Mi abuela abortó

Mi abuela abortó
9 mayo, 2018 por Redacción La tinta

Por Redacción La tinta

Yo también. Probablemente, por los cruces temporales que hice, ella y yo teníamos la misma (o casi la misma) edad. Claro que fue en contexto distintos. Ni en el de ella, ni en el mío, existía la discusión en el Congreso. La Campaña Nacional por el Derecho al aborto legal, seguro y gratuito, tampoco. Era clandestino, sí, como hasta ahora. La educación sexual para decidir era una cuestión escasa tanto en la juventud de mi abuela como en la mía, con cincuenta años de distancia. Los pañuelos verdes eran lejanos para el pueblo donde vivíamos.

Mi abuela abortó. Estábamos en una tarde siesta cuando me lo contó. Un día, como todos los días, mi mamá se puso a pasar el piso. Nos mandaba al patio después de almorzar, a la hora de la siesta, para barrer, tirar agua mezclada con algún perfume, luego sacar el agua del piso y finalmente, esperar que éste secara.

Eso nos daba un momento diario a mi abuela y a mí para conversar solas en el patio de la casa. A veces, íbamos a tender la ropa. Otras, nos sentábamos adelante, en el césped que daba a la calle. Yo a veces llevaba la pincita de cejas y un espejito. Otras, llevaba un libro que había sacado de la biblioteca. Y muchas, la mayoría, simplemente nos quedábamos hablando con la vieja.

La abuela se casó a los 38 y enviudó diez años después. Crió a sus hijas sola. Su oficio de peluquera le ayudó a sobrevivir yendo y viniendo entre pueblos, haciendo cortes a domicilio. Su escasa jubilación y la reputación de cortes de pelos, de peinados de casamientos, de permanentes sin quemar el cabello, hacían que su clientela le garantizara un ingreso fijo por mes que le permitía pagar el alquiler. A veces no le alcanzaba y puteaba en italiano. «Porca madonna», decía.

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Cuando me contó de su aborto estábamos sentadas afuera bajo el sol de otoño. Ella empezó a hablar. Sí, yo debo haber tenido 17. Ochenta y pico tenía ella y empezaba a no tener filtros cuando decía las cosas. De mucho, después se olvidaba. Su alzheimer avanzó.

Me empezó a hablar de un hombre que quiso. Supe que él se fue de viaje y no lo volvió a ver. Se lo nombré un par de veces después. Ella lo nombraba cada dos por tres. Éramos cómplices de esa vida de la cual no había una sola fotografía, ni tampoco registro familiar.


Me contó que fue a abortar con una hermana. No me dio detalles, pero supe que fueron a la casa de una mujer en Villa María. Una de sus hermanas menores la acompañó. Yo comprendí que era la primera vez que se lo contaba a alguien.


Mi mamá no lo podía creer. Se lo preguntó y ella lo negó. Yo lo afirmé. Lo no dicho se hacía palabras y gestos.

Mi abuela prefería no hablar de su pasado. Su espíritu era fuerte, su sonrisa amplia. Recordar era un acto que la ponía de cara a eso que había querido olvidar.

La memoria de los abortos clandestinos, la de mi abuela, la mía, la de miles de mujeres que abortamos, nos afirman en nuestras decisiones pasadas y en nuestros deseos presentes. Nuestras historias no son anacrónicas. El Equipo Latinoamericano de Justicia y Género, el CEDES y la Red de Acceso Al Aborto Seguro estiman que en Argentina se realizan entre 370.000 y 520.000 abortos por año. No son sólo cifras. Son años de lucha para que la iglesia quite sus rosarios de nuestros ovarios. Para que el Estado deje de inmiscuirse en nuestros cuerpos. Para que dejen de negociar con nuestra salud. La discusión no está siendo aborto sí o aborto no, nosotras abortamos. El debate es cuánto importa la salud de los cuerpos gestantes.

Sobrevivimos a intervenciones inseguras, ilegales, penalizadas en contexto de clandestinidad. Nos acompañamos. Celebramos la existencia de redes de socorristas, de solidaridad, de aquellas que deciden acompañar a personas gestantes en un aborto. Porque en los países en los que se despenalizó el aborto – como Uruguay, Rumania, Bulgaria, Guyana – disminuyó la cantidad de muertes maternas por abortos. Luchamos por la vida, por eso bogamos por una ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, necesaria y urgente.

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Foto: Colectivo Manifiesto

*Por Redacción La tinta.

Palabras claves: aborto, legalización del aborto

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