Payasos Malvivientes, Ladrones, Delincuentes: el humor como punta de lanza

Payasos Malvivientes, Ladrones, Delincuentes: el humor como punta de lanza
11 mayo, 2018 por Soledad Sgarella

El grupo de teatro A-Penas clown, dirigido por Mariana Roldán, pone en escena una obra que tensiona los sentidos construidos acerca de la delincuencia y la cárcel, a través de las narraciones de la vida de Bonnie y Clyde -los populares robabancos de la década del 30- a partir del intento de revivir fotos antiguas.

Por Soledad Sgarella para La tinta

Paula Altamirano, Facundo García, Ezequías Litwin y Florencia Ramonda son los payasos en escena. Con un vestuario diseñado por Ana Rojo, mapping de Mauricio Martínez y el trabajo de luces de Valentín Fonseca, los clowns proponen una hora de teatro y humor en el espacio del Abasto.

A través de un riguroso proceso de discusiones y asesoramientos externos (realizados por especialistas e investigadores del CONICET), el grupo de clowns construyó un guión que busca, ante todo, poner a jugar juicios y prejuicios que tenemos sobre la cárcel, la pena, la sociedad como etiquetadora de delincuentes, o la justicia por mano propia.

La tinta habló con Facundo García para conocer cómo armaron los contenidos, y qué pretenden con su producción artística.

—Contanos como fue el proceso de producción guional… ¿cómo se asesoraron para darle esa vuelta de mirada a la temática de la delincuencia? (Es decir, de qué otros espacios por fuera del mundo del teatro se nutrieron).

—Mirá, arrancamos a trabajar hace un año y un poquito más, como grupo inicialmente, como A-penas clown, y realmente lo único que teníamos claro era que queríamos contar la historia de Bonnie and Clyde. Eso es lo que se nos había ocurrido, nos parecía atractivo, intuíamos que había una historia ahí que contar. Y así arrancamos.

Incluso de hecho, una de las primeras ideas que tuvimos era la de trabajar más que la delincuencia, el delito o la pena, cuál era el rol de los medios en todo lo que fue la historia de ellos.

Una vez que le empezamos a poner el cuerpo, y empezamos a activar y a investigar también sobre lo que había pasado y cuál era la historia real -e incluso también cuál era la historia ficcional, osea, qué dicen las películas, qué dicen las series, todo eso otro que se dice- empezamos a encontrarle un interés más piola, si se quiere, a indagar sobre la delincuencia y el delito, y sobre la pena.

Y entonces sin forzarlo demasiado, eso fue lo que empezó a salir, cuando empezamos a investigar. Bueno y de ahí, rápidamente vimos que tuvimos un techo en la discusión. Nosotros podíamos opinar mucho, teníamos nuestros propios criterios, razonábamos de determinada manera, pero entendíamos que había ahí algo sobre lo que podíamos indagar un poquito más.

Entonces fue que convocamos al Javi Blanco, la Magda Brocca y Xilenia Carreras, que son compañeres del Conicet. Justamente lo que hicieron fue ayudarnos a romper ese techo de la discusión. Y orientarnos un poco sobre algunos conceptos teóricos que nos ayudaron a destrabar un montón de cosas y poder intentar contar algunas otras que hoy vemos que están piolas contar, o por lo menos, poner en tela de juicio en la obra.

Por ejemplo, algunas de las cosas que aparecían tenían que ver con cómo la cárcel es un espacio que está construido por la sociedad, y que si dejara de existir la cárcel, existiría otra cosa por la cual -como sociedad- intentaríamos alejar a esos sujetos, a esos delincuentes. Es como que, en algún punto, no queremos ver algo ahí.

Otra cosa: esto de la teoría del etiquetamiento. Hay una etiqueta sobre el delincuente que hace que el delincuente sea delincuente. Es una etiqueta que pone la sociedad pero que el delincuente tiene que aceptar y uno puede intentar ser no delincuente, intentar tener una vida recta, entre comillas, pero si uno lleva la etiqueta esa es muy difícil salir y pasa igual con otras, no solamente con esta. Pasa con los pobres, los homosexuales, que llevan una etiqueta que tiene que ver con una carga social.

Ellos nos ayudaron a ir un poquito más allá sobre las discusiones, y bueno, son tres responsables de algo de lo que quisimos contar en la obra.

—Decís (dicen) es una obra con poca moral hegemónica…explicate.

—Nosotros trabajamos con la técnica del clown y eso, en algún punto, nos da una ventaja porque en el clown el payaso lo que tiene es otra moral, que es distinta a la moral cotidiana. Quizás lo que para nosotros día a día está bien, para un payaso está mal, y viceversa. Hay otra moral, hay otros rangos de valores, hay otros criterios.

Eso hace que sea terriblemente interesante usar esta técnica actoral, teatral, en una temática que es tan -incluso- cruda, como es el tema de la delincuencia, de la cárcel.

Con la obra no intentamos ni decir lo que está bien ni decir lo que está mal. Si no poner en tela de juicio… hay otros discursos, hay otras cosas que no se dicen sobre la cárcel, que no se dicen sobre el delito. No hacemos apología del delito, pero sí tratamos de tensionar y decir: donde vemos un ladrón, también se puede ver esto otro. Después queda en el público: si el público lo ve o no lo ve, interpreta o no interpreta. Digamos que toda obra es un intento de decir algo, o de tensionar en algún lugar, o de poner sobre la mesa alguna discusión. Hay que ver si eso está logrado y hay que ver cómo lo toma cada espectador. Por ejemplo, hay una escena (que no voy a contar -risas) en la que hay un juego con el público, y aparecen cosas muy raras en esa escenita. Ahí nos damos cuenta cómo hay gente que se siente más cómoda con este tema y gente que no se siente cómoda. Gente que encaja en algunos discursos y gente que encaja en otros discursos. La obra es eso, un intento de poner sobre la mesa y empezar a discutir, usando la técnica del clown.

—El arte es un constructor de sentidos, de cultura. ¿Qué le aportan como artistas a Córdoba?

—Lo que me parece interesante es esto de pensar la obra como un espacio que intenta deconstruir sentidos. Deconstruir los sentidos y los discursos que hay dando vueltas sobre la delincuencia, la pena, la cárcel, el ladrón, el chorro.

Intentarlo, para ver después qué aparece, qué otros sentidos aparecen. Y en realidad insisto de nuevo en esto como un intentar, porque una obra no va a generar nuevos sentidos plenamente ni deconstruir un sentido plenamente, pero puede que para algunos espectadores sirva como un punto de inflexión, como una punta de lanza.

Pero puede también que para algunos la obra justamente refuerce los sentidos que tienen… Tenemos cierta conciencia del alcance que tienen la obras. Deconstruir o construir un sentido es algo que puede llevar años, es un trabajo cultural, un cambio cultural. Y esos cambios están sujetos a una temporalidad que no es la de una obra. Sin embargo creemos que en algún punto lo más interesante que tiene, el arte en general, es que sirven para tensionar, para que algunos vean algo nuevo, otras cosas.

La obra como generadora de preguntas y no de respuestas. Y lo mucho que sería para nosotros, desde nuestra humildad de hacedores, es lograr que el público se vaya con -por lo menos- una pregunta dando vueltas. Con que el público se vaya interrogándose alguna cosa o con una sensación, o haberlo incomodado y sacarlo de un lugar común de su cotidianidad, ya nos basta, ya es un montón.

Payasos Malvivientes, Ladrones, Delincuentes.  Sábados de mayo a las 21 en Espacio Blick (Pasaje Perez 11).

*Por Soledad Sgarella para La tinta.

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