Las tres e: niñes, libres y felices

Las tres e: niñes, libres y felices
22 agosto, 2018 por Redacción La tinta

La generación de niños, niñas y adolescentes que están teniendo su crecimiento atravesado por las movilizaciones del Ni Una Menos y el aborto legal, están aprendiendo a no callarse más, demandan infancias libres, educación sexual integral y que dejemos de imponerles el machismo tan arraigado en nuestra sociedad. A la par, una generación de adultos tiene disposición a acompañar, agacharse y escuchar. A garantizarles sus derechos. Para elles, este reconocimiento.

Por Redacción La tinta

Adoctrinamiento y niñez

“Dice mi mamá que si te parezco chica para usar
un pañuelo verde, me imagines pariendo” 

Juli es una niña nacida al calor de muchas luchas sociales. Sabe, desde sus 7 años, que a los de arriba se les arrancan los derechos, no se les pide “por favor”: a ella, la policía nunca le pidió permiso para entrar sin orden judicial a su casa en medio de la noche ni tampoco lo hizo el señor que quiso llevársela a la salida del colegio. Juli lleva su pañuelo verde desde hace 4 años, cuando fue al primer Encuentro Nacional de Mujeres con su mamá. Desde ese día, se llama feminista, marcha en todas las fechas importantes y se sabe todas las canciones: “¡Vamos todas, compañeras, todas en un solo grito, a luchar por las que mueren por aborto clandestino!”. El otro día en el colegio, le pidieron que quite su pañuelo verde de la mochila, porque algunos padres se habían quejado. Luego, en Scouts, otros padres se quejaron. Juli gritó, fuerte, les dijo que era su derecho usarlo. Ahora, va a otro turno del cole, a donde nadie la conozca porque es “muy conflictiva”. A su mamá, la directora le explica que Juli es muy chica para andar con esas cosas, que no la meta en líos dándole el pañuelo verde. Su mamá es bien clara: «Ella usa pañuelo verde mucho antes que yo, ella me explicó por qué es importante tenerlo».

Adoctrinar es “transmitir una doctrina a una persona para que ésta la haga propia” y doctrina “es el conjunto de ideas y creencias que buscan imponerse como forma de ver el mundo”. Ambas palabras son asociadas históricamente a mecanismos de control social, a través del uso de la propaganda y educación como medios privilegiados. En general, han sido gobiernos totalitarios o la Iglesia Católica quienes han sido acusados de adoctrinar a las personas.

En la actualidad, somos las feministas quienes estamos en el banquillo. Si marchamos con nuestros hijos e hijas, si una niña usa pañuelo verde, las estamos “adoctrinando”. Se nos acusa a las docentes que hablamos de diversidad sexual en las aulas, o hasta de Santiago Maldonado, de querer imponer ideas a los y las estudiantes. Se nos dice, repetidamente, que los niños y niñas “no están preparados” para hablar de ciertos temas o incluso comprender cuestiones de educación sexual, de discriminación, de política. Lo cierto es, para quienes estamos rodeadas de ellos, que son les niñes quienes nos imponen esos temas y no al revés. La curiosidad les lleva a preguntarlo todo, a pesar de que los adultos les ocultamos cosas. Esa búsqueda seguirá.

Cuando se habla de adoctrinar, no puedo dejar de pensar en dos fotos que hay en mi casa y en la de mi compañero: en la mía, mi bautismo; en la de mi compañero, su primera comunión. Ambas, desplegadas con orgullo maternal, muestran, a las claras, que el adoctrinamiento arrancó mucho antes que el feminismo y fue la Iglesia Católica su impulsora. Una bebé de 2 meses, un niño de 7 años. La bebé llora desconsoladamente mientras un señor muy viejo le tira agua en la cabeza. Un niño posa con un rosario en la mano, un pantalón pinzado y una camisa blanca: ambos no entienden nada de lo que está pasando. En cambio, en la escuela, hablar de diversidad sexual con niños y niñas es maravilloso: ahí sí, entienden todo.

Foto: Colectivo Manifiesto

Infancias interrumpidas

Thiago tiene 4 años, pero parece de muchos más. Thiago mira Tinelli, ve la novela de Moisés (novela financiada por la iglesia evangélica) y ya tiene bien en claro cuál es su rol social: el hombre trabaja, la mujer no, porque se queda en la casa limpiando y cuidando a los chicos, y eso no es trabajo. Los sábados va a la escuelita evangélica del barrio, en donde se divierte mucho. Hace unos dos meses, volvió de la escuelita con un pañuelo celeste. Lo ató en la puerta, como le dijo la “seño”. Thiago se peleó con Juli y le dijo “asesina” porque llevaba el pañuelo verde. Thiago tiene 4 años y ya es un sano hijo del patriarcado.

Mientras hacíamos un juego que intentaba reflejar estereotipos de géneros y trabajo, Thiago agarra una foto de un padre con una pala e identifica bien clarito: acá hay gente trabajando. Las mamás, en cambio, no trabajan. Tienen la “suerte” de estar en la casa todo el día. ¿Cómo puede Thiago, con sus 4 años recién cumplidos, tener tan claro cómo está organizada la sociedad patriarcal? Siempre me lo pregunto.

Cuando se acusa a las feministas de adoctrinamiento, pienso en la hijita de una amiga, que va a un jardín un poco distinto, en donde se habla con lenguaje inclusivo y se nombran las diversidades. Pablito tiene dos mamás y a nadie le causa gracia. Pablito no es objeto de burla. Thiago, en cambio, se burla de Juli por vivir en una toma de tierras, de Matías porque parece “medio afeminado”. Cuando se habla de “infancias interrumpidas”, intentando plantear que, si les hablamos de educación sexual, les estamos cortando la niñez con temas que no son “acordes a su edad”, pienso en Thiago. Siempre pienso en él y en cómo le interrumpimos la infancia.

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Foto: Colectivo Manifiesto

Infancias no binarias

-Estoy enterada de tu problemática.
-No es un problema, profe.
-¿Querés que te llame por este nombre?
-No, quiero que me llame por el anterior y este me lo puse al pedo. Me tratan como si me fuera a romper. Está todo bien mientras me trates bien, porque soy humano. Voy a cambiar de cuerpo, no soy un extraterrestre.

(Agustín Gonzáles Guillet) 

Ya desde la ecografía, cuando se nos asigna un sexo biológico, las familias, parientes y amigos comienzan con la compra de nuestras primeras pertenencias (o la herencia de algunas de primas, amigos, hermanos). Celeste: nene. Rosa: nena. Comprar ropa de bebés, si alguna vez atravesaron ese proceso, es muy complejo. Las tiendas divididas en dos y ¡cuidado! si te cruzás de lado. Hace unos años, algunas marcas comenzaron a trabajar con colores más “neutros” para surfear las críticas y empezar a pensar en clave no binaria. Pero, ¿qué pasa cuando ese niñe sale de su casa (que, con suerte, a lo mejor fue un espacio de contención y apoyo) y se encuentra con un mundo en donde sólo existen dos casilleros para jugar? Se encuentra con un mundo lleno de prejuicios y organizado desde el binarismo. En la escuela, dos filas, dos baños. En el patio, los varones con la pelota y las nenas adentro para no ensuciarse.

“Me retan, seño, porque juego a la pelota con los varones y me dicen las otras seños que soy una señorita, y que no tengo que ensuciarme”. Eso me dijo una estudiante una tarde, indignada y sentada sola en un rincón. “Me dicen mariposón porque no me gusta el fútbol y el profe de educación física me dice que si no me sumo al equipo, no voy a aprobar la materia. Yo quiero hacer gimnasia artística, como las chicas”. ¿Cómo construimos espacios para la libertad de les niñes?

Un primer gran paso es hablar de las identidades diversas. Mientras más nombremos y visualicemos a las infancias trans y a las personas intersex, les daremos el lugar que les corresponde como sujetos de derechos.

Nuestra identidad, la que construimos a lo largo de toda la vida, no puede estar definida sólo a partir del sexo asignado al nacer, por lo que luego se espera que seamos, actuemos o deseemos de determinadas maneras, según si somos mujer o varón.

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Foto: Colectivo Manifiesto

Si la identidad se construye día a día y tiene el poder de reinventarse como la identidad de género, ¿por qué cuando un bebé «no encaja» para la sociedad en uno de los casilleros del binarismo (mujer o varón), se lo somete a cirugías innecesarias para que finalmente encaje? Lo social y lo cultural terminan siendo más fuerte que la diversidad existente en la naturaleza humana. Quizás, algún día, podamos elegir en los formularios entre: mujer, varón, no binario. Esperamos, algún día, ya no tener que hablar de esto.

La frase trillada “les niñes no somos el futuro, somos el presente” se hace más real en estos tiempos. El presente nos demanda una educación libre, autónoma, atenta y amorosa. Nos demanda cuestionarnos qué es adoctrinar, qué rol tiene el patriarcado en nuestros dogmas y cómo desterrarlos. Les niñes hablan y nunca les escuchamos.

Un video viral que circula intenta mostrar la desigualdad en el pago por el mismo trabajo a hombres y mujeres, haciendo un experimento con niños y niñas. Ambos juntan los juguetes desperdigados por la habitación y, al momento de la recompensa, se les da a las niñas menos caramelos que a los niños. De repente, ambos se miran: los dos entienden que eso no está bien, no saben quizás muy bien por qué, pero lo sienten. Entonces, el niño le da algunos de sus caramelos, hasta equiparar la taza de ambos. Ambos son personas, eso es suficiente para elles. Toda la desigualdad que viene después la puso el machismo imperante en la sociedad.

La feministas no estamos adoctrinando, estamos creando infancias más libres y más justas. Estamos haciendo presente, y futuro, libre de violencias.

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Foto: Colectivo Manifiesto

*Por Redacción La tinta.

Palabras claves: educación, feminismo, Infancia

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