Política agraria-campesinos: ¿caminos que se bifurcan?
Las contradicciones en Venezuela se profundizan: el poder comunal y campesino disputa la realidad ante la centenaria burguesía del país.
Por Marco Teruggi (desde Venezuela) para 15 y último
Estamos ante la profundización de tendencias. Si el transporte parecía en una situación difícil a finales del 2017 ahora ha entrado en zonas de colapso con busbarandas y perreras. Si el aumento de precios era de alta velocidad ahora es del cien por ciento mensual. Si la frontera como territorio de contrabando de extracción y ruta económica para miles de personas ante la violencia económica era grande, ahora su dimensión es mayor.
Sucede en casi todas las variables. Algunas se han mantenido en su estabilidad de crisis, otras se han modificado, como los medicamentos, donde se han conformado una combinación de desabastecimiento y aparición a precios inaccesibles.
Son los movimientos en la superficie, a los que estamos enfrentados días tras días, en los cuerpos, los pensamientos de lo inmediato y lo que está por venir. Una gran parte de la población, ante ese escenario, encuentra diferentes formas de resolución: se va del país, migra dentro del territorio en búsqueda de las minas oro y las fronteras, cambia de oficio -abandona el Estado y los sueldos regulados-, se reacomoda con remesas, busca cómo generar un puñado de dólares con trabajos superexplotados para quien pague desde fuera, ingresa de mandala, o lo que pueda inventarse. La creatividad ante el cuadro es larga, los resultados diversos.
Es una corriente que arrastra, con la paradoja de ser un movimiento permanente que genera la impresión de que nada se mueve. Todo sigue igual y en ese igual el fuego avanza.
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En las profundidades se producen otros movimientos. Son complejos de analizar por falta de información, números que permitan darles mayores pilares a los diagnósticos. Y también porque la explicación pública del plan económico no es clara -¿es claro el plan?-, el discurso oficial gira alrededor de la repetición de ideas fuerza -como los motores económicos- que no contienen lo que sucede, ciertas orientaciones que están en marcha. Las profundidades suelen ser invisibles hasta que emergen por su evidencia.
Parecen existir decisiones tomadas puertas adentro que no se anuncian, pero se traducen en políticas concretas.
Uno de los ámbitos donde puede verse es en el agrícola, donde la constatación es la disminución de políticas hacia los productores pequeños, medianos, comunales. Se expresa en la falta de acompañamiento para la producción, en insumos, maquinarias, junto con un escenario de freno del avance democratizador de las tierras; mientras que ocurren respuestas parciales a algunos rescates por parte de la institución luego de conflictos que se tornan públicos por la violencia de los terratenientes -amenazas, ataques y asesinatos- o los cuerpos de seguridad del Estado.
Una manifestación de esta situación está en el estado en el cual se encuentran las instituciones y empresas estatales que deberían acompañar al campesinado. Agropatria es la muestra más evidente: su desfuncionamiento es un hecho que gana por nocau, los insumos corren en su mayoría por las vías del mercado paralelo. El cuadro de Pedro Camejo, empresa estatal que debería apoyar con la preparación de tierras y la cosecha, es similar.
Disminuye la arquitectura diseñada en revolución para fomentar, apoyar y empujar al campesinado, y en simultáneo la apuesta está centrada en la agroindustria, que tiene varios protagonistas: empresarios que conforman el oligopolio -las diez empresas responsables de producir y distribuir el 80 por ciento de la harina de maíz, de trigo, la pasta, el arroz, el aceite, el café, la leche, los huevos y el pollo-, los empresarios emergentes aliados al gobierno, y funcionarios/dirigentes que son ellos mismos nuevos empresarios.
Los resultados pueden medirse en lo concreto: escasean los productos de la agroindustria mientras que los del campesinado siempre han estado en los mercados. Se lo puede medir también en términos de proyecto, el redireccionamiento de la política agraria hacia la agroindustria, el fortalecimiento/ampliación de ese mismo actor, y el campesinado en situación crítica para producir. No en cualquier momento sino en este, de guerra.
Esta política no tiene formulación oficial. La discursividad se mantiene intacta. Es una de las transformaciones que suceden en las profundidades, una reconfiguración que avanza, ¿una tendencia restauradora? Otro punto, conectado, es de las empresas estatales: tanto la opacidad en el manejo, su situación -Agropatria y Pedro Camejo parecen más regla que excepción- como la política hacia ese sector. ¿Se está ante una posible reprivatización bajo diferentes figuras? Podría entenderse por la necesidad de capitales, pero ¿cuál es el plan, el balance de lo (no) hecho, los nuevos actores?
En la política económica de profundidades se juega una parte central del proyecto revolucionario, la posibilidad de estabilización de esta caída, el mapa de perdedores y ganadores -¿quiénes ganan, emergen, acumulan, en esta crisis? Es allí donde menos se sabe qué sucede, donde la corrupción, que se combate por zonas desde la Fiscalía Pública, carcome con más poder, y los intereses económicos deshacen fronteras políticas.
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Estos movimientos de superficie y profundidad no ocurren en el vacío. Mientras eso sucede los Estados Unidos buscan el ángulo, afinan la puntería y preparan nuevos asaltos contra este, su objetivo central en el continente. Por otro lado, varias iniciativas populares trabajan para ver cómo revertir las tendencias en desarrollo, desde las capacidades de alcance que tienen y buscan ampliar. Una de ellas sucedió hace pocos días en Apure, frontera con Barinas, donde la Ciudad Comunal Campesina Socialista Simón Bolívar -conformada por ocho comunas sobre 116 mil hectáreas, muchas de las cuales fueron rescatadas- cumplió diez años de fundada y realizó una asamblea extraordinaria para reorganizar su modelo de autogobierno.
Participaron 1200 hombres y mujeres, campesinos, productores, pescadores, miembros de los Clap, las Ubch, militantes de la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora, el movimiento que acompaña la experiencia de la Ciudad Comunal, y comuneros de la comuna El Maizal que fueron hasta allá a intercambiar, unirse entre iguales. Se debatió sobre el poder comunal, la producción, la estrategia en esta etapa de una revolución asediada que necesita ser defendida, debatida, peleada desde dentro para que predominen sus mejores prácticas y horizontes.
Se trata de un cuadro complejo, con un chavismo que en sus bases busca cómo frentear la situación en lo económico y político -pelea, por ejemplo, por lograr un congreso del Psuv en el que puedan participar representantes con liderazgos reales y no de maquinaria, y expresar los debates que se dan aguas abajo-, unas tendencias de retroceso que se profundizan -¿hasta dónde llegarán?- y una pregunta central por las políticas económicas que deciden quienes tienen en sus manos la posibilidad de tomar esas decisiones.
En esta última dimensión, la dirección real -civil y militar- que puede decidir sobre rumbos macroeconómicos, agrícolas, importadores, productivos, cambiarios, es donde se encuentran el punto neurálgico, el que puede (des)balancear, orientar. Las comunas y el abanico entero de organizaciones populares no tienen hoy ese poder de decidir. Si el centro de gravedad del conflicto venezolano está en lo internacional, el epicentro en el cuadro nacional está ahí, en los movimientos profundos que se producen sin anuncios, lo invisible que emerge de a poco y trae más preguntas que certezas.
*Por Marco Teruggi para 15 y último