Las Dick Kerr Ladies: de prohibiciones y fronteras

Las Dick Kerr Ladies: de prohibiciones y fronteras
1 junio, 2018 por Redacción La tinta

En este segundo episodio revisionista sobre la historia del fútbol, las Dick Kerr Ladies son obligadas a cruzar el océano para gambetear las prohibiciones de la FA. Informes médicos de la época que aseguraban que este deporte generaba lesiones en las mujeres «de las que jamás podrían recuperarse» y rumores mediáticos ponían en duda el destino de los fondos que recaudaban tras reunir a 900 mil espectadores en 67 partidos: el dinero era destinados a soldados heridos y mineros en crisis. En América del Norte debieron enfrentarse a 9 equipos de hombres. Cuenta la leyenda que Lily Parr, goleadora y activista lesbiana, convirtió un gol metiendo al portero dentro de su arco y con un brazo quebrado.

Por Analía Fernández Fuks para La tinta

En 1921, antes de que el informe de la Football Association (FA) llegara a todos los estadios de Gran Bretaña para prohibir que las mujeres jugaran al fútbol allí, las Dick Kerr Ladies disputaron ese año alrededor de 67 partidos donde convocan a 900 mil personas. Además de destinar las recaudaciones a los heridos de la guerra, las trabajadoras habían decidido donar el dinero a los mineros, que estaban atravesando un momento económicamente difícil porque la triple alianza sindical que los unía con los camioneros y los ferroviarios se había roto.

Las hipótesis de la prohibición por parte de la FA cruza entonces el informe médico que definía al fútbol como nocivo para las mujeres, en el que la médica Elizabeth Sloan Chesser advertía que las jugadoras podían sufrir lesiones «de las que jamás podrían recuperarse” (mucho más que trabajar con explosivos como TNT en las fábricas), y rumores en los medios de comunicación sobre los destinos “sospechosos” de los fondos recaudados por las jugadoras-trabajadoras.

El 5 de diciembre de ese año fue una fecha clave en la historia del fútbol femenino inglés. Con la advertencia de la FA sobre sus clubes afiliados, las Dick Kerr Ladies, como todas las otras jugadoras de los clubes de las fábricas, debieron buscar una alternativa para disputar sus partidos. La encontraron en los campos de rugby. Sin embargo, las malas condiciones del terreno y las capacidades de público más reducidas en los estadios de este deporte hicieron que el fútbol femenino fuera perdiendo cada vez más fuerza en Gran Bretaña. A este escenario adverso, se sumaba el hecho de que las jugadoras trabajaban todo el día y podían entrenar y jugar sólo por la noche o los sábados.


En el libro “Dick Kerr, Ladies” de Barbara Jacobs, la jugadora Alice Norris sostiene: “Era muy duro jugar en la semana, porque teníamos que trabajar en la mañana, viajar después hasta el campo de juego, jugar el partido, viajar hasta casa nuevamente y despertarnos temprano al día siguiente”. Ante esta situación, en 1922 Alfred Frankland, quien continuaba como entrenador del equipo, planificó una gira de cuatro meses por América del Norte.


La aventura, que a priori parecía ambiciosa, terminó embarcando y entusiasmando no solo a Alice Norris sino también a: Lily Parr, la volante por izquierda de quince años; Jennie Harrris, que según los diarios de la época era la que llenaba de magia la cancha; Alice Kell, la capitana y defensora del equipo; y a su dupla de defensoras centrales, Jessie Walmsley. También lo hizo con la delantera goleadora, Florrie Haslam, quien había sido jugadora de las Bolton Ladies hasta que Frankland la convenció de ser parte de su equipo después de sufrirla como rival. Sin embargo, la travesía no comenzó de la forma en la que las jugadoras esperaban. Ni bien llegaron a su destino, les informaron que los partidos en Canadá habían sido suspendidos por el pedido de la Football Association. Las prohibiciones traspasaban fronteras. En el mismo momento que les notificaban que jugarían nueve de los veinticuatro partidos programados, también les avisaban que sus rivales no serían equipos de mujeres sino de varones. A quienes las Dick Kerr Ladies debían enfrentarse durante su viaje serían equipos conformados en la mayoría por inmigrantes británicos, muchos de ellos ex jugadores del Chelsea, del Preston North End o del Blackpool, clubes de la Primera División inglesa.

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En su libro Jacobs cuenta que de los nueve encuentros ganaron, empataron y perdieron la misma cantidad: tres. También dice la autora que las jugadoras “vendieron caras sus derrotas”. Las chicas jugaron contra Patterson y perdieron 6 a 3. Sin embargo, el arquero de ese equipo, Peter Renzulli recuerda: «Éramos campeones nacionales y nos costó mucho ganar». Sobre el empate contra el Marksmen local, el diario Fall River Herald News publicaba entonces: «No ganaron las mujeres, pero tampoco los hombres, en un duelo de habilísimas jugadoras inglesas ante algunos de los mejores jugadores de este país». Algunas crónicas de la época revelan una leyenda: en uno de esos encuentros en Estados Unidos, Lily Parr, que según sus propias compañeras “le pegaba con la fuerza de una mula», pateó con tanta potencia que metió al arquero dentro del arco y le quebró un brazo.

Poco después ese viaje trasatlántico, la fábrica Dick, Kerr’s and Co. cambió de dueños y pasó a llamarse English Electric. Los nuevos directivos despidieron a Frankland y dejaron de apoyar el desarrollo de su equipo de fútbol femenino. El entonces ex administrador de la compañía y entrenador de las Dick Kerr refundó en 1926 el club bajo el nombre de Preston Ladies, que siguió jugando hasta 1965.

En el próximo capítulo, la historia de un nombre propio: Lily Parr, goleadora y activista lesbiana.

*Por Analía Fernández Fuks para La tinta

Palabras claves: Dick Kerr Ladies, Fútbol Femenino

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