Victoria Brochero, la danza como posibilidad
La bailarina, docente e investigadora cordobesa participa en diferentes espacios de producción artística y de educación. Una entusiasta y una creyente en que, desde el arte, todas y todos podemos un montón de cosas.
Por Soledad Sgarella para La tinta
“Lo mismo con las canciones, los pájaros, los alfabetos, si quieres que algo se muera, déjalo quieto”, dice Drexler en su último disco. Victoria Brochero es toda movimiento, y ese verso de la canción parece sintetizar su forma de ver y estar en el mundo.
Como un torbellino, como un huracán de energía y ojos claros e inquietos, pasa por aulas, pasillos y escenarios contagiando millones de sensaciones, tan inasibles pero pegadizas. Transmite ese gusto (necesario) de estar en movimiento, física y mentalmente.
Habla, motiva, entusiasma y cree fervientemente en que todos y todas podemos bailar, que nacemos con lo artístico a flor de piel y que las instituciones nos cierran los poros de lo expresivo. Que la danza no sólo construye culturas, sino que a través del arte deconstruimos e interpelamos los sentidos dados.
Victoria es fácil de reconocer. No hay quien se olvide de ella si pudo escucharla, presenciar sus clases o verla bailar, siempre atravesando todo con una mirada colectiva y con la fe en el accionar cooperativo, para tratar de hacer de éste un mundo más justo donde podamos, como dice ella, pertenecer y ser.
La tinta, se comunicó con ella para conocer más sobre esta forma de hacer y construir culturas, a través de la danza.
—¿Para qué bailas?
—Muchas veces me he encontrado bailando sin darme cuenta, con música en el supermercado o en algún comercio, quizá a varias personas les pase lo mismo. Considero que mi movimiento genera una conexión directa con la música, o con ciertas emociones, y danzo, a veces sin música también. Entonces podría decir que la danza es parte de mí, en primer punto.
Por otro lado, cuando lo hago más conscientemente, buscando una intención, bailo para decir, para mirar, encontrar y encontrarme. Danzo para relacionarme con todo lo interno y todo lo externo de mi ser. Danzo para expresar lo cultural, lo comunitario, lo social, lo histórico que se va configurando en los diferentes entramados de la vida, lo cual nos atraviesa y resignifica continuamente. Intento danzar aquello que no se puede decir o lo que no se ha escuchado o podido expresar.
—¿Y de qué maneras creés que la danza aporta a la construcción cultural?
—Considero que cada persona puede aportar algo con sus ideas y acciones a lo cultural, a esto de la construcción cultural. Suelo pensar mucho en esto, en qué es la cultura, cómo se configura, de dónde viene, por quién es aceptada o no ¿Hay muchas culturas dentro de una? ¿De qué de todo esto me siento parte como sujeto social Todas las personas somos creadoras de la cultura en la que vivimos y por otro lado quiero decir que también siento que el arte ayuda a construir y deconstruir, interpelar, muchas de estas cuestiones culturales. Ahí también ingresa la danza.
Me preguntado muchas veces sobre lo que voy a plantear a continuación, y he sacado algunas conclusiones, me gustaría compartirlas para poder repensarlas luego. En relación al arte como forma de expresión, de interpelación a lo establecido, como toma de consciencia de la realidad, de vinculación, y tomando como punto de partida que somos personas dentro de un contexto cultural/social/histórico, siento que nacemos siendo artistas, de cualquier manera que se manifieste luego (o no), pero sucede, que muchas veces no somos conscientes de eso. El arte y todas sus manifestaciones viven en las y los niños (si nos detenemos en alguna plaza o en algún recreo escolar a mirar, lo podremos ver), pero lamentablemente muchas veces, debido a diferentes causas, se va ocultando… principalmente por las cuestiones de las institucionalizaciones a las que vamos empezando a pertenecer, las cuales tienen sus reglas, sus nuevos hábitos, y a veces no permiten (intencionalmente o no) la expresión de cada persona como ser único/a.
Sin embargo, nuestra parte artística está, y en algún momento brota, se dice, se muestra, se hace presente y se relaciona con las y los demás. Arte de ser mi esencia, de ser lo que mi corazón necesita ser. Hay personas que cuando hablan, cuando escriben hacen arte, cuando caminan danzan, cuando sonríen generan miles de sensaciones en las personas que están cerca, o lejos. Y creo que eso también es ayudar en la construcción cultural. Lo cotidiano no se piensa muchas veces como una construcción, y ahí vive el arte, en todas sus manifestaciones. La danza con su clara expresión expone por sí sola lo cotidiano y lo no cotidiano. Dice de las estructuras, de las emociones, de lo que enoja, de lo que provoca felicidad, y lo expresa de muchísimas maneras, a través de muchas formas. Por lo tanto la danza, como parte del arte, participa en la construcción social.
—¿Cómo mantenemos vivo lo folklórico?
—Depende cómo definamos lo folklórico. Considero que el folklore también, además de la sabiduría popular de un pueblo, es todo aquello que sintamos que nos pertenece en nuestra subjetividad como seres sociales y culturales. No creo que el folklore es algo que solamente se reproduce de generación en generación sin sentido ni resignificación. Hay muchas cuestiones que deberemos seguir debatiendo, para poder conceptualizarlo. Pero sí creo que este concepto debe ser dinámico, histórico en su sentido de movimiento que atraviesa lo actual. Siempre es bueno repensar esto y es muchísimo lo que querría escribir sobre este concepto en particular, pero quizás haya otra oportunidad.
—Formás parte de diferentes proyectos, y aunque este año nos hayas aclarado que tu participación no está siendo con tanta intensidad como en otros, queremos que nos cuentes en todo lo que estás…
—Hasta hace muy poquito, estuve siendo (y siento que soy) parte de Danza Munata, una cooperativa de trabajo artístico cultural que trabaja desde todas las manifestaciones del arte con un objetivo social en relación a los derechos, y a la búsqueda de la libertad consciente.
Estoy en Tribu Chapanay, que es un espectáculo de danza documental en la cual somos 40 artistas. En este momento estamos filmando una película (editándola ya) para recuperar la memoria de Martina Chapanay, que fue una de las montoneras del Chacho Peñaloza y Facundo Quiroga en la época de los unitarios y los federales, que defendían la tierra de los huarpes en la zona del norte de Mendoza, La Rioja y Catamarca. Bueno, es un espectáculo que dirige Ariana Andreoli y estamos en esa búsqueda hace cuatro años e hicimos -y hacemos- el espectáculo en muchos muchos lugares. Estuvimos filmando para la peli en el lugar donde murió y donde nació Martina, e hicimos el espectáculo en la Laguna de Guanacache, defendiendo y resignificando la historia de una mujer que no es reconocida casi de ninguna manera y que fue protagonista e hizo mucho por la independencia.
Voy también, y he estado participando desde hace unos años, a los Aerófonos Andinos de Córdoba. Se hacen talleres didácticos en escuelas para participar de la música desde otros lugares, con los aerófonos nativos y un toque comunitario que es muy hermoso.
Pertenezco por otro lado a la Escuela de Narracuentos de Córdoba, que tiene también la idea de formar narradores y narradoras comunitarias con los que vamos a contar a diferentes lugares y oportunidades.
Estoy dando talleres para docentes también, sobre las danzas folclóricas en el contexto escolar, que buscan promover aprendizajes inclusores de la diversidad socio cultural… esto nace de un postítulo que dimos durante seis años, que era anual y que desde el año pasado lo pasamos a un formato más corto, para el interior de la provincia. Es una propuesta totalmente comunitaria, que pretende recuperar los saberes populares de cada zona en la que vamos, trabajamos especialmente en eso. Ahora la hacemos en el IPEF y cerramos el proceso también.
Además de eso, soy profe de Prácticas docentes en el Profesorado de Danzas, y en las cátedras abordamos las experiencias haciendo convenios con 15 talleres donde existe la danza popular, no la danza académica, como forma de mirar la danza desde lo comunitario. Además estamos yendo a primarias y jardín de escuelas públicas, también por elección.
Por último tenemos un Taller de folclore y de bombo colectivo dentro de una escuela municipal, la de Tránsito, en la submodalidad de jóvenes y adultos, construyendo comunitariamente desde la escuela, con la profe Cecilia Peñaloza.
—¿Por qué crees que hay que tener talleres de danza en las escuelas y en los barrios?
—Como te contaba, en este momento tengo la oportunidad de dar la cátedra de Práctica Docente III en el profesorado de Danza (Ciudad de las Artes, Escuela Superior de Teatro Roberto Arlt), hace algunos años. Ahí hay practicantes que van a las escuelas a realizar su residencia de cuatro meses, tanto en Nivel Inicial como en Nivel Primario. El espacio curricular existe en el diseño curricular de nivel primario, y aunque no tiene cargos aún, a medida que se van recibiendo los y las estudiantes de la carrera están ingresando a las escuelas en la modalidad de Jornada Extendida… solo en las escuelas donde es pedida la danza por la Dirección que aproximadamente en este momento serán siete en toda la provincia.
Por lo tanto, cuando ingresamos a las escuelas con esta propuesta, lo hacemos con las y los docentes de grado, que nos proporcionan el espacio y, de esta manera, la danza se constituye como un espacio curricular (temporal) dentro de la semana al igual que educación física, el teatro, la música o la plástica. En este sentido la danza, de a poco, está comenzando a ser parte de la educación escolar, de lo institucional, de lo que es seleccionado socialmente como importante a ser enseñado, como el resto de los espacios curriculares.
Es necesario aclarar también cuál es la mirada o la intención de danzar en la escuela. La danza de la escuela intenta ser un espacio de construcción colectiva, de participación, donde cada estudiante -de cada sala o cada grado que se acerca- sienta que puede ser parte. Una danza más allá de la técnica o habilidad sola… una construcción de sentidos desde el movimiento, donde cada estudiante también es parte de esa construcción. La danza como posibilidad, como encuentro, como compartir, ayudando a crear nuevos acuerdos para relacionarnos o vincularnos con los y las demás. Una danza que no elimina al o la que no le sale la coreografía, sino que se construye desde la posibilidad y necesidad de todo el grupo. Las escuelas con las que hemos compartido estos años han podido experimentar las posibilidades de la danza dentro de sus grados. Y también pensamos que es una cuestión de decisiones abrirnos a estos nuevos espacios para pensarnos y sentirnos.
En relación a los talleres de danza fuera de las escuelas, también siento que la danza popular en todos los sentidos anteriormente abordados, también puede aportar muchísimo a lo social. Hay una gran variedad de propuestas a niveles barriales a las que podemos acercarnos, para todas las edades, con esta mirada, que incluye una danza colectiva, donde podemos pertenecer y ser.
Quiero aprovechar para agradecerles como medio, por preocuparse de las voces, de las voces que a veces no se escuchan, y también de ocuparse de lo cotidiano que no se documenta y que muchísimas veces se transforma luego en lo estructural. Espero que algunas cosas de está charlita hayan servido para repensarnos o generarnos más preguntas, que en fin es lo que siempre me interesa, más que las respuestas.
*Por Soledad Sgarella para La tinta.