Invierno especialmente frío

Invierno especialmente frío
3 julio, 2018 por Redacción La tinta

Conocí a Rodolfo Pousá en el invierno de 2002. Era un invierno especialmente frío, como el de este año.

Hacía ocho meses que yo no tenía trabajo, y un amigo me recomendó como productora de su programa en Radio El Mundo. Pousá le había ofrecido el trabajo a él, y mi amigo lo pensó, pero era sin sueldo «hasta que aparecieran los sponsors», y aunque él también estaba sin laburo, venía de ser jefe de sección, y decidió que todavía no era su momento de caer tan bajo.

Yo pensé que por lo menos no le iba a ver la cara de tristeza a mi mamá todas las mañanas.

Pousá nos citó en una oficina del centro. Íbamos a ser dos productoras y una locutora. La otra productora, Romina, era una amiga de su hija. Estaba haciendo el CBC para ciencias políticas y, como me enteré después, lo único que realmente quería era fumar marihuana todo el día, tanta como pudiera, y tomar sopa quick bien caliente. Le encantaba la sopa quick caliente.

La locutora se llamaba “Angie”. Era una señora que en ese momento me pareció grande. Pero quizás lo que la hacía grande era su desesperación por no serlo. Por seguir siendo otra cosa. Era como una modelo vieja. Como una azafata cansada pero cumplidora. Tenía el pelo rubio teñido, planchado y largo hasta la agonía de las puntas, botas de taco alto, trajecito y los ojos muy maquillados sobre una cara todavía hinchada de dormir. Y un autito rojo, con el que nos levantaba en algún punto a las 5 de la mañana, de noche cerrada y vapor por la boca, porque el programa empezaba a las 7 pero Pousá nos hacía estar 5.30 para la «reunión de producción». No sé a qué hora pondría Angie el despertador, a qué hora insensata se sostendría el párpado con una mano y lo pintaría con la otra.

Cuando lo vi a Pousá me pareció cara conocida de algún noticiero. Se me mezclaba con Andrés Percivale o quizás Andino, una cara del trece, de la tele. Y era nomás de la tele porque cuando salió al aire dijo que seguíamos con el ritmo vertiginoso de la información y qué íbamos a la pausa. El operador nos pasó un papelito: “se dice tanda”. Le avisamos, pero él siempre siguió diciendo pausa.

Tenía los labios hinchados. Como de botox antes de que existiera el botox. Un sobretodo beige, chalina, guantes de cuero. El pelo batido. Se sentaba a la reunión de producción y Angie le ofrecía “¿un tecito, Rodolfo?” a él solo. A la vuelta Angie nos contaba que Rodolfo era un ángel en su vida, que la había ayudado, la había alentado en su vocación. La crucecita de plata que tenía sobre el suéter negro ajustado le bailaba con un temblor especial cuando hablaba de él. Creo más bien que ella era un ángel, que no sé cuántas veces por semana se lo tenía que garchar, pero que todo lo que decía lo sentía de verdad.

Romina me contó que Pousá vivía en el country Cardales. Y que cuando había piquetes, que en el 2002 era muy seguido, tenía problemas para entrar a la capital. Eran los días en que llegaba más tarde, furioso, que ni aceptaba el tecito de Angie, y lo primero que nos decía era que llamáramos a Marta Maffei. Empezaba el programa, la llamábamos, y él le preguntaba al aire, señora, ¡¿usted sabe que no se puede violar el derecho a circular libremente?! Ella le explicaba con paciencia de maestra. Pero cada vez que había un corte, otra vez: ¡llamen a Marta Maffei! hasta que un día ella le dijo ¡usted no podrá circular, pero a otros se les mueren los hijos! y le cortó. Y aunque nos volvió a pedir mil veces que la llamáramos de nuevo, Romina y yo nos hicimos el pacto secreto de decirle que no la ubicábamos.

Hacía cuatro meses que trabajábamos todos los días y los sponsors no habían aparecido. No cobrábamos. Angie tenía su autito, Romina vivía en un departamento en Palermo que le bancaban los viejos, pero yo no podía seguir, y le fui a hablar. Me dijo que no era momento, pero que pasara por su oficina a la tarde. Fui, y me dio un sobre con 30 pesos.

Pousá solía quejarse de la ideología de Marta Maffei y de Víctor de Gennaro. Decía que él era un periodista objetivo, sin ideología. Un día a la salida del programa, cuando Romina y yo nos bajamos del auto de Angie y la acompañé a su casa a tomar una sopa quick caliente, ella se prendió el primer porro, aspiró hondo y me dijo: “Al negar su ideología, Rodolfo la impone como lo dado”. No sé qué compañero de ciencias políticas le habría soplado eso, pero lo recordé ahora, cuando me enteré de que Rodolfo Pousá es el director de la agencia Telam que echó a 357 periodistas por “tener un perfil muy ideológico”, como si ajustar no fuera ideológico, y que ya había sido director de Telam en 2001, justo antes de ese programa en radio El Mundo, y que había echado a 150 periodistas y hasta le había hecho un juicio a Telam, es decir al Estado, por el que cobró 229.476 pesos, de los que decidió darme 30.

*Por Virginia Feinmann.

*Foto: M.A.F.I.A.

Palabras claves: Rodolfo Pousá

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