Desde la cresta de la ola verde

Desde la cresta de la ola verde
27 junio, 2018 por Redacción La tinta

Estamos apuradas. Llevamos un signo que nos identifica y que se expande. Años de lucha bajo una misma consigna. Nuestras marcas verdes, con bocas violetas y pañuelos blancos no pasarán desapercibidas. Sabemos a dónde vamos.

Por Redacción La tinta

En estos 13 años desde el inicio de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito, fuimos pedagógicas incluso ante discursos vacíos. Nos mostramos explicativas, aún cuando nos amenazaron de muerte. Argumentamos sólida y seriamente aún cuando se burlaron de nuestra vehemencia para afirmar nuestra libertad.

Surfear la ola tiene su magia. Muchos memes hechos a partir de la letra dada por los diputados antiderechos. Absurdas palabras que se toparon con un mar de mujeres, lesbianas, trans, travas, que ya no nos callamos.

Sabemos que mientras estamos en la ola y en el recorrido para decidir finalmente sobre nosotras mismas, cuerpos gestantes se siguen desangrando en abortos clandestinos. Que muchas niñas se encuentran obligadas a maternidades no deseadas. Y que los hilos del poder se siguen moviendo para tumbarnos, para evitar que la ley por el Aborto Legal Seguro y Gratuito exista, para que podamos desandar lo que absurdamente nos robaron los procesos de acumulación originaria: nuestros cuerpos, nuestro territorio soberano para decidir.

Nos cuesta ser optimistas. Pero sabemos muy bien hacia dónde vamos, dónde estamos y qué queremos.

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Foto: Colectivo Manifiesto

La oscilación y la propagación

Estamos en la cresta de la ola. Sabemos que esa ola se está expandiendo por el Atlántico y por el Pacífico, que vamos enverdeciendo los mares a lo largo de América Latina. Cada vez somos más. Y queremos llegar, ya.

Escribir y estar en la cresta, es emocionante. Lo hicimos esa noche de la vigilia, mientras escuchábamos una a una las intervenciones en la Cámara de Diputados, mientras nos abrazábamos, reíamos y llorábamos cuando se aprobó la media sanción por el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) con 129 votos a favor y 125 en contra.


Desde la cresta de la ola imparable, aquello que una vez parecía un sueño, hoy se divisa muy cerca: el derecho de decidir se traducirá en una ley (sí, sabemos que las leyes no siempre responden a los clamores sociales, y que las más de las veces existen para quitarnos derechos, antes que dárnoslos) pero esta inundará cada rincón de nuestra sociedad.


Los derechos se le arrancan a quienes generaron las estructuras, a su medida, para privarnos de ellos. Hoy estamos, mediante movimientos circulares y oscilatorios, a un paso de arrancar, para los cuerpos gestantes, el derecho que es, de alguna manera, el estandarte de lucha de los feminismos actuales. El cuerpo fue el territorio de conquista del capitalismo y patriarcado salvajes, y es nuestro primer territorio de lucha.

Durante estas últimas dos semanas, ni Michetti haciendo hasta lo imposible para demorar la llegada a Senado, ni el Papa asemejándonos a los nazis, ni policías amenazándonos con su arma reglamentaria, ni anti-derechos tratándonos de “asesinas” pudieron, podrán impedir que esta ola verde llegue a las orillas. Tarde o temprano, la ola romperá frente a sus narices.

Tampoco vamos a descansar una vez que la ley sea votada en el Senado. No confiamos en el Estado, ni en que éste vaya a poner a disposición sus instituciones, su infraestructura, su presupuestos, sus funcionarios para que la ley IVE se cumpla. Será la lucha organizada y feminista la que logrará que nuestros cuerpos se emancipen. Lo sabemos: la libertad empieza por el vientre, ya lo dijo Simone de Beauvoir.

En cada oscilación, nuestra ola no retorna exactamente al mismo punto, sino a otro ligeramente más adelante. Por esta razón, el viento feminista no provoca solamente olas verdes, sino también corrientes que se intensifican y que se desplazan a lo largo de los océanos que llegaron a lugares diversos: movimientos de mujeres en toda América Latina comenzaron a tomar el ejemplo argentino para sus propias campañas en sus países y así, multiplicidad de pañuelos de diversos colores inundan territorios a lo largo de nuestra cadena vertebral andina. Costa Rica, El Salvador, Paraguay, Brasil, Chile, México al grito de ¡Aborto legal! No son nuevas, eso está claro. Se han revitalizado con el sabor que le impregnamos en nuestras movilizaciones.

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Foto: Colectivo Manifiesto

No hay vuelta atrás

Es riesgoso estar distraída arriba de la ola. Los rompeolas buscan propagarse con violencia. Estructuras podridas que quieren contener la ola feminista, piratas mercenarios que quieren atacar a pañuelos verdes, instituciones de “salud”, que escriben comunicados oponiéndose a una ley que existirá cuando la ola rompa y los tape de verde. Un machismo for export que en el mundial de Rusia encontró el repudio social generalizado.

Está claro que, frente al avance imparable de la lucha feminista, el patriarcado -y el capitalismo- y sus exponentes, sacaron sus armas. El negocio del aborto clandestino no es cosa nueva para la doña del barrio, ni para los sanatorios más pitucos de Buenos Aires.

El primer frente rompeola vino de los médicos bajo la consigna #nocuentenconmigo, que salieron a manifestar su derecho de ser objetores de conciencia. Tranquilos, ese derecho se sigue garantizado con la nueva ley, salvo que se conviertan en un obstáculo para el pleno goce de los derechos sexuales y reproductivos de las personas gestantes.

Quienes no pueden ser objetoras de conciencia, en cambio, son las instituciones. Fácil, no son individuos, no tienen “conciencia” o “agencia moral” como dice la ley, por tanto no puede objetarse. Las instituciones no debieran ser objetoras de conciencia, porque los derechos sexuales reproductivos y no reproductivos son prioridad. Existe además una fuerte presión sobre quienes trabajan en esas instituciones y están dispuestos a hacer valer el juramento hipocrático que tanto citan los “pro abortos clandestinos” para justificarse. Hay algo que es claro: el negocio del aborto clandestino no diferencia clases sociales. Entonces, ¿el problema es moral o del bolsillo?

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Foto: Eloísa Molina para La tinta

Postales rompeolas

Los y las pro aborto clandestino, en cambio, y sin cambiar su foto de perfil con el eslogan “salvemos las dos vidas”, comenzaron a vomitar su odio en redes sociales, programas de TV, radios y diarios.

Uno de los primeros rompeolas, fue el anestesiólogo Facundo Segovia Barcena, del Hospital del Niño y la Madre de La Rioja, quien posteó que en su guardia los abortos se harían sin anestesia. El repudio fue tan grande que el médico fue echado. Las redes sociales presionaron, los comunicados brotaron por todas partes y fue difícil para el Estado hacer la vista gorda. El mismo hospital y la Secretaría de Salud de la provincia fueron contundentes: nadie puede violentar los derechos de las personas gestantes. De nuevo, las redes feministas funcionaron.

Cercanas a estas declaraciones, otro agente estatal, el policía cordobés Gonzalo Cordero, se manifestó en las redes sociales en contra de quienes llevamos el pañuelo verde: “Qué lindo día para hacer puntería sobre pañuelos verdes…», dijo. Córdoba, cuna del conservadurismo, con la policía con una de las tasas más altas de asesinatos por gatillo fácil del país, denostada por los alarmantes números de detenciones arbitrarias, sumó un poroto más a sus prácticas anti-derechos: ahora somos otro blanco para sus balas. De nuevo, el feminismo activó sus redes y el policía fue pasado a situación pasiva por el Tribunal de Conducta Policial y posee una investigación abierta, también los demás policías que pusieron me gusta y comentaron su publicación.

Por último, el Papa nos dejó una de sus declaraciones más memorables: el aborto es la puerta para que se eliminen, tal como hicieron los Nazis buscando “purificar” la raza aria, a aquellos fetos con problemas, deformidades o enfermedades. El mismo Papa que oculta abusos sexuales a menores. Que dice, en el mismo párrafo, que el matrimonio es sólo entre “un hombre y una mujer” como lo pensó Dios. El Papa desconoce el mercado alrededor de los estudios genéticos, mercado del que son bandera los mismos sanatorios que ahora se quieren convertir en objetores de conciencia porque, claro está, no son las mujeres de clases bajas, ni siquiera medias, las que pueden acceder a estos estudios.

La ola es imparable. El feminismo no es sólo una agenda. El feminismo es carne en nuestros cuerpos, legado de nuestras abuelas y madres así como herencia para nuestras hijas e hijos.

Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudiste quemar.

Estamos apuradas. Sabemos a dónde vamos. Queremos llegar a la votación de la ley ya. Nuestro cuerpo es nuestro territorio de lucha.

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Foto: Colectivo Manifiesto

*Por Redacción La tinta.

Palabras claves: legalización del aborto

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