Qué mambo esto de militar en organizaciones mixtas

Qué mambo esto de militar en organizaciones mixtas
3 julio, 2018 por Redacción La tinta

Por Julieta Gugliottella

Qué mambo esto de militar en organizaciones mixtas eh, qué mambo. Por momentos sentís que es “la que va”. Viste que cuando una se encuentra amigablemente con el feminismo por lo general la cosa se pone re linda. Re linda porque light, tranca. Empoderamiento, igualdad, poder de decisión, los derechos y la mar en coche. Qué piola, somos conscientes. Conscientes de lo que queremos, de lo que nos es negado, de poder decidir, de que tenemos voz, de que existimos. Joya. Y entonces charlamos sobre eso. Charlamos con las pibas y con los compañeros también. Les contamos, les explicamos, les damos la oportunidad de abrir esa puerta porque en esta lucha, pensamos, somos todes bienvenides. Hasta nos peleamos con algunas compas por eso, porque pensamos “che qué sectario todo esto”, y nos explican y no, nosotras ahí firmes flasheando hacerlos parte y parte necesaria. Y les das otra oportunidad. Otra explicación. Otra charla. Les volvés a contar, les volvés a dar la oportunidad. Y otra oportunidad. Y otra. Y otra.

Después el feminismo ya no es ese encuentro amigable tranqui-piola. O sí, pero empezás a profundizar. Y eso necesariamente hace que empieces a discutir otras cosas, a moverte por otros lados, a cambiar las prioridades, los tonos, la paciencia. Te pasa con la familia, con el chongo, con el compañero, con el colega, con el vecino, con el amigo. Bueno loco qué tanta oportunidad, tanta charla, tanta explicación, tanta cháchara. Si me estoy avivando de lo que fue mi puta vida los últimos 29 años. Estoy identificando cosas que viví y no vi, que pasé y dejé pasar, que me fumé sin querer fumar, que invisibilicé sin problematizar, que banqué sin consensuar.

Bancá un toque, que este proceso ya es una bocha y encima tenemos que estar acá y allá. Acá, con nosotras, viendo qué corno hacemos con toda esta angustia de sacar la mierda de toda la vida para afuera, sacarla y transformarla porque encima ni siquiera nos damos el gusto de no hacer nada con eso. Ahí, con la cotidiana, separándonos y cortando los vínculos de siempre porque ya está, no queremos más esa verga. Allá, con vos, que pedís formarte, entender, que te expliquemos. Acá, con nosotras, porque encima lo hacemos colectivo, entre todas. Acá y ahí porque también lo hacemos político, lo hacemos organización, lo hacemos bandera y lo hacemos lucha. Lucha en la calle, en la discusión, en la básica, en la cama, en la casa, en el parlamento, en la reunión, en la cena, en el baile, en la previa, en el sexo, en los mates, en la oficina, en el taxi, en el quiosco, en la charla, en la movilización, en la elección, en el recital, en la tele, en los medios, en las redes, en los actos, en los comentarios, en el deporte, en la universidad, en el barrio, en la yuta padre que te parió, que encima lo digo y te sale una risita porque el lenguaje, pensás, no cambia nada.

Y bueno capaz no es por acá, flasheamos en algún momento. Capaz hay que salir a cagarlos a tiros y ya. Pero enseguida nos imaginamos en cana toda la vida y capaz tenemos otros proyectos. Pero bueno flasheamos alternativa y la que queda es: nos vamos a una orga de todas pibas, construimos en donde sólo haya identidades disidentes y que se vayan a cagar. Pero no. ¿O sí? No. Pero no porque no nos falten ganas, eh. Yo me muero de ganas hace una bocha. Sino porque la verga esta de la consciencia social y ganas de transformarlo todo y la gilada esta que no se quita, nos dice que no es suficiente. No es suficiente porque si nos vamos, se quedan. Si se quedan, lo apropian. Si lo apropian, imponen sus lógicas. Si imponen sus lógicas seguimos en la misma mierda y peor.

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Foto: Colectivo Manifiesto

No es suficiente porque nos vivimos yendo nosotras, tenemos listas eternas de pibas que se tomaron el palo porque no la aguantaron más. Pibas que se fueron y hasta nosotras mismas nos hicimos las desentendidas y años después mandamos un mensajito con vergüenza contándoles que nos habíamos rescatado. Que perdón, que tarde, pero que acá estábamos, más pillas que esa vez. No es suficiente porque la piba se va o abusada, o maltratada, o callada, o violada, o ninguneada, o ridiculizada, o pisoteada, o golpeada. Se va tal vez sólo por inseguridad, que cree que es propia y es totalmente impuesta. Se va porque el novio con el que terminó es el forro del referente que ya hizo la suya y probablemente con su compañera. Se va porque le puso todo siempre y le dan el contrato al pibito de al lado eternamente. Se va porque tiene ocho mil laburos, dos pibxs, un estudio, una casa venida abajo, un barrio que explota y mientras construye para que vos capitalices sólo le pedís que te llene el bondi y te haga el guiso para los pi. Se va porque le dio vergüenza hablar de tantas veces que la pisaron con sus grandes teorías revolucionarias sin escucharla. Se va porque la cagó violando el compañero y lo apañaron todos. Se va porque le dijeron que era la responsable y la pasaron por arriba 300 veces sin consultarle. Se va porque se paró de manos y entonces la trataron de loca. Se va porque se quemó, y flashean que se quemó porque bueno, es parte. No amigo, se quemó porque doble, triple y cuádruple jornada: laboral, maternal, militante mientras otros se encargan de agarrar eso y hacerlo bandera de justicia social. Se va, se van, nos vamos siempre amigo. La lista es eterna y vos ni te enteraste porque estás en un cumple.

¿Sabés en qué cumple están? En ese que fue cambiando según la ocasión, porque son tan forros como el camaleón. Siempre según la ocasión. Antes, hace unos años, éramos las locas. Tenían todavía la legitimidad política, el consenso social y el contexto para todavía tratarnos de histéricas. Que estábamos en cualquiera, que lo importante era otra cosa, que le pifiábamos, que feminismo vs. la realidad de hambre y desocupación y el barrio y lo «último» de la fila. Porque hasta te comés las eses cuando nos la querés contar, así suena más piola.

Después empezaron a ver que locas pero organizadas. Y upa… Bueno, le pifian pero se juntan. Nos quedamos pillos. Les discutimos un toque, con respeto. Intentamos seguir explicándoles por dónde pero hasta ahí, que se enojan, y viste que te la dan, uno no sabe.

Esa organización arranca a tener una bocha de contenido. Contenido propio, político, profundo, de clase, de historia, de calle. Se les llena el culo de preguntas. Cómo llegaron a tanto esta manga de esquizofrénicas, piensan. Pero bueno también empezás a ver que el mundo está un poco en esa, que somos capaz un par de millones más de las que vos pensabas. Y empiezan a bancar, de a poco pero lo hacen. Te hace ruidito el canto del macho al paredón, la pintada de pija violadora a la licuadora, el no nos callamos más. Querés decir que somos extremistas, que no son todos iguales, que no sé qué gilada pero sabés que no podés. Ya que sepas que no podés, aun pensándolo, para nosotras es un orgasmo de victoria.

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Foto: Colectivo Manifiesto

Llega un momento en el que empezamos una puta revolución mundial. En todo sentido. Arranqué enumeración de cosas, de conquistas, avances, luchas y discusiones de los últimos años, pero además de no terminar nunca vas a entender la mitad. Y cuando llegó ese momento les cabió. Les cabió porque se terminó todo lo que se podía decir en voz alta. Y no a nosotras, con nosotras ya no podías hacerlo hace un rato. Casi que ni podés hacerlo en una red social, en un grupo de whatsapp, en tu grupo de amigos, en la cena familiar. No podés y no es que te convenció todo esto, te la estás morfando. Otro orgasmo.

Y ahí tenemos de todo. Los piolas que se empiezan a rescatar. A rescatar en serio, genuinamente. Se les despierta una luz de nueva masculinidad y la problematizan cotidianamente. Sí, cotidianamente en encuentros pero además se animaron a poner la cara en el grupito, con los pibes, en la cancha y el whatsapp. Y entendieron que no termina nunca y que no tenemos que agradecerles nada, entendieron el rol, entendieron que son el problema y que más que pedirnos explicación y formación, avanzaron porque se incluyeron en la mierda sin pararse por fuera. Te juro, los ví, escasean pero existen. Están los desentendidos. Los bue, ta bien, ta bueno che, banco. Pero siguen vida normal y que las pibas sigan su rumbo. Y están, por decenas y de a montones, los caretas. Están en todos lados, en todas las organizaciones, vienen de todas las edades, clases y colores.

Y acá tenemos un problemón, amigos. Porque el genuino arrancó a hacer la suya con los suyos y lo demostrará en hechos sin pedir nada a cambio. El desentendido será un boludo más que probablemente no obstaculice demasiado. Pero ustedes, mayoría, ustedes, los caretas, son lo más peligroso y lo que más nos hartó.

¿Por qué? Porque son los que “bancan la parada”, son los que hablan lindo de nuestra lucha, son los que “reivindican” nuestras banderas, son los que nos venden humo y muchas veces compramos. Los caretas hace rato que nos vienen contando cuánto acompañan, bancan y admiran lo que somos, hacemos y proponemos. Y hace rato también, hace un rato es siempre, que nos están pelotudeando. No basta (y no sólo no basta sino que es una tomada de pelo) con chuparnos las medias y no hacer nada al respecto, y no sólo nada sino todo lo contrario.

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Foto: Colectivo Manifiesto

Compañeros… Si no van a repensarse realmente, a copar de pibas sus mesas y espacios o a discutir entre ustedes qué masculinidad necesitamos para la igualdad verdadera; si no van a problematizar las prácticas del orto que llevan a cabo, la forma de construir con la pija que tienen o los niveles de conducción que asumen a costa del laburo de sus compañeras; si no van a sentarse a escucharnos y hacer algo con eso, a ser coherentes en sus prácticas según sus discursos o a relegar protagonismo; si no van a parar de encubrir violencias, a ser parte de ellas o incluso quienes las ejecutan; si no están dispuestos a perder poder, a dar un paso el costado para dejar avanzar o callarse para dejar hablar; si no van a dejar de tomarnos el pelo, ningunearnos en discusiones, hechos y prácticas cotidianas; si no van a distribuir los recursos para la construcción feminista, para el bondi, para la remera, para las consejerías de aborto y violencia, para la piba que milita 24×7, para el espacio físico donde nos organizamos; si no van a dejar de tirar para atrás a las pibas que tienen todo al hombro para nombrarse referentes entre ustedes; si no van a parar de liberar a sus amigos machos para que sigan rosqueando, a costa de compañeras que no duermen y construyen política todos los días con más tareas de las que tuviste toda tu vida; si no van a identificar que la unidad de la que están hablando hace tres años y no logran, nosotras la arrancamos hace rato de mil formas; si no van a dejar de mirarnos con cara bonita y dedicarnos posteos mientras la orgánica se nos tira un pedo en la cara; si no empiezan a preguntarse por qué carajos son más los que toman las decisiones y sin embargo somos más las pibas que estamos re podridas; si no se van a parar de manos con nada de esto y se van a seguir haciendo los giles y los desentendidos mientras nos tiran migajas de admiración pedorra… Nos vimos en Disney amigos. Pero a Disney, esta vez, se van ustedes.

Antes nos cansábamos y nos tomábamos el palo y ahora les decimos que no nos vamos un carajo. Que no nos importa que los hayan criado para mandar, conducir, hablar y jetonear porque nosotras podemos. Podemos porque primero flasheamos que había que aprender a hacer todo eso y en el camino nos dimos cuenta que no hacía falta. No hacía falta porque descubrimos otras formas de construir y hacer política. Descubrimos lo colectivo, lo sano, lo genuino. Descubrimos que vamos a hacer mierda todo pero en banda, que nos apoyamos entre nosotras, que ninguna es indispensable pero ninguna sobra. Que la rosca, la prepotencia y las quintas se las meten en el ojete porque el feminismo no viene por el cupo, el aborto y la igualdad. Esas son conquistas. El feminismo viene a romper con una lógica social, económica, cultural y estructural que es capitalista y es patriarcal, porque propone otra forma de vivir, de existir y de sentir.

Si no van a hacer un carajo más que hacer chapa con nuestra lucha, para después no actuar nunca en consecuencia (porque eso hacen los caretas), sepan una cosa: las pibas siempre se terminan cansando. Pero les tenemos una novedad, y es que esta vez nos cansamos y nos quedamos. No relegamos ni regalamos más. Estamos donde estamos porque estamos convencidas de hacerlo, y es por eso que los espacios ya no se negocian ni abandonan. Tendremos que seguir aprendiendo a cómo hacer crecer esta nueva forma de avanzar y construir, y probablemente lo genuino sea más lento que lo careta, pero estamos más que dispuestas.

Estamos avanzando a las corridas en el mundo entero y nuestras organizaciones no se dieron cuenta. Muchos se están quedando en las nubes. Péguense un trote para alcanzarnos porque no nos bancamos una más, y las organizaciones son nuestras, mucho más nuestras.

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Foto: Colectivo Manifiesto

*Por Julieta Gugliottella.

Palabras claves: feminismo, organizaciones sociales

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