El sentido de los años

El sentido de los años
3 agosto, 2018 por Redacción La tinta

Con motivo del segundo aniversario de La tinta, el pasado 1 de agosto, desde La 10 les regalamos (y nos autoregalamos) este hermoso relato de Ariel Scher. «¿Qué son los años?», preguntó el Alto en el Bar de los Sábados. El Roto recordó que su abuelo futbolista le había dejado como herencia dos entradas de una final muy vieja y una frase de cabecera. “No estoy seguro —había dicho el abuelo— pero creo que los años son como los arcos: algunas cosas entran y otras se quedan afuera”.

Por Ariel Scher para Deporte y Literatura

El Alto podía pronunciar, así como así, sin dar ni sensación de esfuerzo ni imagen de jactancia, las formaciones completas de cualquier club clásico de Europa o de cualquier equipo ocasional del barrio y también podía armar, así como así, en cinco minutos, la lista de los futbolistas que en todo el universo pateaban mejor la pelota con la cara externa del botín diestro. La otra cosa que podía hacer el Alto, así como así, mientras en el Bar de los Sábados un sábado entre los sábados se desbarrancaba lentamente del calendario, era formular preguntas enormes. Y eso hizo el Alto, con un café en la boca, sus compañeros de bar de cada semana enfocándole la frente y una curiosidad honda viajándole desde todos lados hasta el norte de la lengua, cuando preguntó, también así como así, exactamente lo que sigue: “¿Qué son los años?”.

El Gordo, que no era lo que suele denominarse un intelectual pero sí un lo que suele identificarse como un entusiasta, no se asombró con el interrogante ni tampoco demoró la respuesta. “Los años —explicó con solvencia— están para cambiar de campeonato. Siempre que empieza un año, también empieza un campeonato. O sea que, si lo pensamos bien, los cambios de año nos garantizan la existencia del fútbol, lo que, en cierto modo, garantiza una razón básica de nuestra propia existencia. Yo estoy a favor de los años”. No se sabe si por lo consistente, pero seguro que por lo enfática, la argumentación del Gordo voló rápido dentro del Bar de los Sábados y atrapó miradas aprobatorias.

El que no se convenció fue el Pibe, tan reflexivo ese sábado como en los sábados de todos los meses y de todos los años. “Los años —opinó— son una medida de la condición humana. Un año que alumbra a un defensor audaz o a un hincha al que la pasión no le rebana el placer por las jugadas con arte, es un año con buenas noticias. Pero un año en el que se afianza la idea de que en la cancha hay que matar o morir en lugar de vivir o vivir ,es un año frustrante”. Un mozo más antiguo que el propio bar estaba por aplaudirlo cuando el Pibe añadió: “Tengo la impresión de que últimamente nos viene tocando este tipo de años”.

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Atento como de costumbre a espantar las desazones, El Roto recordó que su abuelo futbolista le había dejado como herencia dos entradas de una final muy vieja y una frase de cabecera. “No estoy seguro —había dicho el abuelo— pero creo que los años son como los arcos: algunas cosas entran y otras se quedan afuera”. El Roto confesó que, en el año que partía, afuera se le había quedado el esfuerzo de redimir a un amigo que coleccionaba malasangres de fútbol y las anotaba en un cuaderno. No obstante, como contrapeso, dentro del arco del año, el Roto contabilizó el hallazgo de una morena flaquita y suave que los domingos enamoraba al mundo un poco porque se enfundaba la camiseta de la Selección y otro poco porque desenfundaba una sonrisa en la que cabía el alma.

En las horas posteriores, todos los concurrentes habituales al Bar de los Sábados volcaron con pasión su punto de vista sobre los años. Al cabo, ese era el sitio en el que semana tras semana discutían córners y amores, penales y sueños, goles y vidas. Casi en la noche, el Alto consideró que su inquietud estaba respondida y que los años, como la existencia entera, tenían el significado que cada persona les pudiera dar. Enseguida, saludó a sus compañeros y, cuando se arrimó al Roto, le hizo saber que había entendido: “Ustedes son gente que siempre está en la parte de adentro de mi arco”. Después, salió del Bar de los Sábados y, así como así, pensó que allí seguiría yendo cada vez que fuera sábado por los años de los años.

*Por Ariel Scher para Deporte y Literatura

Palabras claves: literatura

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