Me habilito

Me habilito
26 julio, 2018 por Redacción La tinta

En cada etapa de mi vida me costó pronunciar algunas palabras. Es como si en mi cerebro las sinapsis hicieran cortocircuito y no pudieran soltar una palabra en particular. Entonces rodeaba el problema atando la primera sílaba a otras palabras, como cuando uno resuelve un anagrama.

Cuando era adolescente y vivía en un pueblito conservador y asfixiante, quería arengar a mis coetáneos diciéndoles que no debían… no debían… y ahí empezaba mi anagrama: deseaba decir “resignarse”, que no se dejaran someter al mandato castrante del pueblito de provincia. Entonces pensaba en la Reseña de Cine de Venecia para empezar la palabra, y me salía “festivalear”. Tampoco esta estrategia me salvaba del gualicho.

Hasta que superé la fase de tartamudeo dejando el pueblo.

Y estudié. Estudié Agronomía Tropical y Subtropical, estudié Biología. Estudié Ciencias Sociales, y sobretodo Economía del Desarrollo, con los jesuitas. Tenía el “síndrome del…”, los que empiezan algo y lo dejan, y nunca profundizan, y hacen a vuelo de pájaro sus averiguaciones. En ese caso me apoyaba, en mi anagrama, a dealer, vendedor de droga al menudeo, y me acercaba a «diletante». Sufría del «síndrome del diletante».

Por fin me recibí y la palabra no me costó más.

A los 30 me sugirieron algo que no aprobaba: especializarme en un campo. Volverme especialista en algo, en un fenómeno histórico, en un autor, en un genocidio en particular. Ser… erudita. Resbalaba entre mis sinapsis esta palabra, no quedaba atada ni a eros ni a eructo. Por fin superé la fase: soy docente y esto me permite estudiar de todo, permanentemente, con avidez.

Sin embargo hoy tengo una nueva palabra que me cuesta asumir, es un escollo. Otra vez quisiera afirmar algo en mis arengas y trastabillo en el clímax del entusiasmo… y guio mi memoria y empiezo con la primera letra sonora y pienso en autonomía, autoridad, y aparece con más fuerza la palabra que necesito para mi mensaje: ¡No autorizo!

No autorizo a que desmantelen el país donde elegí vivir, no autorizo a que desguacen económica y moralmente este pueblo. No doy el poder, el mando, ¡no le doy la facultad de hacerlo! Pero la palabra es otra, algo de más sutil que asocio a permitir, permitirme. Es como si se tratara de una concesión interna, algo de soltar, que se parece a habitar, hábito, ¡la agarré!: habilitar. Volver a una persona hábil, apta o capaz para aquello que antes no lo era. Me habilito.

Me habilito a oponerme con todos los medios a que continúen con este atropello a la democracia. Focalizaré todos mis esfuerzos en organizar una resistencia constructiva y colectiva.

Me habilito a soñar todavía en un país inclusivo y pujante.

*Por Alessandra Laurenti para La tinta / Foto: Colectivo Manifiesto. 

*Economista Social e Historiadora. Estudiante de Derecho de la UNC.

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