Al fútbol tal como lo conocemos

Al fútbol tal como lo conocemos
30 agosto, 2018 por Redacción La tinta

«Nos tuvimos ganas desde siempre, fútbol, pero vos, en tu afán de ganador, diste lugar a los celos de otros, a que los que te quieren nos pongan obstáculos y decidan que no teníamos que estar juntos». Maia Slipczuk también le escribe al fútbol en una segunda entrega de Cartas de Despedidas el «fútbol tal como lo conocemos«.

Por Maia Slipczuk para La tinta 

Al fútbol tal como lo conocemos:

Chau, querido. Hoy me toca ser parte de una despedida colectiva, pero cada historia será particular y tendrá su cuota original de fuerza y melancolía por lo que merece la pena, me parece, que vos y los que te quieren nos escuchen a todas, a cada une.

Nos tuvimos ganas desde siempre, fútbol, pero vos, en tu afán de ganador, diste lugar a los celos de otros, a que los que te quieren nos pongan obstáculos y decidan que no teníamos que estar juntos.

Me lastimaste. Las relaciones se construyen de a dos y yo tendré mis méritos en que empezáramos así, sumidos en el drama, pero siento que esto es algo que te toca revisar a vos.

¿Hacés terapia, fútbol? A veces está bueno cuestionarse ciertos “deber ser”, los pilares de lo establecido.
Pasaron varios años y nos volvimos a encontrar. Hasta ese momento habíamos cruzado un par de miradas en esos lugares a los que íbamos los dos pero yo todavía no sabía lo que hacía. El deseo me pasaba por al lado, lo tenía como desconectado. Necesité de otros besos y otros mimos para encontrarlo y encontrarme y fue ahí justamente que nos volvimos a mirar de cerca.

En pleno momento de sentir que nada funcionaba y que debía cuestionarlo todo me enamoré de vos y de mi primera novia y me metí de cabeza con ambos. Aprendí que mi cuerpo y mis ganas venían siendo completos desconocidos y ese primer amor me llevó a hacer todo eso que pensaba que hacían las novias y las futbolistas: conocí a su familia, me compré indumentaria, vi muchas películas de tortas y partidos y jugadas.

Lloré de bronca, de impotencia, por ella y por vos.

Eso es amor, pensaba.

Pero en un momento no quise llorar más. Me separé. Y con el tiempo libre que no quería usar para pensar en cómo había llegado a enojarme tanto con ella y conmigo vi documentales y leí a Sacheri y me preparé para el mundial.

Mi primer mundial como futbolista, mi primer mundial con amigas que también estaban en una con vos, en pleno romanticismo. Me absorbiste. Las tardes eran hablar bien de vos y las noches de encontrarte y abrazarnos para esquivarle al frío en la cancha de nueve del polideportivo de Colegiales.

No estaba preparada para ese amor obsesivo, para ese histeriqueo del goce, que te convertís en héroe, que gol en el minuto 90. Cuando ganamos contra Holanda lloré de amor, de felicidad, de emoción. Recuerdo lo placentero de esas lágrimas, eran parámetro de un nivel de intimidad profundo, de todo eso que sentimos y nunca nos dijimos con palabras.

En el punto alto de ese querernos me gustó una chica y me puse de novia de nuevo. Esta vez la celosa fue ella, porque no podía entender que yo te quisiera como te quería y que eso no desmereciera mi amor por ella.


Hoy, a la distancia, pienso que el amor se construye y que es por eso que ni mi relación con vos ni mi relación con ella podían terminar bien. No es posible construir un amor que nos convoque sin antes deconstruir el amor, y con él la idea de pareja, de deseo, de realización.


Pienso que quizás antes era chica, que tardé en entender que soy mi fruta entera y que no necesito que nadie me complete (qué es eso de compararse con naranjas). Y ahí, como no podía ser de otra manera, caíste vos también fútbol. No te puedo querer así, no te quiero querer así. Fuiste transgresión, fuiste puerta a un montón de cosas, pero los que te quieren no cambies nunca, los que te quieren vivieron felices para siempre, los que te quieren hasta que la muerte los separe, son tantos fútbol, que ya no podemos mirar para otro lado y pensar que eso no nos afecta.

Yo no te quiero solo mío. No quiero que la pelota sea la más linda de la cancha. No quiero una hinchada que se mata en la tribuna. A veces pienso que el amor que proyecto con vos es un amor imposible, que amor no es cambiar al otre. Pero estamos tan sensibles, tan permeables, crecimos tanto.


¿A vos no te da asco que tocarse el culo adentro de la cancha sea señal de respeto pero afuera sea motivo suficiente para que te caguen a trompadas? ¿No te sentís incómodo cuando el que defiende el arco también defiende que a la mujer hay que enseñarle a los golpes que se quede calladita en su lugar? ¿No te morís de ganas de al machote, machete?


Ya no sé, fútbol. Ya no sé, amor. No te digo que va a ser fácil la despedida, me llevo cosas tuyas en el cuerpo, reflejos de la forma en la que aprendí a quererte. Pero no tengo más paciencia, me seduce tanto la idea de ocuparte entero con las pibas, de que la belleza aparezca en otras formas, de una orgía enorme de cuerpos que desean, que aprenden movimientos que nunca antes, que gocen las canchas y las conchas.

Amor es ser, de alguna forma, un poco más libre y espero que algún día seas eso fútbol. Porque yo no más, ni sumisa, ni devota, ni bebota, ni pelota.

Te digo chau fútbol, hasta acá llegamos de mirar para otro lado a las cosas que nos hacen mal. Vos fíjate, pensate, ojalá nos reencontremos en otro momento, en otras condiciones. Pero ahora no se puede. Así no se puede. Te despido pero sé que seguiré esperando, no para cortar el pase o taparte la pierna hábil. Seguiré esperando para que dentro de no tanto, el amor nos encuentre del mismo lado y tengamos una revancha que valga la pena jugar. O una revancha donde no haya pena.

Siempre mía.

Mai.

*Por Maia Slipczuk para La tinta / Taller de escritura y lectura sobre fútbol “La música de los Domingos”

*Foto de tapa: Mafalda Fútbol Femenino

Palabras claves: Fútbol Femenino, literatura

Compartir: