema, era un problema, pero era otro problema…

—Entre la criminalización de la protesta y la pobreza, penetraron los estigmas. ¿El rodaje ha latido junto a esa profundización?

—Hay imágenes que filmé en 2012 y 2013, en el pico kirchnerista, y se ve lo mismo que filmé después. Reconozco que vengo de una villa que fue urbanizada, pero no todas las villas fueron urbanizadas. En un plano práctico, la sociedad argentina no soportaba más un modelo como el kirchnerista. Lo poco que repartió el kirchnerismo, lo que hizo por lxs pobres, a lxs otros sectores les resultó aterrador. Que lxs pobres accedieran a algo a un sector de la sociedad argentina le resulta imperdonable.

El modelo de la conciliación de clases, del extractivismo sojero no es mi modelo de sociedad ideal. Después, hay gente que necesita comer y hubieron gobiernos que le dieron de comer a millones, a millones que tenían hambre. Si nos ponemos en un plano filosófico: es un modelo que tiene dentro de sí mismo su putrefacción. El kirchnerismo no se animó a tocar un interés capitalista grande, que no sea simbólico. Y fijate la derecha, cuando es gobierno, te hace mierda todo, no duda, no tiene ningún tipo de pudor. Y eso que no les tocaron nada, ellxs hicieron guita más que nunca (en los 12 años kirchneristas).

—Lo discursivo habilita muchas cosas… Si el presidente o la ministra avalan un asesinato a manos del estado, dan rienda a que el fascismo avance….

—Eso ya estaba, el ADN reaccionario conservador de la sociedad argentina no empezó ahora (…). También nuestro país tiene en su alma a un sector de mucha lucha. Argentina es un país que tiene tradiciones importantes: desde el anarquismo (no en cualquier país hubo un anarquismo como el de acá), tiene su propia tradición marxista, su propia tradición keynesiana y el peronismo es de acá. Este modelo de democracia ya está fallido de antemano, no puede ser que todo termine en ese circo que es el congreso.

En un debate importante e histórico como en el del aborto, escuchamos lo que escuchamos (…). Es obvio que eso está podrido. Tampoco veo que sea una sociedad con ganas de salir de eso, la salida que se plantea no es de izquierda, sino de derecha (…). Al mismo tiempo, hay focos de resistencia muy interesantes que abarcan lo artístico, lo político, lo comunicacional… no es que no existen. Además, no son dos o tres locxs aisladxs, eso es lo que les duele. Con todo lo que hicieron: genocidios, un siglo XX lleno de dictaduras, no pudieron erradicar esa potencia.

Te podés encontrar, no te quedás solo. Después empieza la rosca de la interna de cada agrupación, a veces hay más ganas de la rosca que de hacer algo de verdad. Esa interna existe, porque existen las organizaciones. En otros países, no existe ese nivel organizativo. Fijate Brasil, la pasividad con que reaccionaron (te guste o no Lula), la salida planteada es un candidato militar.

—Las manifestaciones frente a la reforma previsional fue un ejemplo de que las organizaciones estaban…

—Las bases están en Argentina. Acá, los focos de resistencia son muy auténticos, creativos, es muy fuerte y poderoso a lo que hay que resistir. O se resiste con fuerza o no se resiste.

***

Al aire lo cerramos con el poema de César, “Gritar”. Fue un hurto a su mochila, ayudada con un poco del coraje que te venden etílico. La entrevista fue emitida en el programa “Viaje de Radio” de Zumba La Turba el martes 28 de agosto de 2018.

* Por Guadalupe Scotta y Fran Acosta para La tinta
** Reseña de «Lluvia de Jaulas»

Palabras claves: César González, Cine, Lluvia de jaulas

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